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domingo, 9 de febrero de 2025

ANTONIO MACHADO Y HENRI BERGSON. LA MORAL ABIERTA. Por Fulgencio Martínez. Ágora N. 30. Nueva Col. Homenaje a los Machado.

 


 

 

ANTONIO MACHADO Y HENRI BERGSON. LA MORAL ABIERTA

 

                                                                                 Por Fulgencio Martínez

 

  

  Voy a terminar dirigiendo algunas palabras a los niños. Vosotros contribuís al homenaje que hoy rendimos a la memoria de don Antonio Pérez de la Mata, y vuestra presencia pudiera ser el más alto honor que se tributa al muerto. Y digo que pudiera ser, y no es, porque vosotros representáis un porvenir incierto.

                                                                                                               Antonio Machado

 

1. Antonio Machado, a través de sus complementarios, ha aportado a la filosofía el más radical planteamiento de la “esencial heterogeneidad del ser”. No voy aquí a seguir todas las complejas implicaciones de este pensamiento metafísico, solo aquellas que afectan a la poesía (entendida como conocimiento y comunicación) y a la “moral abierta”. Aunque esta intuición de la alteridad del uno debe mucho a Leibniz, como respuesta a la idea de este sobre que el ser es una mónada sin puerta ni ventanas, será pensada por Machado en diálogo con Bergson, el pensador que más influyó, desde principios de siglo XX, en París, en su formación filosófica. Al igual que Nietzsche, Bergson se acerca a la ética (y a la religión) preguntando por su genealogía, su fuente, y encontrará, a diferencia del alemán, su origen en la estructura abierta del ser humano. (No en una voluntad de poderío que erige “valores” o ídolos para imponerse). De este modo, Bergson “justifica” la ética (y la religión), que encuentra su sentido profundo en esa misma fuente: lo que llamará la moral abierta. Machado aún irá más allá de Bergson: profundizando a partir del punto a que llegó su maestro. Es decir, ahondando en la misma fuente, y relacionando la moral abierta bergsoniana con la obsesión metafísica de Mairena y Abel Martín: la esencial alteridad del ser.

 

 

2. La poesía de Antonio Machado es poesía del conocimiento a la vez que poesía como comunicación. Se diría que es la verdadera poesía del conocimiento, pues este se logra en la comunicación y empieza con el descubrimiento del otro, y se dirige a la revelación de nuestro yo mejor o auténtico. Machado aporta a esta poética una base filosófica. Dice que solo el ser humano quiere ser otro (hay que entender este pensamiento no solo en proyección al otro, a la alteridad; también en el sentido de ser mejor, del deber ser). No solo el hombre quiere ser sino ser mejor, su deber ser. Nuestro mejor yo que es el mejor tú.

Converso con el hombre” –ideal- “que siempre va conmigo” (…) / y me enseñó el secreto de la filantropía, dice el “Retrato” (XCVII). Esta sentencia, si no nos deja entenderla en un sentido pragmático, incluso cínico – mi amor a los otros empieza y termina amándome a mí mismoes porque, intuitivamente, entendemos lo contrario: que del yo mejor, verdadero dialogante, va al tú. “Este buen amigo” “enseña”, por no plegarse como un eco mío. Su alteridad me enseña a reconocer mi voz, y a no concluir mi ser. El juicio implica una misión o llamada a ser otro y al ser de lo otro (es juicio de “moral abierta,” en el sentido en que Bergson entiende esta fuente de una ética universal) a la que se responde con una llamada o compromiso, diríamos hoy, frente a una “moral cerrada”.

 

En Las dos fuentes de la moral y la religión, libro de 1932, con afinidades con el pensamiento ético de Juan de Mairena, Bergson establece la dicotomía de fuentes, aquí nos incumben las de ámbito moral. Una fuente, la moral cerrada nace del instinto social y su función es cohesionar a las sociedades. La otra, “moral abierta”, irreductible a cualquier vínculo o ley social, tiene pretensión absoluta, muestra la dignidad de la persona y el derecho de todos al respeto; no hace círculo ni encierra al individuo en su sociedad concreta sino que promueve la actitud del alma abierta enfocada a abrazar la humanidad entera.

