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jueves, 23 de septiembre de 2021

Max Blecher (1909-1938). Por José Luis Martínez Valero. Avance de Agora digital 10/ Revista Ágora-Papeles de Arte Gramático/ Dossier Poesía completa de Max Blecher

 


MAX BLECHER (1909-1938)


por JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO

        

                      

                                                             

 

 

En 1928 muere en la Unión (Murcia), ciudad minera y alucinante, Andrés Cegarra, víctima de una enfermedad degenerativa que durante años le mantuvo en cama. Escritor y editor, uno de nuestros primeros cultivadores de la prosa poética, ensayista, narrador y autor dramático, a quien su hermana, la escritora María Cegarra define así: La biografía de Andrés Cegarra Salcedo está resumida en esta sola palabra: dolor. Físicamente inmóvil, su espíritu adquirió toda la fortaleza y agilidad que faltaba a sus miembros jóvenes y enfermos. Y el pensamiento se le hizo torrente de luz. Y el corazón se le desbordó en nobleza y hermosura. Fue un elegido. 

Palabras que podrían servir para presentar a Max Blecher, 1909-1938, escritor rumano, estudiante de medicina en París, quien enfermo del mal de Pott, la tuberculosis ósea le mantendrá en esa misma posición horizontal el resto de su vida.

El parecido entre ambos escritores, pese a sus derivas diversas, radica en su visión poética. Cegarra es admirador de Gabriel Miró, quien tiene un texto en el Libro de Sigüenza, capítulo “Muelles y Mar”, titulado Una tarde, 1909, donde unos niños, para ver lo que pasa, ahogan a su perro. Esta primera experiencia de la muerte constituye una escena que hoy resulta de una crueldad terrible. Sin embargo, todo ocurre en una tarde maravillosa,  presidida por la inocencia. Este hacer visible la existencia del mal con el que convivimos podría servir para unir la disposición de ambos escritores. Cegarra escribe el cuento de La Gaviota, la amistad entre Margarita, inválida, a quien muestra en la playa tendida sobre las tablas de un carrito, junto al mar de Cabo de Palos y Gaviota, el huérfano que, para no separarse de su amiga, se lanza contra los faros del coche y morirá atropellado. Estas situaciones tienen un componente lírico, romántico pero también naturalista, no están impregnados de esa melosa sentimentalidad que supone la lágrima. 

 

    

                 Andrés Cegarra

 

Universalmente conocida es la obra de Kafka, muestran el lado oscuro, en especial su Metamorfosis o Transformación, más Un artista del hambre y El Proceso. 

Max Blecher narrador, articulista, también es poeta, cierto que de obra escasa, toda ella cabría en un pequeño cuaderno, que incluye: Cuerpo transparente, 1934, bajo el título de Poesía completa, de Hermida editores, Madrid, 2020, texto bilingüe y excelente traducción de Joaquín Garrigós.

Detengámonos en la transparencia, a ella alude el poeta Juan Ramón Jiménez cuando se refiere a sus muertos transparentes. ¿Qué significa? Que Juan Ramón ve el mundo a través de esas personas que de un modo u otro han sido fundamentales para su vida. La transparencia une dos mundos, en este caso el presente y el pasado, esa diplopía le permite descubrir, convivir en dos realidades. En el caso de Blecher será su mismo cuerpo el portador de esa transparencia, por tanto desde su invalidez, la horizontalidad a la que está obligado, que, sin duda podrían contribuir a la opacidad, ahora le dota de una especial visión capaz de penetrar en el interior. El cuerpo transparente, al tratarse de un escritor, también podría referirse a las palabras, que al estar poseídas de esta cualidad, nos hacen ver más, objetivamente son más claras. Blecher practica el surrealismo. Ya hemos dicho antes que la transparencia establece la comunicación entre dos realidades, también que llega a lo hondo.

La realidad se convierte en una granada que acaba de estallar, cuyos múltiples granos se dispersan y adquieren matices y colores diversos. La sintaxis como sistema común de entendimiento queda desposeída de su valor de uso. De 1934, publicación póstuma 2014, es este texto, Momento diurno, que facilita el entendimiento de sus poemas, fragmento:

 

                bajo a la playa y veo una chica como una barca                     

                fingiendo no saber que es una mujer

                le pregunto a la muchacha que está bañándose

  -¿Quién te ha clavado el cuchillo en el vientre,

                    entre los muslos, como un melón?

                ella me contesta que nadie, que por allí

                                  hace el amor,

                qué raro,

                simplemente estoy en la barraca contemplando los

                                                 [ aparatos niquelados

 

Parece un dibujo naïf donde la relación causa-efecto queda rota, el autor presenta algo que ve como una barca. La pregunta al descubrir sus genitales más la respuesta no tienen vinculación alguna pues realmente lo que está haciendo es contemplar los aparatos sanitarios, cuya relación con la intimidad femenina le ha sugerido esa visión surrealista del cuerpo femenino.

 

Comencemos por el principio. En el primer poema: A modo de introducción, los dos últimos versos dicen:

 

            Palabras, dibujos indescifrables de esta escritura

            Como mis manos, como tus ojos cerrados. 

 

Tras exponer sus múltiples visiones: aves con alas de sangre. animales, flores, apariciones, vitrinas lunares, concluye en las palabras y lo que son: dibujos indescifrables.

El surrealismo, que no quiere ser literatura, se ve obligado a utilizar las palabras, ahora dibujos, trazos enigmáticos que equivalen a puertas cerradas. La palabra destinada a aportar luz, abrir caminos, poner puentes, ahora son mera ruina, objetos inútiles.

