La cara
de Podemos
Cada día vemos más claro que Podemos no es sino otra versión de la España
que traga con la corrupción. Conste que la corrupción no es solo una cuestión
de dineros, sino también de engaño y
simulación ideológica. Podemos es una simulación de partido de izquierdas o,
como gustan presentarse ahora, transversal. En el centro de la corrupción la
adhesión ideológica de los dirigentes de los círculos de Podemos al dictador
Chaves. Dinero sórdido cuanto menos,
omertá a un tirano, silencio en los círculos de abajo, dibujan una falsa
imagen de democracia concéntrica, que en realidad enmascara un concepto
autocrático del poder. Los círculos no se encuadran en horizontal sino en una
perspectiva vertical que desarma cualquier opinión disidente. Cualquier
demócrata, a poco que piense, verá que el partido de la catira desconoce principios
básicos de ética y de política democrática. Siguiendo la imagen de los círculos
comunicantes, la corrupción va pasando del círculo superior a la esfera
intermedia, mediática, de los portavoces del partido. Sustitituir las razones
por el argumentario partidista, repetido por tragaldabas que no se inmutan ante
la actitud de sus imanes, justificar los medios por el fin del partido y
ocultar las sospechas y la investigación interna bajo la pólvora
descalificadora del contrario o el argumento del tú más, es la tarea asignada a
esos círculos de mando intermedios. Portavoz se ha convertido en una palabra
maleta. No es tonto, es portavoz. No es mentiroso, es portavoz. No sabe hacer
la O con un canuto: tiene condiciones de portavoz. Niño, estudia, para que el
día de mañana no seas portavoz. Tiene la fe del carbonero o del creyente en Monedero,
luego es portavoz nato. La corrupción empieza siempre desde arriba, pero no
tarda en extenderse y profundizarse, por complicidad, silencio, o, lo que es
más común: por ansia de tocar también poder los de abajo.
Toda la simpatía, y en algunos, ilusión, que había
despertado Podemos se ha disuelto al ver las imágenes de Pablo Iglesias,
Monedero et alii entre los cachorros
de la dinastía venezolana. “Tienes agallas, comandante”, dice el apóstol Pablo;
eres el mejor, dice Monedero, la lengua de su amo. Monedero investido con el
brazalete fascista del régimen de un militar que abusaba de la retórica: al
menos, el comandante cometía este tipo de abusos, ¿no es cierto?
Los ideales regeneradores de justicia, igualdad y
solidaridad siguen en pie, siempre jóvenes. Pero ya no están en esa papeleta
que ha envejecido. Podemos que predicó la katarsis y limpieza del sistema se ha
quejado de que sus posibles casos de corrupción han ocupado estas semanas las
portadas de los periódicos. Que un ateo no vaya a misa no es noticia; que no
vaya un católico, puede serlo. Pero si hay indicios de que el papa no escucha
misa ni cree en Dios, eso hay que publicarlo. Lo contrario sería suponer el
privilegio de los partidos a disponer de una especie de carnet de malas
prácticas, solo cuando a un partido se le agotaran los puntos tomaría medidas
contra la corrupción propia. Pero nos tememos que en este partido jamás
podrán pensar los dirigentes en aplicar medidas de código ético porque la ética
es cosa de la casta y han nacido ya en la corrupción. Todo lo que les vale para
tomar el poder es bueno, se justifica la mentira política.
Alguien puede decir que eso ya ha pasado con los
partidos del “régimen del 78”. ¿Hasta cuánto se puede corromper Podemos? ¿En lo
económico, hasta llegar a la cifra de corrupción del PP de Bárcenas y la
Gürtel, o hasta igualar la marca de sinvergonzonería del PSOE andaluz de los
ERES? Porque en el ideario político y ético, Podemos ya tocó fondo: se le ha
visto la cara muy pronto. No quiero ser pesimista, pues sé de muchas personas
que sinceramente han creído al inicio en Podemos (y yo fui de ellos, lo
siento). Pero el mejor favor al presente y futuro de la izquierda regeneradora
de este país pasa por denunciar públicamente los gestos y antecedentes
antidemocráticos de Podemos. Se juega mucho la izquierda en diferenciarse y en
recuperar las señas de una izquierda crítica y democrática. Nada de deprimirse.
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
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