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sábado, 11 de mayo de 2024

EL VICIO DE SERRAT. Por Antonio Marín Albalate. Dossier Homenaje a Joan Manuel Serrat. Avance de Ágora 26-27 (Nueva Colección), Verano 2024.

 

 
Portada del libro de Antonio Marín Albalate,Tributo a Serrat  (2007)
 
 
 
 
 

EL VICIO DE SERRAT

 

                                                                         

26 de abril. Correo de Fulgencio. Recado de escribir para su revista de Arte Gramático Ágora. Como siempre y como cantó Rosendo: Agradecido.

Andaba yo un tanto espeso, gruñéndole a la pantalla del ordenador, y en eso que asoma el amigo Fulgencio Martínez, por la bandeja de entrada de mi (con perdón) computadora invitándome a despachar unas palabras sobre Serrat con motivo de su más reciente Premio de las Artes Princesa de Asturias «verde de montes / y negra de minerales» (Pedro Garfias dixit para que tiempo después Víctor Manuel le pusiera voz y música), o lo que viene ser el Premio Alteza Leonor, tan bellísima ella moviéndose entre el ballet y la música de todos los tiempos. Conviene recordar que con motivo de su 18 cumpleaños la Banda Sinfónica de la Guardia Real, entre los trece temas interpretados, versionó “Ángel” de Jon Secada, “La misión” de Ennio Morricone o “Mediterráneo” de Joan Manuel Serrat. Esto lo sé por San Google, no por haber sido invitado. Si yo fuera Francisco Umbral hubiese estado allí para contarlo como él solía. Ah, Umbral, niño de provincias que a principios de los ochenta se fue a vivir en La bestia rosa, también niña de provincias, niña Mozart, niña Rimbaud en su Chagall refugiada entre poemas de Álvaro Cunqueiro, como aseguró el propio Paco en A la sombra de las muchachas rojas. Ah, Umbral… Por cierto, cómo se nota la ausencia de este inmenso poeta de la prosa más fresca que tan bien conoció mi amigo Ramoncín. Ríos de tinta, acerca de él, derramó el maestro en sus columnas y libros. No en vano fue su colega, su tronco, su ángel de cuero. Salud querido Ramón Ramoncín que estás «en el Umbral de una calle cualquiera» (Antoñín dixit) envuelto en la blanca cabellera de ese endecasílabo sin melanina («mi cabeza cana, los años perdidos», ay, Alberti) que te piensa como El hijo de Greta Garbo, en este tiempo miserable de ruido, silencio y melancolía extrema.

 Ustedes perdonen la digresión. Siguiendo la senda de las paraules, «sencillas y tiernas», hacia mi admirado Joan Manuel digo que me alegro y mucho de este merecido galardón a toda una trayectoria músico-literaria. Porque Serrat, no descubro nada nuevo, es un poeta, tanto en catalán como en castellano (eso lo sabe hasta el barrendero de la esquina), que ya ha trascendido más allá de sí mismo para ser todos nosotros. Quien más y mejor ha escrito (el puto corrector, va a su bola y escribe escroto) sobre Serrat, digo, es mi querido Luis García Gil que no podía faltar en este número. Léanlo. Léanlo. Yo no he querido hacerlo todavía, aunque recibí su texto para enviárselo a Fulgencio, porque si lo hago dejaría automáticamente de disponer aquí estas palabras. Ante escritores así, no es coba y él lo sabe (aunque «si yo tuviera una escoba…», pero eso son otros López), uno se quitá el cráneo y ya está.

El caso es que, como tantos de mi generación, crecí escuchando a este noi del Poble Sec. Primero en la radio, siendo yo un crío, cuando lo de Eurovisión y eso. Curiosamente por las emisoras murcianas de entonces escuché algunas de sus primeras canciones en catalán, verbigracia: Cançó de matinada. Me hice serratiano hasta la médula y hasta el punto de darles la brasa a las sombras de mi niñez y adolescencia, cuando nadie me veía (eso pensaba yo), destrozando canciones como Mis gaviotas, Tordos y caracoles y cosas así. Y, mientras tanto, entre barquitos de papel y canales mancomunados (casi una vida tirada a la basura), el tiempo que pasa. Así una década y otra y otra...

