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viernes, 21 de febrero de 2025

Dietario de Antonio Rubio López. Diario de un testoso. Ágora N. 31. Nueva Col. Invierno 2025, Parte II. Ensayo breve /Dietario

 

                                                                                    Antonio Rubio López, autor de Dietario

 

 

 DIARIO DE UN TESTOSO

                         Dietario de Antonio Rubio López - Febrero 2025

 

 

Primicia en el telediario: Un eminente médico ha descubierto por fín que con una simple operación una persona podrá por fin librarse de pasar por el trance de ruborizarse o ponerse colorada. Ya sólo falta que nos extirpen la comprometedora facultad de enamorarnos, y de alegrarnos y de ponernos tristes, y de deprimirnos. Lo que no dicen que han descubierto es si por una simple operación se le podría implantar a algunos individuos el sentido del ridículo.

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Aparecen en televisión una serie de tipos en los tiempos que corren que hablan de “el hombre” como una máquina perfecta. Se trata de químicos, antropólogos, profetas y hasta moralistas. Tipos que estudian a “el hombre” pero que hace tiempo que no se encuentran con “un hombre”, digamos, cualquiera, uno del montón, un pobre tipo al que le acaban de descontar el IRPF y se encuentra con una acidez terrible de estómago. Una “máquina perfecta” temblando en medio de la noche porque no está seguro de haber aparcado bien el coche.

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 Oigo en televisión a un conocido hombre de teatro “exigiendo” dinero para el teatro, porque el teatro es cultura, porque el teatro es un servicio público, porque el teatro es una necesidad, es un bien, es...un espejo en que la sociedad ha de reconocerse. Yo creo que el espejo es justamente semejante tipo exigiendo que nos reconozcamos en sus demandas. Una coacción sin duda alguna. ¿No resulta aterrador poner dinero en manos de semejante chantajista?

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 Algunos de esos personajes llamados públicos aparecen a veces en los medios de comunicación y como si nada fuera en ello hacen declaraciones terribles como, por ejemplo, a la pregunta de “la razón de su éxito” responden “trabajo, trabajo, trabajo”, o bien “...mi secreto son las 14 a 18 horas diarias de trabajo”, o cosas por el estilo. A estos tipos habría que obligarles a demostrar lo que dicen o si no meterlos en la cárcel, simplemente por dedicarse a desmoralizar a la población general.

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En un programa de televisión, un reportero que ha convivido largo tiempo con una tribu africana, reflexiona ante la cámara: “Son ellos que viven al día, sin saber si mañana van a comer, son ellos los que me han de tranquilizar a mí”

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En una época se decía: “Tienes letra de médico”, para referirse a una letra prácticamente ilegible, una suerte de garabatos hechos aparentemente con tal rapidez y desmaña que sólo los farmacéuticos podían comprender. Se me ocurre que una de las razones puede ser la conciencia quemándoles en la mano por la inseguridad de salvar una vida o mandarla al cementerio. Los médicos, últimos representantes del gremio de los brujos.

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Un amigo, fumador irreprochable, me ilustra en la metafísica del “dejar de fumar”.

-Vas al médico -me dice-, porque te encuentras mal, empieza a hacerte recetas mientras se fuma un puro o un cigarro y te pregunta “¿Fuma usted?”, le dices que sí y él te contesta inmediatamente que tienes que dejarlo. Entonces tú le contestas: “Ah!, usted me dice que no fume, pero usted está fumando”. ¿Sabes entonces lo que te responde el médico? -me pregunta mi amigo-. No, respondo...Pues, “Sí...pero ¿quién es el enfermo?”.

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Ser natural. Hubo una moda en el mundo desarrollado, digamos Europa, USA…allá por los años del movimiento hippie en que las mujeres no se depilaban ni se pintaban para ser más naturales, e incluso más salvajes en el sentido “robinsoniano”. Luego, con las migraciones comenzaron a llegar mujeres reales, de ese sur más natural o salvaje y las de aquí descubrieron estupefactas que aquellas mujeres venían completamente acicaladas con todo tipo de adornos y maquillajes. Entonces se acabó para siempre el problema de qué es y qué no es natural, ya nadie se atreve a pontificar sobre el asunto.

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                                                                                                             José María Párraga, genio y figura. Foto de Ángel Martínez Requiel.                                                                                                                                      Fuente: Archivo General de la Región de Murcia


Protocolos. Einstein en un banquete de gala en su honor y cuando empiezan los discursos se duerme. De repente, se despierta con unos aplausos que suenan y él comienza también a aplaudir sin saber que son aplausos que le dirigen a él.

Al pintor murciano Párraga le entregan un premio en público, el premio en metálico se lo entregan en un sobre ante las cámaras. De forma natural abre el sobre y comienza a contar el dinero que hay en él.

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Banderas. Cuando por fin en España teníamos una bandera en la que nadie creía al modo "todo por la patria", empiezan a aparecer banderas agitándose con vientos de entusiasmo y nueva fe. Catalana y vasca, por decir las que más, porque las otras para qué hablar. Y ya deberíamos saber que cuando una bandera cae en desuso hay alguien dispuesto a agitarla nuevamente, especialmente los que obtienen el beneficio dependiendo del vigor con que aletea en el viento.

