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jueves, 15 de septiembre de 2022

La vida alejada del mundanal ruido (Sobre "La ciudad de los condenados y otros relatos" de Max Blecher, en traducción al español de Joaquín Garrigós). Por Alicia Rodríguez Sánchez

 

La ciudad de los condenados y otros relatos

Max Blecher

Traducción de Joaquín Garrigós

Ed. Viruta de Boj


          

      LA VIDA ALEJADA DEL MUNDANAL RUIDO

 

por Alicia Rodríguez Sánchez

 

Cuando cayó en mis manos el ejemplar de La ciudad de los condenados y otros relatos (publicado en la editorial Viruta de Boj) iba con la idea preconcebida de cómo podía ser que Max Blecher, en tan pocas líneas, pudiese ahondar tanto en la condición humana, y en la vida que nos envuelve, cual gusano en su crisálida a punto de metamorfosearse en una mariposa.

El lector ávido debería introducirse en el mundo de los relatos con la mente abierta y dispuesto a liberarse de los condicionantes que imperan en torno al surrealismo. En este sentido, me han llamado profusamente la atención siete relatos como son “Berck (la ciudad de los condenados)”, “Una ciudad horizontal”, “Algo sobre el yeso”, “Don Jazz”, “La tahona de Ionita ”, “Ix-Mix-Fix” e “Insinuaciones”.

A lo largo de todo el libro queda patente el surrealismo (unido a la ironía y al humor negro), que provoca en el lector la risa tras la burla de ciertas imágenes que traen a la memoria momentos cómicos: todo ese mundo tiene su asiento en un tren pequeño como de juguete con una locomotora que más bien parece un camello y que arranca despacio (p. 34).  Asimismo, concibe Berck como “la Meca de la tuberculosis ósea” como si se tratase de un lugar de peregrinación sagrado para los creyentes de las religiones del mundo antiguo, que actualmente es visitada por los practicantes de la religión musulmana.

Otro de los momentos que marcan ese carácter irónico es el que se relaciona con la descripción del conde en “Ix-Mix-Fix” donde el autor nos transporta al mundo de las tribus ancestrales con un personaje que simula ser el jefe de una de ellas: El conde tenía pintadas de rojo las plantas de los pies (iba descalzo, aunque portaba con decoro unos pantalones de caza), en la cabeza llevaba un gorro con vistas del Brasil y en la mano una azucena negra, intimidante a más no poder (p. 63).

Asimismo, en la descripción del panadero de la tahona aparece el surrealismo en estado puro al mencionar una breve descripción del mismo: En el mentón tenía unos cuantos hilos rubios, tan escasos y delicados que parecían cultivados en un invernadero, al abrigo de la luz (p. 55).

En la historia de la literatura apareció un género literario, como era el esperpento, que presentaba una deformación de la realidad cuyo objetivo era el de criticar la sociedad de antaño. Dicha distorsión la observamos en la muerte del personaje “Don Jazz”: la mano tejía un pensamiento horizontal que, por casualidad, ilustraba con una pistola.  La bala salió, por lo tanto, de una sien hacia la otra de manera horizontal, encontró el pensamiento vertical y, en el cruce, don Jazz murió (p. 46). La imagen de la pistola trae a mi memoria el suicidio de uno de los máximos exponentes del Romanticismo español, Mariano José de Larra, para el cual fue la única salida posible debido al pesimismo en el que se encontraba y a su honda depresión; situación similar que pudo haber llevado a don Jazz a cometer dicho acto contra su persona.

Lo tétrico se encuentra unido con el mundo de los enfermos como si de un cortejo fúnebre se tratase: Desde la carga de los enfermos en los carritos, que tanto se asemeja a la colocación de los ataúdes en los coches fúnebres (p. 42) donde las fuerzas de la naturaleza se convierten en una suerte de plañideras que evocan el final del mundo en una visión apocalíptica: el viento aúlla una melopea siniestra como un llamamiento de todos los condenados del mundo, como un conmovedor llanto universal (p. 43).

El carácter pasajero de la fortuna o de la reputación humana, condenada a verse arrastrada por la muerte, se representa en el tópico literario sic transiit gloria mundi pero en este caso en una suerte de pesadilla cuando menciona la ciudad de Berck: allí con infinitas precauciones, enfermeros y mozos de cuerda bajan de los vagones camillas con enfermos cadavéricos.  Cojos con muletas y raquíticos que cuelgan desesperados del recio brazo de sus acompañantes (p.33).