Más de una vez, cuando venía a Cartagena o a Murcia, tuve el momento fan de hacerme una foto con él con la excusa de algún autógrafo y, más adelante, proposiciones literarias.

1999 fue el año en que le conocí un poco mejor. Sucedió en La Unión minera y cantaora, venía a presentar aquel magnífico Sombras de la China que, sí o sí, sonaba en modo bucle en el RadioCD de mi utilitario. Fuese solo o bien acompañado, sonaba y sonaba. Cuando más era en mis dominicales viajes con la familia a la capital del Segura, mi hija (por aquel entonces con ocho años y medio) lo escuchaba sin rechistar y mi hijo (con siete) lo mismo que su hermana y además encantado; mi mujer también encantada, o eso creo. Ida y vuelta, sonaba y sonaba.

 
 

Pasó el tiempo y vinieron nuevos discos y, por consiguiente, nuevas presentaciones. ―«¿Éste es tu hijo? ―dijo un día Serrat al vernos― Cómo ha crecido». Unos creciendo y otros decreciendo, así es la cosa. Todavía con cierta ilusión y dándole vueltas a cómo olvidar la enfermedad de vivir, me dio la insensatez (o no) de pergeñar un par de proyectos (siempre dos mejor que uno) para mi Serrat personal. El primero de ellos, pasado un tiempo y sin necesidad de ir a Londres, sufrió un aborto espontáneo. Visto ahora, desde la distancia, creo que fue lo mejor que le pudo pasar al no nato. Ara descansa en pau. El otro, tras cinco o seis años de darle el coñazo a amigos, conocidos, reconocidos y no tanto, de todas las disciplinas habidas y por haber, saldría en 2007 bajo el título de Tributo a Serrat gracias a la generosidad del veterano escritor y periodista musical José Ramón Pardo en su sello Ramalama Music. Ese libro recogía, por capricho del azar, una anécdota que recordar aquí quiero. Perdón por la pequeña vanidad.

 

 Fue a principios de febrero de 2007. Daniel Viglietti a punto de enviarme su texto (que él llamaba “nota”) para Serrat (en otro correo), vino a decirme: «Antonio, ya estamos llegando casi al envío de la nota. No pude ver mano a mano a Joan Manuel, apenas una telefoneada. Cantó muy bien y sale al interior, yo atado en Montevideo por otros compromisos. Me había llamado a un número que no es el directo mío y recién hace un rato me ubicó. Yo dormía y él estaba saliendo en viaje y en la breve charla olvidé pedirle su email, que alguna vez me dio y no encuentro. Me gustaría avisarle algo a Joan sobre Benedetti y ya por teléfono ahora es complicado. Le pido a usted si me puede mandar el e-mail de Joan para contactarlo por esa vía. Gracias. Seguramente al recibir su mensaje ya le estaré enviando el texto. Disculpe las demoras pero la vida es a veces como un vértigo. Salú: Daniel Viglietti. PD: Si quiere llamarme, estoy en casa (teléfono personal:** *** * *******)». Serrat andaba por Latinoamérica con la gira Serrat 100 x 100 y Mario Benedetti quería verle. Por supuesto, llamé a Viglietti y le di lo que me pedía. Luego supe que Joan y Mario pudieron verse. Pocas veces en mi vida he tenido la sensación de haberle sido tan útil

 

 

                                                     Fe de vida. 2019
 

Ateniéndonos a lo escrito por mí en el Tributo que nos ocupa, debo decir que no quedé en absoluto satisfecho del resultado. Siempre sucede cuando las prisas hacen presa en cuanto uno quiere decir y, claro, luego viene el tirarse de los pelos por las cacofonías varias, excesivos gerundios, etcétera, etcétera. De ahí que en 2019 saliese el mismo libro con enfoque distinto, revisado y actualizado, gracias a la generosidad de Francisco Mesa, editor de Dalya, con quien me conectó el gran García Gil y que se llamó Serrat: Fe de vida. Queriendo rizar más el rizo (mi osadía, a veces, no tiene límites) le di otra vuelta más a este segundo libro para, con la excusa de la calle Poeta Cabanyes (donde nacieran el noi y el galáctico Jaume Sisa, tan diversos como geniales), dar forma al artefacto Sisa/Serrat y la calle que los cruzó que el bueno de Francisco Mesa publicaría en 2023.


