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miércoles, 25 de febrero de 2015

La poesía de Luis García Montero. Por Fulgencio Martínez. Estudios de poesía española (reedición)

                                                          Luis García Montero


 
LA POESÍA DE LUIS GARCÍA MONTERO. Temas, expresión e ideología
    
                                                                Por Fulgencio Martínez

Este trabajo se propone analizar aspectos de la obra del poeta granadino, que constituyó en gran medida el paradigma de la “poesía de la experiencia” en los años 80 y 90 del siglo XX.
 
      1. El tema amoroso en Luis García Montero

Luis García Montero parte, en su manifestaciones teóricas, de la “poesía como género de ficción” [1] . La ficcionalidad o convencionalismo del tratamiento del tema no disminuye literariamente el valor de los sonetos amorosos de Góngora, pero lo ficticio tampoco era un valor que conectara el amor con la esencia poética, para el poeta barroco. Aunque la poesía pudiera entenderse como ingenioso artefacto, el amor había de dar la pátina de un sentimiento natural en el poema.
Hay que entender la ficcionalidad en el tratamiento poético del amor, en Luis García Montero, como el montaje que realiza el poema de una escena y un escenario donde se representan, a través de la expresión del yo poético de su experiencia amorosa, los usos y maneras de la sentimentalidad de su tiempo.
Tristia, publicado antes de El jardín extranjero, contiene ya el tono meditativo-elegíaco que caracteriza grande parte de los poemas de amor de García Montero. “Homenaje”, “El lugar del crimen”, “Canción de aniversario” tratan (con cierta mezcla de romanticismo a tenor de la poesía de Gil de Biedma y un uso de imágenes de cine y giros coloquiales del lenguaje juvenil), la huella en el yo poético de un historia de amor que se funde con el melancólico paso del tiempo.
En Jardín extranjero, en los primeros versos del poema “Para ponernos nombre” –“Sólo más tarde se darían cuenta / de que los dos buscaban una historia / no demasiado cerca del amor”) se constata que el amor era, en realidad, una de las asignaturas de la vida -de la construcción de la propia identidad; solo en la vejez, la pareja se da cuenta de que “era hermoso atardecer unidos, /abrazarse debajo de todas sus banderas”. No se puede expresar mejor esa experiencia retrospectiva del amor, que descubre su significado y su peso en el fluir de la vida, mientras la pareja está dedicada a otra cosas, a la vida, precisamente.
En “Como cada mañana” y en otros poemas, el tranvía, la ciudad, la soledad, las otras gentes, se intuye ya que no son solo figuras de decorado sino la misma representación del amor, cuya experiencia se encuadra a través de esas metonimias, sinécdoques y personificaciones que, a la postre, conforman su misma esencia como representación (ficción) en el poema: “la gente andaba triste / con una soledad definitiva / llena de abrigos largos y paraguas”[2]
El libro Diario cómplice es la representación más completa del amor en la poesía de García Montero, y donde esas “figuras” que acompañan al amor se revelan como su representación esencial. El amor incorpora incluso otras figuras más, como es la experiencia literaria del amor: “Ojos míos cargados /que me miráis con ira / al terminar la fiesta”. (Libro primero, XVI). Las experiencias de la ciudad, la nocturnidad, el rock, el lenguaje coloquial, en particular, de la tribu juvenil y urbana, se unen con la alusión literaria traída con suave ironía y oportunidad al asunto. Incluso la alusión social se funde naturalmente con el asunto y con las otras figuras, como aquí la alusión al paro y al tráfico: “con mis ojos en paro, /mi corazón sin tráfico” (Libro segundo IX). De modo que el conjunto manifiesta la historia de un corazón junto a la historia de amor de una pareja cualquiera de su tiempo, que se sabe viviendo “en una intimidad provisional,”, bajo “paredes que no hacen compañía/ y objetos como búhos en la sombra” (Libro segundo, XXVI).
García Montero funde la reflexión con la narrativa de esa experiencia de compañía, provisional, que es el amor. No nos da una historia extraordinaria de amor, como es más usual en la poesía amorosa; sino una historia corriente de parejas que viven su sentimiento rodeados de un mundo que es neutro a ese amor (el mundo no le hace compañía). Sin embargo, la “ficción” del amor logra elegir figuras, términos, luces, símbolos casi siempre cotidianos que suelen ser testigos de ese amor y que se erigen en su compañía y representación. Además, García Montero acierta en presentar con realismo esa vivencia amorosa como provisional, sin drama ni lamento, como corresponde a la época actual, donde la experiencia amorosa no “pide eternidades” (parafraseando a Pedro Salinas), sino “realidades” (citando ahora al poeta de Razón de amor); incluso es mérito de esta poesía presentarnos, reflexivamente, el lugar del amor en la identidad personal, no como un bloque y ocupando todo el ámbito de la vida. Habitaciones separadas, título de otro libro de García Montero, expresa bien esa condición, -que no hace menos valiosa al amor,sino al contrario- de formar una parte del conjunto de las inquietudes humanas modernas. El amor, la política, la historia, la literatura, el arte, la vida corriente, son temas que se entrelazan en los poemas de ese libro. “Ciudad”, “El lector”, “El insomnio de Jovellanos” reúnen muchos de esos temas conformando el dibujo de la identidad de un hombre moderno; la reflexión sobre el amor se une también a la inquietud filosófica, a la meditación sobre el tiempo y la historia, la memoria personal, la lectura…


