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viernes, 15 de diciembre de 2023

"LA VIDA EMPIEZA EL VIERNES", PRINCIPIO DEL 98. Artículo de José Luis Martínez Valero sobre la novela de Ioana Pârvulescu (Báltica ed. 2023) / Bibliotheca Grammatica / LIteratura rumana / ÁGORA N. 24 Nueva Col. Invierno 2023 Parte 2


 

                                                                    Ioana Pârvalescu. Fuente: Humanitas

                 

 

 

LA VIDA EMPIEZA EL VIERNES, PRINCIPIO DEL 98

 Por José Luis Martínez Valero

 

 

Ioana Pârvulescu

La vida empieza el viernes

Prólogo de Mircea Cărtărescu

Traducción de Joaquín Garrigós

Báltica editorial, 2023

 


Todo principio implica un final. El final tiene algo de sueño. Los sueños son un lugar donde hemos vivido y, sin embargo, nada reconocemos. A menudo hay una niebla que lo cubre todo y, probablemente, al poco, olvidaremos lo que hemos visto, que de nuevo queda sumergido en ese espacio donde las figuras se distorsionan.  

Ioana Pârvulescu (1961), escritora, ensayista, editora, crítica literaria y profesora de Literatura Moderna en la Universidad de Bucarest, es la autora de este libro: La vida empieza el viernes, premiado por la Unión Europea, con Prólogo de Mircea Cartarescu, traducción de Joaquín Garrigós, editado por Báltica, 2023. Me dice su traductor que Pârvulescu ama la Bucarest antigua y que todas las semanas leía sus artículos en România Literara.

 

 

El libro se abre con esta cita de Miguel de Unamuno: Porque lo que quieres es aquella vida, y esta, y la otra, y todas.

El epílogo recoge otras palabras de este mismo texto, dice así: En 1906, Jacques, que había cumplido veintiún años. Le leyó y le tradujo a Nicu del español, que era su más reciente pasión, el siguiente texto: “Y es que querían las dos tierras a la vez, y el hombre quiere todas las tierras y todos los siglos, y vivir en todo el espacio y en el tiempo todo, en lo infinito y en la eternidad”. Era la esencia del siglo en el que habían nacido los dos y explicaba la emoción que había embargado a los bucarestinos por la llegada de un extranjero que parecía saber del tiempo muchas cosas más que ellos. “¿De quién es?”, preguntó Nicu y Jacques le contestó: “Casi nadie ha oído hablar de él. Es un español, Miguel de Unamuno”.

 

El lector español, cuando advierte la presencia de las citas de Unamuno que pertenecen a su ensayo El secreto de la vida, 1906, se ve sorprendido, sucede una correspondencia afortunada:

Textos que se mueven entre la paradoja, la cotidianidad y, como siempre, su profunda humanidad. El ensayo podría considerarse un método que permite acceder a la estructura de la novela, su escritura misteriosa, la imprecisión con la que alguno de sus personajes viene a descubrir la ciudad donde, siendo otra, mantiene el recuerdo de lo que debió ser su experiencia. Por otra parte, el secreto sobre la desaparición de un icono que nunca se desvelará.

Hay aún, otra cosa, me refiero a la fecha, los capítulos de la novela corresponden a los trece días, viernes 19 de diciembre al miércoles 31, que preceden al año 1898, podría asegurar que, para nosotros, adelantan el cambio de siglo. El heroísmo de nuestros soldados y la intervención de los EEUU, constituyeron, sin duda, un enfrentamiento desproporcionado. Es verdad que algunos de nuestros intelectuales fueron partidarios de su independencia. Sin embargo, pese a lo que se suele afirmar, la atonía con que el pueblo aceptó la pérdida de las últimas colonias, unas por derrota, otras malvendidas, hubo tragedia y hubo melancolía. El poeta Edgar Lee Masters asegura que, cuando sonaron las campanas de los ayuntamientos, para anunciar la guerra contra España, pensó que su país pasaba a ser una potencia dominante, olvidándose de sus principios democráticos esenciales. De algún modo el siglo XX había comenzado.

