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lunes, 21 de octubre de 2024

Teresa, un libro de poemas. Artículo de Fulgencio Martínez. Homenaje a Unamuno, en el centenario de su libro "Teresa" / Ágora-Papeles de Arte Gramático. N. 29. Nueva Col. Otoño 2024

 

 

                                                                        Unamuno, pintado por Sorolla.

 

 

TERESA, UN LIBRO DE POEMAS 

 

          ¿Cuándo las golondrinas, ya muertas, volverán? 

                            Unamuno, Teresa (Rima 95)

 

 

Me imagino a un pobre autor de reseñas delante de este libro de Unamuno, a poco de publicarse en 1924. Teresa es un libro de poemas, en efecto, pero tanto don Miguel, el poeta, y la crítica posterior se han empeñado en hacernos creer otra cosa.

Incluso en la excelente edición que manejo, la de Cátedra, Letras Hispánicas, 2018, María Consuelo Belda Vázquez se decanta al final, en su imprescindible estudio preliminar, por considerar novela a este poemario.

 


 

Unamuno, ciertamente, no facilita la adscripción genérica de la obra, aun ni siquiera deslinda verso y prosa, aunque la primera forma de expresión predomine sin duda (al menos, en extensión, si no en intensión, incluso en la intención o propósito autorial). En fin, sigue siendo esa una cuestión disputada.

Hay que recordar que Unamuno con este libro, Teresa, como Juan Ramón Jiménez, con su Diario de un poeta recién casado, trasunto de su viaje desde Moguer a América en 1916, constituyen la cima de la vanguardia anterior al 27; afirmación que puede sonar extraña, salvo si reparamos en las novedades de esos dos poemarios. Juan Ramón es el mejor impulsor del poema en prosa en España y su consumado (y en mi opinión, insuperable) artista. Unamuno no le va a la zaga en eso que hoy llamamos géneros híbridos, aunque, ojo, lo importante no es lo que un autor se propone, ni la novedad en sí, sino el logro estético y artístico total de una obra. Muchos "vanguardistas" son hoy ilegibles, como ya lo fueron en su tiempo;  mediocres "novedosos". De muchos de los poetas, por ejemplo, del movimiento surrealista, tendríamos poco que salvar; ya no digamos de movimientos vanguardistas anteriores. Curiosamente, han quedado autores que solo de una forma marginal bebieron en esas escuelas o movimientos: Pedro Salinas, de sus primeros libros donde incorpora el ultraísmo; René Char, en Francia, Octavio Paz, en Méjico, y, sobre todo, Aleixandre, Cernuda en España, sin olvidar a Federico García Lorca, quien produce el libro más importante de todo el surrealismo europeo: Poeta en Nueva York. Esas son obras, en cierto modo, híbridas, en cuanto a su estilo e intención: el surrealismo ha sido metaforizado en otra cosa y está al servicio de un tema (social, amoroso, o de reivindicación sexual y de rebeldía metafisica y moral).

Perdonen este excursus, pero quería apuntar con él al complejo sentido de la expresión "obra genéricamente híbrida". 

 

Centrándonos en Teresa. Rimas de un poeta desconocido (tal como reza su título original), Unamuno nos ofrece en este texto:

Primero. Un prólogo de Rubén Darío -"Unamuno, poeta". Dicho prólogo es, en sí, una obra maestra, en cuanto a lucidez y sabiduría poéticas, del maestro de todos los poetas (modestamente, me incluyo en este reconocimiento).

