Rosa Cólera Aranaz: La canción del tiempo
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La canción del tiempo se publicó en 2005 como número 6 de la Colección Poemas de la editorial zaragozana Libros Certeza. El poemario de Rosa Cólera Aranaz se abre con esta cita de José María Barceló: “La poesía es la música del alma en palabras”.
La música es sin duda uno de los leit-motiv del poemario: una de sus principales temáticas, junto con la del tiempo; la música también lo protagoniza, formal y estilísticamente, desde el ritmo de los poemas y las metáforas; y desde el receptor o lector, es decir, considerando el efecto placentero de su lectura, buscado y logrado por la poeta.
El tiempo es otro de los ejes, como hemos dicho. Si uniéramos a la cita de Barceló la definición machadiana de poesía como palabra en el tiempo, estaríamos ya en la esencia de la poesía de Rosa Cólera Aranaz.
Pero, faltaría otra tercera pieza que añadir a las mencionadas de la música y la temporalidad, para presentar esta poesía: la consciencia (o conciencia, mejor: abarcando con este último término el aspecto psicológico-cognitivo, tanto como el moral y existencial; además de su connotación poética, en homenaje a un libro de Blas de Otero).
Emplearemos, pues, el término conciencia para intentar acercar en 3D la poesía de Rosa Cólera Aranaz.
A la luz de estos tres aspectos: música, tiempo, conciencia (como bajo otros aspectos que el lector puede elegir como prioritarios) el poemario del que vamos a ocuparnos se muestra lleno de riqueza poética, casi imposible de resumir en una crítica. Hemos, pues, de seleccionar y comentar solo unos rasgos del libro, manteniendo algo el foco en los tres aspectos señalados, o al menos en uno principal: la conciencia, y destacando sobre todo un rasgo estilístico, encuadrado en lo formal y musical, tanto como en el plano del contenido: el extraordinario empleo de la metáfora, en esta poesía.
“La conciencia es el espejo de lo infinito…”
“En tus soledades y tristezas vuelve los ojos al mar, si tienes ocasión de verlo, y al cielo: ellos te darán la impresión de lo infinito. Ante lo infinito, eleva tu conciencia y Dios será contigo”.
Quien habla ahí es un marino, Lagier, capitán liberal, con un concepto de religión muy distinto al católico, evidentemente; más bien, krausista, filosófico o deísta. (Si habláramos de la religiosidad del Blas de Otero de sus primeros libros existencialistas, veríamos también otra forma heterodoxa de religiosidad: el hombre lucha con Dios…. Esto no ha sido muy destacado por la crítica del poeta vasco. También Rosa Cólera Aranaz, bajo la influencia -creemos- de sus lecturas de Blas de Otero, muestra en su poesía un acercamiento heterodoxo a lo religioso).
Rosa Cólera Aranaz se desempeñó como funcionaria municipal durante cuarenta años en su Zaragoza natal. Hasta su muerte en la capital de Aragón dignificó la condición de la mujer dedicada a un trabajo digno para vivir y al cultivo de su espíritu, de la música, y de la poesía sobre todo. También fue una esposa y una madre que sabía unir su vocación poética, su primera alma, con esas dos almas cotidianas y no menos importantes que la primera. Pues entendía que la poesía había de ser, no podía ser de otro modo, un diálogo entre su mundo interior y los seres queridos que la acompañaron y a quienes ella acompañó: Una canción, a lo largo y a lo ancho del tiempo que le tocó vivir. Y a eso alude el título de su libro, creemos.
Desde el primer poema, titulado “Luz verde”, Rosa Cólera Aranaz anuncia la temática existencial y la conciencia del vivir y el morir que serán los temas de sus últimos grandes poemas.
LUZ VERDE
Llegará el instante
en el que se abrirá una ventana a las estrellas.
Llegará el instante en el que la herida
ha de ser piadosamente recogida.
Prepararé mi vuelo:
airearé las plumas encogidas
las plumas aplomadas
encenegadas.
Bastará un deseo:
un deseo de despegues y de vuelos
un deseo de aire evanescente
un deseo de beso en la herida.