Dicha visión sobre la muerte, que se encuentra siempre ligada con otras relacionadas con las corrientes literarias vanguardistas como es el dadaísmo, aparece también en el artículo de la tahona cuando describe el sepelio del panadero: el día de su entierro el cura mandó retirar la tapa del ataúd y la cara del muerto cuando le dio el sol se puso negra como un tizón.  Lo taparon a toda prisa y lo sepultaron (p. 69). La imagen nos recuerda a la situación de velar un difunto en la cual la familia y allegados pasan las últimas horas con la persona querida para darle lo que se conoce como comúnmente el “último adiós”.

Relacionado con el terror siempre encontramos la figura de la Parca, unida al ser humano como las dicotomías del cielo y el infierno o el blanco y el negro: Él está viviendo en intimidad con la muerte.  No con una muerte abstracta, nebulosa y a largo plazo.  Es su muerte, concreta, precisa y determinada, a la que conoce en todos sus detalles, como si fuera un objeto (p. 84). La vida y la muerte quedan unidas como dos entidades inseparables de la existencia humana.

Blecher concibe los lugares por los cuales transita como dignos de los mejores relatos de terror, razón por la cual alude a uno de los maestros universales de este tipo de cuentos, como es el autor norteamericano Edgar Allan Poe: y extraño porque la palidez enfermiza de los comensales le hace a uno pensar en un relato alucinante de Edgar Allan Poe.

La fantasía recorre también la obra, concretamente en el relato “Ix-Mix-Fix”. Uno de los rasgos de este ensueño queda representado por medio de una de las corrientes vanguardistas como es el Dadaísmo, cuya máxima literaria consistía en presentarse como una sucesión de palabras, letras y sonidos a la que es difícil encontrarle lógica puesto que en su creación se van colocando una tras otra las palabras obtenidas de recortes de revistas. En este relato, podemos encontrarnos en un alimento consumido diariamente una obra literaria: El pan se hacía con letras, no con harina.  Cada pan contenía una novela completa de Zola.  En la superficie de un bocado leí un episodio sobre una terrible catástrofe ferroviaria. (p. 63).

La ironía se entiende como un alegato de queja relacionado con la gutiera ya que ésta puede ser conducida o bien por un caballo o bien por un ser humano del cual menciona que por ese trabajo cobra 5 francos.  Un hombre en Berck es más barato que un caballo y presta más o menos los mismos servicios (p. 39) donde dicha burla queda unida con la denuncia a la sociedad por el trato que recibe el ser humano al ser comparado con un cuadrúpedo.

En el relato “Insinuaciones” trata al lector como un cómplice de sus argumentos los cuales concibe como frases de verdad absoluta: Desde el punto de vista de las justificaciones, cometer un delito no se diferencia mucho de comprar un ramo de flores:  detrás de ambos actos pueden amontonarse más o menos la misma cantidad de argumentos lógicos y humanos (p. 77) o La justicia es necesariamente ilógica e inhumana.  Es decir, en resumidas cuentas, injusta; concebidas dichas expresiones como verdades universales por gran parte de la población. La que más me ha llamado la atención de todas ellas ha sido: Siempre hay alguien que, en medio de un silencio general, diga una estupidez en voz alta (p. 78), momento que podemos extrapolar a situaciones como una separación de una pareja en la cual una persona pronuncia algo inoportuno.

Otro de los aspectos que marcan el sarcasmo es el momento en el cual habla del tren como si de una academia médica de prestigio se tratase: Yo diría que en este trenecito se debate más de patología que en todas las Academias de Medicina juntas (p.34).

Las metáforas quedan patentes en El carrito avanza, gira, esquiva […] mientras sus manos tiran de las riendas a una y otra parte con los gestos del ciego que camina por en medio de sus propias tinieblas (p. 35) mediante la cual compara el avance con el carro del enfermo, que no sabe dónde dirigirse, con la mirada de un invidente el cual a través de los sentidos que posee puede ver el mundo con otro tipo de connotaciones.

No debemos olvidar los matices autobiográficos en “Algo sobre el yeso” donde cuenta los tipos de sulfato que se pueden poner al enfermo y realiza una mención explícita a aquel que se encuentra cerrado de manera hermética en el que Además del tormento de sentir el picor del yeso directamente en el cuerpo cuando el enfermo yace tres días en una especie de cenagal frío y agobiante, habrá de sufrir varios meses la tortura de no poder lavarse. Como fácilmente se comprenderá, en ese tiempo se forma sobre la piel una costra gruesa de suciedad que mortifica con un escozor y una quemazón infernales (p.36).

