ENTREVISTA DE FULGENCIO MARTÍNEZ EN 2014, PRECEDIDA DE NOTA AUTOCRÍTICA EN 2019
(Respuestas del poeta y editor Fulgencio Martínez al Cuestionario de Nieves
B. Jiménez para una reportaje en La opinión de Murcia. 22 de julio 2014) (1)
(1) Hoy (1.12.2019), no me fiaría tanto de un modelo de zapato italiano, ni de ningún modelo teórico; tampoco me creería más joven de lo que me dicen los años, he aprendido que a cierta edad adulta la ira no le convierte a uno en un joven airado, que esa es una aleación que solo funciona en los años post-adolescentes. A cambio de un corto desengaño he notado que pienso y siento con menos prejuicios.
Fulgencio Martínez. Puebla
de Soto, 1960. - profesor de
instituto y Editor. Enseño Filosofía.
“Enseña a niños y aprenderás a tener miedo”,
escribí una vez. No me quiero
plantear, en serio, qué futuro les espera, ni en qué les estamos preparando. Sufro de
hipergrafía, de una necesidad convulsa de escribir casi a todas horas… Estoy casado
con Soledad Inglés Saura, y la amo, la amo.
TRAYECTORIA
Salí de la
huerta de Murcia para estudiar en Madrid, cuando tenía 18 años. Me becaron los
jesuitas en la Universidad Pontificia de Comillas, en Cantoblanco. También una beca de estancia en el campus de
Comillas. Pero yo tenía en la cabeza los pájaros de ser escritor. Busqué una pensión
en el centro de Madrid. En esos tiempos, finales de los 70, aún no había
comenzado la movida madrileña... Dejé Comillas y los jesuitas, y me matriculé
en Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad Autónoma. Luego me
saqué las Oposiciones de Filosofía, en 1984. Entonces creía que ya era
funcionario del Estado, de carrera… ahora, y desde que nos nacionalizaron las
autonomías, somos un poco menos funcionarios. Luego hice turismo pedagógico,
por Aínsa, Arganda (en Madrid), Mahón, Huesca, y de ahí volví a Murcia un día
en que me dio un aire.
He publicado varios libros de poemas, Cancionero y
rimas burlescas, en la editorial Renacimiento de Sevilla, El año de
la lentitud, editado por Huerga y Fierro, en Madrid…En 1998, fundé el Taller de Arte Gramático, que mereció el Laurel
de Cultura de la Asociación de la Prensa. Fundé también la revista Ágora- Papeles de Arte Gramático. Como
se podía prever, tarde o temprano no encontró apoyo y las actividades que
hacíamos en la Biblioteca Regional para ganarnos el pan de la revista, fueron
suspendidas por el Sobrino. No le gustaban los poetas de izquierdas. Pero ahí
seguimos. Sacamos un monográfico dedicado a la escritora Dionisia García a
finales del año pasado. Ahora vamos a sacar una antología actual de poesía
española, con la nueva editorial Alacena Roja, que lleva Luisa Navarrete en
Ceutí.(2) “Escribir en España es llorar”, dijo Larra. Publicar es una heroicidad. Estos
años he sacado tiempo para hacer colaboraciones, con artículos de opinión en
prensa, también para sacarme un máster de Filosofía y completar la carrera de
Filología Hispánica, que siempre soñé hacer.
(2) La antología citada aparecería por fin en enero de 2019, en la editorial Ars Poetica, de Oviedo, con el título: La escritura plural. Antología actual de poesía española.
-Tu ADN murciano...
Hay una foto
fija de mi memoria infantil: un niño en medio de un bancal de panizo mira pasar
el tren…Una nostalgia de distancias y horizontes abiertos, como la que sentiría
un survietnamita en su aldea de la jungla. Mi Murcia aún es esa aldea, incluso
después de ser bombardeada de napalm.
-Tus días libres los llenas de...
Me gusta ir
de vez en cuando a Madrid, en tren, para sentirme viajero y volver a Murcia.
-Estás muy unido a...
Al olor de
la lluvia y la tierra mojada en septiembre y a la membrilla de temporada,
carnosa, agridulce y apetecible.
-Necesitas acudir siempre que puedes a...
A la casa de
Miguel Hernández, en Orihuela: es mi Santuario de la Fuensanta; esa humilde
casa del poeta, hoy convertida en Museo,
es el centro espiritual de Murcia. Tendríamos que reivindicarla a pesar de la
frontera interprovincial, o conseguir que se la declarase patrimonio de todas
las culturas, como es la ciudad de Jerusalem para cristianos, musulmanes y
judíos.