(Canción del tiempo, Rosa Cólera Aranaz, Libros Certeza, Zaragoza, 2025, p. 2)
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Antes de continuar con el análisis, y pues ha surgido ya el nombre de Blas de Otero, ese gran poeta de la posguerra al que en varios de sus poemas rinde homenaje Rosa Cólera Aranaz, quisiéramos recordar y volver a poner en valor —como ya lo hicimos en otro lugar—[1] el acervo poético de la generación de posguerra, evidentemente hoy tan lejana en sus circunstancias históricas y cuyas obras tratan temas -religiosos, existenciales, familiares- que hoy no están en candelero, pero que fueron la matriz de mucha poesía posterior, de la generación del 50, y de la posterior, la del 68 o 70, a la que pertenecería Rosa Cólera Aranaz; y llegando a algunos poetas actuales.
La poesía rehumanizada de esa generación de la posguerra —o posguerras, la española y la mundial— entronca con Antonio Machado, incluso con el Machado lector de Heidegger, el pensador de la apertura del ser y del tiempo, tanto como del destino del hombre para la muerte, del Da-sein: el ser-ahí arrojado a una existencia que no ha pedido y de la que no entiende su sentido. Esos temas se unen, además, a la conciencia (o consciencia) de la guerra, y de las limitaciones socioeconómicas de la circunstancia política y social de España: el cerrojo a la libertad que supuso la dictadura de Franco.
Los poetas en la posguerra, como reacción humanamente explicable ante esos temas trágicos, llevaron la poesía a una vuelta a la intimidad, a tratar en sus versos el mundo personal y familiar, pero también -ambos aspectos no son incompatibles y varían en su dosis en cada poeta- a mirar el mundo y a denunciar la injusticia en los escasos márgenes que permitía la censura. De todos modos posibles, poco a poco la poesía española de aquella época se abriría a tratar los temas sociales y políticos, sobre todo a partir de mediados de la década de los 50.
Esa gran generación, compuesta por una larga nómina de hombres y mujeres poetas, pero entre los que destacan (y esto va en subjetivos gustos también) nombres como Blas de Otero, Carmen Conde, Eugenio de Nora, Miguel Labordeta, el genial poeta casi solitario, Ángela Figuera, María Cegarra, la poeta de la minera población de La Unión, amiga y un tiempo Musa de Miguel Hernández, casi desconocida, y por supuesto el gran Gabriel Celaya, Victoriano Crémer, y los imprescindibles Luis Felipe Vivanco, Ildefonso Manuel Gil, los Panero (Juan y Leopoldo, tío y padre respectivamente de los poetas Juan Luis Panero y Leopoldo María Panero, de la generación de los 70 o novísimos). Y Carlos Edmundo de Ory, Vicente Gaos, José Hierro y los poetas del grupo Cántico, cordobés. La nómina sería más extensa y no decreciente en calidad… (No olvidamos, por ejemplo, al santanderino José Luis Hidalgo, muerto en plena juventud, que posiblemente, de vivir, se hubiera convertido en uno de los grandes poetas del siglo XX, como llegó a serlo Blas de Otero; o a Dionisio Ridruejo, cuya poesía no dejó de evolucionar. Y algunos autores y autoras que marcharon al exilio tras la guerra de España).
Precisamente, en ese citado grupo Cántico (como bien enseña Guillermo Carnero), los poetas adoptaron la vía del desprecio o el silencio respecto al régimen imperante, de modo que su crítica social consistía en no mencionar para nada, en sus poemas, la España de aquella época; el silencio es una forma de crítica tan respetable como la realizada por la poesía social. Son poetas del amor, del paisaje, de la intimidad, como en parte también lo es el grupo leonés y madrileño (incluimos a los Panero, Rosales).
Cerramos el excursus sobre la Generación de Posguerra, cuyo objeto, para el caso del libro que comentamos, es acreditar los temas de la poesía de Rosa Cólera Aranaz y las valiosas fuentes poéticas en las que se inspira esta autora.
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La estructura del libro Canción del tiempo se puede decir que se sustenta y fluye en torno a unos núcleos temáticos: el tiempo, Dios, la existencia, la familia, la despedida. Destacan los poemas dedicados a la música, al ritmo, al piano. Los mejores junto a los poemas finales reflexivos.