La historia antigua queda patente en “Una ciudad horizontal” donde realiza una alusión al ágape romano al mencionar la manera en la que consumían los enfermos en los hoteles que se asemeja a un festín romano en el que todos los convidados están tumbados (p. 38) pero con el hilo irónico que vertebra toda la obra.

Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención ha sido la aparición de ciertos rasgos de la corriente filosófica del nihilismo, la cual niega todo principio político, religioso o social.  Dicha negación abarca prácticamente todos los relatos en expresiones como Todo está demasiado inmóvil y esta nada que nos rodea se esfuerza por abarcar la vida (p. 70) en la cual la existencia no tiene ningún tipo de sentido.

            Me gustaría terminar la valoración de la obra con la mención de “Con el corazón en la maleta”, escrito por Sasa Pana, el poeta simbolista amigo del escritor que nos ocupa.

            Gracias a su relato conocemos con algo más de detalle los quehaceres cotidianos de Blecher ya que tenía una “intensa” vida social puesto que un nutrido correo lo ligaba diariamente la vida literaria e intelectual de Francia, Inglaterra y Rumanía (p. 93). 

            A pesar de que estaba enfermo, nunca mostró queja alguna sobre la misma: Jamás nuestra conversación giró sobre su enfermedad, sobre la terrible miseria fisiológica que se estaba purgando.  Solo una vez se le humedecieron los ojos pensando que sus padres podían sentirse culpables de sus sufrimientos, culpables como autores de sus días, como los autores de actos castigados por las leyes. Todo ello muestra una entereza tanto física como mental digna de una gran admiración de la cual deberíamos aprender todos aquellos que vivimos en el llamado “primer mundo”, habitantes que nos sentimos en muchas ocasiones insatisfechos por la vida que llevamos, pero deberíamos dar las gracias por todo lo que hemos conseguido.

            Sasa Pana concibe el sanatorio como un lugar de lamentos y quejidos continuos: Berck, palabra puñal que desgarra tanto como los ayes de los más de mil condenados a vivir aprisionados con grilletes de yeso, que fueron sus compañeros allí, en la playa de las estatuas tumbadas (p. 94).  Dicha expresión trae a mi memoria los recuerdos de otra de las grandes obras de Blecher, Corazones cicatrizados, en la cual los enfermos se sienten prisioneros dentro de su propio cuerpo como si se tratase de una especie de castigo divino.

            Su prosa se encuentra plagada de metáforas e ironías, que conducen al lector al mundo del surrealismo, donde la vis cómica predomina y en la cual no deja a nadie indiferente. Ésta nos transporta a un mundo paralelo en la cual la ficción y la realidad se funden en una sola como una nueva vida que está a punto de comenzar.

            Como mencionaba al principio del artículo, La ciudad de los condenados y otros relatos, debería ser leída sin ningún tipo de prejuicio, con la mente siempre abierta, como si un juego se tratase donde el lector se muestre partícipe de las imágenes que el autor nos muestra a lo largo de sus páginas;  pensamientos que llevan al lector a una realidad paralela con el objetivo de olvidarnos de los problemas cotidianos que nos acechan y poder evocar otras realidades en las cuales el ser humano pueda ser feliz. Dicha reflexión final me evoca una de las estrofas más conocidas de la literatura española, Oda a la vida retirada escrita por fray Luis de León, que paso a citar a continuación:

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

 

 

ALICIA RODRÍGUEZ SÁNCHEZ es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante.  Actualmente, ejerce como profesora de carrera en el Centro Integrado de Formación Profesional (CIPFP) Canastell de la localidad alicantina de San Vicente del Raspeig.  En este centro, imparte la materia de Lengua castellana y literatura.

Su primera incursión en el mundo de la literatura para adultos fue con la recopilación medieval de cuentos titulada Las mil y una noches a los que le siguieron otras obras clásicas españolas de autores como Mariano José de Larra, Gustavo Adolfo Bécquer o Lope de Vega, entre otros grandes de la literatura.

 

Revista ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO/ SEPTIEMBRE 2022/ BIBLIOTHECA GRAMMATICA

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