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¿Cómo iba a soportar la “intelligentsia” catalana a un cómico como Eugenio, si su acento y su porte iban justamente contra el corte y confección al uso en la clase cultural catalana? Y en contraposición a su aspecto agitanado y su acento macarrónico desarrollaba un humor exquisito y sutil. En cambio, tanto los sacerdotes como los funcionarios de la “cultura catalana” quieren aparentar tan buen gusto y distinción que continuamente parecen payeses endomingados y hablan un catalán con ortodoxia de Valladolid.

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Cuidar su parroquia, este es el mantra que las consignas del catalanismo se empeña en expandir en los medios: “La Nostra Cultura”... “La Nostra Televisió”... “La Nostra Llengüa”... “Casa nostra”… Y los demás, “els altres”, los de fuera, los de más allá, “quins són aquesta gens”. Uno rápidamente se pregunta si forma parte de este “nosaltres”, si está dentro o está fuera, si pertenece al grupo del “vosaltres” o al grupo del “ells”. Este es el sesgo más detestable de todo nacionalismo.

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“Jo també sóc català”. Estoy en ello. La prueba es que ya me contengo mis deseos irrefrenables de hacer chistes sobre los tópicos habituales. A los catalanes les encanta hacer chistes de sí mismos, pero desconfían que estos chistes se los hagan otros, especialmente si son castellanos. Son sutilezas de la convivencia, ya soy capaz de escuchar a un turista durante diez minutos seguidos deshacerse en expresiones de admiración hacia Gaudí sin interrumpirle para comentarle “bueno, verás, es que los que vivimos aquí, al tenerlo cada día delante de las narices, pues ya nos empacha un poco”. No, ni hablar, nunca, dejarlo hablar y aguantar, ese es mi lema. Pensando además en el mal “negoci” que sería para todos. ¿Lo ven? Esto es un síntoma de conversión.

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Decía el gran Josep Plà: “Nunca he escrito algo que no haya pensado”.

La cuestión es que Plà pertenece a esa época en que decir eso dignificaba. Ahora en cambio está de moda decir cualquier cosa menos lo que se piensa. Ese continuo darle con la puerta en las narices al pensamiento ha conseguido frustrarle de tal forma que este ha optado por el silencio y el  aletargamiento, hasta tal punto que basta ver a alguien callado para imaginar quien es el que de verdad piensa.

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Para estimular el pensamiento hay que educar el habla en el arte del contrapunto, es decir, a compás con el pensamiento pero adelantándose o atrasándose un punto. En este juego del escondite se basa la creatividad del lenguaje popular y todos los recursos de su repertorio que lo hacen mágico e imprevisible, el verdadero goce de la comunicación.

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Por supuesto que el habla no es una traducción literal del pensamiento. ¡Dios nos libre! Ni la escritura lo es del habla. ¿Qué mueve a qué?, ¿el viento a las aspas o las aspas al viento? ¿Podríamos entender qué es el viento si no hubiera aspas? La paradoja de la paloma de Kant.

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Actor y espectador. Acaba la función, el espectador mira al actor lejano y no se atreve a acercarse, se lo imagina sublime, intocable, como un ser de otro mundo.

 El actor por su parte permanece inseguro como un niño esperando ser abrazado y felicitado, ser devuelto al mundo.

 Los dos viven en mundos ilusorios.

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Modernidad. Una observación de mi vieja amiga la Marquesa de Cañamones: “¿Te das cuenta de que hace 500 años de Copérnico y Galileo y todavía seguimos diciendo: ya ha salido el sol; en lugar del más apropiado: mira, hemos dado una vuelta más?”

 

 

                                                             (FRAGMENTOS DE DIETARIO, DE ANTONIO RUBIO LÓPEZ)

 

 

Antonio Rubio López es profesor de Filosofía y autor dramático.  Estudia Filosofía en la Universidad de Murcia y en la Universidad Central de Barcelona. Cursa Arte Dramático en el Instituto del Teatro de Barcelona y en las Escuelas de Jacques Lécoq y de Philippe Gaullier en París.

Participa en la creación de la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático y el TAG (Taller de Arte Gramático). En Ágora publica poesía y ensayo. Murcia. 1998-2011.

Escribe y estrena La Balada de Whisky & Pipe, en el Teatro de la Riereta.Barcelona. 2000.

Publica el poemario Alcabala del Tiempo en la Editorial Nausícaa de Murcia. 2005. Escribe y estrena Memorias de una máscara en el Festival de Otoño de Madrid. Sala El Montacargas. 2012.

Actualmente trabaja como profesor de Filosofía y Psicología en el Instituto Josep Serrat i Bonastre de Barcelona y continúa escribiendo, estrenando piezas de teatro y publicando ensayo, poesía y narrativa en Ágora-Papeles de Arte Gramático. 2013-2025.

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