Luis Alberto de Cuenca. (El Mundo)
EL SECRETO DEL MAGO, CINCO ESCALAS
Comentario del poemario de Luis Alberto de Cuenca El secreto del Mago, XXXIII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma (Visor, Madrid, octubre de 2023)
Por Fulgencio Martínez López
El secreto del Mago es el reciente libro de poemas de Luis Alberto de Cuenca. (El poemario ha merecido el prestigioso Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma en su edición de 2023). Para los que desde tiempo y vidas amamos la poesía de este gran poeta, madrileño como don Francisco de Quevedo, y tan español y universal como argentino y universal lo fuera Jorge Luis Borges (del que aquí me acuerdo, leyendo otro libro que acabo de abrir, Poesía completa, vol. 1, de Jon Fosse, premio Nobel de Literatura 2023. Editorial Sexto Piso), el nuevo poemario nos proporciona el placer de confirmar el magisterio nunca desmayado que mantiene el poeta sobre el ritmo, el alejandrino, la soleá (cosa curiosa, en un poeta culto, esta afición al ritmo por excelencia del flamenco y de la canción popular). El ritmo alejandrino, en español, no es fácil, cuando no se hace de forma mecánica y tatachín, con la raya en medio de la cesura de los dos hemistiquios. Luis Alberto de Cuenca, que tiene el don de la palabra y la gracia y amenidad, a la vez que la sugerencia profunda, sortea siempre ese escollo, en todos y cada uno de sus libros anteriores. Y en este nuevo libro.
En El secreto del mago, ya en su primera pieza, titulada "Elogio de ilusionismo", regala al lector con una maravillosa evocación, en ritmo de catorce sílabas, del mundo de la magia (en todas sus facetas) que ha conservado en el adulto la inocencia y la admiración propias de la niñez. Entre el relato que evoca la siempre viva curiosidad por ese mundo del ilusionismo y la fantasía, el poeta sorprende —como suele hacer en casi todos sus poemas—con un giro, una genial adjetivación, cuando no con una presentación diferente y alusiva de otro tema. Así en esta secuencia versal:
...
Por eso, y como soy ya mayor y percibo
cada vez más cercana la remota niñez,
(pp. 13-14. El secreto del mago. "Elogio del ilusionismo")
Cercano lo remoto es una acertada paradoja, que no puede reflejar mejor la perplejidad humana cuando se cumplen los años de la biografía y se hacen más próximos los recuerdos y vivencias marcadas a fuego de los primeros años y de la juventud. La poesía da testimonio de una verdad existencial, que quizá solo pueda conocer el que la ha vivido, o está próximo a vivirla.
Esto es, estamos de nuevo ante el Luis Alberto existencialista, como hemos comentado en alguna otra ocasión. Estoy más cerca de este poeta de alto alcance, desnudo en la comunicación existencial, con menos ropajes en cada uno de sus últimos libros; más cerca que del poeta lúdico y culto, del que Luis Alberto no reniega, sino, al contrario, cultiva con mejor puente de comunicación, cada libro más próximo al lector.
El secreto del Mago es un catálogo de poemas, dividido en cinco escalas o secciones; Cuaderno de bitácora, Oficio de difuntos, Aristónico y otras Antigüedades, Por Soleares, y Creo en ti.
Aunque los temas y obsesiones de un poeta se repiten en casi todos sus libros, y este es el caso también en Luis Alberto de Cuenca y en El secreto del Mago —pues, quizá, la clave se encuentre en que el poeta no quiere nunca agotar el misterio, el secreto, con la explicación (como bien se dice en el citado poema, "Elogio del ilusionismo")—, os invito a repasar cada una de esas salas temáticas del libro.
En la primera, "Cuaderno de bitácora", el poeta, a modo de Juan Ramón Jiménez en su viaje en barco hacia América (Diario de poeta y mar, o, antes, Diario de un poeta recién casado), anota las memorias y reflexiones que le sugiere la trayectoria del vivir (la metáfora de la nave se apoya, como luego nos dice el poeta, en un viaje real, en barco, por la costa amalfitana, durante unas vacaciones de verano).
La infancia evocada, no como paraíso, ni con el acento triste de la nostalgia imposible, que suele ser tópico en la poesía, sino como una vivencia presente, que acompaña, que alienta y mantiene viva la mirada del poeta y del hombre curioso y ávido de conocimientos y experiencias (eco de Kavafis), es el tema dominante, aquí.
Esta sección contiene cuatro o cinco de los mejores poemas del libro: el ya citado primer poema del libro, más "El fin es el principio", " El secreto del mago", "Sueño de la tribu feliz", y -en mi opinión- lo mejor: la soléa en tres versos, titulada "Habla el poeta".
Las soleares en tres versos suelen ser las soleá más de raza popular, con cierto descaro expresivo y casi siempre dirigidas a un receptor (amante o mujer perdida) al que increpan con gracia. "Ayí no hay naíta que bé / Porque un barquito que había / tendió la bela y se fue". Apenas me resisto a citar algunos más de estos poemas populares, os recomiendo leer esta selección:
https://prensahistorica.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=2000646689
Luis Alberto de Cuenca anticipa aquí una soleá renovada en registro culto, con un título, lo que nunca se da en las soleás populares. Pero es la misma magia (seguimos en el terreno de la magia, ahora profundizada por la poesía y el eco del canto hispano popular) en la soleá "culta" y "en la "popular".
