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martes, 27 de septiembre de 2022

"La comedia humana. Papá Goriot". Análisis del profesor Luis Quintana Tejera de la novela de Balzac/ Avance de Ágora-Papeles de Arte Gramático N.14 /Clásicos de la literatura universal/ Bibliotheca Grammatica

 


 

 

LA COMEDIA HUMANA: PAPÁ GORIOT

 

                                                Por LUIS QUINTANA TEJERA

                                         

                                                                              Luis Quintana Tejera. Enciclopedia de la literatura en México

 

Introducción. Resumen.

En 1843 Balzac integró Papá Goriot a la Comedia humana en el tomo I de “Las escenas de la vida parisiense”. En nota póstuma dejó establecido que esta novela debía incluirse en “Las escenas de la vida privada” indicación respetada en la versión definitiva según lo comenta Rafael Cansino Assens en la nota preliminar del tomo I (1967: 177).

Como analista de la obra de Balzac me parece asombroso no sólo la extensión de esta “Comedia”, sino también la calidad de su prosa y los juicios de diverso alcance que intercala en la narración de los hechos, los cuales ponen en controversia los modos de ser de la sociedad de la época, los vicios y las aparentes virtudes que caracterizan a esos tipos literarios que aparecen en el devenir de sus reflexiones.

Ciertamente, el inquieto escritor francés tuvo presente al componer tal monumental creación a la otra comedia que la tradición nos ha legado, La divina comedia de Dante Alighieri. Quizás el carácter escatológico y místico de ésta la aleja de la composición a la cual pertenece Goriot, pero tienen muchos elementos en común que iré desbrozando en posteriores escritos sobre una y otra de las creaciones aquí trabajadas.

Me ajustaré primero al análisis de determinados pasajes de esta novela de 1834, sin dejar de lado la enorme pasión que me domina al leer y comentar la obra de este gigante de las letras universales.

Palabras claves

Paternidad, desapego filial, pobreza, topoi, cronos.  

Résumé

En 1843, Balzac inclut Papa Goriot dans la Comédie humaine du tome En 1843, Balzac inclut Papa Goriot dans la Comédie humaine du tome I des "Scènes de la vie parisienne". Dans des notes posthumes, il a été établi que ce roman devait être inclus dans "Les scènes de la vie privée", une indication respectée dans la version définitive, comme le commente Rafael Cansino Assens dans la note préliminaire du tome I.

Mots clés

Paternité, détachement filial, pauvreté, topoi, cronos.

 

 


Dedicatoria a Geoffrey Saint-Hilaire[1].

Esta dedicatoria al zoólogo francés no es casual, sino que Balzac sustenta muchos de los perfiles de sus protagonistas en aspectos biológicos que Saint-Hilaire había estudiado detenidamente. La relación hombre-animal es notable en el análisis del zoólogo francés y Balzac la toma en cuenta en el momento de describir a sus personajes.

 

Papá Goriot: La novela. Análisis parcial.

          Este relato presenta los siguientes aspectos en los cuales resaltarán las figuras de los personajes: 

   

 Una pensión burguesa. El topoi del relato.

 

       La narración comienza diciendo:

Madame Vauquer, née de Conflans, est une vieille femme qui, depuis quarante ans, tient à Paris une pension bourgeoise établie rue NeuveSainte-Geneviève, entre le quartier latin et le faubourg Saint-Marceau. Cette pension, connue sous le nom de la Maison Vauquer, admet également des hommes et des femmes, des jeunes gens et des vieillards, sans que jamais la médisance ait attaqué les mœurs de ce respectable établissement[2].

          El relato empieza con la presentación de un personaje aparentemente secundario: Madame Vauquer, quien es la dueña y administradora de la pensión ubicada en el barrio latino. De acuerdo con el estilo que el realismo impone, el narrador se detiene en detalles representativos del ambiente que está ofreciendo. En estas referencias destaca: la anciana señora, el tiempo que lleva al frente de este establecimiento, la calle en que se halla emplazada la pensión, el nombre del hospicio: Casa Vauquer y los huéspedes que recibe, tanto hombres como mujeres, jóvenes y ancianos; un detalle final: las calumnias y embustes —que nunca faltan— no han podido desmerecer el buen nombre de lugar.

          En seguida entabla un diálogo con su lector implícito, en el cual se atreve a adelantar, a modo de una lúdica prolepsis, que este mismo lector —cómodamente sentado en un mullido sofá— pueda llegar a decir que el presente relato lo va a divertir:

            Ainsi ferez-vous, vous qui tenez ce livre d’une main blanche, vous qui vous enfoncez                    dans un moelleux fauteuil en vous disant: Peut-être ceci va-t-il m’amuser (180).

 

          Pero, contra toda lógica, el lector se sentirá muy bien —ha de comer con buen apetito— y llegará a pensar que el escritor ha exagerado un poco y se atreverá a catalogar al discurso de éste, como si se encontrara en un nivel lírico; “lo acusará de poesía”, dice. El narrador continúa con su actitud lúdica, mediante la cual interpreta por adelantado lo que su descifrador está pensando. Juega con el lenguaje y su ironía se hace presente una vez más:

Après avoir lu les secrètes infortunes du père Goriot, vous dînerez avec appétit en mettant votre insensibilité sur le compte de l’auteur, en le taxant d’exagération, en l’accusant de poésie (180).