 

                                                     Sisa/ Serrat. 2023

 

Serrat. Siempre Serrat. Así es porque así ha de ser. El vicio de cantar vino a llamarse la gira con la que se despedía, mundialmente, de su público. Comenzó su andadura en abril de 2022 en el histórico Beacon Theatre de Nueva York, para seguir allende los mares y las nubes. En España la comenzaría en Murcia, en junio (yo estaba allí) y tras volver a volar allende los mares y las nubes, finalizó en su Barcelona ciudad ese mismo año de 2022.

¿Y ahora qué? Nos preguntamos entonces sus devotos seguidores. Porque vale que, tras sus años de privilegiada profesión, le mole y tenga más que ganado su derecho a ejercer de jubiloso jubilado. Pero quienes nos quedamos en 2010, con aquel Hijo de la luz y de la sombra, tenemos mucho “mono” de oír algo nuevo. Estoy seguro de que seguirá componiendo para él. Y que, cuando venga a darse cuenta, tendrá material para un nuevo disco que podrá presentar (acaso sin maratonianas giras) en las ciudades que desee. Ya me daría yo con canto en los dientes si eligiera Cartagena, puestos a pedir sería lo ideal, por aquello del Mediterráneo. Tengo ese prurito. Lo de la picazón es otra historia. Y todo por el vicio de Serrat y porque no hago otra cosa que pensar en mí.

 

P.D.: Ahora, por fin, voy a leer el texto de Luis García Gil.

 

 

Antonio Marín Albalate

Mi Choza, Mayo de 2024

 

 

                                                                                                                                                            Antonio Marín Albalate y Joan Manuel Serrat.1999.

 

 

ANTONIO MARÍN ALBALATE. Nacido en Cartagena en 1955, escribe poesía desde el pasado siglo. Parte de su obra lírica se halla recogida en el disco En boca ajena (2014), donde Germán Coppini canta tres poemas, y en los libros Infierno y nadie. Antología poética esencial. 1978-2014 (2015); Mal bien nada. Diversos reunidos 1979-2019 (2019). Junto a Luis García Gil, en 2017, publicó el libro Patxi Andión.

Ha coordinado libros en homenaje a autores como José Agustín Goytisolo, José Hierro, Serrat, Pablo Guerrero, Patxi Andión, Aute…

Seguidor de la obra de Leopoldo María Panero es antólogo y prologuista de Sobre la tumba del poema. Antología esencial (2011); Narciso en el acorde último de las flautas (reedición 2012); Last River Together (reedición 2014); Rosa enferma (2014).

Componente del grupo Antonio Fidel y Los Navegantes es autor de algunas letras del disco Canciones del otro (2017) y Una mosca en la pared (2023). También es autor de la letra del tema “Desterrado” incluido en el disco Trogloditas 2 de Trogloditas (2019) así como de “Dispara” de la banda Desterrados (2024).

Sus últimas publicaciones, entre otras, son: Ramoncín, el corazón de la ciudad (2018); Serrat, fe de vida (2019); Contra el aplauso de un puñado de idiotas (2019); Bienvenidos al infierno (2019); Serrat, fe de vida (2019): El lamento de la bestia (2020); Germán Coppini, colecciono moscas (2020); Una vieja chistera sin gracia ninguna (2020); Leonard Cohen/Demis Roussos. Una isla en clave de sol (2021); Manolo Tena. El único habitante de la luna (2021); Sisa/Serrat y la calle que los cruzó (2022); Ruleta musa (2022); Morcuende. Un cosmos en el caos (2023); Hombre despatriado (2023).

 

 

 

 

viernes, 10 de mayo de 2024

Serrat, el “símbolo”. Por Antonio Rubio López. Dossier Homenaje a Joan Manuel Serrat. Revista Ágora n. 26-27. Especial Verano 2024

 

                                                                                                                  Joan Manuel Serrat. (Fuente: El Confidencial)



Serrat, el “símbolo”

 

 

Mi director me pide un artículo sobre Serrat y Barcelona en esta primavera desnaturalizada de 2024. Serrat está tan omnipresente en sus canciones que toda su obra que ahora se ha premiado está en la memoria sentimental de todos. Barcelona, en cambio, apenas si se la reconoce. Las oleadas migratorias de los últimos 30 años y la invasión turística han modificado su piel hasta convertirla en la gran “botiga” del mundo que los grandes consorcios mercantiles globales han querido hacer. Ya no queda apenas la tienda de la esquina o el bar del barrio. Ahora te paseas por esta ciudad y podrías pensar que estás en Singapur, en Manila, Bangkok o Lima… Esta ya no es la ciudad del “noi del Poble Sec”, apenas reconocemos su paisanaje pero esa es la tendencia de la aldea global.

   En cuanto a Serrat, al nivel musical las modas van por otra onda y sin embargo en Latinoamérica y en España sigue llenando estadios, allí le llaman “el símbolo” por su permanente implicación contra las dictaduras de aquel continente, y tambien en referencia al título de la última gira que hicieron Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina: “El guate y el símbolo”. Aquí todo el mundo lo quiere tener de su lado, ¿por qué será? En los días aciagos del Septiembre del 17 que culminaban el malogrado proceso independentista, Catalunya hervía en declaraciones a favor y en contra, intentando atraerse a todo tipo de figuras públicas, más o menos famosas y populares, a su bando, para ganar partidarios para su causa. Los políticos a la caza de adeptos, el Parlament radicalmente dividido fue abandonado por la mitad de los diputados; los medios, la radio, los periódicos, las televisiones absolutamente partidarios agrupaban sus acólitos en debates sesgados para cargarse de sus propias razones. Todo el mundo andaba buscando un signo de identidad al cual seguir para no quedar en el limbo de los no identificados, de los descastados, los sin nombre. Así de polarizado e identitario se había convertido el “procés”. Los eslóganes podían ser desde la terrible afirmación “Nosaltres som els nets dels que no vau poder afusellar en la Guerra Civil” o desde la negación “Catalonia is not Spain”. Cómo definirse ante esta dicotomía del mensaje sin el riesgo de que te clasificaran o conmigo o contra mí.

   De repente llega una declaración de Joan Manuel desmarcándose del “procés”, como un jarro de agua fría para los intereses del independentismo. ¿Cómo era posible que él, que había sido defensor de la lengua catalana y se había negado a cantar en español en Eurovisión en 1968, que había denunciado el franquismo, que le había costado censura, exilio y represión no estuviera de su bando?, él, el “símbolo”. Pobre Joan Manuel, de nuevo condenado a ser un “símbolo”, o por lo menos de los primeros en proclamarse porque estaba claro que casi nadie estaba dispuesto a retratarse, o bien para no molestar al vecino, enemistarse con el amigo o perder alguna prebenda o algún cargo, o por pura cobardía, que también es un derecho tan válido como otro, al de ser cobarde me refiero. Lo infame de estos días calenturientos que ardieron los corazones por los sueños rotos y los  contenedores por las calles ciudad que un día fue llamada la “rosa de foc” es que a los que no comulgamos con la épica independentista se nos trató de “colonos” “fachas” “buitres” y yo qué sé qué más.

   Dichosa la sociedad que no necesita héroes, dice Bertolt Brecht, pero hoy más que nunca las redes sociales con todas las artimañas de sobreinformación y manipulación son la verdadera amenaza capaz de abanderar, enloquecer masas y lanzarlas al abismo. Hoy hay que releer con urgencia las advertencias de Brecht. Porque la responsabilidad apela a la consciencia moral individual. El lenguaje de los políticos acomodaticio y muchas veces vacío circula como la espuma sobre el fondo de los problemas y trata de ocultar la verdad que luego emerge con todo su peso, y aparecen en forma odios que desencadenan todo tipo de guerras.

 

Antonio Rubio

(Abril 2024)

 

 



Antonio Rubio López es profesor y escritor formado en el teatro y en la filosofía. Nace en 1960, en el término de Vélez Blanco, hace el Bachillerato en Caravaca de la Cruz y los estudios de Filosofía y Ciencias de la Educación en Murcia y Barcelona. La afición al teatro le lleva a ejercer este oficio durante varios años por diversos países, y de aquellos pasos saldrá el germen de su primer libro de poesía Alcabala del tiempo, publicado en 2005 en Murcia, bajo los auspicios de la revista Ágora, donde colabora desde su fundación. En la actualidad es profesor de Filosofía en Barcelona.