Segundo. Una "Presentación" escrita por el propio autor del poemario, Miguel de Unamuno. La "Presentación" ocupa unas cuarenta páginas (en la edición mencionada). En ella, se nos informa del supuesto autor de los poemas que se presentan, Rafael, y del motivo y la destinataria de los versos: Teresa. Pero, lejos de ser estos nombres "máscaras" novelescas, Unamuno trata (como, hace por cierto en sus nivolas) de hacernos creer que son personas reales (siguiendo también otra de sus ideas "fijas", expresada ya en su primera gran obra de ensayo: Vida de don Quijote y Sancho, donde llega don Miguel a afirmar que don Quijote es persona más real e histórica que el propio autor de la novela, Cervantes). (1) Además, la referida presentación nos desvela la poética del propio Unamuno, en paralelo, que no identificación, con la de Rafael, su discípulo y corresponsal. Y, sobre todo, nos da una pista de lectura, con la etimología griega del nombre de Teresa, epónimo al que dedica el título de la obra. El libro, desde esta clave, se nos presenta como una reivindicación histórica de la mujer, de lo femenino en toda su dimensión mitopoética. Teresa es un símbolo, pero es más que un símbolo.

Tercero. Ya a paso de marcha, nos dirigimos por los versos del poemario. Abrimos el cofre después de admirar las joyas que sobresalen en su tapa. En primer lugar, nos sorprende la riqueza y abundancia. 98 rimas más una epístola final, de "ciento treinta versos endecasílabos, escritos en tercetos encadenados" (2)

La dedicación de Unamuno a la escritura de poemas fue intensa, sorprende, sin embargo, su contemporaneidad con momentos muy agitados en la vida del poeta. Los años de su oposición y pleito con la dictadura del general Primo de Rivera, que había dado un golpe de estado en septiembre de 1923, le inspiran a distanciarse en su yo lírico, produciendo o en otros casos reescribiendo los poemas que publicará ya en París, en el exilio, en 1924, y que pertenecen al poemario Teresa, este coloquio entre novios, metafísico como muchas conversaciones "de reja" donde se mezclan los temas románticos, de amor y de muerte, con los sensuales y propios del país, la condición y la circunstancia. Esa inspiración y refugio en la intimidad poética, provocada por la agitación política exterior, produce más frutos:  De Fuerteventura a París (1925), Romancero del destierro (1928). (Recordemos: más de seis largos años de destierro en Francia sufrió don Miguel, hasta la llegada de la república, en abril de 1931).

¿Qué valoro de los poemas de Teresa? En primer lugar, no todos los poemas me gustan, y creo que en algunos de ellos la reinterpretación de la rima de Bécquer está muy lejos de la altura de este poeta. Bécquer es mucho más moderno, fino y esencialista. Fue Juan Ramón, y fue a su modo Antonio Machado, el mejor discípulo del genial poeta sevillano.

Sin embargo, los mejores poemas del libro son de una calidad descomunal, poco usada en la poesía del siglo XX. Más remiten al italiano Leopardi, si tuviéramos que ponerle marchamo de influencia, o incluso, me atrevo a decir, de competencia.

 

Gracias, Señor, voy a morir al cabo,

   gracias te doy, Señor;

no más del Tiempo que nos mata esclavo,

    ¡libre por el amor!

 

Ahora es cuando el cielo es todo rosa,

    canta la eternidad;

ahora es cuando siento toda cosa

    bañada en realidad.

 

Ahora es cuando veo de mi vida

    la eterna juventud,

ahora, en la hora al fin de la partida,

    cosecho mi salud.

 

    (fragmento, rima 93)

 

Estos versos -hay que asombrarse- son de Miguel de Unamuno...aunque los podría haber escrito, años después, otro Miguel (Hernández). La precisión terminológica (salud, realidad) que es propia de la poesía (esa precisión aumenta la poeticidad, la resonancia y la multivocidad de cada palabra propia del poeta en el poema) nos recuerda al escueto Bécquer de las "Rimas", ahora sí, incluso mejorándolo, no desde la imitación. La profundidad filósofica, y el ritmo, el ritmo, que aún se le cuestiona al poeta Unamuno... 


Oigo el susurro de la Muerte que llega,

paso aterciopelado de pie desnudo,

cauteloso arrastrarse como de ciega

que a tientas husmea, con olfato agudo.


Y al sentir de su ala-mano el nimbo de aire

conteniendo el resuello, me apelotono;

del bastión del misterio, quieto, al socaire,

apretando los párpados me abandono.