 

          Este mismo narrador aclara que el drama aquí contado no es ni una ficción ni una novela. “Todo es verdad” afirma, con lo cual insiste en los términos del contrato de veridicción de Greimas (1980): “Todo es tan verdadero, que cada cual puede reconocer los elementos de éste en su casa, quizá en su propio corazón”.

Ah! sachez-le: ce drame n’est ni une fiction, ni un roman. All is true, il est si véritable, que chacun peut en reconnaître les éléments chez soi, dans son cœur peut-être![3]

 

          La argumentación que se ofrece es relativa y, de alguna manera, inocentemente tramposa; esto lo digo porque en la vida real encontraremos, no hay duda de ello, los elementos aquí representados; pero es absolutamente subjetivo el que también puedan hallarse en “su propio corazón”. El narrador acude a la predisposición de su lector quien, después de leerlo, se involucra con él y termina aceptando “su verdad”.  

          En lo que tiene que ver con la creación literaria propiamente dicha, el narrador adelanta una ilustración parcial en donde pretende explicar cuáles han de ser los factores que se tomarán en cuenta en el momento de leer y entender su propuesta narrativa. Dice al respecto:

La rue Neuve-Sainte-Geneviève surtout est comme un cadre de bronze, le seul qui convienne à ce récit, auquel on ne saurait trop préparer l’intelligence par des couleurs brunes, par des idées graves; ainsi que, de marche en marche, le jour diminue et le chant du conducteur se creuse, alors que le voyageur descend aux Catacombes. Comparaison vraie! Qui décidera de ce qui est plus horrible à voir, ou des cœurs desséchés, ou des crânes vides?[4]

 

          En primer término y en lo que obedece al topos del relato, la rue Neuve—Saint—Geneviève será el “marco de bronce” que le atañe a esta narración. Pienso que el bronce es un metal menos noble —digámoslo así— que la plata o el oro; por lo tanto, a un contexto de esta condición corresponde una anécdota sencilla, natural y llana. Sé que la historia de Goriot no es la de un héroe tradicional, ni siquiera la de una figura moderna. Pero opino que se trata de un individuo muy humano y profundo en el amor que siente por sus hijas. Será un verdadero prototipo de cariño paterno que no conoce límites para llegar a expresar ese mismo afecto.  El narrador hace uso de la antítesis entre el proceder de este padre abnegado y la falta de respuesta de las hijas, que sólo lo han de ver como un medio para conseguir sus fines egoístas y mezquinos.

          A su vez, es necesario preparar la mente; para ello, en consonancia con el bronce ya aludido, habrá que recurrir a colores pardos e ideas graves; de modo que, al ir avanzando de peldaño en peldaño en el proceso de creación, irá disminuyendo la luz. ¿Serán los corazones resecos que ya están anestesiados para el amor o los cráneos vacíos en donde ya no anida, ni una idea? A esta noción el narrador la apostrofa como “¡Comparación exacta!” Se me ocurre pensar en Delfina y Natasha —las hijas expósitas del destino— y, en el otro extremo, papá Goriot, el padre abnegado ante el cual un lector sensible debería derramar al menos una lágrima.

          En fin, hablaré de Goriot a quien conocemos desde el principio de la narración como un hombre astuto para esas cosas del dinero y que ha conseguido amasar una fortuna; dice al respecto el narrador:

Jean-Joachim Goriot était, avant la révolution, un simple ouvrier vermicellier, habile, économe, et assez entreprenant pour avoir acheté le fonds de son maître, que le hasard rendit victime du premier soulèvement de 1789. Il s’était établi rue de la Jussienne, près de la Halle-aux-Blés, et avait eu le gros bon sens d’accepter la présidence de sa section, afin de faire protéger son commerce par les personnages les plus influents de cette dangereuse époque. Cette sagesse avait été l’origine de sa fortune qui commença dans la disette, fausse ou vraie, par suite de laquelle les grains acquirent un prix énorme à Paris. Le peuple se tuait à la porte des boulangers, tandis que certaines personnes allaient chercher sans émeute des pâtes d’Italie chez les épiciers. Pendant cette année, le citoyen Goriot amassa les capitaux qui plus tard lui servirent à faire son commerce avec toute la supériorité que donne une grande masse d’argent à celui qui la possède. Il lui arriva ce qui arrive à tous les hommes qui n’ont qu’une capacité relative. Sa médiocrité le sauva.[5]

 

