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viernes, 21 de diciembre de 2012

¿SABE USTED DÓNDE ESTÁ CULTURA?

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Diario político y literario de Fulgencio Matinez / 28


El asunto de la destitución de Patricio Hernández como jefe del servicio de Juventud del Ayuntamiento de Cartagena por su condición de presidente del Foro Ciudadano de la Región de Murcia, es un síntoma más de la caótica muerte de la cultura en nuestra Comunidad. El trabajo excelente de Patricio, realizado durante tantos años en la promoción de la cultura y la participación juvenil en Cartagena con eventos que han dinamizado y exportado la marca cultural de Murcia a nivel nacional e internacional, no ha merecido de la actual Alcaldía sino un despido brusco.


Patricio Hernández
Todo apunta a que, so capa de recortar dineros, se echa a la calle a un personaje molesto, que, en su condición de ciudadano, ha venido impulsando en nuestra plana Región el debate político, pidiendo transparencia a las instituciones democráticas, reclamando el derecho de los ciudadanos a la información y al control de la actividad política, como manda la Constitución.

La Constitución española protege la participación ciudadana, llama a desarrollar y fomenta la vida democrática en todos sus aspectos. Quienes entienden la democracia como una excepción que se produce cada cuatro años, durante la jornada electoral, en realidad malentienden el régimen político en que vivimos: lo hacen una dictadura interrumpida por una democracia efímera, la del día de ir a depositar el voto. Estos malos intérpretes de la democracia - que no son solo, por cierto, los del Partido Popular- consideran que haber ganado unas elecciones democráticas les da derecho a ejercer ellos una forma de gobierno dictatorial, anulando cualquier legítima participación, reclamación e iniciativa ciudadana. La cultura democrática les importa un pimiento. Ocupan las instituciones como el baño de su casa, solo ellos tienen derecho a depositar su mierda. Confunden su representación, otorgada por los votos, con una cédula de propiedad sobre el cuarto de baño, los dormitorios, el salón y aun el jardín de la casa. Ellos, en realidad, en democracia, solo son elegidos para dirigir el despacho, la zona de trabajo de la casa; pero son los demás ciudadanos los que han de ocupar y sentirse cómodos en la vivienda; es a nosotros, los votantes, a quienes nos tienen que preguntar por los problemas que detectamos en nuestra habitar cotidiano en las distintas partes de la casa, y a nosotros a quien deberían rendir cuentas.

Muy al contrario: los políticos, una vez en el cargo institucional, se envaran en él y ejercen una dictadura de facto, volviendo solo nominal la democracia y amparándose tras su cerco partidista - o en algunos casos, que los hay, dando forma a su gusto al partido político que les apoya para que ninguna voz interna ni externa les dispute.
Pedir una mirada crítica, al menos, sobre estos temas del liderazgo democrático, que tiende a necrosarse en formas que recuerdan las dictaduras personales; impulsar la participación de los murcianos y las murcianas en los flujos de ideas y en el contraste de opiniones políticas que pueden mejorar la democracia, son algunas tareas a las que se ha dedicado y dedica el Foro ciudadano,
presidido por Patricio Hernández.

Díganme cómo avanzaremos si no es por medio de personas que tienen, como él, esa inquietud por las ideas, y que saben, además, contagiarla con entusiasmo.Vale que la cultura murciana se quede sin patrimonio inmueble; al fin, ¿qué son cuatro palacios, sino ladrillo? Su venta a precio de saldo por el gobierno de Valcárcel no es un mal tan irreparable como las ideas que se pierden. Aunque nuestros descendientes no le perdonen que perdamos un bien cultural así, y sobre todo el que no se hubiera contado con ellos para su liquidación, los palacios no hacen la cultura sino los hombres de ideas que pasan por ellos. Lo único irreparable es el trabajo, la energía de entusiasmo de las personas que hacen la cultura; precisamente las más subestimadas por las autoridades políticas de esta Región. Y si no, pregúntele la opinión que tiene sobre ellos a nuestro Presidente; le dirá que él lee solo la obra literaria de Aznar, y que para preguntas de cultura, ahí tiene a su sobrino político, que hizo unas cuantas letras. Pocas o muchas, no queremos prejuzgarle su sapiencia al consejero de Cultura, pero es claro que nos cuesta mucho cada una de ellas en su sueldo. Lo mismo o incluso más que nos cuesta el sueldo de los ediles cartageneros que han puesto la cultura bajo las piedras de la ciudad, en los yacimientos arqueológicos: nada de cultura viva, actual, de la que más se puede exportar y contagiar a la juventud.