Igual que Juan de Mairena, Bergson señala dos “modelos” de esa moral abierta: Sócrates y Jesús.[1] Hay que entender esto: en la Historia occidental, al menos, Sócrates y Jesús (el cristianismo evangélico) han propuesto los dos prototipos de ética: la griega basada en la razón; la cristiana, en el corazón. Intelectualismo y emocionalismo son dos direcciones de cualquier ética posterior a estos modelos y a estos fundadores de la ética. Ambos alcanzan el fundamento moral en un principio universal que obliga al ser humano de cualquier circunstancia: Sócrates en el diálogo racional, que implica la definición del hombre como “animal racional” y “animal político”, como recogerá Aristóteles dentro de esa tradición racional socrática. Fijémonos en la importancia ética de estas definiciones. No es definido el hombre como griego ni ciudadano de una “polis” determinada, sino como animal que usa la razón-lenguaje y vive en comunidad. De ahí que todos somos llamados a la comunidad del diálogo racional. Por otra parte, Jesús encuentra el fundamento universal y la obligación ética en el sentimiento de fraternidad de todos como hijos del mismo Dios. Apelando a la compasión y comunidad de sentimientos de naturaleza, al corazón; por tanto, sin necesidad de una fe trascendente, Bergson y Mairena coinciden en la mayor importancia del cristianismo para el progreso de la ética: “Hubo que esperar al cristianismo para que la idea de la fraternidad universal, que implica los derechos y la inviolabilidad de la persona, resultara efectiva. Se dirá que la acción fue muy lenta; debieron de transcurrir dieciocho siglos antes de que los Derechos del hombre fueran proclamados por los puritanos de América, seguidos por los hombres de la Revolución francesa. Pero tal acción había de hecho comenzado con la enseñanza del Evangelio”– Bergson, Les deux sources de la morale et de la religion; cita recogida de Gómez Caffarena en Historia de la Ética, I, Victoria Camps (ed), Crítica, p. 325–. Bergson escribe antes de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aún hoy vigente. (Las ideas bergsonianas sobre una ética abierta universal debieron predisponer e influir en la conciencia política que, tras la Segunda Guerra Mundial, proclamó los derechos universales del hombre con base en una ética universal del respeto, aun en plena auge de ideologías unilaterales y en víspera de la guerra fría).

La aspiración misma a lo mejor (a lo ideal) forma los valores (para Machado y Scheler) y el reconocimiento mismo de esta aspiración y, por tanto, de que hay valores que nos mueven, todo ello implica un “descontento” con el ser (primera piedra de nuestra ética, dirá Machado en el segundo tiempo de Juan de Mairena (vol. II), el Mairena de la guerra de España). Del descontento, no de la angustia existencial surge la respuesta del último Machado al más grave problema referido: el sinsentido del juicio final, ese juicio que puede ser en cada momento de la conciencia moral, enfrentada a la nada del sentido.

 

3. La respuesta será la transmisión (a la que el poeta-filósofo Antonio Machado se refiere en los versos del proverbio, estudiados por el mejor conocedor de la filosofía práctica de Machado, Juan David García Bacca[2]: “¿Dices que nada se crea? / No te importe, con el barro / de la tierra, haz una copa / para que beba tu hermano.”). El sentido del sentido (ni en sueños se pierde el obrar bien, según “Segismundo” de Calderón), la misma conciencia es (en otro sentido, paulino: fe), fe en lo fraterno, en la transmisión.

La transmisión no implica continuidad lineal en el tiempo, porque como bien dice Machado en su artículo[3] en homenaje al sacerdote y maestro krausista Antonio Pérez de la Mata: épocas bárbaras han venido y vendrán después de épocas de cultura. “Todos sabemos que la historia es algo que constantemente se altera y modifica. A varias generaciones de hombres cultos y laboriosos pueden suceder otras tantas generaciones de bárbaros que arruinen y entierren la obra de sus antepasados”. El tiempo lineal, histórico, no coincide en todo con el tiempo de la cultura. Este otro tiempo de humanidad es ético, tiempo de valores y revelación del ser en poesía, en el texto eminente. La conciencia de juicio, los términos “Despertar”, “Vigilante” están conformando las ideas de Machado, en este otro retrato por persona interpuesta, como suele ocurre en sus poemas.

El texto leído en la conferencia del 1 de octubre de 1910 fue publicado el 4 de octubre de ese año en el periódico “Tierra soriana”. Es un texto fundamental para conocer sus pensamientos sobre el asunto de la transmisión, y para entender los valores que informan la poesía machadiana, principalmente la poesía del periodo “soriano”, antes de la marcha del autor a Baeza y del período de indignación moral ante las realidades de España. En forma de modesta alocución didáctica, informa el texto sobre los valores machadianos, de la transmisión y de la conciencia vigilante:

 

“Voy a terminar dirigiendo algunas palabras a los niños. Vosotros contribuís al homenaje que hoy rendimos a la memoria de don Antonio Pérez de la Mata, y vuestra presencia pudiera ser el más alto honor que se tributa al muerto. Y digo que pudiera ser, y no es, porque vosotros representáis un porvenir incierto. Vuestro mañana acaso sea un retorno a un pasado muerto y corrompido. Para que vosotros representéis la aura de un día claro y fecundo, preciso es que os aprestéis por el trabajo y la cultura a aportar al tesoro que os legaran las generaciones muertas, la obra viva de vuestras manos. Mañana seréis hombres, y esto quiere decir, que entraréis de lleno en la vida, y como la vida es lucha, vosotros seréis luchadores. En vuestros combates no empleéis sino las armas de la ciencia que son las más fuertes, las armas de la cultura que son las armas del amor. Respetad a las personas porque la doctrina del Cristo os ordena el amor al prójimo, y el respeto es una forma del amor; mas colocad por encima de las personas los valores espirituales y las cosas a que estas personas se deben: sobre el magistrado, la justicia; sobre el profesor, la enseñanza; sobre el sacerdote, la religión; sobre el doctor, la ciencia. No aceptéis la cultura postiza que no pueda pasar por el tamiz de vuestra inteligencia. No creáis que Dios os ha colocado vuestras cabecitas sobre los hombros como un remate decorativo. Que vuestros sesos os sirvan para el uso a que están destinados. Huid de la ociosidad espiritual que llena los cerebros de cavilaciones homicidas. Conservadlos íntegros para vuestra obra y vuestra voluntad como cuerda de ballesta en su máxima tensión.