Es tal la generosidad para con sus hijas que les entregó, mediante una cuantiosa dote, todo su caudal. Delfina y Natasha, a quienes aludíamos supra, quedaron huérfanas de madre cuando eran aún muy pequeñas. A partir de ese momento, el protagonista se entregará a sus pequeñas en cuerpo y alma. Les dará una cuidada educación, con los mejores maestros que el dinero puede comprar, además se comportará como un padre fuera de lo común; al seguir el ejemplo de Saint-Hilaire amará a sus hijas con el instinto de una leona feroz, sustituyendo la dolorosa ausencia de la madre. Con temor de caer en una postura feminista, como lo hizo Saint Beuve al acusar a Balzac por la proliferación de mujeres en sus relatos,[6] opino que Papá Goriot se feminiza al renunciar al mundo para atender sólo y exclusivamente a sus hijas. Dice al respecto el autor de este artículo: “La acusación de ser mujer o al menos de degradarse al servirlas como lectoras, ya lo hemos visto, era arrojada lo mismo al crítico Saint Beuve que al novelista Balzac, en aquel siglo XIX. Para quienes pensamos, contrarios a la ideología de géneros políticamente correcta impuesta dos siglos después, que el genio tiene los dos sexos del espíritu (Jules Michelet), es claro que tanto Saint Beuve como Balzac cultivaban cierta androginia. No podían ser del todo ajenos a la misoginia de su tiempo, pero, por su lectura y escritura de “estudios de mujer”, fueron, en aquellos términos, muy honrosamente femeninos. Alentados por la Revolución de 1830 y por el sansimonismo, uno y otro, bajo la influencia de Madame Sand, compartían una forma progresista de vindicar al llamado “sexo débil” (2022: 16).

El comerciante de fideos asumirá no sólo el cariño de un padre protector, sino también el afán y ternura de la madre muerta. Dirá el narrador al respecto:

L’éducation de ses deux filles fut naturellement déraisonnable. Riche de plus de soixante mille livres de rente, et ne dépensant pas douze cents francs pour lui, le bonheur de Goriot était de satisfaire les fantaisies de ses filles: les plus excellents maîtres furent chargés de les douer des talents qui signalent une bonne éducation, elles eurent une demoiselle de compagnie, heureusement pour elles, ce fut une femme d’esprit et de goût, elles allaient à cheval, elles avaient voiture, elles vivaient comme auraient vécu les maîtresses d’un vieux seigneur riche; il leur suffisait d’exprimer les plus coûteux désirs pour voir leur père s’empressant de les combler ; il ne demandait qu’une caresse en retour de ses offrandes. Goriot mettait ses filles au rang des anges, et nécessairement au-dessus de 167 lui, le pauvre homme! il aimait jusqu’au mal qu’elles lui faisaient[7]

 

Además, el rústico negociante hará de sus hijas unas señoras facultadas para pertenecer a la clase nobiliaria. Lo único que no alcanzó a enseñarles es que el dinero no puede comprarlo todo y su decepción fue in crescendo a medida que las vio entrar poco a poco en la edad adulta.

Dice el narrador aludiendo al momento en que ambas señoritas llegan al matrimonio:

Quand ses filles furent en âge d’être mariées, elles purent choisir leurs maris suivant leurs goûts : chacune d’elles devait avoir en dot la moitié de la fortune de son père. Courtisée pour sa beauté par le comte de Restaud, Anastasie avait des penchants aristocratiques qui la portèrent à quitter la maison paternelle pour s’élancer dans les hautes sphères sociales. Delphine aimait l’argent : elle épousa Nucingen, banquier d’origine allemande qui devint baron du Saint-Empire. Goriot resta vermicellier. Ses filles et ses gendres se choquèrent bientôt de lui voir continuer ce commerce, quoique ce fût toute sa vie. Après avoir subi pendant cinq ans leurs instances, il consentit à se retirer avec le produit de son fonds, et les bénéfices de ces dernières années; capital que madame Vauquer, chez laquelle il était venu s’établir, avait estimé rapporter de huit à dix mille livres de rente. Il se jeta dans cette pension par suite du désespoir qui l’avait saisi en voyant ses deux filles obligées par leurs maris de refuser non seulement de le prendre chez elles, mais encore de l’y recevoir  ostensiblement[8].

 

          Anastasia llega a satisfacer sus ideales de nobleza en los brazos del conde Restaud y Delfina será la esposa de un banquero de origen alemán de apellido Nucingen. De este modo, ambas se incorporan a la alta sociedad y, sus respectivos maridos, verán con avaricia el doble tesoro que el ingenuo Goriot les entrega: la fortuna de la dote y la gracia sin igual de las jóvenes doncellas. Muy pronto el aburrimiento e intereses diversos irán separando a las respectivas parejas. Pero lo primero que hacen los ingratos esposos es repudiar al padre, quien se verá obligado a ver a sus hijas furtivamente.

          Observo en el proceder de las dos jóvenes hijas de Goriot mucha ambición, pero además las caracteriza una particular inocencia que las lleva a creer que ellas valen por sí mismas. No hay duda de que los tramposos varones que las reciben, al principio al menos, se enamoran de dos cuerpos atractivos y, al verlas poseedoras de una educación bien cimentada —artículo de lujo en la Francia de aquel siglo—, caen —aparentemente— rendidos a sus pies. Con el tiempo ellos las empezaran a utilizar para sus propios fines egoístas prestando especial atención a la fortuna que habían alcanzado. En fin, Delfina y Natasha serán esclavas en una sociedad conyugal que las atrapa mientras su pobre padre irá columbrando, paulatinamente, como se desmoronan sus ilusiones.

