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jueves, 10 de junio de 2021

CARTA A UN AMIGO MEXICANO (O MEJICANO) SOBRE LA CORRUPCIÓN DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA. Diario político y literario de FM/Ágora digital

 

CARTA A UN AMIGO MEXICANO (O MEJICANO) SOBRE LA CORRUPCIÓN DEL ESPAÑOL EN ESPAÑA

 

Un escritor mexicano (o mejicano; con ortografía más símil a como se suele pronunciar esa palabra en el español actual), es decir, de México o Méjico, me hace la siguiente observación. ¿A qué se debe que sea correcto escribir México y/o Méjico, pero no Cataluña y/o Catalunya si hemos de respetar la ortografía española?

Es una cuestión que debería responder un académico, pero como simple usuario y estudiante de Filología, y por lo que recuerdo de las normas que aprendí, intentaré responder.

En primer lugar, México o Méjico, mexicano o mejicano son sendas variantes admitidas por la ortografía española, y recogen momentos diacrónicos de la evolución de la fonética del español. Aunque el país oficialmente se denomina México ("Estados Unidos Mexicanos"), y algunos crean darle a esa variante una justificación étnico-nacionalista en recuerdo de los antiguos mexicas o mexicanos anteriores a la constitución del Estado mejicano. La cuestión ahí no deja de tener un sesgo que puede ser explotado políticamente.

En el caso de Cataluña o Catalunya, no son dos variantes similares y no está admitida la última por la RAE. En caso de que aparezca, pues, en un texto escrito en castellano el término Catalunya debe ponerse en cursiva. A pesar de que su fonética es prácticamente igual, el desplazamiento de la ñ por el dígrafo ny (que no es de uso en español) nos obliga a escribir la palabra como un término de otro idioma.

La utilización en un texto escrito en español de términos como "Catalunya" sin cursiva ni comillas es incorrecto, y cuando se hace adrede (por algún motivo fácilmente reconocible como invasivo del español) es simplemente una grave corrupción de nuestra lengua.

He sido durante años profesor, y he tenido que corregir en tribunales de lo que se ha venido llamando PAU, ahora EBAU, y antes Selectividad, en fin, en los exámenes de ingreso a la Universidad en España.

Hay periodistas españoles que no superarían el aprobado en lengua española. Periodistas de medios como Televisión española, la Sexta Televisión, El País, pero incluso en algunos medios como ABC o COPE. Cuando escriben en español, mal escriben términos como Catalunya, Generalitat, Lleida, València, President, Govern... sin usar cursivas (o su correcta escritura en español). Asumen, así, de facto el dictado político de aquellos que niegan o discriminan la práctica y la enseñanza del castellano en las comunidades bilingües (precisamente, porque son bilingües, deberían cuidar los dos idiomas, el regional y el nacional). Y, lo que más me preocupa como profesor y usuario, pervirtiendo y normalizando el uso incorrecto, corrupto, del idioma español entre los estudiantes y los nuevos lectores.

 

Un ejemplo: En un periódico escrito en español, editado en Cataluña y de difusión nacional, como es La Vanguardia, se da este texto: “Lo más importante es trasladar el mensaje político; la voluntad que tiene el gobierno de España de abrir un nuevo periodo en Catalunya”, ha sostenido (se refiere el periodista al Presidente Sánchez). O sea que recoge unas declaraciones orales de Sánchez con una grave falta de ortografía: Catalunya. (La Vanguardia, 9/ 6 /2921. Robert Mur. Buenos Aires). Reflexionando sobre el caso, llama la atención el hecho de que incluso un periódico que en Cataluña mantiene viva la llama de la lengua española (lo cual es indicio de una mayoría de lectores hispanohablantes allí) tiene que pagar el peaje al poder que impone una dictadura monolingüe mediante ese error y corrupción voluntarios: “Catalunya”. Esta corrupción, de la cual ya casi nadie se percibe o se queja, se está extendiendo a Baleares, Valencia, y en gran medida ya está instalada en el País Vasco, Navarra y Galicia. ¿Y qué? Veamos: aquí hay una cuestión política, pero algo más importante, que trasciende lo político: el idioma español.

