ÁGORA. ULTIMOS NUMEROS DISPONIBLES EN DIGITAL

viernes, 30 de junio de 2023

LA ESENCIA DEL SIMBOLISMO (Estudio de La casa de las ventanas de color naranja, de Ion Minulescu). Por Alicia Rodríguez Sánchez. Revista Ágora-Papeles de Arte Gramático. Literatura rumana. Artículos. N. 19. Nueva Col. Junio 2023

 

 

La casa de las ventanas de color naranja 

Ion Minulescu                                                                                                                                    

Traductor del rumano al español: Joaquín Garrigós

Ed. Báltica

 

LA ESENCIA DEL SIMBOLISMO (Estudio de La casa de las ventanas de color naranja, de Ion Minulescu)

 

                       Por Alicia Rodríguez Sánchez

 

 

Ion Minulescu, bebe de las grandes fuentes del simbolismo; de ahí, el tono de misterio que impregna a sus obras que, junto a las figuras retóricas, nos transporta a un mundo soñado. 

Al autor se le ha comparado con escritores de renombre internacional como Bram Stoker o Edgar Allan Poe por la forma en la que confiere entidad a sus relatos cortos.

            La casa de las ventanas de color naranja consta de un total de siete relatos.  El siete siempre se ha asociado en literatura como un número mágico, ya que como decía Hipócrates: El número siete por sus virtudes ocultas, tiende a realizar todas las cosas; es el dispensador de la vida y fuente de todos los cambios, pues incluso la Luna cambia de fase cada siete días: este número influye en todos los seres sublimes.

            La casa de las ventanas de color naranja también es el primer relato que ocupa la selección del autor.  Con él viajamos hasta el movimiento impresionista la casa tenía más el aspecto de un cuadro donde un pintor impresionista solo hubiera utilizado los colores verde, blanco y naranja (pág. 9), cuyo contraste de colores entre los fríos y los cálidos nos transporta hasta obras conocidas como “Terraza de café por la noche”, de Van Gogh o “Atardecer”, de Claude Monet.

            En esta historia también aparece un jardín como si se tratase de una reminiscencia de “El jardín de las delicias”, de El Bosco,  puesto que los vecinos tenían la idea de que el vergel que ellos conocían no había sido modificado pero cuál fue su sorpresa para aquellas almas sencillas e ingenuas, la pérdida del jardín significaba la de una parte de sí mismos […] ellos no podían perdonarle el delito de haberles robado la parte más querida de su vida […] las copas se llenaron y la amargura de las comisuras de los labios desapareció (página 18). La sensación que tuvieron aquellos invitados fue como si del paraíso, un lugar idílico, hubiesen viajado directamente hasta el mismo averno.

            Asimismo, tampoco debemos dejar de lado la figura de la esposa del príncipe quien atrae al pueblo cual Nefertiti o Cleopatra, ambas reinas del mundo del Antiguo  Egipto, ya que había en el semblante de aquella mujer algo atrayente y fatal, algo que le impedía a uno apartar la mirada por esos mundos (página 20);  lo que nos lleva a rememorar la figura de la femme fatale, una mujer muy segura de lo que quiere con una fuerza emocional destacada que a través de su imagen, su sensualidad y sexualidad, logra alcanzar todos los objetivos que se propone.

            En el segundo relato, “En el jardín de mi amigo”, nos encontramos con una cantidad ingente de recursos literarios tales como metáforas un mástil roto dibuja en el aire el gesto de una mano pidiendo ayuda (pág. 33), símiles:  la pintura representa la naturaleza tal como se presenta ante nuestros ojos, pero la literatura ha de ir más adelante (pág. 33).

            Como si de la santa Inquisición española se tratase, el protagonista de la historia expresa en voz alta Quema todo lo que has escrito, quémalo antes de que nadie te lea y yo te aseguro que te sentirás más recompensado que si hubieses cumplido por partida doble con tu obligación (pág. 30).  Debemos recordar que uno de los principales objetivos de dicha institución era el de lanzar a las llamas los ejemplares heréticos que contravenían la moral cristiana de la época.

            En el siguiente relato, “La confesión de un desarraigado”, vemos las referencias explícitas a la obra El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, puesto que Serban, el protagonista de la historia, comenta que hace mucho tiempo que he muerto, tanto que casi estoy podrido de la cabeza a los pies.  ¿No notas olor a cadáver? (página 44); expresiones que conducen al lector al tópico de memento mori puesto que toda la vida presenta una caducidad anunciada cuyos disfrutes conducen a un final que es la propia muerte. En este sentido, la parca acompaña al protagonista en una suerte de metáfora de vida las barcas de los pescadores, ancladas y abandonadas, se alineaban volcadas sobre las cuadernas oscuras y sucias como ataúdes recién desenterrados.