Para ubicar mejor la nueva relación que este padre lleva con sus hijas, leamos lo siguiente:

Les filles, qui aimaient peut-être toujours leur père, ont voulu ménager la chèvre et le chou, le père et le mari ; elles ont reçu le Goriot quand elles n’avaient personne; elles ont imaginé des prétextes de tendresse. « Papa, venez, nous serons mieux, parce que nous serons seuls ! » etc. Moi, ma chère, je crois que les sentiments vrais ont des yeux et une intelligence: le cœur de ce pauvre Quatre-vingt-treize a donc saigné. Il a vu que ses filles avaient honte de lui; que, si elles aimaient leurs maris, il nuisait à ses gendres. Il fallait donc  se sacrifier. Il s’est sacrifié, parce qu’il était père : il s’est banni de lui-même. En voyant ses filles contentes, il comprit qu’il avait bien fait. Le père et les enfants ont été complices de ce petit crime[9].

 

          El lenguaje del narrador se vuelve marcadamente irónico, sobre todo para desnudar la hipocresía de esas mujeres, quienes se disponen a quedar bien con sus esposos y con su progenitor al mismo tiempo. Pero para lograr este fin deberán sacrificar el amor que aparentemente sentían por su padre. Se produce en Goriot una letal anagnórisis porque, como lo dice la voz que cuenta los hechos: “los sentimientos verdaderos tienen ojos e inteligencia”, mediante este reconocimiento comprende que sus hijas se avergonzaban de él y que sus yernos lo repudiaban; ¿qué hacer, entonces? Alejarse es lo más adecuado, porque si sus hijas están contentas, él también lo estará.

           Agrega en seguida:

Nous voyons cela partout. Ce père Goriot n’aurait-il pas été une tache de cambouis dans le salon de ses filles?  il y aurait été gêné, il se serait ennuyé. Ce qui arrive à ce père peut arriver à la plus jolie femme avec l’homme qu’elle aimera le mieux : si elle l’ennuie de son amour, il s’en va, il fait des lâchetés pour la fuir. Tous les sentiments en sont là. Notre cœur est un trésor, videz-le d’un coup, vous êtes ruinés. Nous ne pardonnons pas plus à un sentiment de s’être montré tout entier qu’à un homme de ne pas avoir un sou à lui[10].

 

          Las reflexiones autorales están llenas de amargura. El hombre, al igual que le sucede a papá Goriot, termina solo en un mundo que lo desconoce. La imagen: “Mancha de grasa en el salón de sus hijas” posee un agridulce sabor decadente, es la representación del deshonor y de la falta de dignidad de quienes, habiéndolo recibido todo, no son capaces de dar nada a cambio; peor aún, traicionan a su benefactor y me recuerdan el asombro de Julio César al ver a Bruto empuñando el puñal: “Tú también hijo”. Las traiciones de los descendientes son las que más duelen.

Por otro lado, me parecen muy importantes y bellos, estéticamente hablando, los juicios de valor sobre el mundo y sus injusticias que corren a cargo de la prima de Eugenio Rastignac —la vizcondesa de Beauseant— y la condesa de Langeais. El diálogo entre ambas se expresa de la siguiente manera:

Ce père avait tout donné. Il avait donné, pendant vingt ans, ses entrailles, son amour; il avait donné sa fortune en un jour. Le citron bien pressé, ses filles ont laissé le zeste au coin des rues. –Le monde est infâme, dit la vicomtesse en effilant son châle et sans lever les yeux, car elle était atteinte au vif par les mots que madame de Langeais avait dits, pour elle, en racontant cette  histoire. –Infâme! non, reprit la duchesse ; il va son train, voilà tout. Si je vous en parle ainsi, c’est pour montrer que je ne suis pas la dupe du monde. Je pense comme vous, dit-elle en pressant la main de la vicomtesse. Le monde est un bourbier, tâchons de rester sur les hauteurs. Elle se leva, embrassa madame de Beauséant au front en lui disant: Vous êtes bien belle en ce moment, ma chère. Vous avez les plus jolies couleurs que j’aie vues jamais. Puis elle sortit après avoir légèrement incliné la tête en regardant le cousin[11].

 

          El texto en el idioma original supera la traducción que aquí presento. La anáfora de la expresión verbal: “Il avait donné” remarca la entrega de Goriot a sus ingratas hijas y la injusticia que ello conlleva, al mismo tiempo que el relato adquiere un ritmo elegante y tierno, casi romántico diría, sin la intención de contradecir a Balzac. La enumeración de lo que ese padre les ha entregado es digna de destacarse también: les ha dado todo, veinte años de abnegación y ternura doliente, sus entrañas, su amor, en fin, su fortuna. Leo en seguida una bella y doliente metáfora: “El limón bien exprimido”, del cual sus hijas han dejado las ralladuras en las esquinas de las calles. Eso es Goriot para ellas, un objeto tan sólo que después de usarlo se desecha.

