La infanta alegre y confiada
Publicado en LA OPINIÓN DE MURCIA 14-2-2014
Rubén Darío, el
maestro del ritmo poético, no hubiera
escrito aquella sonatina a una
princesa triste “que ha perdido la risa, que ha perdido el color”, si hubiera
conocido la sonrisa de la infanta doña Cristina. La infanta alegre
dedicó, al entrar y al salir del juzgado de Palma, la pose más profesional a
los medios, acorde con su educación
aristocrática. Y, según leo en ABC (del domingo 9 de febrero), en su
comparecencia en la causa en la que está imputada, declaró que ella “confiaba
en su esposo”, y que está segura que Iñaki hizo las cosas bien.
Es lógico que la
defensa de doña Cristina se acoja al punto de la confianza conyugal, y es a
resultas de ello coherente la segunda afirmación de fe en la inocencia de Urdangarin. Quien confió, quien puso,
según le imputa el juez Castro, su nombre y firma en cuantos papeles y boñigas
le presentaba el esposo, a renglón seguido no puede ahora descreer de la rectitud y buen fin de la conducta del
susodicho. Sería débil defensa de doña Cristina acusar de felón ahora a
Urdangarin. La prueba de que confió es que sigue confiando aun hoy, con lo
sabido y llovido. El sostenella y no
enmendalla siempre ha sido lema de nobleza; por eso, quizá, el abogado Roca consultó el código de honor de los
Príncipes, y sacó una derivada a este caso.
Me temo, sin embargo, que a las personas corrientes el código legal vigente hoy en España no les
ofrecería una coartada como la confianza subjetiva. “Yo confiaba en que, al
firmar y avalar una letra a un amigo, éste tuviera fondos… Por tanto, no me
pueden obligar a hacerme cargo de la púa”. “ Yo compré mi piso pero confiaba en
poder pagarlo… es así que no me pueden desahuciar. ¡No, señor!”, dice un
parado. “Y yo (dice otro), yo también
confiaba en que eran pitos, antes de que arreciasen flautas. Yo confié en el
Banco de España y en los partidos democráticos que avalaban con su
representación en las Cajas de Ahorros la honestidad de los tratos entre
cliente y banquero en los préstamos, y mira: me vendieron unas “preferentes”,
que ¡vaya timo de la estampita!, y el PSOE , IU y PP mirando para otro lado”. “Yo,
para que veas si hay guasa, voté al PP, y luego me sube los impuestos”.
Y, como el que no se consuela es porque no quiere, yo
tampoco voté a este Gobierno, pero ahora el Gobierno actúa como si tuviera mi
voto y el de todos los españoles: pretende cambiar las reglas democráticas, en
la enseñanza, en la sanidad, en la vida ciudadana, y en las cuestiones del
aborto y el derecho de la mujer, como si, en vez de dirigir un Estado,
dirigiese una secta. Ningún Gobierno en democracia puede cambiar las leyes de la
convivencia general a su gusto ideológico, como si tuviese la total
confirmación democrática. La sociedad es demasiado plural, por lo que se deben
acordar unos mínimos legales y cívicos de convivencia en un orden pacífico.
Estos son mis “principios” y creía que también eran principios de la
democracia. En ello confiaba, así que no voté a ningún partido pensando que
cualquier partido democrático que saliera mayoritariamente votado los
respetaría.
Si yo fuera Rubén Darío, quitaría de Prosas profanas la sonata a la princesa triste, y haría, en su
lugar, un canto alegre a la infanta. Me alegra, en medio de todo este “affaire
de la infanta”, saber que doña Cristina tiene principios, y que no solo los
pobres y la gente ilusa como yo los tengamos contra viento y marea. Pues, otro
de los argumentos aludidos en su defensa por la infanta doña Cristina ha sido
afirmar que ella no se hubiera prestado “por principios” a hacer de pantalla del
fraude con Hacienda presuntamente cometido por las empresas fantásticas de
Urdangarin y su socio. También aquí,
aunque no puedo abundar más, hay mucho listo que tuvo buenos principios. Pero no sé si los principios han
de constar en la balanza de la Ley. De
ladrones con buenos principios líbranos.
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
REVISTA ÁGORA FEBRERO 2014/ diario político y literario de Fulgencio Martínez, donde se habla de lo divino y de lo humano
No hay comentarios:
Publicar un comentario