No aceptéis jamás el reto de los vividores y de los intrigantes; porque si peleáis con ellos tendréis que emplear sus armas plebeyas, y aunque triunféis seréis degradados en el orden del espíritu, descendiendo de la categoría de hombres a la de bestias montaraces.

Si camináis a un remoto santuario, y hacéis larga romería, mientras más larga, mejor; no os paréis a ahuyentar los canes que os ladren, porque no llegaréis nunca. Decid con el poeta: ¿nos ladran?, señal de que caminamos; y seguid andando.

Aprended a distinguir los valores falsos de los verdaderos y el mérito real de las personas bajo toda suerte de disfraces. Un hombre mal vestido, pobre y desdeñado, puede ser un sabio, un héroe, un santo; el birrete de un doctor puede cubrir el cráneo de un imbécil.

Estimad a los hombres por lo que son, no por lo que parecen.

Desconfiad de todo lo aparatoso y solemne, que suele estar vacío. Amad a los buenos y a los sabios que son los poderosos de la tierra; porque ellos representan el único valor que contienen las multitudes humanas. Amad el trabajo y conquistad por él la confianza en vosotros mismos, para que llegue un día, después de largos años, en que vuestros nombres también merezcan recordarse”.

 

Además de las reflexiones sobre el papel de la cultura como transmisión; sobre la conciencia vigilante, también volcada en una voluntad tensa de espíritu; sobre el valor del ser humano como tal, sobre la autenticidad como ideal y sobre la función de la conciencia como amor que guía incluso en los debates ideológicos y de la conciencia crítica, alerta para distinguir el valor y el mérito reales de los falsos, y sobre la virtud de la humildad, que aleja la peor de las vanidades: la vanidad intelectual; Machado exalta la dignidad, a través del trabajo personal, y la generosidad, la caridad en sentido laico, ese sentido de sus maestros krausistas. Quizá, para nosotros, en este mundo actual, no haya otras enseñanzas éticas que mejor resuman el pensamiento machadiano que estas dos, que resumen el texto y que se hallan contenidas en su poesía, substanciadas en lo más vivo y fértil de su palabra: Son dos versos, que se pueden aislar como sentencias en sus respectivos poemas, pero cuya savia llega a través de la riqueza textual del poema en que las recibimos: “A mi trabajo acudo, con mi dinero pago”, del “Retrato”, y “Lleva quien deja y vive el que ha vivido”, del poema “A don Francisco Giner de los Ríos” (CXXXIX), ambos poemas de Campos de Castilla. El primer verso destaca la conciencia de la dignidad humana en cualquier circunstancia, pronunciada por cualquier ser humano que dignamente se gana la vida –o intenta hacerlo- y sin saberlo es tan digno como el vigía en su puesto, se mantiene en pie como Sócrates en el diálogo platónico Critón o en sus últimos momentos, en Fedón, sin abandonar su puesto, pagando hasta el último óbolo a su conciencia. Un ser humano quizá parezca insignificante mientras otros gozan recompensas mayores y éxitos. Ese ser humano está legitimado a sentirse digno, humildemente digno, y orgulloso de saber y no olvidar esto: su dignidad. Mientras sepamos esto –como lo sabe el poeta Machado– vivirá el sentido en ese hombre corriente y humilde, por más ignorante que sea.

“Lleva quien deja y vive el que ha vivido” expresa el fondo último de la generosidad y la caridad laicas, el fondo último de la conciencia que cree en sí misma y es fuente de valores a futuro.

 

 



[1] Cf. en Historia de la Ética (I), Victoria Camps (ed). Critica, el artículo de Gómez Caffarena, José. Cap. “El cristianismo y la filosofía moral cristiana” (pp. 282-344)

[2] Cf. Invitación a filosofar según espíritu y letra de Antonio Machado. Juan David García Bacca. Anthropos, Barcelona, 1984. (1ªed. 1967, Mérida, Venezuela, Universidad de los Andes).

[3] Cf. para la prosa de Machado el vol. II de Obras completas, en la edición de Oreste Macrì.

 

 

Fulgencio Martínez es autor de un ensayo sobre la filosofía de Antonio Machado publicado en Brasil y del estudio "Antonio Machado: la superación del solipsismo", Trabajo fin de Máster disponible en UNED:

 https://e-spacio.uned.es/entities/publication/75712b1a-a15e-4d59-a646-2e5da773e169/full

 En este blog de Ágora se recogen también otros artículos y trabajos del mismo autor sobre la poesía y la filosofía de Antonio Machado.

 



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