          La vizcondesa agrega: “El mundo es infame”. A lo cual la duquesa complementa: “¡Infame! […] va por su camino, eso es todo”. Y continúa el lenguaje figurado: “El mundo es un lodazal, tratemos de quedarnos en las alturas”.  Este juicio axiológico sobre el universo en que nosotros, los hombres, habitamos, es trascendente en palabras del narrador francés, porque testimonia una forma de pensamiento que ha permeado en la humanidad desde el siglo XIX hasta el oprobioso siglo XXI en que vivimos.  ¿Será realmente así? Pienso que los seres humanos no llegamos a ponernos de acuerdo en temas verdaderamente trascendentes y nos enfrentamos y peleamos por asuntos que no lo son tanto.

          Quienes han recibido mucho se dan el lujo de rechazar o ignorar al padre que, con el cariño de una madre, les había proporcionado bienestar y placeres. Sus yernos también se avergüenzan de Goriot y prohíben el ingreso de éste a la casa.

          El drama se va apoderando de la narración y lo que podría haber sido un verdadero happy ending[12] para este padre que había llegado a cumplir con sus más caras aspiraciones, se vuelve un sad ending[13]; un doloroso final que, a pesar de todo, Goriot lo asume con resignación mientras se conforma con una sonrisa tan sólo, cuando las veía en secreto.

Podemos contemplar de esta manera el “sino trágico” de Papá Goriot, cuya existencia puede ser observada desde la doble perspectiva: la crianza de sus hijas y el presente ingrato que el personaje columbra desde la triste y miserable pensión de Madame Vauquer. Este hospicio es el topoi en que se desarrollan los hechos, al igual que el cronos[14] está dado por esa miserable temporalidad en el que tanto el personaje central como los otros habitantes del hospicio se desenvuelven.

Insistimos en el término Sad ending porque de un modo desgarrador concluye la novela. Desenlace doloroso que conduce a sucesivas anagnórisis de los personajes, sobre todo de Eugenio Rastignac.

 

Conclusión: la muerte y el entierro de Goriot

Papá Goriot ha muerto en medio de la indiferencia de todos. El discurso del narrador es contundente y nos revela lo que ya conocíamos, nadie extrañará a Goriot y el propio Eugenio, amigo del personaje y amante de su hija Delfina, se irá acostumbrando a su ausencia. Dice al respecto:

Oui, monsieur Eugène, dit Christophe, c’était un brave et honnête homme, qui n’a jamais dit une parole plus haut que l’autre, qui ne nuisait à personne et n’a jamais fait de mal. Les deux prêtres, l’enfant de chœur et le bedeau vinrent et donnèrent tout ce qu’on peut avoir pour soixante-dix francs dans une époque où la religion n’est pas assez riche pour prier gratis. Les gens du clergé chantèrent un psaume, le Libera, le De profundis. Le service dura vingt minutes. Il n’y avait qu’une seule voiture de deuil pour un prêtre et un enfant de chœur, qui consentirent à recevoir avec eux Eugène et Christophe. – Il n’y a point de suite, dit le prêtre, nous pourrons aller vite, afin de ne pas nous attarder, il est cinq heures et demie. Cependant, au moment où le corps fut placé dans le corbillard, deux voitures armoriées, mais vides, celle du comte de Restaud et celle du baron de Nucingen, se présentèrent et suivirent le convoi jusqu’au Père-La-Chaise. À six heures, le corps du père Goriot fut descendu dans sa fosse, autour de la quelle étaient les gens de ses filles, qui disparurent avec le clergé aussitôt que fut dite la courte prière due au bonhomme pour l’argent de l’étudiant. Quand les deux fossoyeurs eurent jeté quelques pelletées de terre sur la bière pour la cacher, ils se relevèrent, et l’un d’eux, s’adressant à Rastignac, lui demanda leur pourboire. Eugène se fouilla, il n’avait plus rien, et fut forcé d’emprunter vingt sous à Christophe. Ce fait, si léger en lui-même, détermina chez Rastignac un accès d’horrible tristesse. Le jour tombait, il n’y avait plus qu’un crépuscule qui agaçait les nerfs; il regarda la tombe et y ensevelit sa dernière larme de jeune homme, cette larme arrachée par les saintes émotions d’un cœur pur, une de ces larmes qui, de la terre où elles tombent, rejaillissent jusque dans les cieux. Il se croisa les bras et contempla les nuages. Christophe le quitta. Rastignac, resté seul, fit quelques pas vers le haut du cimetière et vit Paris tortueusement couché le long des deux rives de la Seine, où commençaient à briller les lumières. Ses yeux s’attachèrent presque avidement entre la colonne de la place Vendôme et le dôme des Invalides, là où vivait ce beau monde dans lequel il avait voulu pénétrer. Il lança sur cette ruche bourdonnante un regard qui semblait par avance en pomper le miel, et dit ces mots grandiose: – À nous deux maintenant! Il revint à pied rue d’Artois, et alla dîner chez madame de Nucingen. Saché, septembre 1834[15].