Incluso en mi tierra adoptiva, Huesca (en Aragón) los más “finos” defensores de la cultura autóctona prefieren escribir Uesca (así, sin h, porque han decidido que, en su aragonés, aún en busca de ortografía propia, sobre la “h”; y eso que el original latino “Osca” daría fácilmente “Huesca” en aragonés escrito también; pero entonces ¿dónde tendrían el hecho diferencial y los millones de euros al año para campañas de aragonesismo lingüístico y dietas y sueldos a los burócratas de la cultura autóctona?).

Pero esa es una cuestión menor. Supongamos que más de la mitad de las tierras y regiones de España se separaran de España, cada parte agrupándose al estado político ex novo que le viniese en gana (Países Catalanes, Nación gallega o vasco-navarra). Al menos que sucediese como en la Serbia y Croacia de las limpiezas étnicas, donde hubo de golpe una eliminación cultural de una parte de la población, seguirían muchas personas hablando español en esos nuevos Estados o territorios independientes, y de paso alimentándose del recuerdo al menos de la cultura española, de su historia, de su presente y de su futuro, con todos los errores que queramos adjudicarle a esa civilización española pero con más inmensos méritos que deméritos en la Historia de la Humanidad y posiblemente al par de dos de las más grandes culturas históricas: la griega y la latina.

Quiero decir que la cuestión de la marginación del español sería igual de triste, si aquellos supuestos Estados odian y marginan el idioma de Cervantes y de gran parte de América como hoy lo vienen haciendo, sin que aún sean Estados, algunas regiones del Estado español con la venia de muchos profesores, académicos, políticos, periodistas, jueces, etc.

¿Qué tiene que decir la Academia de la Lengua? (¿Y el director del Instituto Cervantes?). La Academia (aquí tengo que hablar, sí, como filósofo, que es, en realidad, lo mío) mantiene la ilusión (¿autoilusión?) de no ser prescriptiva o normativa. La norma es que no hay normas, pero no deja de ser esa anomia una norma. El uso (como diría Wittgenstein, aunque este filósofo del lenguaje diría: los usos), aquel uso que un grupo o grupos de hablantes imponen da patente automática de corrección. Pero Wittgenstein trazó mapas donde cada uso es legítimo (ética, ciencia, arte, etc). No así los académicos que tienen una tarea más universal, y que, en todo caso, se limitan por ahora a registrar esos usos sin especificar la corrupción o no del término-herramienta dentro de su jurisdicción, de hecho dan por supuesta la existencia de esa o la otra jurisdicción previa al diccionario. En fin, los académicos y el responsable del Cervantes, con su silencio, dan a entender que un uso puede ser válido en cualquier jurisdicción del idioma, cuando quizá solo lo sea en un uso concreto, por ejemplo, diplomático o coloquial.

 

Dejando la filosofía; urge que se considere el delito de corrupción del español, cuando se trata de una corrupción intencionada, por motivos fácilmente detectables, impulsores  del afán de empequeñecer o pervertir el español como lengua y cultura. Y urge que los jueces españoles, a los que hemos de dar todo nuestro apoyo, se comprometan y se formen en la sensibilidad de defender el idioma español, pues ese es nuestro más rico patrimonio. Más roba quien corrompe tu idioma que quien te roba unos euros.

En todas las regiones y Comunidades es imprescindible, ya, que cuente la prueba de un dominio correcto del español para acceder a cualquier puesto pagado por los dineros de todos los españoles.

Los jóvenes y los que estamos en edad de aprender, incluso, de mejorar nuestro dominio del idioma español hemos de distinguir entre los distintos registros de un idioma. En cierto registro informal se pueden usar términos en inglés o palabras familiares, sin que importe mucho la corrección de estilo. Pero en un registro formal, o en registro culto, importa mucho que sepamos utilizar nuestra propia herramienta y que no nos dejemos confundir ni desvirtuar el estilo por cantos de sirena, que en realidad no son de sirena si los escuchas bien, sino de unos señores con barba y puntero que te incitan a cometer errores que una mínima atención evitaría, pero que damos, a veces, por buena práctica porque está de moda o por quedar bien. Y, precisamente, en esa cobardía o negligencia se elevan los negacionistas de lo español (esas élites cansinas, no suficientemente destructoras, por cobardes) que te pondrán de medio tonto como crédulo y obediente a sus intereses mientras  ellas/ellos se sentirán de la crema suprema.

 

Un abrazo

 

Fulgencio Martínez

10-6-2021

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