   2. Las flores del frío y Habitaciones separadas

Las flores del frío, publicado en 1991, avanza sobre Diario cómplice, de 1987. Si en este se decantaba más la ficción de una experiencia imaginaria, en Las flores del frío observamos, como en un zoom, el paso de “un furtivo individuo”, en expresión de Antonio Muñoz Molina. El libro se caracteriza por la novedad del recurso a la canción. La canción parece elegida aquí como el medio para expresar la experiencia de deconstrucción de la identidad de un individuo moderno, afectado por la primera crisis de madurez. Recoge García Montero esa forma clásica para renovarla con el lenguaje posmoderno y el pastiche. “Canción multada” es un título representativo de este libro. La furtividad del amor buscado en los aparcamientos subterráneos, en los descampados donde la ciudad termina, cerca de los puentes de las autopista: “Sigue / en la ciudad sin calles /asombrado y tal vez desasombrado, / como los puentes de las autopistas, / detrás de aquella casa y esta casa”.[3]
El realismo, el lenguaje coloquial, incluso cierto costumbrismo madrileño (y en un poema, bonaerense), se evidencian en poemas como “Barriada del Pilar”, “Tienda de muebles”. “Larra”. La expresión del sentimiento personal, de la soledad y de la búsqueda de la identidad y del amor se evidencia en un poema como “Intento, sin compañía, de rehabitar una ciudad”, siempre bajo la perspectiva de una historia situada en el presente del hombre urbano. “La poesía no es un arma cargada de futuro, sino de presente”, dirá Luis García Montero. Esta poesía logra la reconciliación con su tiempo, en la forma renovada de la experiencia humana que encuentra bajo “ese resumen ancho de todas las ciudades” que aquí en este poema es una plaza de Buenos de Aires, la célebre Plaza de Mayo, de las madres y abuelas de los “desaparecidos” durante la dictadura en Argentina, pero que también representa el corazón del poeta, la misma poesía como cauce de expresión –también reivindicativa en lo social y político- del sentimiento humano de todos las épocas y de esta época. Solo es necesaria una operación de “rehabitación” (paranomásicamente, también de rehabilitación) de la poesía a los nuevos usos y hábitos humanos.
De nuevo, comentamos el libro Habitaciones separadas, de 1994. Este fue considerado como el libro más maduro de García Montero, “cierra un ciclo” en  su poesía[4], según Miguel Ángel García. Sobresale en este libro la reflexión madura, sin melancolía, sobre el paso del tiempo, la ciudad, la poesía, el amor, cuatro temas de la poesía de García Montero, que ahora son tratados de nuevo en unos poemas de ritmo largo y lento, en silvas de versos libres que siguen el curso de una reflexión fluida. “Garcilaso 1991”, trata sobre la poesía, buscando su esencia en esta época nuestra; “Aunque tú no lo sepas”, la comunicación amorosa de la intimidad, “Life vest under your seat”, el desconcierto caótico de la memoria, incapaz de retener las imágenes de un viaje y las claves del sentimiento bajo un confuso proyector de mensajes de fuera del yo poético y de su interior, con el recurso moderno a la situación de un viajero en su asiento de avión).  La identidad amenazada por el tiempo y solo accesible a través de la memoria del tiempo, en un poema como “Primer día de vacaciones”. El asombro, en el verso final, que le produce al yo leer en el periódico la noticia de un ahogado que no es él, le produce cierto alivio, aun siendo esa fortuna inquietante. Lo cotidiano, “el ruido de una moto”, “el mercado”, el lenguaje afectivo, inocente, “primer día de vacaciones”, se mezclan con la ambientación onírica, creando una metaforización de la identidad difusa que emerge del yo poético.