-El último regalo que has recibido y especial ilusión...
Han sido
dos: un vino francés que mi hija Beatriz me trajo de su escapada a París con un
amigo; y un consejo que he leído en Antonio Machado: “Nunca traces tu frontera
/ ni cuides de tu perfil;/ todo eso es cosa de fuera”. Con un regalo así, espero sobrevivir a las
redes sociales y a la muerte, incluso. No viviré con lujo extrínseco, sino cada
día haré de mi propia compañía una fiesta lujosa.
-¿Cuál ha sido tu última compra?
Aunque fue
hace unos cuantos años, fue mi última compra: Me compré en el rastro de Madrid
un coche de segunda mano; a la semana, me avisaron de que estaba requisado por
la policía el vehículo. Desde entonces no voy nunca solo a comprar.
-¿Eres fiel a una marca de ropa o al estilo de un
diseñador porque te queda mejor, eliges siempre unos zapatos porque nunca te fallan?
Me gusta
mucho el zapato italiano, en chico. Hace unos meses tuve el honor de conocer a
Gianni Vattimo, el filósofo italiano que inventó el pensamiento débil y lo
posmoderno. Paseamos por unas calles en la Ciudad Universitaria de la
Complutense de Madrid. Íbamos en un momento dado andando de prisa porque
apretaba el calor, no encontrábamos taxi y queríamos llegar a la Avenida del
pintor Rosales a un restaurante. Me fijé en los preciosos zapatos del filósofo
turinés, elegantes, sabios, resistentes a la desorientación y al tráfico
intempestivo. Paramos ante un semáforo y reflexioné, para mí: he de fiarme
siempre en unos “escarpe” italianos.
- ¿Cómo está afectando la crisis a la cultura?
La crisis y el elevado IVA a la cultura están haciendo que seamos secuestrados por
los programas de televisión para ver cada vez un mayor tiempo de anuncios. Los
locales, como cines o teatros, céntricos, en las grandes o pequeñas ciudades,
son víctimas de la caza inmobiliaria por las empresas capitalistas de siempre.
Los niños no reciben becas de estudio, a los universitarios les suben la tasa
de matrícula, he sabido que incluso han debido pagar mis alumnos 150 euros de
derechos de examen de selectividad. Un fiasco.
Yo creo que
todo esto de los malos tiempos para la cultura afecta incluso al amor, y a las relaciones íntimas. Cada día hay menos
imaginación disponible, libre, o sea, no encauzada por el consumo; de ahí,
creo, una de las posibles causas del descenso de la natalidad en España (y en
Europa, hay que decirlo también). Y a más descenso de la población habrá menos
base para el fondo de las pensiones de los que trabajamos ahora.
Todo
empieza, ves, por la cultura. Si el señor Wert supiera esto…
-La experiencia en tu profesión...
Soy profesor
de instituto. Enseño Filosofía. “Enseña
a niños y aprenderás a tener miedo”,
escribí una vez. No me quiero
plantear, en serio, qué futuro les espera, ni en qué les estamos preparando.
Ahora, todavía saben decir “pijo”, mañana cuando todos bilingüen en inglés, ni
eso.
-¿Eres de costumbres?
Mi hábito
más raro y constante es tomar la cerveza en el aperitivo, con o sin platito de
aceitunas. Pero me gusta especialmente tomarla cuando llego a casa. Saboreo ese
momento, mentalmente, ya desde la once de la mañana. Tenía yo una compañera
mallorquina, cuando estuve destinado en el instituto de Mahón, en Menorca, que,
siendo ella rica, de familia, y esposa del capitán general, era profesora de
literatura y solía decir que ella trabajaba para ganarse el aperitivo. Esa
sensación del deber cumplido, de haberse ganado ese pequeño lujo del aperitivo,
me acompaña siempre. Aunque hoy es casi una injuria decirlo, ante tanto paro, “el
trabajo interrumpe las vacaciones”, suelo decir yo.
-¿Te encanta el mar o la montaña?
Me gusta el
mar y la montaña. He vivido en el Pirineo de Huesca, en el pueblecito de Aínsa,
y sé lo que es sentirse protegido por la montaña. Una sensación inolvidable, entonces se me hacía raro estar
en tierra llana. Pero el mar es mi infancia, las excursiones a Mazarrón en
autobús, con un chusco que nos daban durante el viaje, y a la Torre de la
Horadada, cuando había una gran franja de arena en la playa. Recuerdo que mi
madre tenía que correr a buscarme, al caer la tarde, para meterme en el autobús
que arrancaba sin el niño.