Me hago así el muerto, como un escarabajo,

¡qué cobardía!, pues es morir dos veces,

y en este juego oscuro, ¡duro trabajo!,

del poso de la vida gusto las heces.


    (fragmento, rima 94)



Me abraza con sus alas, cual gigante murciélago,

para hundirme en la tierra -negro, cerrado piélago (...)

 

después de ti, Teresa, vuelvo a nacer de nuevo

 

y sé lo que es nacer y lo que es haber vivido

y doy las gracias a Dios porque así lo ha querido.

 

¿Cuándo va a empezar al cabo, Señor, mi reposo?

¿Cuándo en mi pecho, al fin, va a sosegarse este poso

 

de vida tormentosa, de encendido huracán?

¿Cuándo las golondrinas, ya muertas, volverán? 


        (fragmento, rima 95).


En cuarto lugar, en las "Notas" el autor del libro comenta los poemas de Rafael y en parte del propio Unamuno. Y, por fin, en la quinta sección de esta obra, que Unamuno titula "Despedida", Unamuno en persona se dirige al lector, a su lector, que es tanto un personaje a estas alturas.

"Despedida" reserva la sorpresa de una de las páginas más líricas (en prosa) y entrañable de la literatura española, quizá de todas las épocas, anteriores y futuras; si todavía existiera en lo remoto la literatura hispanoespañola. Nos recuerda a la mejor prosa de Juan de Mairena, que escribirá Machado una década después, por su calidad, por su actualidad, por su temblor.

     He tallado este marco en intervalos de mi campaña civil. Estas líneas las estoy escribiendo, en unos días plácidos y sosegados de mediado septiembre de este año de 1923, el de las Responsabilidades, en estos días en que empiezan a amarillear las primeras hojas del otoño y en este plácido y sosegado retiro de la ciudad de Palencia, la Abierta, a orillas del Carrión, el río que lleva el eco de las inmortales coplas de Jorge Manrique, el río de los Campos Góticos,  el que arrastra a la mar las sales de los huesos de los reconquistadores.

        Las escribo en días de agitada historia patria (...) Rimas que en las alas de las horas se alzan por encima de la pesadumbre del siglo, y dejo que pase la película de los héroes casineros. Cosas más eternas tengo a la vista.

        Aquí, frente a la casa, el hogar de mi hijo mayor, en que moro, unas golondrinas tienen puestos sus nidos encima de unos balcones, y más abajo, en los soportales de la calle, una parejita de enamorados, dos jovenzuelos en plumón todavía, ensayan los vuelos del amor (...) Las primeras lluvias frías del otoño han hecho emigrar las golondrinas, aves que no encuentran ya alimento, pero a la parejita de golondrinas humanas les protegen de esas lluvias los soportales, estos soportales de ciudad castellana que le dan el aire y tono de un hogar, de una sola casa, estos soportales domésticos y civiles.

                        (Teresa, Op. cit. pp. 405-409)

 

 Fulgencio Martínez

 

 

 Notas

(1) Debo al extraordinario libro de Pedro Ribas Para leer a Unamuno (Alianza ed. 2002) el entendimiento de este punto crítico,  que me redescubre la coherencia de Unamuno. "Quizá lo que llama la atención es el carácter platónico del personaje de ficción. Don Quijote es personaje creado por Cervantes, pero una vez que éste lo entregó a los lectores, Don Quijote tiene "realidad" independientemente de quien lo creó, puesto que (cita Ribas palabras de Unamuno, de Vida de don Quijote y Sancho) "solo existe lo que obra y existir es obrar, y si don Quijote obra, en cuantos le conocen, obras de vida, es don Quijote mucho más histórico y real que tantos hombres, puros nombres que andan por esas crónicas..." (p. 95. Para leer a Unamuno, op. cit).

 

(2) Cito la deliciosa adenda (Comentario métrico de la rimas) de Belda Vázquez (p. 435. Teresa, Cátedra, op. cit).

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