DESDE MÉXICO
Selección de poemas de Salida de Emergencia, de CARLOS VICENTE CASTRO
El autor (Zapopan, 1975) ha publicado en 2020 Salida de emergencia (Mano de Santa editores, México), libro al que pertenece esta selección de poemas. Fundó la revista Metrópolis y ha escrito libros de poemas como Late night show, Apócrifos + Circo + Un edificio en construcción (Mantis Editores y Secretaría de Cultura de Jalisco, 2014) y Carcoma (Écrits de Forges y Paraíso Perdido, Québec, Canadá, 2006).
DESPEGUE
Atrás dejo un paisaje de cemento
rodeado de montañas, restos
de antiguos terremotos,
a una velocidad deslumbrante,
como si uno pudiera
de verdad
abandonar así su ciudad,
mirándola por arriba,
alejándose de sus azoteas,
del aire y las voces que retumban
en la cabeza como parvadas
que se alistan a migrar.
REALIDAD ALTERNA
No puedes tomar en serio a un hombre
que escucha un zumbido todo el tiempo.
Quienes padecen tinnitus han sido acusados
de asesinar al médico que les da la noticia:
no hay quién pueda curarlos.
Nadie está a salvo de su insidia, ni siquiera
ellos mismos: una plaga serrucha sus neuronas.
Es como si tuvieran un corto circuito ad infinitum
o experimentaran un bucle de tiempo
en que explotara su cabeza sin salida.
Torpes, se tambalean en esta realidad que no puede
entrar de golpe en sus oídos.
PARTOGÉNESIS
Permanecen libros que me han regalado
y no me he atrevido a expulsar de mis repisas,
con versos entusiastas y desafortunados.
El día empieza a sumergirse en la oscuridad
y ya estoy cansado de reordenar por temas,
títulos, por familias semánticas o enemistades
(divierte contraponer a un autor con su antítesis).
He experimentado una transformación:
la de quien —ingenuo— piensa que la salud vendrá
si encuentra las ideas en su lugar.
ATROPELLO
Todo duele como si una bicicleta
me hubiera pasado por encima.
Como si a esa bicicleta la montara
una persona gorda e insidiosa.
Todo duele: los hombros malnacidos,
las manos debiluchas, los ojos amoratados.
Me hago como el que no quiere la cosa,
miro de reojo la vida transcurrir
como un hilito de tela de araña
que va creciendo y atrapándome.
Quién sabe qué haría sin este dolor:
tal vez me acostaría en la azotea
sin pensar en nada.
CARLOS VICENTE CASTRO