FULGENCIO MARTÍNEZ DESDE SUS CUMBRES
Línea de cumbres
Fulgencio Martínez
Ed. Adarve, Madrid, 2020
Este libro no es difícil, es distinto. Está hecho como si se tratase de un juego, el autor escribe (fragmentos) y, al cabo de unos años, los reúne. El lector se ve obligado a leer despacio, a releer, porque el libro, al principio, desconcierta. Se trata de un libro en movimiento, pleno de palabras desligadas, apenas repetidas, que cristalizan en espléndidos poemas.
Estamos habituados a que los libros, tengan argumento, ya sea autobiográfico o temático, Estos poemas independientes, si es que fuera posible, como apuntes, tienden a ampliarse, así los hay que contienen otros poemas y también otros que podrían contener un libro. Esta síntesis, poema de poemas, lo convierten en una especie de diario, pág, 58:
Este diario es para ti. En una
barca de hoja de palma
te lo envío.
Espero que las corrientes bravas
no lo despidan pronto
que al menos un rumor te llegue al alma…
La mayor parte de los poemas están dirigidos a un interlocutor, amor, que ha reordenado su vida. Una vida que, habiendo quedado desocupada, había dejado de escribir, de ahí que en el poema FIDES (poción mágica) aparece la recuperación del humor y la reflexión que nunca lo han abandonado. En el poema, a modo de poética, este libro contiene más de una, dice el poeta:
Toda la fe en la escritura vuelve
en la escritura misma
cuando estamos a punto
de renunciar.
Ya he dicho que este libro se mueve, lo vemos cómo se va haciendo, porque nace de un periodo de perplejidad, desencuentro, que ahora, se transforma en cambio. El camino no es fácil, sino múltiple, dudoso, tortuoso. Fulgencio nos coloca en su encrucijada. ¿Qué camino ha elegido? Tenemos una certeza, El poeta, este poeta al que conocemos bajo diversos nombres, elige siempre el más difícil, un camino que se parece al destino. Cuando seguimos con el poema nos traslada a la imagen marina que comprende una visión cósmica, el hombre es gota, minúscula porción de vida, de la vida que es mar:
Toda la mar abraza
a esta única gota que se hace cuenta
de la vida.
Tras esta consideración, volvemos al motivo primero: la escritura:
mirándome la mano
en lo oscuro, pasa un río de ceniza.
El autor se ve a sí mismo, mientras escribe; este hacer sólo es posible sobre el pasado, la memoria. La escritura impone ese curso de ceniza, la palabra permanece como resto de lo que se ha querido decir:
Un ápice de deslumbramiento mágico.
Un fondo de rocío bulle a ráfagas…
evoca el cielo nocturno estrellado.
Se trata de elementos positivos, ya no se refiere a la escritura cenizosa gongorina, especie de museo de cera, procedente de la erudición y la lectura, libro de libros. Estamos ante el deslumbramiento, esa ráfaga de luz que descubre aquello que se mantenía oculto. El rocío, gotas frescas, que anuncian la mañana, el nuevo día, y, por último, el cielo, las estrellas, donde permanece el misterio y la música callada.
Por fin vamos a encontrar el interlocutor necesario, que ha reconvertido el escenario poemático:
Por verlo contigo valió la pena
deambular como un ciego muchos días.
Dos soledades que se complementan. ¿Dónde nos llevarán? Estamos destinados al conocimiento, esta relación es un compromiso, de ahí que exponga su decisión, Sabe por Sócrates que el hombre está destinado a reflexionar, reflexión que nos lleva a la verdad. Así dice:
Que nadie se equivoque: no elegimos.
Tan sólo se decide perseverar o no.
Se trata de una declaración que rompe con el tópico existencialista: estamos condenados a elegir; opone el fatalismo. Un encuentro entre el determinismo y el libre albedrío, una cuestión teológica. Recordad: La vida es sueño. Entonces, si no elegimos, todo consiste en perseverar. Que podría referirse a la vida, pero también a la escritura. Lo que equivaldría a que el escritor esta determinado y condenado a proseguir enlazando palabras.
Tras esta declaración teorética, el poeta se sirve de la imagen del niño:
Los ojos del niño se divertían
cazando en un estanque
sus pensamientos, como ahora yo
sobre la hoja verde que gira en blanco.
Presenta, el tiempo del niño y el tiempo del adulto, es machadiano. El niño en el estanque, el adulto en la hoja. El niño y el adulto se divierten, ¿se trata de un juego? Entonces ¿la escritura es un juego? Puede que sí; jugamos para distanciarnos de la rutina, no hay que olvidar que el juego es una abstracción de la vida social, luego las palabras y las composiciones que resultan, podríamos considerarlas como un juego. Juego que nos divierte, pero sometidos a unas reglas. Ensayamos así la posibilidad de decir.
La hoja, que podría haber sido de papel, es ahora una auténtica hoja de menta:
Hoja de menta, delirio de olor
que nos quita el relente del aliento
y nos dora con ilusión los frutos
extraños que dejamos en la sombra
madurar. Los fantasmas sin sonido.
Los versos en los que se labra el alma
su vuelo sobre el olor a podrído…
Esta hoja que dulcifica la voz, dora los frutos, y esos fantasmas sin sonido que constituyen la escritura, más los versos con los que sobrevolamos una realidad podrida, entre Shakeapeare y Quevedo, quizá más quevedesco.
Después agrega:
que nadie se confunda, que lea bien,
Que nadie añada: “y su mortaja”.
Por verlo contigo valió la pena
deambular como un ciego muchos días.
Como final repite la clave del poema:
Que nadie se equivoque, no elegimos.
Tan sólo se decide perseverar o no.
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO es poeta, ensayista, narrador y catedrático emérito de Lengua y Literatura. Sintaxis (Ed. La fea burguesía) es una de sus últimas obras publicadas.
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