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domingo, 24 de diciembre de 2023

George Steiner, el huésped incómodo, de Nuccio Ordine. Por José Lupiáñez Barrionuevo / Artículos literarios / ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO N. 24. NUEVA COL. INVIERNO 2023 PARTE II

 

                                       Nuccio Ordine (In memoriam)

 

 

George Steiner, el huésped incómodo, de Nuccio Ordine

   Por José Lupiáñez Barrionuevo

 

 


 

La editorial Acantilado acaba de publicar, en su colección de Cuadernos, George Steiner, el huésped incómodo, del recientemente fallecido escritor, ensayista y profesor italiano Nuccio Ordine, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2023. Se trata de un pequeño volumen en donde el autor de La utilidad de lo inútil da testimonio de su amistad y su relación privilegiada con el profesor, crítico y filósofo judío George Steiner, también reconocido con el Príncipe de Asturias dos años antes. El subtítulo del libro, Entrevista póstuma y otras conversaciones alude a ese intercambio cultural e intelectual que se mantuvo vivo entre ambos pensadores a lo largo de más de quince años y nos acerca al perfil de un polímata de primera magnitud, creador de un legado sorprendente y valioso, en el que sobresalen obras de innegable hondura como: La muerte de la tragedia (2001), Lenguaje y silencio: ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano (1994), En el castillo de Barba Azul: aproximación a un nuevo concepto de cultura (1991), Nostalgia del absoluto (2001), Gramáticas de la creación (2001), o su tan celebrado La idea de Europa (2005), por citar sólo algunos de los de mayor calado, traducidos a nuestra lengua. El último con prólogo de Mario Vargas Llosa.

 

 

                                            George Steiner

 

   Aparte de su labor docente, fue un incansable colaborador de las más prestigiosas tribunas periodísticas anglo-norteamericanas como The Times Literary Supplement, The Economist, The New York Times, The New Yorker, en donde se prodigó con excelentes trabajos a lo largo de más de tres décadas, desde 1967 a 1997, como lo seguiría haciendo después en The Observer, la London Review of Books, o Harper’s Magazine. A propósito de los casi treinta y un años en los que mantuvo su relación con The New Yorker, Nuccio Ordine rescata una entrevista en el Corriere della Sera del 27 de febrero de 2006, en donde nos da noticia de cómo un desencuentro con la nueva directora Tina Brown cortó fulminantemente su presencia en las páginas del magazine. La anécdota nos la revela el propio Steiner: “Un día me llamó su secretaria diciéndome que Brown quería hablarme con urgencia y me invitaba a comer en Nueva York. Yo no la había visto nunca antes, y apenas recién llegado al célebre restaurante Four Seasons me preguntó a bocajarro: ¿Es verdad que usted, durante una cena en Londres, afirmó que yo trivializo y barbarizo la revista? Respondí que sí. Y ella, con una gran frialdad, me dijo que mi colaboración había acabado” (Pág. 96).

   Esta pequeña joya literaria debería ser de obligada lectura para profesores, críticos y amantes de la cultura en general, porque es una obra que invita a la resistencia, que nos insta a no ceder ante las amenazas de unos planes educativos peligrosamente mercantilizados, devaluados; y nos alerta sobre esos modelos de enseñanza mediatizada por la prisa y los estándares pragmáticos del comercio, una educación que se olvida de los clásicos, de la tradición, de la herencia humanística y más que la riqueza transformadora busca la uniformidad, la obtención de títulos e ignora la vocación, la curiositas,  la pasión y el esfuerzo por el aprendizaje que, en definitiva, son los que acaban por convertirnos en seres libres. Es un libro que se lee con emoción porque nos transmite el entusiasmo del rebelde, del hereje (en el sentido etimológico del término), del disidente, del contestatario que pone en tela de juicio los dogmas y las conveniencias de lo establecido.

   Con la añoranza de quien ha perdido a un maestro, pero con la conciencia de que su presencia sigue viva a través de su obra, Nuccio Ordine, nos acerca a la figura de Steiner, el sabio, el polemista, el amigo, el interlocutor de altura, que estimula y empuja su crecimiento espiritual: “He comprendido hasta qué punto es importante, en la vida de un estudioso, tener la fortuna de encontrar grandes interlocutores capaces de dar impulso a tus ideas” (Pág. 10). Esa emocionada evocación de la “comunión” en la que se fundamenta la amistad palpita en este perfil, en este retrato, todo un homenaje al erudito Steiner, siempre próximo en el recuerdo compartido y, sobre todo, a través de las páginas de sus libros, a los que recurre con frecuencia a lo largo del texto inicial, “El huésped incómodo”, que da título al volumen.

