LA CULTURA, ¿ES ALGO PARA LOS CUATRO CANDIDATOS A PRESIDENTE DE GOBIERNO DE ESPAÑA?
Artículo publicado en La opinión de Murcia (27-4-2019)
Presenciamos el último de los debates en televisión de los políticos candidatos a presidente de Gobierno. Para sorpresa de todos, los periodistas, aprovechando el cambio de tercio entre los bloques de contenidos, sacaron a relucir la cultura. Palabra. En un debate político, en la España actual, se asomó el tema de la cultura. Por una vez. Increíble. Claro que, tanto a los espectadores como a los mismos intervinientes e interpelados nos dejó de piedra la pregunta. Faltó poco para pedir la campana, o un tiempo muerto, o algo por favor, algo que decir... Pero a los cuatro geranios (en materia de cultura), a los cuatro políticos nacionales les salió la retórica vieja de siempre, que sí, que es un asunto importante la cultura, faltaría más, como no podía ser de otra manera, que cultura somos todos, y que si bla, bla, pam y pum. Nada; no tenían preparada la pregunta, posiblemente porque no le daban ninguna importancia ni creían que la cultura fuera a quitar o a dar votos.
En cambio, los regionales, independendistas o no, tienen en otro paño la cultura: la saben ellos clave, consigna y caladero de adhesiones, amén de polo de atracción de dineros, donde es fácil y no está mal visto blanquear el ideario político con la propaganda de la cultura: su cultura, claro. En su lengua, claro. En sus canales mediáticos, claro que pagados por todos, seamos o no de ese ideario.
Así que mientras Ida Vitale recibía el Premio Cervantes, Pedro Sánchez se ausentaba con el pretexto de preparar el debate televisivo donde para su desgracia (y la nuestra, así como de los otros tres aspirantes a presidente del Gobierno) le harían una pregunta sobre el papel de la cultura en su programa político. Y ya saben que aquí, desde la base, los Ayuntamientos, hasta la cima, el consejo de Ministros del Estado, es costumbre elegir para responsable de Cultura al primero que se ausenta para ir al excusado. O lo que es peor, a alguien dócil, y mero instrumento de la ideología de partido, que va a trabajar por la cultura ideológica que el partido defienda, con dineros de todos; sin ocurrírsele por un momento que la cultura es aquello universal que une y da sentido al conjunto de una sociedad. Para eso no hay cultura ni credenciales.
Si algo tenemos que agradecerle todavía a los griegos no es solo la democracia, es también la ley, el arte, la cultura (como en aquel pasaje de La vida de Brian, respecto a los romanos: mejor, para abreviar, mencionar qué no debemos a los griegos). La cultura es precisamente el campo de valores, emociones, aspiraciones y logros humanos que caen más allá del frentismo de los intereses particulares (legítimos siempre que no sean desordenados). Un Estado democrático es su cultura, su fondo de valores transmitidos y revividos por la mayoría generación tras generación. Incluso la tolerancia hacia los valores del pasado, valores que hoy podemos o debemos cuestionar incluso, forma parte de la cultura viva, o sea, de la transmisión, sin la cual no hay Estado, sino solo masa.
Los "indepes" que en las redes sociales quieren atacar a un Estado como el español saben que basta con afear o ridicularizar alguna de sus tradiciones. Saben bien que las generaciones actuales no están formadas, educadas, para resistir y responder a esa guerra oblicua de propaganda tribal. En España la educación, desde la base en los colegios, no está interesada por la cultura, la cultura como formación integral y universal. No le importa la transmisión simbólica, ni da razones para amar esa transmisión. Los valores ideológicos oportunistas, aun sirviéndole de propaganda a la izquierda, o a la derecha (según la perspectiva en que se mire, pues ya no hay más que una frontera coyuntural electoral) no hacen cultura, cultura que construya un consenso, un compromiso de la mayoría de hombres y mujeres, españoles del norte y del sur, del interior y del exterior, una cultura intergeneracional, "política" en el noble sentido del término, dialogante con el adversario y no sometida al chantaje de las dos Españas cainitas, al conjuro tonto de estar con el diablo o conmigo. Viva una cultura española atea y creyente, libre por encima de todo, y abierta a los ideales del mundo y la civilización. No somos tribu, ni gente. Somos Estado, pueblo, cultura, que junto con otros pueblos laboramos por que haya un mundo donde se respeten los derechos de las personas y maduren los frutos de la paz.
Si algo tenemos que agradecerle todavía a los griegos no es solo la democracia, es también la ley, el arte, la cultura (como en aquel pasaje de La vida de Brian, respecto a los romanos: mejor, para abreviar, mencionar qué no debemos a los griegos). La cultura es precisamente el campo de valores, emociones, aspiraciones y logros humanos que caen más allá del frentismo de los intereses particulares (legítimos siempre que no sean desordenados). Un Estado democrático es su cultura, su fondo de valores transmitidos y revividos por la mayoría generación tras generación. Incluso la tolerancia hacia los valores del pasado, valores que hoy podemos o debemos cuestionar incluso, forma parte de la cultura viva, o sea, de la transmisión, sin la cual no hay Estado, sino solo masa.
Los "indepes" que en las redes sociales quieren atacar a un Estado como el español saben que basta con afear o ridicularizar alguna de sus tradiciones. Saben bien que las generaciones actuales no están formadas, educadas, para resistir y responder a esa guerra oblicua de propaganda tribal. En España la educación, desde la base en los colegios, no está interesada por la cultura, la cultura como formación integral y universal. No le importa la transmisión simbólica, ni da razones para amar esa transmisión. Los valores ideológicos oportunistas, aun sirviéndole de propaganda a la izquierda, o a la derecha (según la perspectiva en que se mire, pues ya no hay más que una frontera coyuntural electoral) no hacen cultura, cultura que construya un consenso, un compromiso de la mayoría de hombres y mujeres, españoles del norte y del sur, del interior y del exterior, una cultura intergeneracional, "política" en el noble sentido del término, dialogante con el adversario y no sometida al chantaje de las dos Españas cainitas, al conjuro tonto de estar con el diablo o conmigo. Viva una cultura española atea y creyente, libre por encima de todo, y abierta a los ideales del mundo y la civilización. No somos tribu, ni gente. Somos Estado, pueblo, cultura, que junto con otros pueblos laboramos por que haya un mundo donde se respeten los derechos de las personas y maduren los frutos de la paz.
FULGENCIO MARTÍNEZ
Profesor de Filosofía y escritor
AGORA DIGITAL VIERNES 26 DE ABRIL 2019
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