 

          Subrayamos los siguientes momentos para concluir con este doloroso relato:

1. Escuchamos el discurso conciliador que siempre oímos ante la tumba del difunto. La muerte es la gran liberadora de la vida: “Era un hombre bueno y honrado”. Quizás los hombres con esas características no deberían pertenecer a este mundo egoísta, que tan bien definiera la vizcondesa y la condesa de Langeais según lo comentado supra.

2. Los que participan de la ceremonia de despedida de este padre ejemplar, lo hacen con una indiferencia perturbadora.

3.  Sólo dos carruajes acompañan al cortejo; pero esos carruajes, que pertenecen a Restaud y Nucingen respectivamente, están vacíos. Los maridos ni siquiera se rinden ante el poder de la muerte, las hijas, ausentes ellas también, prefieren empezar a olvidarse de este padre amoroso sin mirar atrás. 

4.  A las seis de la tarde, el cadáver de papá Goriot descendió a su tumba y se perdió en la inmortalidad de su alma. Todo había terminado para él o, mejor aún, apenas empezaba.

5. Eugenio no tiene ni siquiera dinero para darle una retribución al sepulturero y se ve obligado a pedirle veinte sueldos a Cristóbal. La pobreza de esos humildes seres humanos que acompañan al féretro contrasta con la riqueza que otrora poseyera el protagonista, riqueza que ha ido a parar a los bolsillos avaros de los esposos malditos. Éste es el mundo “infame” en que habitamos todos nosotros como lo decían las dos damas ya citadas.  

6. Rastignac contempla las orillas del Sena; allí está París con sus historias y con sus pesadumbres. París, el gran personaje silencioso de Balzac que no falta a la cita para despedirse de su fiel Goriot.

7.  Parece que todo vuelve a empezar cuando Eugenio, como primer acto de su desafío a la sociedad, se dirige a la casa de la hija lejana, de Delfina, para comer con ella. La vida continúa y la ausencia de Goriot no es más que un vacío que, de antemano, todos lo han llenado.

 

Bibliografía

 

. Balzac, Honoré de (2003). Obras completas, 6 tomos, traducción del francés y prólogo de Rafael Cansinos Assens, Madrid, Aguilar.

. Bajtín, Mijail (1989). “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela. Ensayos sobre Poética Histórica” en Teoría y estética de la novela, Madrid, Taurus.

. Del Prado, Javier (Coordinador), (1994). Historia de la literatura francesa, Madrid, Cátedra [Crítica y estudios literarios] [Comedia humana].

. Greimass, A.J. (1980). “El contrato de veridicción” en español en Del sentido II. Ensayos semióticos, Madrid, Gredos.

, Lanson, Gustave (1909). Histoire de la littératura Française, Paris, Hachette [Du romantisme au ralisme´: Balzac: 1000 -1005].

. Llovet, Jordi (ED) (1996). Lecciones de literatura universal, Madrid, Cátedra [Crítica y estudios literarios] [Balzac. “Historia y verdad de la Comedia humana].

. Torres Bodet, Jaime (1959). Balzac, México, F.C.E. [Breviarios].

. Zweig, Stefan (2019). La novela de una vida, Madrid, Paidós.

 

 

NOTAS



[1] Au grand et illustre Geoffroy Saint-Hilaire, Comme un témoignage  d’admiration de ses travaux et de son génie. (A la enorme figura de Geoffroy Saint—Hilaíre. Como un homenaje y admiración por su trabajo y su genio). (Observación: las traducciones del francés del presente ensayo son mías. Sólo he tomado como referencia la versión de Rafael Cansinos Assens de la colección de seis tomos de la editorial Aguilar).

[2] La señora Vauquer, de soltera De Conflans, es una anciana que desde hace cuarenta años regenta una pensión en la calle Neuve-Sainte-Geneviève, entre el barrio latino y el de Saint-Marceau. Esta pensión, conocida bajo el nombre de Casa Vauquer, admite tanto a hombres como mujeres, jóvenes y ancianos, sin que las calumnias hayan atacado nunca las costumbres de tan respetable establecimiento. (2003: 179).

[3] Así mismo haréis vosotros, los que sostenéis este libro con una mano blanca, que os hundís en un mullido sofá, diciéndoos: «Quizás esto va a divertirme.» Después de haber leído los secretos infortunios de papá Goriot comeréis con buen apetito, poniendo vuestra sensibilidad a cuenta del autor, tachándole de exagerado, acusándolo de poesía. ¡Ah!, sabedlo: este drama no es, una ficción ni una novela. All is true, todo es tan verdadero, que cada cual puede reconocer los elementos de este en su casa, quizás en su propio corazón. (2003: 180).