   En este recorrido que repasa la trayectoria intelectual del amigo y maestro, Nuccio Ordine comparte, desde su experiencia tan cercana al autor, algunos de los rasgos sobresalientes de su carácter y de su pensamiento. Por ejemplo, destaca su elocuencia y “su extraordinaria vis oratoria”, una elocuencia alimentada de “pasión por la enseñanza, de un profundo deseo de compartir con el público el amor a la literatura y al saber” (Pág. 17). Pondera sus arremetidas contra la “pedagogía hedonística dominante, en perfecta sintonía con las lógicas del mercado”, e insiste en la defensa de la cultura del esfuerzo, tan denostada, tan postergada últimamente en los países europeos. Y es que “sin esfuerzo, sin compromiso, sin pequeños sacrificios cotidianos, no es posible adquirir conocimiento. No es verdad que las dificultades empujen al fracaso” (Pág. 19). Pone en entredicho la progresiva burocratización de las universidades, que ha acabado por hacer incompatibles investigación y enseñanza y sugiere no desatender esa casi iniciática, casi mágica relación entre docente y alumno, de tal manera que el maestro consiga “dejar marcas indelebles en el discípulo”, si es preciso recurriendo a fórmulas no muy alejadas de cierto histrionismo, convirtiéndose en “un actor, un ejecutante de la locución y del gesto más o menos reconocido”. Ordine nos recuerda que Steiner “pretende aludir al valor sacral de la enseñanza, a la función ritual que une al que enseña con el que aprende” (Pág. 28), porque una enseñanza rutinaria que sólo se atiene a objetivos utilitarios nos arrebata cualquier esperanza.

   Pero hay otras muchas obstinaciones estimulantes de su filosofía rebelde, como el combatir la falsa creencia que aconseja postergar la liturgia del aprendizaje confiado a la memoria, tan satanizado por algunas doctrinas pragmatistas en escuelas y universidades. Y es que detecta, entre los signos de esta gran degradación en la transmisión del saber, que la “atrofia de la memoria es el rasgo dominante de la educación y la cultura” desde finales del siglo XX… O su insistencia en el poder transformador de encontrarnos con los autores clásicos o modernos que puedan perturbarnos, acercándonos a libros que nos sobrecojan y nos provoquen, a libros que nos habiten y nos transfiguren, para lo que recurre a Kafka y se apropia de los desahogos del bohemio en una carta dirigida a Oskar Pollak: “necesitamos libros que surtan sobre nosotros el efecto de una desgracia muy dolorosa, como la muerte de alguien al que queríamos más que a nosotros; […] un libro ha de ser un hacha para clavarla en el mar congelado que hay dentro de nosotros (Págs. 34, 35).

   Esta sería una de las caras de su alma, dice Ordine; la otra, para que su retrato sea completo, “da voz al grito de dolor que procede de una humanidad que ha sufrido (y sufre) violencias, torturas, genocidios, exterminios” (Pág. 38). Es su lado crítico que insiste en una denuncia permanente del “derrumbe de los más elementales valores humanos”. Steiner ha consagrado gran parte de su obra a combatir, desde el escepticismo y la desconfianza, el hecho de que la cultura, la enseñanza no hayan sido capaces de hacer frente a esta progresiva deshumanización, a este avance irremediable de la barbarie. Y arremete contra los estamentos intelectuales que se han mantenido al margen de tan alarmante sinrazón o incluso han llegado al extremo de convertirse en cómplices de este deterioro y en muchos casos en colaboradores necesarios, sometidos a “las exigencias totalitarias”.

   Es el suyo un pensamiento difícil de clasificar, que se ampara en la provocación y la paradoja como elementos constitutivos de su lucha particular. “Steiner —dice Ordine— ha habitado la literatura, el judaísmo y la vida en calidad de huésped incómodo”, que no ha tenido escrúpulos a la hora de proclamar aquello en lo que cree fieramente, ni se ha recatado ante las convenciones o las conveniencias, esto explica la razón de resultar incómodo: el decir, por convicción, lo que muchos no quieren oír o no se atreven a expresar, alentado por una voluntad de enmienda, impulsado por un afán de corregir, de perfeccionar la situación en la que se siente verdaderamente implicado como persona y como intelectual. Esto es especialmente constatable en lo que atañe a su posición sobre el Estado de Israel y el tema del judaísmo. Al abordarlo, se ha declarado abiertamente en contra de “la creación de un Estado-nación armado hasta los dientes”. A este respecto, desde su posición laica, desde su antisionismo, ha condenado el nacionalismo militante y refutado con duras palabras cualquier modelo que pueda ampararse en la tortura y la violencia. Ordine va rescatando fragmentos que ilustran este sentir y de Los libros que nunca he escrito (2008), reproduce estas palabras que hoy resuenan con dolorosa actualidad: “Tengo por axiomático que cualquiera que torture a otro ser humano, aunque sea por imperiosa necesidad política o militar, cualquiera que sistemáticamente humille o deje sin hogar a otro hombre, mujer o niño, pierde el núcleo de su propia humanidad” (Pág. 47).