Este libro es un homenaje a la ciudad de Bucarest y su historia, las calles por las que circulan coches de caballos, sus luces y sus sombras, los hombres y mujeres, los niños, la bondad y la maldad. La ciudad contiene la memoria de los que han vivido en ella. Se trata de un organismo vivo. A veces estamos ante estampas propias de la época, lo cotidiano, descritas de tal modo que parecen dotadas de profundidad, de alma diría Unamuno, otras, podrían ser digresiones ensayísticas.

El tejido de una ciudad es complejo, de ahí que elija personajes con movilidad, profesiones que, sin ser protagonistas, son testigos de excepción, capaces de definir los sucesos, así ocurre con médicos, periodistas, policías, cocheros, la adolescente, el chico de los recados. El trabajo les pone en contacto con la vida real, se sirven de la lógica.  La adolescente, lectora de Vanity Fair, que lleva un diario, su hermano y el chico, ofrecen la otra visión, la fantasía, el misterio, el secreto.

Hay un episodio que articula el relato. Sucede que un cochero, que viene de cortar troncos para leña, sobre la nieve encuentra a un hombre extraño derrumbado en el camino, poco después aparece otro en parecidas circunstancias, herido de bala. Ambos, sin que exista relación entre ellos, son recogidos y, una vez en la ciudad, entregados a la policía. El primero, que dice ser periodista, parece haber vivido en otro tiempo, pasado o futuro, ajeno a ese presente en el que fue encontrado. El segundo, tras decir unas palabras, muere. Entre tanto la policía busca un icono muy valioso… La aparición de estos personajes aporta cierto misterio a la trama del robo.

Sin embargo, tanto los ciudadanos, que son testigos del movimiento de la ciudad, como estos dos aparecidos casualmente en el camino sobre la nieve que se verán de un modo u otro involucrados en esta historia, no son más que piezas de ese puzzle del que Pârvulescu se sirve para mostrarnos el tiempo y la narración. Quien lee advierte que la anécdota se trasciende, porque lo que verdaderamente ocurre es que, sin que seamos del todo conscientes, entramos en la historia de una ciudad que, sin haberla conocido, podríamos decir que es nuestra, porque hemos compartido su secreto.  

El ensayo de Unamuno: El secreto de la vida, expone una manera de contar que busca el misterio reservado a cada uno de los habitantes de la ciudad, sin embargo, también se dice que es imposible darlo a conocer. Incluso que, cuando se nombra, cuando lo formulamos, se hace más impenetrable. Trataré de mostrar el proceso de ese misterio. Especie de hiperestesia, propia del movimiento que hemos llamado Modernismo. Dice Unamuno:

Y esto es porque hoy, como nunca, me duele el misterio…

El escritor no puede desvelar del todo, porque el lector sólo verá ese desnudo que, por darse en el tiempo, siempre será parcial, no auténtico, la paradoja unamuniana en la que agita la sintaxis para producir un sentido al mismo tiempo confuso y preciso:

El que dice sí, sabiendo que le han de entender no, miente, aunque el sí sea la verdad.

Hay que llevar, sí, el alma desnuda; pero el llevarla desnuda no es llevarla desgarrada y abierta en canal. Cuanto más sincera es un alma, tanto más celosamente resguarda y abriga los misterios de la vida.  

Definitivamente esos personajes, atípicos, extraños, que parecen ajenos al mundo que les rodea y que viven sin someterse a los convencionalismos, de algún modo representan la autenticidad porque viven conformes con su peculiar manera de estar en el mundo, han aceptado su destino:

Y aquí se nos presenta otra vez el terrible misterio del tiempo, el más terrible de los misterios todos, el padre de ellos. Y es que las almas y las ideas llegan al mundo, o demasiado pronto, o demasiado tarde; y cuando un alma nace, se fue ya su idea, o se muere aquella sin que esta baje.