- Un olor en especial, perfumes cítricos,
maderas...césped...lluvia...
Mi olor
preferido es el tabaco, mi mejor recuerdo es cuando iba al estanco de La
Puebla, donde viví mi infancia en casa de mi abuela; allí, al entrar, se notaba
un olor sagrado de tabacos holandeses.
-¿Qué contiene tu bolso de viaje (material o
inmaterial)?
Llevo
siempre una novela de Baroja y si viajo al extranjero, una novela de Baroja y
un diccionario del idioma de los nativos que visito. ¿Sabes que Baroja le
llamaba a Londres “la ciudad de la niebla? Solo le gustaba pasear por los
muelles y dársenas del Támesis.
Una vez, la
primera vez que fui a Londres, me llevó mi mujer Soledad. Yo la convencí,
primero, de que iríamos antes a Bilbao, luego, a Londres. Por cuestión de
vuelos, conseguimos un billete de bajo coste a Londres ¡desde Vitoria! Vitoria
tiene un bellísimo y coqueto aeropuerto, muy práctico, nada como ese que
pretendía hacer Valcárcel (ex presidente de la Comunidad autonóma de Murcia, por el PP) con mi dinero y el tuyo. Desde Vitoria se salta a
Londres en un pispás. Esperando la hora de salida en la sala del aeropuerto de
Vitoria-Gasteiz escuché comentar a una señora de mediana edad (podía pasar por
una ama de casa) que iba a Londres a inspeccionar su negocio de lavandería
automática. Hay que tener ese espíritu para que sea rentable un aeropuerto, a
una media hora de Londres, claro. En fin, que desde Vitoria llegué a Bilbao, a
tiempo de entrar en un bar que estaba a punto de cerrar y de hecho ya no
servían platos de cocina. No me arredré ante la insistencia del Patxi de que
estaba cerrada la cocina, y le dije si me podía preparar un tomate partío. Me
miró el de la barra como si no supiera nada y no me lo quiso servir, pero a
cambio, me obligó a tomar una queso camembert increíblemente delicioso. ¡Estos
vascos! ¿No sabrán ellos bien lo que es un tomate partío? Pero no les da la
gana, no, señor. De ahí llegué, al fin, a Londres, era verano y el Londres más
caluroso de las últimas décadas. En los hoteles londinenses no hay costumbre
del aire acondicionado. En fin, que la ciudad de la niebla se me vino abajo.
Años después volví y reconocí el Londres de Baroja.
-¿Llevas algo especial contigo, que te da
fuerza especial?
Llevo en la
cartera una foto de mi hija de pequeña; es un punto invencible.
-La buena educación, el buen gusto, ¿qué es
para ti?
La buena
educación, cuando es sincera y no es “kinismo”, de formas hipócritas, es esencial,
creo yo. Y el buen gusto nos hace humanos entre los humanos; a mí, el buen
gusto me abre mucho el apetito.
-Restaurantes o bares de Murcia y de fuera
que tengan un sabor y un recuerdo especial , platos inolvidables...
No lo dudo:
un bocadillo de calamares con tomate en Los Zagales, con un bolito de cerveza.
De estudiante iba mucho por ahí. Ver el bocadillo mojado de salsa de tomate,
apretarlo sin que escape el solitario trozo de calamar, y llevarlo a la boca
leyendo las glorias deportivas en los recortes de periódico en la pared del
bar… Era la gloria. Ya apuntaba, por cierto, maneras yo en lo del deporte: soy,
como muchos españoles, un aficionado al deporte que hacen otros.
- ¿Qué tipo de libros o autores sueles leer más? ¿Dedicas diariamente tiempo a escribir?
Leo, sobre
todo, poesía: Lo último, una antología de nuestro poeta Eloy Sánchez Rosillo,
en la editorial Cátedra. Me gustan poetas que he tenido la suerte de conocer en
Murcia, como Eloy, Dionisia García, Andrés Salom, el maestro, que vive retirado
en una lujosa residencia de señoritas que atienden a ancianos. Y a rachas,
según la estación del año y las condiciones anímicas y climáticas ambientales,
agarro el teclado del ordenador y escribo… de todo, versos, artículos, cuentos,
aforismos. Sufro de hipergrafía, de una necesidad convulsa de escribir casi a
todas horas… Pero, por suerte (mía y del lector), como dije, solo por
temporadas.
-¿Has descubierto algo últimamente que recomendarías
y a lo que te has aficionado (un deporte, una web, algo artesanal, etc)?