Así que, mientras sobran asesores y gastos de cultura, mantenemos una buena nómina en San Esteban, en el magnífico palacio del Ayuntamiento de Cartagena y no sé ya dónde más, porque ya no sé por dónde anda Cultura en nuestra Comunidad. Quizá, el que vende el pescado lo sepa.

Fulgencio Martínez

sábado, 15 de diciembre de 2012

La lengua de los dioses. Libro de Maximiliano Hernández Marcos.

 

EL CAZADERO DE LOS LIBROS.

CUADERNO DE CRÍTICA LITERARIA /1

 Sábado, 15 de Diciembre 2012




LA LENGUA DE LOS DIOSES

 


  1. La Lengua de los dioses comienza como en el principio del mundo, con una teoría del lenguaje, primer poema del libro de Maximiliano Hernández Marcos: "Para todo lo que es más veraz/ oblicuo o de perfil en los fotogramas/ que en la gramática/ pido el alma y la palabra". 
   Los dioses comenzaron así, con una "theoria" o contemplación de los nombres, que eran sonidos, surcos de su respiración divina, y brotaban sobre la lámina móvil del tiempo, sobre las imágenes sucesivas y recurrentes de los astros, los elementos eternos, las futuras historias, las cosas, entes o enseres cotidianos decididamente anodinas. La palabra vivifica "la magia de la imagen", siendo, no obstante, ella, la palabra, otra forma de imagen, más pregnante, ya no tan apta para someterse al "canje" -como dice el poeta- de imágenes "ligeras", intercambiables, que trasiegan por el insomnio del ojo, acaso hacia un destino trivial. El "ojo" en trance de ser "ojal", abertura de la palabra sobre el abismo del mundo, se reencuentra a sí mismo en ese trance, también por esa feliz y, mejor, si fortuita asociación que provoca la aliteración de ambos sonidos, ojo y ojal; aliteración que es maravilloso armónico donde la semejanza de algunos fonemas -uno, o varios bastan- y a la vez la diferencia o suplemento (como diría Jacques Derrida) que propicia la sorpresa, siempre, en el fondo anhelada (y eso es la poesía: sorpresa que surge para un alma que la anhela y espera. "Quien no espera no hallará lo inesperado" dijo el maestro heraclitano). Saben que la poesía épica, oral, especialmente la germánica y luego la antigua poesía inglesa, basaba su cadencia no en la rima, sino en la aliteración. Pero, segunda maravilla, más perceptible en las literaturas neolatinas, donde coinciden más la letra y el sonido, un segundo armónico se produce en el alma al reconocer en la escritura la cifra de la aliteración: el ojo, entonces, ve lo que ha creado en su asociación, el ojo es ojal, es pozo, jarra, rayo, y por diseminación, todo. La cadena de asociaciones tiene una primera y última radiación: "el alma y la palabra"; como el poeta nos lo recuerda previamente a ese ejemplo-vehículo con que la modula después: "el ojo y el ojal".

   Estamos, por tanto, con este nuevo poemario de Maximiliano Hernández Marcos, ante una metapoesía que, ab initio, muestra sus cartas y prefigura su territorio de investigación. No se trata, a continuación, de exponer lo encontrado, de narrar una "experiencia" (ni siquiera del lenguaje o de ser) sino de tratar de alcanzar un sitio de ojeo, como en una batida de caza, y a la vez de prevenirnos a los lectores, de invitarnos a mirar y de paso a admirarnos del rico y profundo cazadero que el poeta descubre. (Desde el principio el poeta nos invita a ensayar su búsqueda).
   Ahí pasan cosas admirables, animales extraños, fugaces, desvividos o en trance de resignación a la muerte, pasan también ríos y águilas imperiales, corzos hermosos, lluvias, corbatas, historias humanas: igualmente pueblan la garganta del cazadero.
  Oigamos su lección, lo que van diciendo en la sombra todas esas criaturas. Sus ecos, cuando no sus mismas voces, las hacen cercanas. Ese ahí (para los dioses) es aquí: nuestro aquí cotidiano.
  No olvidemos, en nuestra escucha, el juego de asociaciones, esas lianas o vasos comunicantes que envuelven tanto las semejanzas como las diferencias en una "lengua" única, que se busca con el pálpito del alma y "dice" a la vez que suena, o sea, que crea un sentido en su misma emisión.
  ¿No es ésta la lengua de la poesía, a la que todo poeta que se precie trata de seguir? (Rilke, Machado, Aleixandre, Valente: valgan solo estas cuatro menciones. No por casualidad, estos cuatro poetas citados presiden -creemos- las respectivas direcciones espaciales que ensaya Maximiliano Hernández en su obra).