   Por otro lado, ante el avance y la proliferación de las diversas formas y modelos de una literatura secundaria (guías, antologías críticas, manuales con extractos simplificadores), que nos suministran píldoras de conocimiento y jibarizan la cultura y el conocimiento; ante una crítica endogámica y académica, que fosiliza cuanto toca, Steiner propugna la vuelta a los clásicos y aboga por un nuevo concepto de crítica, que ilustra, recurriendo a Pushkin, con la metáfora del crítico “cartero”, es decir del crítico como mediador entre el legado recibido y el neófito que se inicia para disfrutar de él, para transformarse a través de su lectura y conocimiento y proyectarse hacia el futuro. Esta será la única manera de resistir a la barbarie, de sobrevivir en el infierno, porque como asevera Ordine, recurriendo a Calvino: “El infierno de los vivos no es algo que será; si hay uno es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos” (Pág. 60).

   Tras el ensayo inicial de Ordine que da título al volumen, como indicaba más arriba, se suceden la entrevista póstuma y cuatro conversaciones que aparecieron en su día en el Corriere della Sera. En la “Entrevista póstuma”, a modo de despedida, se ofrecen reflexiones autobiográficas de honda emotividad y persiste esa voluntad de Steiner de seguir sorprendiendo a sus lectores. Se trata de “una entrevista-confesión en la que no faltan observaciones autocríticas, análisis de fracasos y triunfos, de pérdidas y adquisiciones” (Pág. 14) y se nos da aviso de un epistolario secreto que el crítico escribió a lo largo de treinta y seis años, a modo de diario, con anotaciones sobre sus amigos, sus lecturas, sus amores, su trabajo, etc. Nadie ha tenido acceso a esas cartas, destinadas a una interlocutora desconocida, cuyo nombre no se revela y que ha confiado en su totalidad, junto con otros documentos de interés, al archivo del Churchill College de Cambridge para que se haga público medio siglo después de su muerte. El propio Steiner se la sugirió a Ordine, para “desvelar algunos secretos” y “dejar mensajes cifrados a personas que amaba y a amigos con los que había reñido”, pues siempre lamentó su falta de valor para “rehacer los lazos rotos” (Pág. 14). Es su particular manera de decirnos adiós, desde esa lucidez última, con recado para los que permanecen; un mensaje en donde los logros y los anhelos perfeccionistas, aparecen mezclados con los recuerdos y los reproches que se dedica a sí mismo por lo que pudo ser o hacer de otra manera.

   “Un científico frustrado” es la primera de las conversaciones, tras la entrevista póstuma. En ella evoca esa ilusión, esa nostalgia por el mundo de la ciencia, que se truncó, malograda por un examen de matemáticas que no fue bien. Recuerda su trato con Oppenheimer, en el Institute for Advanced Study de Princeton, los grandes retos del presente y futuro inmediato de la Ciencia, la necesidad de “abrazar el saber científico” por parte de los humanistas, la imposibilidad de teorizar sobre una ciencia de la literatura, o la gran amenaza que podría hipotecar el futuro de la ciencia y que él atribuye a la ultraespecialización. La segunda de estas conversaciones, a la que ya me he referido antes se titula “La ruptura con The New Yorker” y nos vale para acercarnos a esa apasionante relación que Steiner mantuvo con sus lectores en ese magazine, uno de los más reputados del mundo, que califica de “panteón” de los grandes nombres de la literatura del siglo XX. Su sección fija semanal fue estableciendo uno de los más ambiciosos panoramas de los grandes genios de la creación y el pensamiento. En ella se ocupó de auténticos gigantes como Beckett, Borges, Eliott, Bulgákov, Foucault, Cioran o Céline, por citar una muestra de su impagable labor crítica. Según Ordine, para Steiner, que gozó de absoluta libertad a la hora de elegir los temas o títulos de su sección, “la gran crítica es sobre todo una deuda de amor contraída con los textos que hemos leído y nos han entusiasmado” (Pág. 93).