[4] La rue Neuve-Sainte-Geneviève, sobre todo, es como un marco de bronce, el único que le cuadra a este relato, para el cual hay que preparar la mente mediante colores pardos, por medio de ideas graves; de modo que de peldaño en peldaño va disminuyendo la luz, y el canto del guía va expirando cuando el viajero desciende a las Catacumbas. ¡Comparación exacta! ¿Quién decidirá lo que es más horrible: corazones resecos o cráneos vacíos? (2003: 180)

[5] Juan Joaquín Goriot era, antes de la revolución, un simple obrero de una fábrica de fideos, hábil, ahorrador y lo suficientemente emprendedor como para haber adquirido los bienes de su dueño, a quien el azar hizo víctima del primer levantamiento de 1789. Habíase establecido en la calle de la Justinienne, cerca del Mercado del Trigo, y había tenido el buen sentido de aceptar la presidencia de su sección, con objeto de lograr que su comercio fuera protegido por los personajes más influyentes de aquella época peligrosa. Aquella sabiduría había sido el origen de su fortuna, que comenzó en los días de la escasez de alimentos, escasez falsa o verdadera, como consecuencia de la cual los cereales alcanzaron en París un precio enorme. El pueblo se mataba delante de las panaderías, mientras ciertas personas iban tranquilamente a buscar pasta para sopa. Durante aquel año, el ciudadano Goriot acumuló los capitales que más tarde le sirvieron para efectuar su comercio con toda la superioridad que confiere una gran cantidad de dinero a aquel que la posee. Le sucedió lo que les sucede a todos los hombres que no poseen más que una capacidad relativa. Su mediocridad le salvó (2003: 228-229).

[6] Domínguez Michael, Christopher.  “Lo atravesaré con mi pluma”. En Letras Libres, # 284, agosto de 2022, pp.  12-16, México.

[7] La educación de sus dos hijas fue naturalmente irracional. Rico de más de sesenta mil libras de renta, y no gastando ni mil doscientos francos para él, el señor Goriot cifraba su dicha en satisfacer los caprichos de sus hijas: los más excelentes maestros recibieron el encargo de instruirlas cabalmente; tuvieron una señorita de compañía; afortunadamente para ellas, fue una mujer inteligente y de buen gusto; montaban a caballo, iban en coche, vivían como habrían vivido las amantes de un rico señor anciano; les bastaba con expresar los más caros deseos para ver a su padre desvivirse por realizárselos; no pedía más que una caricia en pago de sus ofrecimientos. Goriot ponía a sus hijas en la categoría de los ángeles, y necesariamente por encima de él mismo, ¡el pobre! Amaba incluso el mal que ellas hacían (2003: 229).

 

[8] Cuando sus hijas estuvieron en la edad de casarse, pudieron escoger a sus maridos según su gusto: cada una de ellas había de tener como dote la mitad de la fortuna de su padre. Cortejada por su belleza por el conde de Restaud, Anastasia tenía tendencias aristocráticas que la indujeron a abandonar la casa paterna para lanzarse a las altas esferas sociales. A Delfina le gustaba el dinero: casó con Nucingen, banquero de origen alemán, que llegó a ser barón del Santo Imperio. Goriot no pasó de fabricante de fideos. A sus hijas y a sus yernos pronto les escandalizó verle continuar su comercio, por más que éste hubiera constituido su vida entera. Después de haber resistido durante cinco años a sus instancias, consintió en retirarse con el producto de su capital y los beneficios de aquellos últimos años; capital que la señora Vauquer, en cuya casa fue a establecerse, había calculado que le reportaba de ocho a diez mil libras de renta. Fue a encerrarse en aquella pensión como consecuencia de la desesperación que se había adueñado de él al ver que sus dos hijas habían sido obligadas por sus maridos a negarle no sólo el acogerle en su casa, sino incluso el recibirle en ella de un modo ostensible (2003: 230).

[9] Las hijas, que quizá seguían amando a su padre, quisieron quedar bien con la cabra y con la col, o sea, con el padre y con el marido; recibieron a Goriot cuando no tenían a nadie en casa; imaginaron pretextos de cariño: «Venid, papá; estaremos mejor, porque estaremos solos», etc. Pero, querida, creo que los sentimientos verdaderos tienen ojos e inteligencia: el corazón de este pobre Noventa y Tres ha sangrado.  Ha visto que sus hijas se avergonzaban de él; que, si ellas amaban a sus maridos, él molestaba a sus yernos. Era preciso, pues, sacrificarse. Él se sacrificó, porque era padre: se desterró de sí mismo. Al ver a sus hijas contentas, comprendió que había hecho bien. El padre y las hijas fueron cómplices de este pequeño crimen (2003: 229).

[10] Vemos esto en todas partes. ¿No sería el padre Goriot una mancha de grasa en el salón de sus hijas? allí se habría avergonzado, se habría aburrido. Lo que le pasa a este padre le puede suceder a la mujer más linda con el hombre que más amara: si ella lo aburre con su amor, él se va, es cobarde y escapa de ella. Todos los sentimientos están ahí. Nuestro corazón es un tesoro, vacíalo de repente, estás arruinado. No perdonamos más a un sentimiento por haberse manifestado por completo que a un hombre por no tener un centavo propio (2003: 229).