            Aparecen también otros tópicos literarios, unidos en simbiosis como el carpe diem y tempus fugit ya que la muerte sigue acechándonos con mirada inquebrantable, destino impertérrito al cual estamos condenados Qué lástima que reprimamos nuestra juventud tan pronto y que aceleremos la muerte voluntariamente bebiéndonos cada día un vaso de veneno (pág. 44), como si de una máxima del movimiento bohemio se tratase sin inquietarnos por las preocupaciones cotidianas o por conocer qué nos deparará el futuro.

Yo también he sido en mi vida, por una vez autor dramático y he representado mi obra en mi casa, sin ningún público, solamente con los actores  (pág. 52), lleva a mi memoria otro de los tópicos literarios, empleado también por Calderón en su auto sacramental El gran teatro del mundo, como es el theatrum mundi en el cual concebimos la vida como un teatro cuyos protagonistas son los seres humanos en donde su papel está predestinado;  pero a diferencia del gran dramaturgo del teatro áureo, Minulescu concibe que en muchas ocasiones la vida nos concede un papel equivocado que no podemos representar de manera adecuada.

Podemos encontrar también reminiscencias romanas como al emperador Nerón puesto que No quiero que quede nada de todo lo que fue mío.  Pediré en mi testamento que me quemen y que mis cenizas se tiren al Sena para que el agua las lleve lejos (pág. 53), a pesar de que desconocemos dónde se encuentran los restos de dicha figura histórica.

En “Máscaras de bronce y farolillos de porcelana” cuenta cómo su auténtico autor había escrito la historia de quien quiso a toda costa permanecer en el anonimato (pág. 55), como si se tratase de la autoría anónima de una obra del Renacimiento español como es el Lazarillo de Tormes.

Toda la historia queda plagada de figuras retóricas como metáforas lo dejé caer de la mano […] justo como en el teatro, tras caer el telón (pág. 62), como si la última función se asemejase al último aliento; mi sombra parecía la manecilla de un reloj enorme que no encuentra la hora en la esfera (página 110); pronto llevaré el yate hasta otras orillas, orillas lejanas, donde viviremos la nueva vida de los que cierran los ojos contentos de poder prepararse para entrar en la vida sin fin (página 112), cual Caronte que conduce las almas de los muertos al Hades, donde serán juzgadas para decidir su lugar de descanso.

También aparecen símiles, los centenares de pasos que se multiplican a cada momento a lo largo del andén […] como las aguas de un río acrecentadas por la lluvia (página 80) o personificaciones El sol corría presuroso hasta una colina cercana al cementerio, cuando se refiere al entierro del padre. Las lágrimas diseñaban en la capa de colorete largos senderos, como las huellas que dejan las ruedas de un carro (página 63), como si un elemento natural se equiparase al camino que deja a su paso un vehículo y nos viniese a la mente una imagen de un pintor surrealista.

Encontramos también otro tópico literario como Quotidie morimur, puesto que cada paso que damos, cada día que vivimos son pasos hacia la muerte ya que el protagonista va en busca de una mejor vida a partir de mañana me vaya a emprender una vida errante, donde me pierda, donde sueñe […], el que fue morirá (pág. 69), como los populares versos de Antonio Machado, poeta emblema español de la Generación del 98, caminante no hay camino / se hace camino al andar.

Debemos realizar una mención explícita a todos aquellos ecos irónicos que transportan al lector a vivir esa burla conjunta con el propio autor las luces de las farolas parecen ojos afectados de conjuntivitis (pág. 80).

La muerte se concibe como hilo vertebrador de esta historia donde la parca realiza su aparición en la figura de la amada ¡Y qué rostro de muerta tenía mi compañera de viaje aquella madrugada! (pág. 87). Asimismo, la pérdida material siempre lleva aparejada la vida, como un ente inseparable de la misma ¡Y los muertos solo ven rojo, verde y violeta! A los muertos les gusta el frío, en contraposición con una civilización antigua experta en momificar a sus difuntos en una tarea de precisión nuestros muertos son más felices: el frío cuesta menos que los aromas de Egipto (pág. 90).  Los perfumes egipcios formaban parte de la pasión de dicha civilización antigua, como se puede desprender de los hallazgos encontrados en las tumbas.

El tema anterior se encuentra unido con otro de los tópicos literarios como es Vita flumen puesto que el transporte en el que se sube el protagonista pronto llevará el yate hasta otras orillas, orillas lejanas, donde viviremos la nueva vida de los que cierran los ojos contentos de poder prepararse para entrar en la vida sin fin (pág. 112). El río nos conduce hasta la otra orilla que separa la vida de la muerte cual balanza en un mundo de fuerzas equilibradas.

La historia antigua aparece también en este relato en la figura de Periandro, un rey convertido en tirano, cuya muerte alaba el propio autor Después de tener la suerte de vivir como cualquier ser anónimo, quiero morir como Periandro (pág. 82).

En el prefacio del relato “La corbata blanca” el autor nos aconseja leedlos por la noche porque sino no os gustarán nunca (página 119), lo que lleva a mi memoria el momento en el cual la escritora británica Mary Shelley, junto con su marido y Lord Byron, contaba historias de fantasmas al fuego del hogar para pasar las tardes de otoño debido a las inclemencias del tiempo.

