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CAMBIAR LA PALETA DE ESPAÑA
Cambiar la paleta de
España fue el móvil de toda una generación a principios del siglo XX. Ortega y
Gasset, Juan Ramón Jiménez, los más jóvenes como Rosa Chacel e incluso los
mayores como Antonio Machado se sumaron a dicho proyecto “pictórico”,
intelectual y político. Nos lo ha recordado el profesor José Luis Martínez
Valero en un artículo recientemente publicado en la revista ÁGORA a propósito del centenario de Platero y yo.
En 1914 coincidieron dos
libros fundamentales: Platero y yo,
de Juan Ramón, y Meditaciones del Quijote,
de Ortega. En este pensamiento orteguiano se cifra el giro antisolipsista del
pensamiento español: Yo soy yo y mi
circunstancia, si no la salvo a ella, no me salvo yo. Pero el solipsismo tradicional de cualquier
empresa o proyecto llega en España hasta hoy; como nos lo ha recordado José
Luis Vidal Coy en un artículo en La crónica del Pajarito: La responsabilidad de Podemos.
Cambiar el tono de
España, del negro o el gris, a una España polícroma, moderna, es una tarea que
exige generosidad de todos; ha sido y es el objetivo de un pensamiento político
de izquierdas que se arraiga en los valores del republicanismo español (Giner
de los Ríos, Manuel Azaña, Ortega, Pablo Iglesias, el joven Unamuno socialista).
Esa es, en mi opinión, la mejor referencia en nuestra historia intelectual y a
la que habríamos de remitirnos, y ningún santo nuevo puede venir a protagonizar
la bandera del cambio. Aunque la autoestima de los partidos de izquierda esté
hoy día en horas tan bajas, de ningún modo pueden ceder su responsabilidad
histórica.
Los ciudadanos que nos
reclamamos de los valores de esa izquierda española, tampoco. No cedamos un
gramo a la tentación de un nuevo solipsismo ni al dejar hacer, pero tampoco
aceptemos acomodarnos acríticamente con cualquiera que se presente como sujeto
del cambio. Creo que los españoles
actuales tenemos ante nosotros un compromiso al que hay que responder con todo
nuestro ser. Transformar por fin este país. No puede perderse el esfuerzo regenerador
pero no lo dejemos dilapidarse crédulamente bajo el sometimiento a quienes,
manipulando en la depresión de la izquierda, han acaparado mediáticamente la
imagen de esa izquierda española desde una ideología totalitaria, neorreligiosa
y personalista. Importa que no cometamos en este país, de nuevo, el error
inocente de confiar en celestiales legiones de apóstoles.
El daño presente y
futuro que podemos hacer, si callamos, a la izquierda española puede ser
irreparable.
Fulgencio Martínez
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