   2. La lengua de los dioses es, desde su proyecto, la sacralización de un espacio -compartido, el de la naturaleza y el hombre. Sacralización del espacio, que equivale a su construcción poético-fáctica. La primera parte del libro se intitula "Magistral", aludiendo al magisterium del sacer, de lo sagrado y, por metonimia, de su vaso comunicante, el sacerdote: aquí, el poeta o registro vivo de la lengua primaveral, iniciática, de los dioses.
  Tan flamígero comienzo, prometido en el libro, vendría, por tanto, a ocuparse con su discurso de aquella tarea poético-fáctica (no olvidemos que el poeta habla siempre en serio, o sea, dice para que pase algo en el mundo). Pero... ¡decepción!, el discurso toma un curso irónico, en sordina crítico, incluso a veces agudamente crítico, como un bocinazo repentino en mitad de la siesta. Irónicamente la "lección" comienza a las nueve en punto. La precisión horaria y su nula o bien limitada atención de escucha, triturado su misterio en pequeñas dosis, la vuelve fantasmal: la lección "pontifica", entonces; se oye a sí misma, se consuela con su eco, con su permanencia -hasta la "próxima lección", después que suenen "los timbres"- sin haber dado lugar a un estremecimiento en su audiencia: a tener efecto de voz en el mundo.
   Comienza, por tanto, aquí un doble reflejo crítico que este poemario asume como pocos libros de poesía actuales, que caminan como auténticos autómatas. Ese doble reflejo abarca un lado, el más externo y aparente, de crítica al mundo trivial que condena a la esterilidad el esfuerzo del lenguaje y con ello la tarea del poeta; y otro, más punzante y metafísico, que señala a la propia sospecha de oquedad del mismo lenguaje, a su despedida total de su antigua fuerza y poder, y por tanto a su pervivencia o supervivencia fantasmal y, lo que es peor, vestida de alharaca y fantoche. La duda de sí del propio poeta, al fondo.
   Recuerden que la poesía no solo trató de describirnos las cosas sino de hacerlas. No fue solo evocación o nostalgia de conocimiento, sino primer conocimiento y realidad de algo. El poeta construyó la cabaña del ser. Del mismo modo el filósofo fue, un día, el legislador del ser.
  ¿Acaso nos hemos acostumbrado ya a vivir en la intemperie? ¿O, acaso, estamos condenados a la intemperie desde ahora hasta quién sabe cuándo?
  Poeta en tiempo de miseria: Rilke, y más atrás, Hölderlin, tuvieron esta premonición de la intempestividad del poeta y de la abundancia espectral de las realidades vacías del canto sagrado; Maximiliano Hernandez "deconstruye" ese tema nihilista y profundamente elegíaco, en los poemas de esta primera parte de La lengua de los dioses.
  Aporta él la figura del sermón del profesor, del erudito anticuario, del docto elocuente, para canalizar una veta sarcástica que -no hay que olvidar- se dirige al doble reflejo apuntado.
  Si esa poesía autómata que "mima" la cultura fuese toda la poesía, ¡íbamos apañados! Sería como seguir vistiendo un palo con un traje regio, que se deshilacha al rozarlo. "Mejor la destrucción, el fuego", diría Cernuda, y con él Octavio Paz, y por fin José Ángel Valente. (Con lo que tocamos otro palo del poemario: la voz irritada, crítica, desde la contención y el clasicismo sereno del poeta de mi querida escuela salmantina, como es Maximiliano; también en la línea de la mejor poesía reflexivo-crítica española, la de los más grandes Meléndez Valdés, Moratín (hijo) y también la del acaso no menor poeta que estos, Jovellanos, pese a su breve obra interesante. Una línea, por tanto, desde estos poetas neoclásicos y prerrománticos, pasa por Unamuno, el segundo Machado, Cernuda y Valente y llega a la poesía filosófica de Maximiliano Hernández. (¿Alguno hay todavía ciego que se ha perdido esa línea de poesía excelente, lo mejor de lo mejor de la poesía española?).