Tormento grande fue, sin duda, para un hombre en el siglo XIII haber nacido con alma del siglo XX; pero no es menor tormento tener que vivir en este siglo nuestro con un al alma del siglo XIII.

 

Esta novela es una indagación formulada como una pregunta sobre lo que fue, que, ahora, cuando se cuenta se ha convertido en una cuestión no resuelta, pese a que el tiempo se diga que todo lo cura, el ansia de conocer ese pasado ha aumentado. Probablemente porque desconocemos más, sabemos mucho más. Termino las citas de Unamuno:

El secreto, el verdadero secreto, es inefable, y en cuento lo revestimos de lenguaje, no es que deje de ser secreto, sino que lo es más que antes.

 

Para despejar, para hacer ver este secreto, necesitamos la paradoja, también poner un velo a la luz del engañoso mediodía. Dice Dan Kretzu:

He soñado que el alma se me había desprendido del cuerpo. Cuánto silencio, cuánta soledad, con estas palabras me despertaré. Todavía está oscuro…

Rellené un registro, como me dijo el hotelero; puse el nombre, profesión y ciudad en la que vivo. Dan Cretu, periodista, Bucarest. Es verdad, sin embargo está empezando a parecerme que miento cunado digo esto. A lo mejor acabo perdiendo la razón mintiendo al decir la verdad.

            Al final del domingo, día veintiuno: Todas las palabras están cargadas de peligros.

Asistimos a una posible historia de amor en la que participa la adolescente y un aristócrata, donde juega un papel importante como mediador Nicu, el recadero, amigo de Jacques. Ocurren incendios, derribos, nuevas viviendas, luz eléctrica, es un mundo donde todavía era posible oír esto:

-No me digas, Neculai, que tú formas parte de los que quieren prohibir el duelo. No me digas que quieres vivir en un mundo en el que cualquiera pueda hacer objeto de escarnio a otro sin que ni siquiera pueda tener un arma para defender su honor –dijo Pavel con voz trémula por la ira-. Es posible que en un futuro en el que algunos piensan se llegue a semejante disparate, pero hoy, al menos, ya que no tenemos privilegios, al menos sí tenemos el honor.

A veces encontramos personajes de una profunda ironía:

El tío Cercel no era curioso por naturaleza, el oficio de portero en un gran diario le había hecho conocer a mucha gente en su vida. No tenía curiosidad en lo tocante a las personas. Por eso criaba pájaros.

Esta ciudad, Bucarest, que hemos recorrido de la mano de Ioana Pârvulescu, se parece a muchas otras por sus comodidades y carencias, aunque,  sin duda, resulta única por el relato que se hace de sus ciudadanos, la diversidad de los tipos que la habitan, el ruido de los coches de caballos sobre los adoquines del pavimento, los copos de nieve, las llamas en la chimenea, los sueños de los niños, la conferencia que el doctor Dimitrie Gerota, pronunció al año siguiente sobre el uso del corsé, los diálogos de doctores, periodistas, policías y artistas. También por esos peregrinos, que siendo de otros siglos, pasados o futuros, habitaron en ella. 

 

 

 


 

José Luis Martínez Valero nació en Águilas, en 1941. Es catedrático emérito de Literatura. Poeta, narrador, ensayista. Ha publicado, entre otros libros: Poemas (1982), La puerta falsa (2002), La espalda del fotógrafo (2003), Tres actores y un escenario (2006), Tres monólogos (2007), Plaza de Belluga (2009), La isla (2013), El escritor y su paisaje (2009), Libro abierto (2010), Merced 22 (2013), Daniel en Auderghem (2015), Puerto de Sombra (2017), Sintaxis (2019) y Otoño en Babel (2022, ed. La fea burguesía, Murcia). Ha sido guionista en los documentales: Miguel Espinosa y Jorge Guillén en Murcia. También es un notable aguafuertista e ilustrador.

 

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