Es una poesía rítmica, de una voz que acoge conversacional y comunicadora. Dotada de cualidades de sensibilidad, reflexión, no sobra ninguna palabra en los mejores poemas del libro, si acaso en algunos se pediría más concentración del poema: como en el poema, “Amor”, p. 63, donde un fragmento de su sola estrofa valdría por todo lo demás.
Sobresale mucho el poder de la poeta de hacer metáforas, extraordinariamente sencillas y hermosas.
La emoción (muy importante esto en un libro de poemas) es contenida pero por eso mismo más si cabe llega al lector, transmite al final la emoción de una verdad humana, dicha con palabras humanas, muy claras y a la vez sugestivas, como ha de ser el lenguaje poético (no muy recargado, pero estético). Esa voz expresa o canta las distintas facetas del vivir.
Como lector, particularmente, me ha transmitido al final una alegría mezcla de tristeza, y de solidaridad con el ser humano.
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La suite o sucesión de poemas que componen el libro La canción del tiempo admite diversas formas de análisis, bien por temática (asunto que suele organizar la continuidad de los poemas en núcleos o manchas temáticas); bien por metáforas o bien por el interlocutor: unas veces el tú profundo del poeta; otras los otros tú o seres queridos familiares; otras, el Tú divino. En función de cómo se desarrollan esos asuntos o aspectos, se podrían distinguir partes o zonas del poemario sucesivo. Aun, una segunda lectura del libro podría indicarnos los intertextos o caminos cruzados entre las diferentes zonas textuales.
Optamos, en este análisis y comentario, por decir rápidamente algo de cada perspectiva (la parcelada y la unitaria) y de cada uno de los temas-metáforas-interlocutores.
Llama la atención el predominio metafórico del color verde en los primeros poemas del libro (Luz verde, en el primer poema; arcángel verde, en el poema “Otoño”). El verde: unido a la vida, a la esperanza, a la naturaleza, a la primavera y a la juventud gozante. Sin embargo, junto a lo que el color verde connota la poeta le dota ya de un significado reflexivo, de acuerdo con esta poesía de la conciencia.
Obsérvese cómo, igual que en el primer poema “Luz verde”, aquí la imagen del sauce, maravillosamente metamorfoseado en arcángel verde, es imagen del ser humano. Esta remetaforización o cadena de metáforas enriquece la poesía, pero además introduce una reflexión, un anticipo de muerte, una muerte que será entonces el cumplimiento de ser, heideggerianamente la muerte es el perfeccionamiento, parecido a lo que es en la poesía de José Luis Hidalgo (cf. Los muertos).
OTOÑO
¡Cómo te meces bajo el viento – cierzo!
¡Cómo se esponjan tus ramas!
¡Oh sauce alado,
arcángel verde,
que ensaya raudos vuelos eternales ...!
Sólo podrás partir al infinito
cuando tus hojas
sean taladas por el viento;
cuando seas otoño y mueras.
Sólo entonces ...
(Canción del tiempo, Rosa Cólera Aranaz, Libros Certeza, Zaragoza, 2025, p. 19)
El tema de la madre, y de la paternidad, están presentes en Canción del tiempo, pero también el tema de la amistad, del amor. Y es en este asunto donde aparece de nuevo el maravilloso juego de la metáfora. Que no solo nos interesa como artificio estético sino como vehículo de significados profundos y de la cosmovisión de la poeta. Rosa Cólera Aranaz hace un uso personalizado, consciente, de la metáfora como vehículo temático y de la comunicación de su mundo poético propio. Veámoslo en este poema: “Deseos”, (p. 35), y reparemos en las expresiones “gacelas de tus manos”, “armonías verticales”.
DESEOS
Que el Amor gota a gota se derrame
sobre tu tersa frente de azahares;
que las gacelas de tus manos vuelen
sobre blancos caminos musicales;
que tu alma empinada a lo infinito
se remanse en sinfonías verticales.