  "Lección de autoescuela", "La Academia de Platón" son poemas, entre otros, destacables en esa primera ruta del libro.
  En la segunda parte, "Digital", se persiguen más en su entraña el mundo vacío de la imagen: pero ahora, advertimos que se trata no de las imágenes-cosas del mundo, sino de la misma imagen-del-mundo (no diré el palabro alemán, que todo profesor diría aquí).
  En efecto, la crítica se supera, se levanta a una "profecía terrible": se ha decantado y vacíado la cosmovisión, la imagen del mundo en que vivimos actuales. Es tanto, como anunciar que vivimos sin casa mental; desahuciados, o en trance de serlo, moral, psicológica, vitalmente. Quizá los desahuciados reales, que podemos ya hoy serlo todos, víctimas de la usura y del maldito gobierno de la usura, sean solo símbolos, poetas del porvenir.
  "Piratas en la mente" reescribe esa realidad fantasmal que somos. Descubrimos una poesía simbolista de la realidad social y cultural que acecha y de la que muchos ya vamos siendo conscientes. La poesía, por tanto, de La lengua de los dioses ensaya un camino nuevo, simbólico, de aproximación a los problemas del mundo real. No hemos de perder este norte.
  Otro poema de esta parte, "Los cuatro puntos digitales de la felicidad", divididos en ocho entregas con igual extensión de verso que el soneto, juega -en su sustitución y asociación fónica del adjetivo "cardinales" por "digitales") con la total ocupación del espacio sagrado y del aquí presente por la imagen. La asociación fónica produce -en el plano poético- una asimiliación de significados, algo ocupa el lugar de otro, sin que se produzca ninguna ruptura de sentido, con normalidad. He ahí la trampa. La visca del lenguaje manipulado, sustraído hoy a su esencia divina. En esa normalidad enfermiza, que ni siquiera brota síntoma, insiste la ironía del poeta. Tiene el libro su asunto capital y su justificación expresiva.
  Y, por otra parte, la felicidad ¡qué gran invento! Vayan pronto a comprar su oferta al súper, acomódense en sus conciencias como en su salón de estar. Vuela a ser feliz, te lo mereces, es tu deber y tu meta. Pero, antes, lea su "horóscopo" del día; hay días en que mejor ni proponérselo, según reze la información astrológica especialmente escrita para su guía de felicidad. No se acompleje, ni se perpleje, si no es hoy feliz: no se puede ir contra el destino. Espere. Mañana, con mejores astros.... Siempre me acuerdo en este punto de aquella frase leída en Umberto Eco: "Nacemos todos con el signo fatal equivocado, y vivir con dignidad consiste en rectificar cada día el propio horóscopo".
  Maximiliano Hernández no sólo hace ironía de la "teomaquia" supersticiosa, esa "teogonía" de papel que hace cada vez más arrastrarnos a la inseguridad; conecta, en su libro, con una situación humana actual: de vacío de certezas, de refugio en el juego de azar y la manipulación económica del miedo.
   Hemos de leer su poemario a esa doble luz, simbólica y crítica, para que cobre su pleno sentido.
  "Crédito y consumo": ese solo titulo anuncia la novedad del lenguaje poético que introduce La lengua de los dioses. ¿No nos iba a hablar el poeta de la belleza de la amistad, o de los bucles del cabello de su novia?
   "Egometraje del poder en cuatro figuras", socava la erótica verminal del poder, denuncia con cuatro lanzas ese cuadro tan bonito que nos pintan, tiranos lo mismo que sedicentes demócratas; en el fondo, señores prepotentes de la grey, políticos que se reúnen detrás de sus máscaras con los secuaces del "afán perverso de la usura" y, juntos, rezan y se reparten las ganancias.
  ¿Qué quedó de la justicia? Reparemos en esto: justicia es el verdadero nombre de poesía. ¡Cuántos escribidores hoy van del ala sin haber siquiera sospechado esto!
   La lengua de los dioses no inventa, pues, un nuevo tema: nos avisa de un olvido, de una minorización y pequeñez de la poesía que olvidó los grandes temas poéticos originarios. (¡Si, al menos, se mantuviera la nostalgia de la armonía, como en la poesía de Vicente Aleixandre: otro de los puntales de este libro, leído desde el recuerdo de la bondad).
   ¿Qué sentido tiene, pues, hablar de poesía cívica refiriéndonos a La lengua de los dioses?
   Quizá, por un lado, sea una redundancia o pleonasmo llamarla así: poesía cívica. Es poesía a secas, tout court. Si le llamásemos poesía cívica, por otro lado, sería poner un toque de atención; una flecha llamativa hacia el lugar originario (y de paso, un señuelo al distraído visitador de librerías). No, pensado así, no está mal. Por tanto, La lengua de los dioses "tiene lugar" como poesía cívica.
   Una vez atraído el lector a la red, no lo soltaremos hasta que encuentre algo más en el libro.

