Árboles y cielo de Bucarest
RECUERDOS DEL SEÑOR JOAQUÍN GARRIGÓS
Por Monica Tarău
Noviembre puede ser muy oscuro en Madrid. Casi tan oscuro como son los otoños tardíos en Bucarest. En una tarde madrileña nublada de 2003, mientras echaba mucho de menos Rumanía, entré en la librería de la facultad donde estudiaba. Allí encontré la traducción al español del libro Isabel y las aguas del diablo de Mircea Eliade, un texto que me había acompañado durante mis años de instituto. Leí el nombre del traductor. Era Joaquín Garrigós. Me lo compré, y como ya había tiempo hasta que comenzara la siguiente clase, me senté en las escaleras y empezé a leer.
A medida que estaba avanzando en el texto, el hueco que sentía por encontrarme por primera vez tan lejos de casa se estaba llenado de un mundo muy familiar, que había dejado atrás hacía unos meses, al irme de Bucarest. Pasé la noche leyendo en mi piso compartido en Aluche, que se llenaba del ambiente del mundo de Eliade, típico de cada libro suyo y del lugar de donde venía yo. Y me parecía increíble que alguien que se había formado en otra realidad, consiguiera dar forma a todo este mundo tan familiar en un idioma que yo estaba aprendiendo. Todavía guardo aquel libro en mi biblioteca, junto con varios apuntes.
Después de unos años, durante mis inicios en la Radio rumana, conocí a este maravilloso traductor que era entonces director del Instituto Cervantes de Bucarest. Recuerdo con mucho cariño los eventos culturales que organizaba junto con su increíble equipo en la antigua sede del Instituto, las tardes de poesía o de cine en aquel patio de la parte antigua de la ciudad. Entonces me enteré también de su amor por Bucarest. Fue una gran alegría saber que alguien que venía de otro mundo se integraba tan bien en el ambiente cultural bucarestino y que amaba tanto esta ciudad heterogénea.
Conocí también su inmensa generosidad literaria. Siempre estaba dispusto a compartir ideas, noticias y contactos. Su voz inconfundible estuvo muy presente en la radio como puente entre nuestras culturas, y nuestra linda colaboración continuó incluso después de su partida de Rumanía. Y me atrevería decir que sigue continuando a través de los contactos y de las amistades que facilitó. Siempre le estaré agradecida por todos estos puentes que se crearon gracias a él y por haber acercado a los lectores de lengua española a algo tan personal como es nuestra literatura.
Basílica Mantuleasa. Bucarest
Es verdad que los lugares tienen vida propia. Y creo que también guardan la memoria de aquellos que los hayan tratado con generosidad. Por esto también creo que el recuerdo del maravilloso Joaquín Garrigós se quedará en las calles de la Bucarest antigua por donde le gustaba pasear, entre los árboles que han visto crecer a generaciones, en los patios mágicos de antaño, que en verano se llenan de flores o en una butaca en el Festival «George Enescu» que tanto amaba.
Cuando se fue de Rumanía no nos despedimos, y nuestra amistad radiofónica continuó durante muchos años. Tampoco nos despedimos ahora, mientras estoy escribiendo este texto en una tetería de la antigua Bucarest, donde por casualidad o no se está escuchando guitarra española en esta tarde soleada de enero.
Iglesia Mantuleasa. En recuerdo de Joaquín Garrigós
Monica Tarău, redactora en Servicio Español de Radio Rumanía Internacional. Como periodista hizo interesantes entrevistas a Joaquín Garrigós, en el programa de radio Paseo cultural, de Radio Rumanía Internacional. A destacar esta: "La traducción literaria en tiempos difíciles". Cf:
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