Espléndidas metáforas, sin duda: gacelas de tus manos, blancos caminos musicales (teclas, y también líneas ideales del pentagrama), sinfonías verticales (éxtasis, nubes), remetaforizando en tercera analogía el deseo y la promesa de unión amorosa.
El tema del amor y el deseo metafóricamente idealizado se corresponden en otros poemas alejados en la serie, como el titulado “Amor” (p. 63), del que luego nos ocuparemos…
Siguiendo el tema de las metáforas, podemos considerar la música otra gran metáfora, como se ha visto en el anterior poema. De modo que la música, temática principal, es también uno de las coberturas formales o grandes metáforas del libro, uniendo así metáforas y temas, y subiendo en perfección en la unidad artística del libro. Toda una zona de poemas en esta suite tiene expresa referencia a la música, también al ritmo y al piano: es decir, no solo a la música en sí, sino a sus dos referencias: una la más genérica y otra concreta.
En “Concierto de piano” (p. 36) las notas son gotas de lluvia.
En “Génesis musical” (p. 37) el alma siente en todo ritmo, la música está presente en todas las cosas en la naturaleza. El poema es casi un himno pitagórico al ritmo.
En “Continuaré buscando” el poema busca la nota pura (p. 39).
En fin, en “Ante el piano” (p.42) la poeta bécquerianamente encuentra en él “un sueño dentro”. Véase de nuevo la secuencia metafórica de la música y la identificación-transformación del espíritu en la música, desde la imagen primera de la ejecución al piano.
GENESIS MUSICAL
Todo es música, ritmo:
las estrellas que giran
y la hierba que crece;
el espacio que cambia
y el tiempo que transita;
el corazón que late ...
Música, ritmo, materia. espacio,
tiempo, espíritu ...
Y la vida sobre la hierba
al sol y al aire,
al beso eterno que la inmortaliza.
ANTE EL PIANO
Como un sueño de ti misma
reclinado sobre el piano
van amaneciendo notas
en unos latidos blancos;
tu sueño, dentro de ti,
muy adentro, caminando ...
AMOR
Al tema del amor hicimos ya referencia. Lo encontramos en “Amor” (p. 63): uno de los mejores poemas del libro, desde el sentido rítmico.
En ese poema destacamos este fragmento:
Tengo que retener
el racimo del tiempo:
que se desgrane lento,
dulce y apacible.
El poema es una sola estrofa maravillosa rítmica, con decir sencillo, tono clásico y conversacional, recuerda al Pessoa de poemas de Ricardo Reis a Lidia[2]
DIOS
En el poema que empieza “Cuando alguno afirma su derrota / proclamando vencido, que no existe” (p.64) vuelve el tema de Dios, que ya se versó en poemas iniciales del libro; pero ahora se aborda con madurez.
En efecto, ya presente dicho tema en la segunda poesía del libro, en “Ansia” (p. 3), donde la voz del poema lucha con “ tu Sombra. Tu sombra escurridiza como el viento.”, a la manera de Blas de Otero en Ángel fieramente humano (recogido luego en Ancia).
Como hemos ya sugerido, desborda el límite de este análisis el asunto de la heterodoxa religiosidad de Blas de Otero y de la poeta que comentamos aquí. También en “Ansia”, en las dos primeras estrofas del extraordinario poema de Rosa Cólera Aranaz, la lucha con Dios se metaforiza como lucha amorosa, donde al final los términos son indiscernibles (Dios-amor; búsqueda del infinito espiritual y del infinito del amor). El uso del lenguaje religioso (aparentemente) para expresar otra cosa, el amor o incluso temas sociales, es una constante en la obra de Blas de Otero, que ha sido bien estudiada. Lo mismo en la poesía de Rosa Cólera Aranaz.
Sin embargo, notamos en el poema de la página 64, que no lleva título explícito, que comienza con el verso “Cuando alguno afirma su derrota…”, una expresión más madura y original de la poeta zaragozana. Quizá el uso de las antítesis y paradojas, que remite a una fuente común al poeta vasco y a Rosa Cólera Aranaz: Miguel de Unamuno.
Paralelismos. Paradojas (“afirma su derrota /
proclamando vencido, que no existes, /
yo afirmo que Sí.)