viernes, 14 de diciembre de 2012

EN DEFENSA DEL MINISTRO DE EDUCACIÓN Y DE LA LIDIA BRAVA

Diario político y literario de Fulgencio Martínez/ 27

EN DEFENSA DEL MINISTRO DE EDUCACIÓN Y DE LA LIDIA BRAVA


Ignacio Wert en el Congreso


Al ministro Wert le ha faltado poco anís para definirse en la simbología zoológica. Leo la prensa dominical de la pasada semana y salto de un comentario a otro escrito en tono de celebración o de exégesis irónica, a propósito de la autodefinición con que se caracterizó el intelectual y ministro español de Educación. Pocos, a lo que veo, entre sus glosadores, le toman en serio al ministro, que ha de ser hombre instruido, y que, de no fallarle la memoria, ha de recordar de sus lecturas de Bachillerato aquel verso "Como el toro, me crezco en el castigo", del ya clásico libro de sonetos de Miguel Hernández El rayo que no cesa.
Al bueno de Wert le ha salido del subconsciente una expresión propia de un poeta de izquierdas, cuando él camina por la derecha y con carta blanca para arrimar a todos por su fila, y sin consultar a ningún peatón, sea padre, madre, maestro, o alumno viandante.
Como no están los tiempos para que la izquierda, disminuida ideológicamente, ceda más armas a sus adversarios, propongo tomarle en serio al ministro en su revelación poético-hernandiana y hacerle una exégesis cabal a sus palabras, casi textualmente tomadas del poeta oriolano. Recordemos que dijo don Ignacio Wert: "soy de los que como el toro me crezco en el castigo", como advirtiendo, a los opositores a su proyecto de nueva reforma educativa, con quién se la han de ver. Pudiera haber usado, en su amenaza implícita, el retruécano conceptista, o sea el vulgar recurso al juego de palabras: "No saben con quién se la han de Wert esos mamones", pero no, el educado y educador Ministro ha preferido tirar del símil poético, basado a su vez en cierto fundamento racial y popular. Y hasta publicitario: El toro de Osborne.
 
Así (y perdonándole la publicidad subliminar a destiempo) él optó por compararse con el toro de lidia, que en la plaza, cuando se siente herido y acosado, hace acopio de casta, nobleza y valentía para acometer al torero, que, en este refrán o símil, sería el contrario político, la mayoría de las opciones políticas del Parlamento, que le han expresado su desacuerdo; o los profesores y padres de alumnos desafectos a su ley, que deberán hacer examen de conciencia, o, en general, todos los que miran y comentan desde el tendido, qui lo sa? 
Que sepan quién soy yo, nos quiso decir don Ignacio Wert; entérense la malévola opinión pública y los currantes trabajadores de las enseñanza, que no tienen otra cosa que hacer un domingo sino ir a los toros, es decir, opinar de lo que no les incumbe (nada menos que del texto de la futura ley de enseñanza que ha parido la inteligencia iluminada de un segundo Ignacio de Loyola, metido a reformar la grey educativa); en fin, tome nota esa canallesca España de rojos y cabreros que quiere ponerle banderillas a un ministro bravo. !Vaya ministro! ¡Desde Godoy para acá ninguno igual!
El soneto de Miguel Hernández termina así: "Como el toro, te sigo y te persigo/ y dejas mi deseo en una espada,/ como el toro burlado, como el toro". ¡Y si no, al tiempo!