Lo que he
descubierto últimamente es que no es tan fácil como creía preparar y aliñar
unas olivas partidas; cómo les quitas ese gusto amargo que se les queda… y se
puede, sí.
-¿Qué museos recomiendas?
Me gustan
los museos pequeños, como el de Sorolla en Madrid, con acceso al jardín
familiar y al patio moruno interior, donde puedes echar un cigarrillo, después
de ver un rato los cuadros con atención. No me gustan esas maratonianas
sesiones de visitante, apenas contemplador, de exposiciones multifavoritas,
aunque paso un par de veces al año por el Prado y el Reina Sofía.
-¿Manías?
Ser radical
en todo y no soportar la injusticia. Me llevo las manos a la cabeza cuando veo
pasar por la calle a un cura o a un gato negro.
- Tu música...
Me muero por
la ópera y por algunas zarzuelas. Pavarotti y Frank Sinatra son mis músicos de
cámara.
-Una escena de cine que te encante por algo,
te refleja en ti o algún recuerdo especial...
De una
película “Paseo por el amor y la muerte” (de John Huston, con su hija Angeline
de actriz principal). En la Edad Media, cierran las facultades universitarias
en La Sorbona de París, un joven estudiante decide recorrer Francia para ver el
mar por primera vez. Encuentra el amor de Angeline Huston, una dama cuyo
castillo había sido incendiado.
- ¿Qué o quién te motivó para tu profesión?
¿La verdad?
Lo que más me motiva es la mala conciencia de no hacer bastante por el futuro
de este país llamado España y por los que vendrán a ser hombres del mañana.
Simpatizo con Podemos, que ha sabido recuperar la ilusión política y ciudadana de mi generación (la de los 50, biográficamente me refiero) y la
ilusión de los jóvenes.
-Tu inspiración....
El amor es
siempre la fuente. Fíjate que no es el amor que nos deben ni el amor que los
demás nos tengan, mucho o poco, eso no es lo que importa. Es el que nosotros
damos. Solo se madura cuando empieza a importarnos el amor que tenemos para dar
y el que damos de verdad. En esa balanza se juega la realización y la
felicidad, y claro que mantener viva la fuente del amor es lo mismo que nos
inspira. Y esto nada que ver con Gala ni Paulo Coelho; no hay comercio en lo
que digo. Es un test para uno, una cuenta que uno solo ha de saldar; si tiene y
da mucho o poco amor a los demás. Se deja de ser inmaduro cuando se deja de
esperar siempre que nos amen los otros, y empieza uno a mirarse si uno ama a
alguien o algo. Yo, en las temporadas en que caigo en la decepción de que no
amo a una persona, me aferro al amor a la poesía y al arte. También eso es
importante, y, como antes decía, la cultura es necesaria por muchas cosas, pero
sobre todo para mantener una reserva de amor. Nadie que ame la cultura puede
querer la destrucción del mundo.
-¿Podrías resumir en una cuartilla tu trayectoria personal y profesional?
Yo salí de la huerta de Murcia para estudiar en Madrid, cuando tenía 18
años. Me becaron los estudios los jesuitas en la Universidad Pontificia de
Comillas, en Cantoblanco. Me ofrecieron beca también de estancia en el campus
de Comillas, a unos 20 kilómetros de Madrid. Pero yo tenía en la cabeza los
pájaros de ser escritor, y de llegar a triunfar en los ambientes literarios,
como había leído en los libros de Francisco Umbral.
Lo más importante para el
joven escritor recién aterrizado es encontrar una buena pensión. Así lo hice y
me busqué una en pleno centro de Madrid (abandoné el campus de Comillas); me
instalé en la calle Relatores, entre Atocha y el Rastro. En esos tiempos,
finales de los 70, aun no había comenzado la movida madrileña ni se había
puesto de moda comprarse un ático restaurado en una sucia calle del centro. En
Relatores vivió un tiempo Joaquín Sabina. Yo estuve medio año en esa pensión,
para viajeros y estables, con derecho a comida y cena y a habitación con dos
camas, la libre ocupada por algún viajero ocasional. Recuerdo que uno era
policía secreta y le acompañaba a desayunar en un bar que estaba esquina con el
bar Las Bravas. Juro que vi una vez que extendía el periódico frente a sí y
sostenía una pistola a este lado de las páginas. Como en las películas… Cuando
le pregunté con un gesto de sorpresa, me dijo, por lo bajo, “estoy espiando a
ese”. De vecinos de balcón, en otra habitación de la pensión, vivía una pareja
muy joven, de mi edad aproximadamente, que hacían un número sexy en un club de
la plaza Benavente. Me pasaron una tarde un porro por el lado del balcón y me
invitaron a verlos actuar esa noche. Esa era otra, hambre de literatura y de
gloria, pero más que nada, de hembra… a esas edades, vírgenes, hablamos de
otrora.