HABLA EL POETA
Voy navegando
despreocupadamente
rumbo al silencio.
El metro usado en los versos 1 y 3 (pentasílabos), y el heptasílabo central, nos recuerdan a un haikú. Y es que entre la soleá andaluza y el haikú hay puentes, podemos decir ya, de ida y vuelta.
"Oficio de difuntos", la segunda sección de El secreto del Mago, nos introduce definitivamente en el tema elegíaco, el llanto, en concreto, por un gran amigo del poeta, José Luis Chousa. Un amigo de infancia y de vida del poeta. El tema de la infancia enlaza, pues, con el tema elegíaco, pero ahora la infancia no es percibida solo como gozo y vis del ánima del hombre adulto y en trance a la muerte, sino como una región ya clausa e imposible.
Apunta, en este movimiento negativo, otro tema de compensación, la esperanza en la desesperanza. Así en el poema-soneto dedicado al amigo ausente, que comienza "José Chouza, hermano, amigo mío" y termina con estos dos versos emocionados y emocionantes: "Deja que me refugie en esta vana / sensación de creer que hay algo eterno". Para percibir mejor estos versos, habría que haber por mi parte presentado mejor el poema y el poemario que lo contiene: una virtud del mismo es (en este caso, sí lo es) la cercanía a la vivencia presentada en el texto poético. (De modo que el mismo guarda la impresión de un diario. Cada día me convence más el tipo de literatura menos elaborada, o me parece tan importante como la otra, elaborada y conceptualizada cuando ha muerto la impresión o se ha vuelto lejana y gris).
Los poemas de esta sección están escritos en tiempo de duelo.
Para compensar, el sutil aedo que es Luis Alberto nos da una sección lúdica, a continuación: "Aristónico y otras Antigüedades". Uno, ciertamente, no se cansa de gustar y enamorarse de estos poemas a lo Arcipreste de Hita, pues, pese a que a algunos culturalistas de segunda clase les suene a sacrilegio y poco respeto a su sapiencia casi siempre pedantona, el mejor de nuestros poetas cultos y humorísticos, Luis Alberto de Cuenca, siempre nos ha parecido un Arcipreste de Hita redivivo, del siglo posmoderno que regresa por detrás del Siglo de las Luces. Lo posmoderno toca con el humor tardomedieval, o cuasi ya renacentista, del Libro del Buen Amor.
El más grácil de los poemas de esta sección, "La cura del Faraón" es un prodigio de humor celebratorio del eros, antítesis del sentimiento de muerte y decrepitud. La temática faraónica es casi de zarzuela, y está tan bien traída que nos produce una risa sana y no reprimida. Vaya a usted a reír, sería el denuesto e imprecación que hoy día (época de canceladores e inquisidores amargados) habría que hacer frente a mucho prójimo con dichos y cara de acelga.
"Por soleares" es la cuarta sala de nuestra panorámica. Contiene poemillas, soleares de tres versos, todos ya en la métrica del octosílabo, como suele ser la pauta de este ritmo.
Se agrupan las soleares en cinco series, correspondientes con cinco títulos en su encabezamiento. (Hay una resonancia en el cinco de esta sección y de las cinco partes del conjunto del libro). ¿Cuál de las cinco series prefiero? Difícil elegir, porque en todas están los temas predilectos del poeta -el cine, el mar, también el viaje en barco, el real y el metafórico del transcurrir vital, y la cultura, Platón-. Pero, a fuer de caprichoso, me quedaría con "Soleares de la muerte amorosa". Hay aquí poemillas que podrían ser anónimos, y no quiero con ello significar que valgan más que las soleares "cultas", pero sí que me apetece mucho leer estos versos, cuando sé que los ha escrito Luis Alberto de Cuenca, doctor en Filología y académico de la de la Historia:
"Se que te fuiste con otro.
Y sé que sigo queriéndote,
mi vida, a pesar de todo."
La poesía es una verdad muy sencilla y rara como una perla verdadera. Además, está hecha para memorizar, no es lo que se lee en un tratado ni en un códice. Eso son testimonios de cultura, no poemas vivos. Creo que en el acierto de las pausas, puntos, versos, y ese "mi vida", está el secreto mágico del poema —El secreto del Mago—, para hacernos que se nos grabe la poesía. Lo demás queda entre tanto rumor de cosas dichas, y la poesía emerge como una palabra viva en la memoria de quien la lee y guarda el poema oído en su alma.
La última sección, "Creo en ti", es, quizá, la más personal. Se compone de una serie de plegarias, de "oraciones", ya anunciadas en el poema "Oración (I)", de "Oficio de difuntos" (recordemos que era esta la segunda sección, de tema elegíaco). Contiene, además, una vuelta a la evocación de la infancia (el mejor poema, quizá, de esta sección y del libro: "La caseta") y culmina el pliegue de sus temáticas con un poema amoroso, "Creo en ti", que da precisamente nombre a la sección, y que junto con el último de estos poemas ("Amor perpetuo") vuelven a presentar a Luis Alberto como un poeta del amor, más en concreto, del sentimiento del amor compartido como experiencia vital que enfrenta la muerte y la vejez.
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