   La siguiente entrega: “Corregir los errores del mundo: sobre Sebastiano Timpanaro”, se centra en la figura de este filólogo italiano, que le sirvió de modelo para crear la figura del protagonista de su novela Pruebas. A propósito de un coloquio dedicado a honrar la memoria del maestro italiano, organizado por la Universidad de Calabria, al cumplirse cinco años de su desaparición, Steiner desgrana los pormenores de esa relación y confiesa que “en este extraordinario filólogo, que trabajó durante muchísimos años como corrector de pruebas, encontré un ejemplo viviente de que era posible conjugar dos almas tan distantes: la especialización del erudito y el entusiasmo por la revolución” (Pág. 97). En cierto modo en él encuentra las claves para recrear su afán de perfeccionismo, y acercarse simbólicamente a esa “utopía de la precisión”, que late en su exigente ideario crítico.

 

   “La deriva de Europa” es la última de las conversaciones entre Ordine y Steiner, y es la que cierra el libro. Tiene lugar poco después de su noventa cumpleaños, en su casa de Cambridge, en donde vive retirado de las actividades académicas, de los congresos, los reconocimientos y de los compromisos editoriales, con su salud ya muy deteriorada, lo que no le impide romper su silencio y evocar las veladas con Umberto Eco o los recuerdos y nostalgias de una de sus patrias más queridas, la italiana. Suenan a despedida sus palabras; con un hilo de voz transmite a Ordine sus temores sobre el futuro de Europa y su peligrosa deriva. Sobrecogen por su lucidez las palabras del sabio cuando nos advierte de los riesgos que acechan al continente: “El odio al extranjero, la caza del judío, la apología de la autodefensa y de las armas son peligrosos signos de una terrible regresión, un preludio a la violencia”, y determina lleno de añoranza: “Si seguimos por este camino de barbarie, ¿qué quedará de la Europa de los cafés, de la Europa del pensamiento y de la cultura? (Pág. 106).

 

 

George Steiner, el huésped incómodo es un libro pequeño, pero que recoge de forma brillante e inspiradora los hitos del ideario de uno de los intelectuales más determinantes de las últimas décadas. Las sucesivas conversaciones entre los dos estudiosos, a los que ha unido la camaradería y la coincidencia en tantos campos del saber, son el mejor estímulo para quienes quieran iniciarse en la obra de uno de los críticos literarios más influyentes, con una obra ensayística de primer orden, que también se puso a prueba en la literatura creativa, escribió versos en su juventud y tiene en su haber varias novelas, pero que volcó toda su pasión en la crítica, y se convirtió en uno de los grandes especialistas en literatura comparada y en teoría de la traducción. No en balde, se enorgullecía de “haber enseñado y haber vivido en muchas lenguas”, incluso de haber amado en esas diferentes lenguas frecuentadas, aludiendo a un cierto donjuanismo políglota que le habría deparado “la oportunidad de vivir múltiples vidas”. Irónico, irascible, batallador hasta el fin, Steiner nos sigue alentando desde el legado ingente de su obra, ahora un poco más cerca, gracias a este sentido homenaje que le rinde Nuccio Ordine que, desgraciadamente, nos ha dejado demasiado pronto.

 

        José Lupiáñez

 

 

 

                                                José Lupiáñez. Fuente: Ideal.es

 

 

JOSÉ LUPIÁÑEZ BARRIONUEVO (La Línea, Cádiz, 1955). Poeta, crítico literario y profesor de Literatura. Es autor de más de una veintena de libros, desde que se diera a conocer con Ladrón de fuego, en 1975. Su obra ha sido traducida a distintos idiomas, reconocida con importantes premios y recogida en numerosas antologías.

          Entre sus títulos poéticos más destacados figuran: Arcanos (1984), Número de Venus (1996), La luna hiena (1997), Puerto escondido (1998), La verde senda (1999), El sueño de Estambul (2004), Petra (2004), La edad ligera (2007), Pasiones y penumbras (2014) y, más recientemente, Las formas del enigma (2021). Es autor además de varios libros antológicos y de Las tardes literarias (2005), Poetas del sur (2008), Páginas con alma (2017) y Cuaderno de Arneva (2021) obras en las que se reúnen algunas de sus críticas literarias aparecidas en prensa y revistas especializadas. Desde el 2003 es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada, como también lo es de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras. En el 2012 se dio a conocer como narrador con El chico de la estrella y otros cuentos, que obtuvo el Premio de la Crítica Andaluza a la mejor opera prima en 2013. En la actualidad reside en Orihuela (Alicante).

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