Desde el Ateneo, que estaba cerca, estudié la carrera, casi sin ir a clase (dejé
Comillas y los jesuitas, y me matriculé en Filosofía y Ciencias de la Educación
en la Universidad Autónoma, que también estaba lejitos del centro de Madrid,
vaya). Luego me saqué las Oposiciones de Filosofía, en 1984. Entonces yo creía
que ya era funcionario del Estado, de carrera… ahora, y desde que nos
nacionalizaron las autonomías, somos un poco menos funcionarios. Trabajadores
de la enseñanza, dicen los sindicatos del ramo. Yo reivindico mi condición
peleada y ganada (a costa también de mucho sacrificio y dinero de mis padres)
de ser funcionario del Estado español. Un funcionario napoleónico, no uno de
estos autonómicos y cuasifuncionarios.
Luego hice turismo pedagógico, por Aínsa, Arganda (en Madrid), Mahón,
Huesca, y de ahí volví a Murcia un día en que me dio un aire.
He publicado varios libros de poemas, el más reciente ha salido el pasado
mes de junio: Cancionero y rimas burlescas, publicado en la editorial
Renacimiento de Sevilla. En 2013 publiqué El año de la lentitud. La poesía es
siempre una bomba que explota con mucho retraso, pero explota. No escribo
libros para pasar el rato ni yo ni el lector.
En 1998, fundé en Murcia el Taller de Arte Gramático, que se dedicó durante
diez años a difundir la cultura y mereció el Laurel de Cultura de la Asociación
de la Prensa. Lo recibí, en nombre de la asociación, en el centro cultural de
Torre Pacheco. Agradecí, en mi discurso, que allí hubiera personas, pues por el
camino solo había encontrado grúas y campo roto. Se enfadó mucho un cierto
señor de unos negocios de especulación inmobiliaria, y no quiso hacerse foto
conmigo, siendo su obligación como fuerza viva y anfitrión. El ex concejal de
Cultura de Murcia, Antonio Barnés, me echó un capote y templó a la fiera que se
sintió aludida, total por una observación poética que hice… Ay, Jesús, qué
habrá sido, desde entonces hasta hoy, de todos esos buenos ladrones.
|
Monográfico en homenaje a Miguel Hernández |
|
Monográfico dedicado a Luis Alberto de Cuenca |
Fundé también la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático (cf. Portal del Hispanismo: https://hispanismo.cervantes.es/publicaciones/agora-papeles-arte-gramatico-0 ). La revista, como se podía prever, tarde o
temprano no encontró apoyo y las actividades que hacíamos en la Biblioteca
Regional para ganarnos el pan de la revista, fueron suspendidas por el Sobrino (se refiere al consejero de Cultura y sobrino del ex presidente Valcárcel).
No le gustaban los poetas de izquierdas, pero lo que me dejó estupefacto fue
oir a su Director de Cultura, que hoy escribe en este periódico, que tampoco
les gustaba Sabina. (Lo había llevado al Archivo Regional, como poeta, junto a
Benjamín Prado). “Si tu me traes a Sabina yo invito a Pío Moa”, me sentenció el
Director. No quería seguir yo la apuesta: se me pasó seguirla, pero no; ¿o sí?
Y fue sí.
“Y si yo invito a Ángel González
(vivía este poeta aún), tú a Federico Losantos”; y así…
La revista ha continuado hasta hoy, con la módica aportación de los
lectores y de su editor, yo. Sacamos un monográfico dedicado a la escritora
Dionisia García a finales del año pasado. Y ahora vamos a sacar una antología
actual de poesía española, con la nueva editorial Alacena Roja, que lleva Luisa
Navarrete en Ceutí. “Escribir en España es llorar”, dijo Larra. Publicar es una
heroicidad, una tragedia griega.
Estos años he sacado tiempo para hacer colaboraciones, con artículos de
opinión, en este periódico, La Opinión, y antes en La Verdad; también para
sacarme, por la UNED, un máster de Filosofía y completar la carrera de
Filología Hispánica, que siempre soñé hacer, aunque me decidí de joven por la
Filosofía.
Estoy casado con Soledad Inglés Saura, y la amo, la amo.
ÁGORA DIGITAL DICIEMBRE 2019