Paradojas que se resuelven en afirmaciones…en nueva e incesante búsqueda (El tono es unamuniano, pero incide no en la duda sino en la reafirmación… De ahí que tengamos esa sensación de que la poeta ha logrado decir su verso original sobre el tema que trata).
Cuando alguno afirma su derrota
proclamando vencido, que no existes,
yo afirmo que Sí. Y sigo buscando
a través de cosas existentes.
Y cuando mi cuerpo quede yerto
agotado de soles y de arenas,
con los ojos perdidos entre estrellas
mi espíritu seguirá llamándote ...
(fragmento. p. 64. op. cit).
Como en Blas de Otero (insistimos) estamos ante un concepto no ortodoxo. Comenzando por la separación entre cuerpo y espíritu, el poema reafirma la busca del Deus absconditus, no cesa la búsqueda, la lucha…incluso tras la muerte (Y cuando mi cuerpo quede yerto (…) / mi espíritu seguirá llamándote…).
ÚLTIMOS POEMAS. CAMINOS EXISTENCIALES
Al anterior se unen otros poemas de madurez, los últimos del libro, que desarrollan los temas del tiempo, la vida y la muerte, la despedida, y se vierten principalmente por medio de la metáfora de los “caminos”.
Poemas como “Detener el tiempo”, “Tiempo”, “Caminos”, y otros que citaremos a continuación, se encuentran entre los mejores del libro. Son un homenaje implícito a Antonio Machado, y a Juan Ramón Jiménez (no olvidemos la importancia del tema de los “caminos” en el Juan Ramón impresionista, musical, “caminos de la tarde”, al que también expresa admiración Rosa Cólera en su libro. Por cierto, los homenajes literarios a los poetas y artistas amados por la autora es uno de los temas a señalar en el libro La canción del tiempo: a los autores ya nombrados, habría que añadir Tagore, García Lorca, Goya, paisano de la poeta).
De esta serie última, de tono existencial, destacaríamos como extraordinarios poemas los siguientes:
“Andando el camino” (pp. 65-67) Un tríptico, en donde se introduce la metáfora del mar, reapropiada por la poeta, y se reflexiona ante el camino de la vida recorrido.
En el poema, siempre la musicalidad suave; preciosa la antítesis con el título, andando indica movimiento hacia adelante, mientras el poema parece mirar hacia atrás y hacia el aquí y ahora y adelante, en un juego semántico y rítmico que metaforiza el mar en el poema.
En “Caminos”, un díptico en el que se alude a nuevo sol y nueva tierra que esperan. La poesía levanta el ánimo hacia la esperanza. (p.70), en la primera parte. En la segunda (p. 71), se encuentra esta metáfora especialmente bella:
en mi cuerpo el vestido de agua de mil ríos
II
Caminaré en silencio de mentiras y ritos
en mis ojos la luz de mil luceros vivos
en mi cuerpo el vestido de agua de mil ríos
en mis manos desnudas el calor de mil nidos
a encontrar el camino que en mí yace dormido ...
(Fragmento. “Caminos”, op. cit.)
En estos cinco versos y en el poema epílogo “Acuérdate de mí”, una hermosa ofrenda y oración final, creemos que se halla la voz plena de la poeta.
En suma, “Acuérdate de mí” (p. 73) es el poema que cierra el libro de manera magistral y estremecida. Gratitud a la vida y a los dones regalados.
Acuérdate de mí
cuando entre en mi Noche
desnuda como el Alba
llevando entre mis manos
como única ofrenda
toda la dulzura y ternura
que me fue regalada.
Un cortejo de estrellas
iluminará mis pasos,
hasta el dulce encuentro
con el corazón del Alba.
Agradecimientos a la familia de Rosa Cólera Aranaz
Fulgencio Martínez López
[1] Cf. “La poesía española de posguerra: un canto para el hombre”. Artículo de F. Martínez.
https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2020/02/la-poesia-espanola-de-posguerra-por.html
[2] Como el poema “Ven a sentarte conmigo, Lidia…”
https://ciudadseva.com/texto/ven-a-sentarte-conmigo-lidia/
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