LA NIEVE
He tocado la nieve,
la belleza que iguala el marchamo del mundo
e impoluta lo devuelve a su origen,
donde el alba y la noche son un mismo destino,
sin distancias ni formas:
claridad absoluta, punto en blanco.
¿No es esta la que llaman “edad de la inocencia”,
la que añoran los cuerpos cuando pesa el olvido
y el dolor descompone;
la que borra el paisaje suavemente,
como limpia estampa de nieve,
como la nieve blanda
que intempestivamente cae sobre las horas
y apaga en breve las heridas
y en la mirada cuelga
su plano largo y único de vida deseable:
inmensidad, comienzo, canto puro?
Ha llegado la nieve.
Con su fulgor copioso ha cubierto lo oscuro,
la aspereza ha limado,
y volvemos al fuego de su intensa frescura,
a la contemplación del frío
como una improvisada trastienda de muñecos,
al estupor y a la piedad,
a aquel dorado centro de la dicha escondida
que, sin trampa ni trato,
procura la alegría fiel del recogimiento
y torna en hogar la intemperie,
el corazón amargo,
en cálida blancura de la tierra.
¡Con qué pulcro primor
la nieve viste y amamanta el campo,
reparte en las colinas peladas la elegancia,
en las manos descarga
la luz de la fragilidad;
cómo en vilo detiene el tiempo impune,
con cuánta mansedumbre lo arrincona en las calles
como escombro baldío o polvo insano,
de tacto intransitable,
que acumula torpeza y placidez esquiva
y a la postre nos trae la dureza del hielo,
muñidor del silencio!
¡Con qué presteza, ay, también resbalan,
se desploman los sueños y los bienes,
como se derrite la nieve
que llegara tan próspera,
y de su ardor primero se apodera la sal
hasta ceder y deshacerse en sombra
lo que al sol una vez fue bello y bueno!
Cuanto palpita o muere
se enciende así y así se esfuma,
igual que ensancha el aire y vuela lejos
la palabra bien dicha;
igual que los afanes y semillas
en busca de otro invierno de profundas raíces,
aguardando otra nieve.
Pues aunque resplandezca como la nieve el agua,
agua será y vapor de altura que retorna,
como el alma que asciende
para volver a ser materia y vida.
Maximiliano Hernández Marcos*
*Es autor, entre otros libros de poemas, de La sobriedad y el tiempo, y La mirada mirífica.