“EL QUE LA HACE, LA
PAGA” DE LOS POLÍTICOS MEDIÁTICOS
Cuando los oyes hablar se parecen tanto unos a otros, que no
cabe duda: son siameses. Me refiero a los políticos españoles, ya sabe: los de
casa, los que todo día viven en la tele. Se conoce el que son españoles “cien
por ciento” (como diría un estadístico argentino) porque no tienen otra cosa
que ser, y porque no tienen nada mejor que hacer, que diría mi madre; quien llama desocupados y vagos a los que salen en la
tele, sobre todo en horas de mañana cuando uno debe estar trabajando. Y se
conoce el que son políticos porque repiten siempre la misma copla de moda,
previsibles hasta el punto que los dejamos hablar solos en la pantalla para
entretanto hacer nosotros nuestro trabajo o atender al teléfono. Son tan
educados que lo comprenden y, como si nos esperaran, no tienen inconveniente de
repetir. No hay problema, pues, de conciliación laboral entre nuestros horarios
y los suyos. Pero es que, además, respetan nuestro tiempo de ocio, aunque lo
invadan; comprenden nuestras fugas ocasionales y, en fin, tiran de la paciencia del santo Job
para educar al más torpe.
Llenan con sus caras las teles; en programas de toda laya,
incluso en espacios de debate político. Por supuesto, habitualmente trabajan en
concursos y anuncios, magazines y autopsias de corazón, informativos,
tertulias, ¡misas!. ¿También en eso?
Ahora que lo pienso, les debe resultar difícil para su vanidad
ventrilocuar a sacerdotes y cardenales. No siempre les vemos sus caras, como
cuando hacen los discursos del Rey o escriben las noticias que leen los bustos
parlantes de los presentadores…, o cuando dictan leyes a los jueces, y alguna
vez se atreven a guionizar las sentencias. Sin pereza ni vergüenza, ese es su
lema. Están en la tele y a la vez en todas partes: en la banca, en la
judicatura suprema, en las empresas del ránking (aunque para esto han de pasar por
una puerta giratoria que les oculta un tiempo). Eso sí: viven de la frase de la
temporada. Nadie espere que entre tanta desocupación atareada hagan más. Por
eso, si uno de nosotros (“un español a la fuerza”, como ellos, aunque sin el don de la ubicuidad y de la multitarea) desatiende la emisión unos
meses, no reconocerá la canción de moda, el mantra que se lleva.
La frase “top” de esta temporada, entre nuestros políticos,
es la versión extendida de una del refranero: “el que la hace, la paga”. O en
boca de Pedro Sánchez: “que el que
la hace, la pague”. Bajo este lema
novedoso, que suele venir acompañado, a modo de justificación general, de una
máxima moral del tipo “la política tiene que ser limpia”, se ocultan posibles responsabilidades
corporativas, y lo que es peor, por ella tienen tema y guión los políticos para
implementar otros tantos capítulos. Si usted sigue de lejos el serial, no se
preocupe. A pesar de la morcilla fresca, vuelven de vez en cuando al otro
mantra: el “tú, más”, que usted conocía. Pero, por poco tiempo. De nuevo, disciplinados,
repican el nuevo eslogan: que el que la hace, la pague, y el que roba que apeche
con la pena por el delito. Han de sofocar el incendio y detener al pirómano a
la vez (lo cual no es fácil para ningún mortal ordinario, ¡aunque ellos tienen
los dones especiales que dije antes y para nada quieren dividir sus poderes!).
Lo más penoso de ver y oír es cuando se da el caso de que el que presuntamente
roba es un amigo íntimo (como le ha ocurrido a Martínez-Pujalte con Rato);
incluso esa oveja mediática descarriada que olvida decir el guión, tarde pero
vuelve a casa. He aquí, pues, una nueva frase, o una actualización del viejo
refranero: un cortafuegos, me temo, para que no se investigue más allá del implicado.
Mientras tanto, no se toca aquello que les da de comer: la marca del partido,
el chollo de la organización, el cerdo de donde salió el chorizo enfermo.
FULGENCIO MARTÍNEZ
Profesor de Filosofía y escritor
Publicado en El Pajarito.es (periódico digital)
ÁGORA DIGITAL OCTUBR 2014/ DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO DE FM...
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