P.S. Soy profesor de Filosofía y de Educación para la Ciudadanía. Opinaré solo si me preguntan de ello, y en presencia de mi abogado.





miércoles, 5 de diciembre de 2012

LA SUBIDA DEL IVA DE LA CULTURA

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DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO
DE FULGENCIO MARTÍNEZ,
DONDE SE HABLA DE LO DIVINO
Y DE LO HUMANO / 17
Septiembre 2012





LA SUBIDA DEL IVA A LA CULTURA



Me preguntan estos días mi opinión sobre en qué medida va a afectar la subida del IVA a la cultura, y en general, si va ésta a sobrevivir a los efectos de la crisis económica. Opino que, en lo esencial, no se verá afectado el consumo y la industria cultural. Parece extraña esta afirmación, cuando se habla tanto del efecto negativo de la subida del IVA y cuando ayer se habló de los perjuicios económicos de la llamada piratería en Internet.

Sólo se trata de cálculos cuantitativos, de ganancias y pérdidas mayores o menores, en un campo, la cultura, dominado desde hace mucho tiempo por la "industria", por sus grandes ejecutivos, sus ranking de beneficios, sus planificaciones, sus masivas redes de publicidad... y sus obreros especializados (la "sociedad de autores") cuyos honorarios pueden verse rebajados. La crisis no cambiará ninguna inercia en la cultura, mientras la "industria cultural" siga detentando su dominio y planificando las necesidades de ocio, formación, conocimiento, en alianza con un Estado acomplejado en su cometido formador. Parece, más bien, que se predispone a la opinión pública a rebelarse, no ante la hegemonía de esa industria, sino ante cualquier precio que deba asumir el negocio de la cultura. Se crea entonces la alarma de que pagarán el pato los consumidores para que demandemos moderación en la exigencia de su contribución a la Hacienda de todos.

Ocurre algo parecido en espectáculos como el fútbol. Igual que en el deporte de masas se da por sentado que es un lujo y quien quiera asistir a su espectáculo ha de pagar lo que se le exija aunque sea un abuso, también en la cultura se parte de la premisa de que los bienes culturales son lujo que al final ha de pagar el consumidor al precio que sea. Con lo cual se predispone a la opinión para que acepte que no es bueno subir, por el ejemplo, el IVA a la cultura; concluyendo aquello de donde se parte: que la industria cultural siempre ha de conservar sus márgenes de beneficio; aun en tiempos de crisis.
Este sofisma, este círculo vicioso olvida que en Europa cualquier entrada a un estadio de los grandes tiene un precio popular, mucho menor que en España, y que son los clubes los que moderan los precios de las entradas. La misma moderación ocurre en la cultura de países como Francia, Alemania, donde la asistencia a una buena obra de teatro o al cine no supone un gasto extraordinario.

Que no nos cuenten el cuento de que la cultura es un lujo para que, con esa excusa, los negocios vayan bien, sin más interferencia del Estado que las necesarias y, en todo caso, jugando de antemano con el descrédito que tiene el mismo Estado sobre las necesidades culturales de sus ciudadanos. El Estado se queda impasible ante el secuestro de la verdadera cultura por la industria cultural, y, por añadidura, deja inermes a los ciudadanos ante cualquier subida de los productos de ese mercado. Respecto a esto último, la airada reacción política que hemos visto estos días contra las propuestas del señor Monago, en Extramadura, son un índice de un servilismo de Estado mal entendido. Y, en relación con lo primero, frente al secuestro de la cultura por la industria cultural, nadie desde lo público se ocupa hoy de hacer pedagogía o, al menos, de cuestionar los derechos de explotación sin límites que detentaría esa industria sobre las necesidades del pueblo, como si el campo de la cultura fuera una nulla res, un esclavo suelto, un bien sin dueño sobre el cual echó el lazo para siempre la mano de la empresa.

Nadie cuestiona la "cultura" sometida de la superestructura dominante, la que sofoca el espacio de cualquier posible cultura que trabaje para dejar huella en el tiempo. El deseo de consumir rápido que nos prefabrica la "cultura", se satisface doblegándonos a los reclamos del consumismo "cultural". Consumimos lo que paga para promocionarse. Basta oír en un "telediario" la información cultural que ha producido ese día correspondiente a la crónica. Estrenos multinacionales de cine, no mucho mejores que los del peor cine español de todos los tiempos; de vez en cuando, la promoción de un best-seller (se sabe, de antemano, que será "otro éxito de ventas"), y por supuesto, el eterno Almodóvar que rueda nuevo bodrio.

