La korruptosfera (y la escrivo con k, porque también afecta al descuido de la gramática) no es solo el medio propio del presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, ni tiene solo que ver con los dineros suplidos, como el mago suple las cartas ante nuestros ojos incrédulos.
La corrupción no es solo cosa de Koldo. No va solo de malversar dineros públicos, o de cobrar comisiones para el bolsillo propio, o para meterlo en las arcas del partido, al que el villano se acoge como a sagrado.
La corrupción se alimenta del mal uso o abuso de las instituciones o cargos públicos. De todo, incluso de lo bueno, puede haber un mal uso. La corrupción la comete quien roba y quien desde el poder mira para otro lado y deja robar, por aquello de hoy por ti y mañana por mí. Se da, así, una "amistad" viciosa entre los que se lucran a la sombra de la política y los que detentan democráticamente la función del poder público (de estos no todos, por fortuna, porque entonces no sería novedad y escándalo, y al menos en el sistema democrático esto no debería ser lo normal; a diferencia de lo que ocurre en dictaduras, autocracias u otras formas de regímenes totalitarios o de partido único en los que no son noticia las golfadas... hasta que un autócrata nuevo derriba al anterior tirano y justifica su golpe por la corrupción y los montones de crímenes que deja el derribado).
En cualquier caso, volviendo a nuestro régimen de casa, cuando hay una tormenta de corrupción afecta al sistema democrático, pero este suele salvarla, parcial o temporalmente, eligiendo una alternativa de forma menos dramática o cruenta.
La corrupción no es solo monetaria, termina afectando al plano político, e incluso al gramatical. Eso ocurrió hace hoy (febrero 2024) un poco más de una década. Lo escribí y lo denuncié con amargura y humor entonces, en casi todos mis artículos en el periódico La Opinión: vivimos en estado de corrupción en aquella década inmediatamente anterior y posterior a la crisis "financiera" de 2009, en la que cada día saltaba un caso nuevo de corrupción entre los políticos de la derecha y de la izquierda (a la derecha: en el gobierno del Estado y en las comunidades catalana, madrileña, murciana y valenciana, entre otras: Gurtel, Pujoles y otros tantos por ciento; o a la izquierda: en la comunidad andaluza, Eres y Seres sindicales y en el propio gobierno andaluz, incluida la actual Vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, entonces Consejera de Hacienda de la Junta, quien salió de rositas, sin dimitir como ahora le exige al buen chiquet de Ábalos Caco. (Valga la comparación humorística con Álvarez Cascos: secretario de organización del partido, uno; secretario general el otro, del PP en este caso). Fue Consejera desde 2013 a 2018, y no reclamó la devolución del dinero defraudado a los andaluces, según información de Ok diario.
Surgió por entonces el movimiento juvenil del 15 M, o movimiento de los indignados (surgió en Madrid un 15 de mayo de 2o11); hubo un cambio de gobierno, el PSOE, aun calado de corrupción en Andalucía, fungió como Oposición y alternativa de Estado y se encaminó a tomar las riendas del Gobierno Central cambiando la cara de su líder.
¿Nada de esto puede ocurrir ahora en esta nueva tormenta en que se nos ha venido encima un nuevo estado de corrupción? ¿Podría el PP desde la Oposición hacer de piloto en tiempo de borrasca? Me pregunto, en el fondo, si es posible desde la izquierda democrática y de progreso votar por una alternativa, el PP, aunque antes comprometida con la corrupción y en parte tocada por ella, más presentable que el hoy inerte PSOE sanchipintado y salpicado de corruptos, de malotes tan Bárcenas como era el otro, tan bigardos como era el Bigotes, tan tormentosos y brutos como el ministro Puente, que nadie le pasa en mala educación.
Posdata: En la educación (palabra con la que he terminado mi queja o epístola censoria a la corrupción política del día), en la buena educación se debería incluir el impulso constante, diario, al buen uso de la gramática española (ortografía, sintaxis, semántica, registros o estilos de lengua, toponimia, oportunidad del tuteo o del usteo), y todo ello con inversiones públicas en todas las Comunidades, sin excepción, y de aplicación en todos los centros públicos empezando por el Congreso, con una comisión evaluadora que detecte deficiencias y mejoras e informe mensualmente con la transparencia debida tan cacareada y nunca del todo vista en portales, ventanas y puertas de la Administración que pagamos.
Eso es lo que yo pienso.
26 de febrero 2024
Fulgencio Martínez
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