         3. Ironía, parodias intertextuales y metapoesía en la poesía de Luis García Montero

Indagamos ahora por recursos usados ya por la poesía de generaciones anteriores a la de García Montero. La ironía es usada por García Montero junto a la paradoja y a otros recursos literarios. La ironía se puede advertir en forma suave en solo un adjetivo, como por ejemplo: el tierno amor (del poema I, Libro Primero, de Diario cómplice), o “la desmedida realidad” (de los versos del poema V de ese misma referencia): “cruzo la desmedida realidad / de febrero para verte”. La hipérbole, en este último adjetivo, y la intertualidad literaria, evocación de suave parodia, se unen a la ironía, pues en ambos poemas el resto del significado desmiente el adjetivo (en el segundo poema, los taxis aproximan, los medios de comunicación urbanos e interurbanos acortan la distancia espacial; pero no la temporal, de los meses, del recuerdo (“febrero”) de la última cita, tras la que no se sabe si el amor seguirá igual de vivo o habrá cambiado. La ironía se resuelve en paradoja en el sentido del poema.
“Nueva salutación al optimista”, del libro Las flores del frío, es uno de los muchos ejemplos de parodia e intertextualidad. Aquí de un título de Rubén Darío. “Intento, sin compañía, de rehabitar una ciudad” es un guiño a algunos títulos de poemas de Jaime Gil de Biedma.
Quizá el texto metapoético con más intención de manifiesto es “Garcilaso 1991”. (del libro Habitaciones separadas). Donde aparece el célebre verso que ha quedado como icono de la poesía de la experiencia: la poesía vestida con vaqueros. “Ya sé que no es eterna la poesía,/ pero sabe cambiar junto a nosotros,/ aparecer vestida con vaqueros (…)”. La referencia, ya en el título, al año 1991, es un signo de la poesía comprometida con su contexto social e histórico, y la referencia  a Garcilaso, también presente en el título, al sello de oficio literario, de experiencia íntima y elaborada, ficcionalizada, característica de esta poesía.


         4. Compromiso e ideología poética de Luis García Montero

García Montero, en 1993, en su ensayo Confesiones poéticas tercia respecto a la poesía social de Celaya, “la poesía no es un arma carga de futuro, sino de presente”; testimonio que recogemos de Juan Cano Ballesta en la introducción al libro Poesía española reciente.[5]
La actitud de compromiso con el hombre, la historia y el tiempo presente está en García Montero expresada en uno de sus poemas emblemáticos, “El insomnio de Jovellanos”, de Habitaciones separadas. El compromiso social de esta poesía es diferente a los tonos e ideario de la poesía social; hay una renuncia, desde el escepticismo, a la utopía, también al tono de mesianismo –en el fondo, traslado del mesianismo religioso a lo poético: no, la poesía no puede salvar al hombre, ni al mundo, ni se proyecta hacia una utopía. Es el aquí y el ahora del presente histórico lo que importan. La escritura son huellas en la arena (“Allí, /rozadas por el agua,/ escribiré mis huellas en la arena”[6]. En este monólogo dramático interior, el Jovellanos del poema –trasunto del yo poético- defiende sin embargo una utilidad, un sentido de esos signos –no en un mañana ni desde un mañana- pues el mar los cubre y no los devuelve- sino una utilidad en el momento presente en que se escribe –pues son índices de un resto de dignidad, de victoria moral y reafirmación de la identidad y los valores en que el yo ha creído, pese a su derrota. “El mar nos cubrirá/, pero han de ser las huellas /de un hombre más feliz /en un país más libre”. La poesía es un arte útil para Luis García Montero si en el presente se compromete con un testimonio desalienante del ser humano de esta época. Ante los mensajes derrotistas, nihilistas o falsamente optimistas, la poesía mantiene un compromiso actual con el valor de lo humano, y, por supuesto, con esas aspiraciones modestas a la felicidad y a la libertad (“un hombre más feliz/ en un país más libre”), lejos de la utopía y la euforia. Compromiso humano y social, por tanto, en versión postmoderna y anti-retromoderna, que casi es excepción en su momento.



[1] Las referencias a los poemas se encuentra en el libro Antología poética, de Luis García Montero. Edición de Miguel Ángel García. Madrid, Castalia, 2012.
[2] (p. 94. op. cit)
[3] p. 160. op. cit.
[4] p. 54. op. cit.
[5] Juan Cano Ballesta, Poesía española reciente, 6ª edición 2001, Madrid, Cátedra, col. Letras hispánicas. p.49
[6] p. 199. op. cit. Antología poética. L. García Montero, Castalia.


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