SANTO JOB. UNA DE LAS ESTATUAS DE LA CATEDRAL DE MILÁN |
POEMAS SOBRE DANIEL Y JOB (poemas en tiempo de confinamiento)
BALTASAR,
REY
DANIEL: ¡Ay de ti, reino infelice!
Pedro Calderón de la Barca. La cena del rey Baltasar
La
soledad es poder.
Marqués de Sade
Una argolla de opio, sediciosa
como un sueño de ledas máscaras forjadas por idolatría,
azora orbicular a mi pensamiento:
imágenes tristes se mezclan con letíficas imágenes;
en las fuentes de mi jardín
medra mi rostro estremeciéndome por la belleza de un dios
y luego, de entre las ondas, una clepsidra asoma
que agrieta mi melodía de líquidas flautas.
Mi reino representado sobre un quimérico corcel;
sirena de los cielos, hechiza al León,
sus saetas prevalecerán sobre la justicia de Helios,
como una astilla de fuego prevalece sobre la liendre.
Podré crear nuevamente el Huevo primigenio,
extirpado su instinto de dispersión,
abortada la fealdad circunvalante a sus futuros dioses:
el tiempo que destruye sin fe, como un bacilo mecánico.
Mas, ay, que ya ciñen mi aurora almenada
muchedumbre de cuervos encapuchados:
rústicas mujeres hijas de Diana,
conducidas a la hoguera para lúbrico divertimento de
Crucifer;
oiga llamar a una: Doménica Barbarelli…
anarquistas rusos de 1905,
el poeta de la Gran Presnaïa cantará con sus lenguas…
populacho del París de 1793, fantasmas encallecidos…
(El Arpista, que me solaza con sus alegorías
y se convida de mi cena,
unas veces modula su instrumento
para ensalzar la inmortalidad de mi tumba;
otras, afirma que la tumba del Rey-Sol será asolada).
Fulgencio Martínez, La docta
ignorancia
DE
CONSOLATIONE IUVENTUTIS
(Canción
menestral)
Al santo Job
Nada se ha perdido
que fuera
nuestro;
pata la
traviesa,
comido por
servido
saca el
más diestro
tahúr de
la mesa.
Nada se ha ido con tu tiempo mozo
que no aparezca y vuelva a no ser.
Un mismo día nos da gran alborozo
y tristeza y ganas de oscurecer.
Sumido en lo efímero canta el gallo
y anuncia la creciente madrugada.
Vedlo allí muy señor de su serrallo
creyéndose copete de alta grada.
Y a la tarde ladrón de berzas llega
que lo escupe y le quita su hechura
y su estampa, y al ladrón Dios lo anega
por la aurora bajo una manta oscura.
Nada se
ha perdido
que fuera
nuestro;
¡y pata
la traviesa!
Fulgencio Martínez, Cosas que
quedaron en la sombra
REVISTA ÁGORA DIGITAL MARZO 2020
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