ÁGORA. ULTIMOS NUMEROS DISPONIBLES EN DIGITAL

lunes, 28 de octubre de 2024

Oficio de Tántalo (Aprendiz del oficio de poeta o la poesía como un viaje infinito). Breves pinceladas sobre grandes poemas. Por Fulgencio Martínez / Avance de Ágora N. 30. Nueva Colección.

 

                                                                                        Blas de Otero

 

Oficio de Tántalo (Aprendiz del oficio de poeta o la poesía como un viaje infinito). 

               Breves pinceladas sobre grandes poemas. Artículo de Fulgencio Martínez



    ... Tántalo en fugitiva fuente de oro.

                FRANCISCO DE QUEVEDO

 

Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.

Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...

Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.

Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.


Blas de Otero (de Ángel fieramente humano)

 

 

 

AFECTOS VARIOS DE SU CORAZÓN, FLUCTUANDO EN LAS ONDAS DE LOS CABELLOS DE LISI

 

En crespa tempestad del oro undoso
Nada golfos de luz ardiente y pura
Mi corazón, sediento de hermosura,
Si el cabello deslazas generoso.

Leandro, en mar de fuego proceloso,
Su amor ostenta, su vivir apura;
Ícaro, en senda de oro mal segura,
Arde sus alas por morir glorioso.

Con pretensión de Fénix encendidas
Sus esperanzas, que difuntas lloro,
Intenta que su muerte engendre vidas.

Avaro y rico y pobre, en el tesoro
El castigo y la hambre imita a Midas,
Tántalo en fugitiva fuente de oro.

 

Francisco de Quevedo y Villegas


Las obsesiones tienen poca (y mala) cura. Sólo podemos flotar en ellas. Desde hace días me asaltaba la cabeza el verso o cabo de verso "de Tántalo es la pena" (pues sabía reconocerlo como tal verso, y recordaba a su autor, aunque no lo traía a mi memoria completo ni tampoco localizaba el contexto, el poema -soneto, sí, pero cuál- del autor bilbaíno).

Esa obsesión sé cómo vino (luego lo contaré; nada me va a estropear la pesca de una rima casual), pero, como llegó, así creía yo que habíase marchado. De repente. Sin embargo, hace unas horas me volvió la musiquilla, y aquí estoy, véanme (o imagínenme) escribiendo. Tentado a poner en ripio y mármol eterno:  las obsesiones solo se curan / con la escritura. Dejando un eco vagamente sanjuanista:

 mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

 

El arjé de todo, en el capítulo de mi obsesión, vino de mi rechazo a esa sintaxis un poco rancia (a mis oídos) que emplea en muchas ocasiones don Miguel de Unamuno en los versos de su poemario Teresa, que he leído a fondo estos meses.

Cómo me estropea el son del verso ese hábito decimonónico del hipérbaton, que antepone el complemento genitivo al núcleo nominal, y que si bien en las mejores rimas de Bécquer queda tan natural (por misterioso modo): "Del salón en el ángulo oscuro...." (quizá porque el oído se ha acostumbrado a ello), en otros autores, suena a retórica robada. (Por no emplear otro adjetivo despectivo).

Y no es verdad.... como decía otro poeta (Machado, yo era niño y tú mi compañera):

La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
—Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

            *

    Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella. 

Estamos, quizá, ante el mejor poema de Antonio Machado. 

 

                                                                                      Leonor Izquierdo
 

Y no es verdad ... ese desprecio o no aprecio mío, a los usos de un poeta como Unamuno. Vamos por partes: por ejemplo, en la rima 94 de "Teresa", que considero excelente, digna de ponerse al lado de un poema escrito por uno de los grandes poetas del siglo XIX (y considero que ninguno del XX llega a la cima de un Hölderlin o de un Leopardi).

 

    Oigo el susurro de la Muerte que llega,

    paso aterciopelado de pie desnudo,

    cauteloso arrastrarse como de ciega

    que a tientas husmea, con olfato agudo.


    Y al sentir de su ala-mano el nimbo de aire

    conteniendo el resuello, me apelotono;

    del bastión del misterio, quieto, al socaire

    apretando los párpados me abandono.


    Me hago así el muerto, como un escarabajo,

    ¡qué cobardía!, pues es morir dos veces,

    y en este juego oscuro, ¡duro trabajo!,

    del poso de la vida gusto las heces.


    ¡Ay lo que cuesta resignarnos al sino!

    Por no morir morimos huyendo muerte.

    ¡Ay, caminante, que apuras el camino;

    hasta el fin no se toca toda la suerte!


    Dime tú mientras doy mis quejas al viento

    al oído la ley de tu corazón,

    que mi pecho así cobre el último aliento,

    ¡aliento final de la resignación!

 

                (Miguel de Unamuno. Teresa, 1924)

 

Y no es verdad... lo que dije. La poesía supera mis prejuicios y se me impone. Cuando leo este poema (sobre todo la penúltima estrofa, para mí resonante en mi yo profundo) creo que me equivoqué al juzgar con el oído externo, con el falso troquel con que acuñaba como moneda fuera de uso un tesoro de mucho valor. Y tanto. La poesía, cuando vuelve al oído, cuando una y otra vez se anuda al pecho (y cuánto ha de ayudar en ello la rima, que hoy se abandona y desprecia), pues produce esa lisura, esa hondura inexpresable. Así debió ocurrirme, y ocurrir durante generaciones anteriores a la mía, con las rimas de Bécquer, que también de forma insistente utilizan el hipérbaton antinatural y el retorcido giro del lenguaje (¿pero cuándo hemos decidido que la poesía ha de ser lenguaje coloquial y ayuno de énfasis?).

Me pongo estos deberes: comprender mejor la poesía anterior a mi forma de habla epigonal. Leer a Unamuno como si leyera a Bécquer, como si leyera a Leopardi como si leyera a Hölderlin como si leyera a Antonio Machado o el Cántico de San Juan de la Cruz. Leer, leer, leer ... a los grandes poetas, y tratar de aprender algo (¡berzota!).

        

                                                                    Leopardi. Retrato de Ferrazzi

 Termino con una recomendación. Para aquellos que podáis leer francés (aunque también puede estar traducida): la página les.vraisvoyageurs; interesante página dedicada a la poesía (entre otros temas) y en especial, a los poetas españoles desde Francia. Algunas entradas:

 https://www.lesvraisvoyageurs.com/2023/03/16/blas-de-otero-2/

https://www.lesvraisvoyageurs.com/category/litterature/langueespagnole/

https://www.lesvraisvoyageurs.com/tag/francisco-de-quevedo/


La poesía como viaje infinito. La página "Los verdaderos viajeros /Les vrais voyageurs", se presenta con este mote de Montaigne.

"Il faut voyager pour frotter et lisser sa cervelle contre celle d'aultruy" Montaigne, Essais Livre I, 1595  (Es necesario viajar para frotar y lisar su cerebro contra el de otros"). 

Ese contra vale tanto para la poesía como para el ensayo (es el acta de nacimiento del ensayo moderno, diría yo).


28 de octubre 2024, Huesca

No hay comentarios:

Publicar un comentario