Dice: como mis manos, son ellas las capaces de manufacturar, convertir en útiles, fabricar instrumentos. Y sigue: como tus ojos cerrados. Vuelve con ese “como” tan propio del surrealismo, capaz de unir todo lo inconexo; pero tus ojos están cerrados, ¿por qué? Alguien los ha inutilizado, ¿eres tú mismo quien se niega a ver?, ¿el mundo se ha vuelto invisible? Si así fuese, significaría que no conocemos la realidad porque carecemos del modo de acceso. No es que nuestros ojos estén cerrados, es que están determinados por educación, acostumbrados, incapacitados para captar otra realidad, la otra, más rica y verdadera. Por esta razón debemos abandonar los procedimientos tradicionales, las manos y los ojos, pues con ellos siempre volveremos al mismo punto de partida.

El poema, Andadura, declara abiertamente que el surrealismo no es un caprichoso romper con la normalidad establecida, por el contrario se trata de una búsqueda, una liberación. Ya no basta lo racional. Hay otro mundo más allá, al otro lado de las leyes, de los comportamientos correctos. Leamos este fragmento:

 

  Hay una sucesión correcta de casas

                           En este camino que no obstante

                           Ha de significar algo

                           Hay un cielo sin color sin olor sin carne

                           Sobre mis pasos sin importancia

                         Con los ojos cerrados ando en una caja negra

                          Con los ojos abiertos ando en una caja blanca

                          Y por más que me esfuerzo por entender algo

                         Enormes martillos me parten en la cabeza todos los                                                                              

                                                                             [pensamientos

 

El pensamiento ha dejado de ser un instrumento válido para dar con el significado, hemos de recurrir a imágenes, metáforas no convencionales para aproximarnos a la realidad vital. El escritor ahora se vale de sus sueños, del juego, la lógica sintáctica y la lógica de los comportamientos humanos no sirven para explicar este mundo frágil, convulso, siempre a punto de perder eso que hemos llamado equilibrio.

 

Detengámonos en el poema siguiente, titulado En la orilla:

 

Esto es lo que verás en el mar

Buques como cabezas de ahogados con el cigarrillo aún en

                                                                               [la boca

Soñando y fumando navegando a Estambul

En la orilla hombres como suicidas que se ha librado de la

                                                                                 [muerte

Soñando y fumando pasean al atardecer.

 

Tratemos de ver. Buques de vapor cuyas chimeneas como cabezas de ahogados con el cigarrillo en la boca soñando y fumando navegan a Estambul, cosmopolitismo. Se trata de un destino turístico, pasajero, viaje de placer, no es el viaje a Ítaca, claro que también es el gusto por lo desconocido, otra cultura y otra religión. En la orilla, hombres como suicidas. Tanto quienes navegan, como los que contemplan desde la orilla tienen la misma actitud, fuman y sueñan. Ambos grupos están ajenos, no tienen ningún compromiso social ni existencial. Están ahí. Lo fundamental es la presencia de la muerte. La diferencia entre el viajero y el sedentario es mínima, unos están ahogados y los otros se han librado del suicidio. 

 

El poema en prosa: Poema grotesco, nos remite a un juego infantil. El niño practica el surrealismo sin saberlo, sus canciones carecen de lógica, recuerdo aquella de: que llueva, que llueva, donde aparece la Virgen de la Cueva y los cristales rotos de la estación, o aquella otra de: Pepe, repepe, canilla de aceite, pimiento “molío”, capitán de los judíos. La fonética desplaza a la semántica. Para el niño la lengua es un juego, de ahí que cuando comenzamos a leer: El soldado verde que vive en la luna me envía en un hilo de saliva a veces una naranja… Importa poco que el soldado sea verde, que el hilo sea de saliva, que se le envíe una naranja. Quizá lo que importa es ese disparate que supone la luna y la tierra unidos por un hilo de saliva. Aunque bien pensado no es un disparate, es una imagen preciosa, en la que la saliva o la palabra enlazan satélite y planeta, de ahí que cuando en las últimas líneas del poema aparece:

 

la ventana se ha desprendido del muro y se ha ido por esos mundos buen viaje porque fíjate voy a diseñar otra ventana.

 

Se nos está comunicando que, si cambia la perspectiva, seguro que se altera nuestra percepción del mundo. Desde la casa de las palabras, alguien ha decidido abrir otra ventana, quizá más transparente.

 

Por último recordaré unos versos de Poema:

 

                     Quizá esperándote resucite

                    El cadáver de una palabra

                    Que con su linterna ciega me pasee

                    Por la noche

 

 

 

                                             

                                                                Fuente: Laverdad.es

 

José Luis Martínez Valero es catedrático emérito de Literatura, ha publicado Sintaxis (La fea burguesía ediciones), un diario novelado donde junta ensayo, poesía, memorias de infancia y juventud e impresiones de la ciudad. Es autor de una larga serie de títulos tanto en verso como en prosa, siempre reinterpretando y acercando los géneros literarios (del ensayo, la epístola, la poesía y el cuento, entre otros). Ha publicado La isla (ed. El bardo), La espalda del fotógrafo (Editora Regional de Murcia), Poemas (Editora Regional), La Puerta Falsa, Puerto de sombra (Ed. La fea burguesía), Libro abierto (La sierpe y el laúd ed), Plaza de Belluga, Daniel en Auderghem (Diego Marín ed) y Merced 22.

 

   REVISTA ÁGORA DIGITAL/ SEPTIEMBRE 2021

 

 

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