Qué buena oportunidad sería esta crisis para despaciarnos de la alienación del reflejo que nos ha creado la "cultura" autofagotizante, y revisar las inercias que encapuzan en la crisis económica la quiebra de la cultura, que ya se viene produciendo desde décadas atrás -como ha advertido Mario Vargas LLosa en uno de sus más recientes ensayos. A espera, por tanto, de la necesaria crítica exhaustiva, este servidor solo puede testimoniar un panorama continuista de la cultura en tiempos de crisis, con el añadido autoconservador de haberse creado un rumor de cambio.


Fulgencio Martínez

EL GABINETE CACHONDO. DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO..../26

Luis de Gindos, ministro de Economía. Fuente: Finanzas.com.
 
UN DÍA ES UN DÍA. DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO DE FULGENCIO MARTÍNEZ, DONDE SE HABLA DE LO DIVINO Y DE LO HUMANO/ 26

Publicado en La Opinión de Murcia, Miércoles 5 de diciembre de 2012



              EL GABINETE CACHONDO



   ¡No te giba! Llegó ese señorito de la OCDE y al día siguiente el Gobierno anuncia que no hay dinero para actualizar el año que viene la paga de los jubilados, como había prometido hacer. 
 
   Al ministro Luis de Guindos, que presentó al mensajero de la OCDE, los periodistas le preguntaron en la rueda de prensa si el Gobierno pensaba adoptar algunas de las medidas "recomendadas" para Spain en el informe de dicha organización. 
 
   "¡No te giba! Parpadeaba el cachondo de él como cada vez que suelta una trola", hubiera descrito así la escena Miguel Delibes, el escritor, que fue también director del periódico El Norte de Castilla.
  Algunos de los periodistas presentes en esa rueda de prensa guardaron sus preguntas: los más conocedores de los resortes del gabinete cachondo. A este Gobierno no hay que preguntarle por lo que no ha dicho que va a hacer, sino por lo próximo que no hará de lo que dijo que iba a hacer. 
 
 Explicarles a ustedes tamaño galimatías requiere ciencia y paciencia. Lorenzo, el bedel de Diario de un cazador -vaya mi homenaje al maestro vallisoletano- lo haría mucho mejor que yo.
 Prepárense, pues, para oír las de Jaimito. Cuando achante el Gobierno, persígnese el que crea, porque caerán del cielo más subida del IVA, más paro y despido más barato, destrucción de derechos y una cuesta de enero ante la que dan ganas de vomitar ya sin estar harto. 
 
      - ¿Pero a usted eso no le parece una medicina necesaria, señor?
      - ¡No te giba!
   Me temía que el Gobierno pudiera cumplir una promesa. Otra línea roja que se salta, dicen, con lo de las pensiones; yo, en cambio, temía que la cumpliera y diera la impresión de ser fuerte y veraz.
  Así pues, Rajoy en su línea: coherente. Y coherente también su ministro de Justicia, que presenta un día la tasa judicial que ha de pagar todo quisque, sin distinción de nivel económico, ya sea pobre o rico; y otro día, anuncia, como el altavoz de una tómbola, que la justicia será gratuita para las víctimas del terrorismo; oigan, y para las víctimas de malos tratos, oigan, lo estamos regalando....


Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor

FULGENCIO MARTÍNEZ EN LA ESTACIÓN AZUL DE RADIO NACIONAL DE ESPAÑA

 

El sábado 1 de diciembre de 2012, Fulgencio Martínez en el programa de radio La estación azul, con versos de PRUEBA DE SABOR. Lo puedes oír, hacia el minuto 31, pinchando en este enlace:

  http://www.rtve.es/alacarta/audios/la-estacion-azul/estacion-azul-01-12-12/1594609/

  

  RESUMEN DEL PROGRAMA DE RADIO:

La estación azul - Merino y su historia de amor - 01/12/12


01 dic 2012


El programa conducido por Ignacio Elguero y Cristina Hermoso de Mendoza recibe al académico José María Merino que nos presenta su última novela, El río del Edén, una historia de amor. Los versos llegan de la mano de Fulgencio Martínez y su poemario Prueba de sabor (Ed. Renacimiento). Por si fuera poco, regalamos un lote literario en nuestro concurso El Escondite. En El cambalache y con la ayuda de Javier Lostalé, uno de nuestros oyentes se adentra en la novela Todo lo que soy (Anna Funder. Ed. Lumen). Como broche final, Jesús Marchamalo nos pone al tanto de las novedades editoriales en Más libros y recordamos que Quien lee, vive más. Además, contamos con la encantadora presencia de Audrey Hepburn gracias al libro Audrey en Roma (Ed. Electa).