La mitología queda patente a lo largo de todos los relatos, como así lo muestra al mencionar el momento en el que la mujer de la tienda de corbatas Y como el viejo no se movía de su sitio, ella lo apartó, se agachó debajo del mostrador, sacó una caja de cartón verde y la abrió con tanta precaución que, al ver esa operación tan ridícula e inútil, me acordé de la famosa caja de Pandora (pág. 129). Al igual que con Pandora, la caja verde en este caso puede hacer que los males se instalen en la humanidad.

El “hombre del corazón de oro” comienza con un alter ego del escritor Edgar Allan Poe, quien en sus escasos ratos libres escribía cuentos y novelas de misterios.  La historia se basa en la novela El retrato de Dorian Gray, pero a diferencia del autor estadounidense, aparece un retrato de un hombre mayor a quien compara con la escultura de Miguel Ángel, Moisés, por su barba blanca, larga y ladeada.  La historia nos lleva a conocer el motivo por el cual le faltaba el corazón, parte que buscaba irremediablemente como quien quiere conseguir un motivo para librarse de su pena.

Nos conduce a la historia de la corte de Luis XIII con el cardenal Richelieu puesto que mandó a unos espadachines enmascarados que lo matasen y su corazón fuese vendido a un orfebre.  Desde entonces, vaga de ciudad en ciudad, de país en país y de continente en continente para poder reunir el oro de su propio corazón, desperdigado por distintas joyas (página 147).

El último relato “De charla con el maligno” nos conmina a los lectores a que reflexionemos acerca de si el relato en el que estamos a punto de inmiscuirnos es real o fruto de nuestra imaginación en una frase que nos conduce a ello en cualquier caso, los lectores de las líneas precedentes son libres de sonreír incrédulos, al igual que su autor, cuando le dijeron que el hombre con cara de mono y sombrero del café Rimanozki era el Maligno (página 213).

Desde mi punto de vista, a través del lenguaje empleado por el escritor bien podríamos decir que he estado tan cerca del maligno que incluso ha entrado en mi ser y me ha guiado por las entrañas de un mundo paralelo en el cual me he llegado a perder.  Todas las características del señor Damian, o el mismo Maligno, son las peculiares que se le han asignado históricamente a dicha figura, a saber:  se le representa con forma humana, en este caso, en la persona de Damian; no proyecta sombra alguna, a la luz cegadora del sol, el cuerpo del señor Damian no proyectaba ninguna sombra en el suelo (página 174); busca los lugares alejados y posee el don de la ubicuidad. 

La mitología aparece también en este relato en la historia de Ariadna me asustaba perder el hilo de Ariadna que me ayudaría a la mañana siguiente a bajar a la calle (pág. 211). 

Incluso tienen cabida otras obras como las mil y una noches Dentro, la villa del señor Damian era una verdadera maravilla propia de las mil y una noches (pág. 192).

Las figuras retóricas como símiles una campana ronca sonaba de vez en cuando, como una voz humana que no quiere decir la verdad de una vez (página 202); hipérboles, el traqueteo de los fusiles y las ametralladoras nos rompía los tímpanos (pág. 203), junto con la ironía, abrí la puerta con la ridícula precaución de una parodia de encuentro amoroso. 

Los siete relatos presentan dos realidades que se juntan cual río con su afluente, como son la mitología y el simbolismo, que aúna todas las partes. Asimismo, todas las historias quedan entrelazadas con aspectos históricos, lo que confiere a todos ellos un halo de veracidad, objetivo principal del autor.  El empleo de figuras retóricas dota a la obra de una gran maestría, lo que nos lleva a un mundo paralelo en el cual el lector debe dejarse llevar para contemplar la belleza en toda su esencia. Todo ello puede quedar resumido en el simbolismo literario, que vertebra toda la narración. Su objetivo estriba en la búsqueda de una belleza alejada de los convencionalismos en una suerte de realidad superior, casi inmaterial, como es la propia literatura.

La maestría con la que escribe Minulescu no tiene nada que envidiar a la de otros grandes de la literatura como Poe o Stoker. Bebe de las fuentes del simbolismo y de los relatos breves que dejan en el lector una huella indeleble. El lenguaje empleado nos transporta a un mundo soñado, alejado de los convencionalismos. Unido todo con la esencia del simbolismo, nos conduce a otras realidades paralelas con un halo de misterio en la que el lector se convierte en partícipe del mundo creado por el propio autor.

 

 

 

ALICIA RODRÍGUEZ SÁNCHEZ es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante.  Actualmente, ejerce como profesora de carrera en el Centro Integrado de Formación Profesional (CIPFP) Canastell de la localidad alicantina de San Vicente del Raspeig.  En este centro, imparte la materia de Lengua castellana y literatura. Su primera incursión en el mundo de la literatura para adultos fue con la recopilación medieval de cuentos titulada Las mil y una noches a los que le siguieron otras obras clásicas españolas de autores como Larra, Bécquer o Lope de Vega.

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario