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domingo, 12 de octubre de 2025

Sobre la traducción. Texto de Fulgencio Martínez. Ágora-Papeles de Arte Gramático N. 34. Nueva Col. Octubre 2025

 

 


 

SOBRE LA TRADUCCIÓN

 

 

 

Cuando era joven, no pude terminar de leer una novela de Saul Bellow en español. Sería por el tiempo en que este escritor canadiense, afincado en EE.UU, ganó el Premio Nobel de Literatura (en 1976).[1] Poco ducho en la narrativa norteamericana del siglo XX, recuerdo que me molestaba la constante referencia a marcas comerciales en el relato, cuando no al precio (en dólares) de cualquier objeto descrito en aquella obra. Que más parecía una sucesión de “spots”, o un catálogo publicitario.

Frecuentando a otros novelistas de Norteamérica comprendí que aquello que para mí era un hándicap que me estropeaba la lectura, en realidad era una marca de estilo en esos escritores y en ese ámbito lingüístico. Al día de hoy, he leído una novelita de Woody Allen, traducida al español en 2025 (¿Qué pasa con Baum?[2]); y acostumbrado ya a esos “detalles” descriptivos que consideré, en su momento, innecesarios y cargantes, he disfrutado de los pasajes en que aparecían. Si yo hubiera sido el traductor de la novela, ¿los hubiera eliminado?, me pregunto sin embargo. No es necesario describir cada objeto apuntando la marca comercial, el precio que cuesta. Si se hace, debería tener algún sentido. La traducción de una lengua a otra ha de tener en cuenta también el ámbito cultural y las manías, por así decir, de cada tradición de lectores. Para un lector español, como yo, resultaba (al menos, a mediados de los 70 del pasado siglo) chocante el uso recurrente a la referencia a la “cultura del consumo” (¿habría que añadir: “de masas”?, pues, precisamente, la referencia a una marca concreta y a un precio tal en dólares funcionaba en esas obras como marcador de lujo o de valor desde el punto de vista del consumo de masas. Como diría el poeta Antonio Machado, el necio confunde valor y precio. Los verdaderos exquisitos y algunos millonarios no preguntan lo que cuesta un objeto, lo admiran o lo poseen, o ambas cosas).

La traducción, pues, debía tener en cuenta que aquellos detalles trasladados a otro contexto lector y cultural pueden estar de más. O, también, puede ocurrir que al lector no le molesten, pero no le digan nada; desconozca esas referencias descriptivas (si se trata de marcas especialmente; si es el precio, menos, aunque el lector no tiene por qué traducir directamente el cambio a su mundo para apreciar la referencia, la etiqueta del objeto).

Es la manía siempre de exhibir la etiqueta de una compra para demostrar el aprecio social de una ropa, de un coche, de una bebida, de un momento. El lector español, al menos yo, más bien anarquizante, desprecia tales marcas y etiquetas.

 

Me diréis, en contra de lo que acabo de exponer: 1. El traductor (como hace de hecho el de la novela de Woody Allen citada) puede explicar en notas a pie, o al final del libro, las referencias a marcas y precios (y tratándose de estos, incluso hasta especificar el valor en el cambio del día y en la moneda del mundo al que se traduce). Ello desharía la pega de incomprensión y por tanto haría que tuviera algún sentido narrativo (interno a la comprensión y disfrute de la obra) el uso de marcas y precios de los objetos para su referenciación en el relato.

2. El mundo se ha globalizado, dicen (aunque estoy de momento en él, ignoro lo que realmente le pasa); desde luego ha cambiado mucho. Las marcas se han internacionalizado y han extendido su presencia -de algún modo también banalizándose y democratizándose- a cualquier sector de la sociedad (al menos potencialmente, es verdad esto) y a cualquier cultura (también esto es cierto, en la era del internet y las redes sociales que eliminan las fronteras nacionales, aunque no los “filtros” políticos o de otro tipo). Así que decae la crítica a las marcas y los precios como referentes narrativos traducidos literalmente de una lengua a otra, de una cultura a otra. Todo es potencialmente asumible, consumible por cualquier lector potencial en la era del internet y la mundialización.

Las dos objeciones anteriores, conjuntas, me relegan a ser un lector del siglo XX, analógico y obsoleto. Y lo que es más importante (volviendo al problema de la traducción) hacen inútiles mis reparos a una traducción mecánica de una novela o de un poema (pues la manía de las etiquetas no es solo ya de la narrativa realista; hace furor en la poesía escrita en internet: hiperliteralista, dirigida a una “cámara de eco”[3] de lectores que necesitan esas referencias inmediatas, fáciles de meter en su mundo, referencias “listas para llevar”, colocables / consumibles sin un gran gasto de imaginación y, más aún, que no les quitan tiempo averiguando la función que tienen en el texto).

Dicho lo cual, este lector analógico no se rinde. Hay otra dimensión añadida de las etiquetas (marcas, precios, referencias muy locales o epocales; a objetos, lugares, establecimientos, modas, etc). El tiempo, que es poeta, las dota a su paso de una pátina preciosa, una referencia a “un mundo vivido”. No siempre pero muy a menudo las etiquetas o marcas cobran así, como reflectores de un mundo vivido, de una época ya pasada, una nueva dimensión poética, literaria. La traducción ha de contar con ello, y, desde luego, mantenerlas (las referencias, independientemente ya de que sean más o menos comprensibles). El lector analógico es, por tanto, desde otro punto de vista, un nuevo lector, un lector total, para el que la traducción ha de trabajar, de cara al presente pero sobre todo al futuro. La analogía no ha muerto, es más necesaria que nunca para concebir la lectura y la traducción, como intercambio de mundos vividos entre autores y lectores totales.

 

 

Fulgencio Martínez

10 de octubre 2025



[1] El legado de Humboldt.

[2] “What´s with Baum?” en original. Traducción al español de Manuel de la Fuente. Alianza ed. Madrid. Es común el léxico yidis (mezcla de hebreo y alto alemán) a la novela de Saul Below y a la de Woody Allen. Gracias al "móvil" y la facilidad para la búsqueda rápida del significado de ese léxico se facilita la lectura en el interior de la obra. La traducción es casi sobrante, o es traducción cuasi-simultánea por parte del lector.

[3] Tomo la expresión de otro libro recientemente traducido al español: Un nuevo cambio estructural de la esfera pública y la política deliberativa, de Jürgen Habermas (ed. Trotta, Madrid, 2025. Traducción de Juan Carlos Velasco). “La complejidad del contenido de los temas y posiciones controvertidos (…) está moviendo a una creciente minoría de consumidores de medios de comunicación a utilizar las plataformas digitales para refugiarse en cámaras de eco blindadas de personas afines” (p. 46. op. cit.). El libro original, en alemán, se publicó en 2022 y sus datos se referencian a 2020-2021. Las tendencias indicadas por Habermas se intensifican, las conclusiones no solo afectan al ámbito político sino a otros muchos, como la lectura, la traducción. Sin embargo, hay un aspecto “creativo” “novedoso”: la fluidez, si no desaparición, de los límites nacionales y lingüísticos, como consecuencia del uso de internet, y sobre todo por el predominio de la oferta de grupos de intereses afines y la necesidad narcisista del eco y la confirmación dentro del universo-isla que lo acoge al consumidor-lector.

sábado, 11 de octubre de 2025

Job. Texto e ilustración de José Luis Martínez Valero. Ágora-Papeles de Arte Gramático. N. 34. Nueva Col. Otoño 2025 / Artículos literarios

 

                                                                Ilustración de José Luis Martínez Valero

 

 

                         

                     JOB

 

 

         José Luis Martínez Valero

 

 

De este libro se ha dicho que sería una parábola, narración de un suceso imaginario del que se deduce por comparación o semejanza una enseñanza moral, según el Diccionario Ideológico de Julio Casares. No trata sobre el colectivo judío en su historia, sino de cómo afrontar los hechos, la interrogación y sus consecuencias.  

En la Biblia casi todos los sucesos afectan a Israel, muy pronto tienen sentido de pertenencia a una nación, el pueblo elegido, cuya historia está llena de conflictos armados, destierros, violaciones, incendios, asesinatos. Job presenta un suceso intemporal, ocurrido en la relación entre el hombre y el Ser Supremo, valora definitivamente la opinión, como algo particular, expresión de alguien libre, ajeno al estamento sagrado, a la tradición, remite a un discurso estrictamente privado.

La realidad histórica de los sucesos y personajes es más que dudosa. Cuenta lo que sucede a un hombre bueno, muy rico, el más poderoso de su región, quien, tras la provocativa intervención del diablo, que pone en duda su bondad y fidelidad, ante el tribunal de Dios, es sometido a esta prueba: privado de tierras, ganados, hijos, salud, objeto de repulsa de su propia esposa. Tras recibir la visita de unos amigos que, asombrados, se encuentran con alguien que no comprende el mal que se le ha hecho, la miseria en la que se encuentra, la cuestiona por injusta. 

 

                                                                                       Edición en Madrid, imprenta de Pedro Marín, en 1779.
 

Fray Luis de León en su Exposición del libro de Job, que dedicó a la madre Ana de Jesús, compañera de Santa Teresa, obra póstuma, consume muchos años y casi setecientas páginas en la traducción, análisis de cada una de sus palabras y su composición en verso. El libro es un testimonio imprescindible que combina lector y autor.

Quizá no necesitemos ese final feliz, en el que Job recupera con creces lo que ha perdido. Quizá volvamos a recuperar el ritmo de la vida anterior. Puede que no nos interese para nada. Lo que importa es que un hombre, Job, ha visto la cara del Señor. Ha sido sincero. Su extrañamiento ante lo ocurrido obtiene respuesta.  

Texto dialógico, encuentro de sucesivos “monólogos” que enuncian conceptos tópicos. Se proponen diversas interpretaciones sobre la repentina pérdida y la desesperada réplica de Job. Contrariamente a lo que cabe esperar, suceden escenas cuya interpretación no es simple. Muestran la reflexión sobre la fragilidad del juicio del hombre frente a la seguridad con que el Señor parece mostrar el camino.

La retribución por sus obras, no sucede como causa efecto. En una palabra, premiar el bien, no se corresponde con los planes inmediatos del Señor, esto es, aumentar o mantener el bienestar, sino que, por el contrario, son actuaciones que contradicen la lógica, aparentan arbitrariedad, obedecen a razones que son un misterio para el hombre.

Como texto clásico, sumido Job en contradicciones, su actitud es de plena actualidad. Los sordos contrastes a los que determinados conflictos nos han llevado, aparecen reflejados en sus diferentes discursos. Hoy, los que nada tenían, convertido en ruinas todo su patrimonio, están a punto de perder el lugar donde poner esa nada. Frente a los tópicos, Job declara:

Todo eso lo han visto mis ojos, / lo han oído mis oídos, y lo comprendo;/ lo que sabéis vosotros, yo también lo sé, / y no soy menos que vosotros. / Pero quiero dirigirme al Todopoderoso, / deseo discutir con Dios. / Vosotros enjalbegáis con mentiras / y sois unos médicos matasanos. / ¡Ojalá os callarais del todo, / eso sí que sería saber!

Los monólogos de Job donde refuta como palabrería, aire, vacío, las palabras que cada uno de sus amigos le dedica, consuelo que rechaza porque nada aporta. Uno de ellos, Safir de Naamar contesta:

Va a quedar sin respuesta tal palabrería, / ¿Va a tener razón el charlatán? / ¿hará callar a otros tu locuacidad? / ¿te burlarás sin que nadie te confunda?

Se trata de la situación más humana propuesta en la Biblia, válido como expresión de la angustia al que todo ser humano está sujeto. Job arruinado, muertos sus hijos, despreciado por su mujer:

 ¿Todavía persistes en tu honradez? Maldice a Dios y muérete.

A pesar de todo, mantiene el equilibrio entre lo que piensa y lo que dice, interpreta las palabras de los amigos, contradice sus afirmaciones, porque las encuentra vacías:

Instruidme, que guardaré silencio/ hacedme ver en qué me he equivocado. / ¡Qué persuasivas son las palabras certeras!, / pero ¿qué prueban vuestras pruebas?... ¿Qué es el hombre para que le des importancia, /para qué te ocupes de él, / para que le pases revista por la mañana/ y lo examines a cada momento?                            

Este libro si lo integrásemos en la mística, correspondería al proceso ascético. Recordad cuando privado de todos sus bienes, su cuerpo se cubre de llagas, dolor constante, que no le hace perder la fe. Al contrario, ve con más claridad que el plano terrenal y el espiritual no se corresponden, poco a poco entenderá que la razón no puede comprender los designios del Señor, aparte de esta primera y tajante disposición que aparece al comienzo:

                  El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó

                     bendito sea el nombre del Señor. 

Difiere en la doctrina de la retribución, tras unas pérdidas que encuentra arbitrarias, aunque han sido toleradas por el Señor para convencer al diablo que califica a su siervo Job como un estómago agradecido, ya que tiene todo el poder y la felicidad a la que un hombre puede aspirar, dice su amigo Bildad de Suj:

¿Puede Dios torcer el derecho / o el Todopoderoso pervertir la justicia?                                                                                    

Por fin, ahora, desposeído, sabe quién es:

Vivo sin paz y sin descanso, entre continuos sobresaltos.       

No es el hombre contra Dios, sino frente a la forma con la que ha sido conceptualizado. Cuando se desmonten los tópicos, el hombre podrá volver al primer encuentro. El personaje se suele instalar en la palabra como quien recorre casa propia. No espera ninguna sorpresa, actúa como si las llaves, que porta, le sirvieran para abrir todas sus puertas. Se relata con palabras, de ahí la posible confusión y misterio.

Elifaz de Temán le dice:

 No nace del barro la miseria, / la fatiga no germina de la tierra: / es el hombre quien engendra la fatiga /…Yo que tú, acudiría a Dios.  

¿Puede el hombre comprender al hombre en su relación con el Ser Supremo? Los amigos que asisten para acompañarlo en su infortunio, permanecen varios días callados. Tras ese tiempo, tratarán de justificar su desgracia. Job no acepta sus palabras de protesta, pues él no ha cometido falta a la que corresponda castigo alguno La cadena que une al hombre con el otro extremo parece tener algún fallo. Deduce que hay un error y trata de dar con él

El impío triunfa y goza, mientras que, aquel que cumple y hace el bien, es expuesto al peligro, pierde lo conseguido y se convierte en hombre desdichado.

Job no se rebela. Todo aquello que corresponde a lo terrenal no implica relación en el otro plano, que parece sujeto a la arbitrariedad. No se tiene más, ni se es más feliz, porque se haya obrado correctamente. Si bien se cumplen los preceptos, no implica que el cielo lo gratifique, simplemente se ha cumplido con una obligación.

El destino del hombre es incierto. El premio o el castigo no pertenecen a este mundo. Tras las tensas, extensas conversaciones entre los amigos que han venido a consolarle, a hacerle compañía. Situación que Job llega a reducir a palabras, palabras vacías. Sucede la intervención de Dios.

Respondió Job diciendo. Sé que lo puedes todo y que no hay nada que te cohíba. Cierto que proferí que no lo sabía, cosas difíciles para mí, que no conocía. Sólo de oídas te conocía; mas ahora te han visto mis ojos. Por todo me retracto y hago penitencia entre el polvo y la ceniza.

Una vez que ha sucedido la intervención de Dios, ya no existen exposiciones y réplicas. El ingenio, el razonamiento, las comparaciones y metáforas, las preguntas quedan suspendidas, por fin, sin mediación alguna, en directo, asiste Dios.

Ocurre que, todo lo que se diga, nada vale. Dios no puede ser comprendido por la palabra.

Sólo de oídas te conocía”. Reconoce sus límites, “de oídas”. El hombre es un eco, accede de modo indirecto, sólo palabras, de ahí que esta aproximación sea confusa, comparable a la niebla. A ciegas se actúa entonces, de modo que cualquier camino puede ser equivocado. Entramos en un espacio en el que la experiencia siempre será un fracaso.

Ahora te han visto mis ojos”. Por fin conoce su rostro, la confusión es menor, ha penetrado en mi ser. Frente al engaño de los ojos, por fin he visto tu rostro. El ver se convierte aquí en un estado de gracia. Fray Luis de León comenta:

Una cosa es oír de Ti, otra verte delante los ojos; que como delante del sol se aclara todo, y huyen sin dejar rastro de sí las tinieblas, ansí tu rostro resplandeciente, amaneciendo en el alma, hace huir de él toda ignorancia y error. 

 

 

 

José Luis Martínez Valero nació en Águilas (Murcia) en 1941, es poeta, narrador, ensayista y pintor. Catedrático emérito de Literatura.  Es autor del ensayo Antología del Veintisiete en Murcia (Ed. La Fea Burguesía, 2024), también de libros de poemas como La puerta falsa (2002), La espalda del fotógrafo (2003), Puerto de Sombra (2017), y de libros en prosa como Sintaxis (2019) y Otoño en Babel (2022, ed. La fea burguesía, Murcia). Ha sido guionista en los documentales Miguel Espinosa y Jorge Guillén en Murcia. Es colaborador y asesor de la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático desde su fundación, en 1998.

Página de José Luis Martínez Valero en blog de Ágora

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