[11] Este padre lo había dado todo. Había dado, durante veinte años, sus entrañas, su amor; había regalado su fortuna en un día. El limón bien exprimido, sus hijas dejaban la ralladura en la esquina de las calles. -El mundo es infame -dijo la vizcondesa, deshaciendo su chal y sin levantar los ojos, porque estaba profundamente conmovida por las palabras que la señora de Langeais le había dicho al contarle esta historia. - ¡Infame! no, respondió la duquesa; va por su camino, eso es todo. Si te hablo así, es para demostrar que no soy el engañado del mundo. Pienso como tú, dijo, apretando la mano de la vizcondesa. El mundo es un lodazal, tratemos de quedarnos en las alturas. Se levantó, besó a la señora de Beauséant en la frente y le dijo: "Estás muy hermosa en este momento, querida". Tienes los colores más bonitos que he visto. Luego salió después de inclinar un poco la cabeza, mirando al primo (2003: 230).

[12] “final feliz”

[13] “Final triste”.

[14] Para manejar las nociones de tiempo y espacio sugerimos la obra de Bajtín (1989). En este contexto Bajtín, en “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela, define al cronotopo como la conexión esencial de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura.

[15] Sí, señor Eugenio —dijo Cristóbal—; era un hombre bueno y honrado, que nunca dijo una palabra más alta que otra, que no perjudicaba a nadie y nunca hizo mal alguno.  Los dos curas, el monaguillo y el capillero llegaron y dieron todo lo que se puede dar por setenta francos en una época en la que la iglesia no es lo suficientemente rica para rezar gratis. Los clérigos cantaron un salmo, el Libera, el De profundis. El servicio duró veinte minutos. No había más que un solo coche para un sacerdote y un monaguillo, que consintieron en recibir con ellos a Eugenio y a Cristóbal.

 —No hay comitiva —dijo el cura—; podemos ir deprisa para no llegar tarde; son las cinco y media.

 Sin embargo, en el momento en que el cadáver fue colocado en el coche fúnebre, dos carruajes con escudo de armas, pero vacíos, el del conde de Restaud y el del barón de Nucingen, se presentaron y siguieron el convoy hasta el Padre Lachaise. A las seis, el cadáver de papá Goriot fue bajado a la fosa, alrededor de la cual se hallaban los criados de sus hijas, que desaparecieron con el clero tan pronto como fue dicha la breve oración pagada al buen hombre con el dinero del estudiante. Cuando los dos enterradores hubieron lanzado unas paletadas de tierra encima del ataúd para ocultarlo, se incorporaron y uno de ellos, dirigiéndose a Rastignac, le pidió la propina. Eugenio buscó en su bolsillo y no encontró nada, y viose obligado a pedirle prestados veinte sueldos a Cristóbal. Este hecho, poco importante en sí mismo, provocó en Rastignac un acceso de horrible tristeza. Caía el día y un húmedo crepúsculo irritaba los nervios. Eugenio miró la tumba y sepultó en ella su última lágrima de joven, aquella lágrima arrancada por las santas emociones de un corazón puro, una de aquellas lágrimas que, desde la tierra en que caen, vuelven a saltar hacia el cielo. Cruzóse de brazos, contempló las nubes y, al verle así, Cristóbal le dejó.  Rastignac, habiendo quedado solo, dio unos pasos hacia la parte alta del cementerio y vio París tortuosamente recostado a lo largo de las dos riberas del Sena, donde empezaban a brillar las luces. Sus ojos se clavaron casi con avidez entre la columna de la plaza de Vendôme y la cúpula de los Inválidos, allí donde vivía aquel mundo en el que había querido penetrar. Lanzó a aquel lugar una mirada que parecía querer libar la miel por anticipado, y dijo estas palabras:

                            —Ahora nos toca a nosotros dos.

 Y como primer acto de desafío a la sociedad, Rastignac fue a comer en casa de la señora de Nucingen (2003: 332-333).

 

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LUIS QUINTANA TEJERA, escritor y profesor mexicano, nacido en Uruguay (1947), es doctor en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Conacyt. Se desempeña como profesor de literatura en la Facultad de Humanidades de la UAEM e imparte las materias de “Narrativa breve” y “Tragedia” en la Licenciatura de esa Facultad. Ha publicado libros y artículos de crítica literaria en numerosas revistas especializadas. Su participación en el área de la investigación tiene que ver con la obra narrativa y con los aportes que en ese contexto se han ofrecido desde el XIX hasta el siglo actual. 

En mayo de 2016 fue distinguido con el Premio a Obra Publicada 2016, otorgado por la Universidad Autónoma del Estado de México y la UAEM; en reconocimiento a la amplia trayectoria de Luis Quintana Tejera y, específicamente, por la publicación de su libro Literatura y Contemporaneidad 2, bajo el sello de la Editorial Patria Cultural de México.

 

Más información en: Enciclopedia de la literatura en México.

http://www.elem.mx/autor/datos/107516

Portadas de algunos libros del profesor Luis Quintana Tejera dedicados al análisis de la literatura, en especial, de la novela.



 


 

REVISTA ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO/ Clásicos de la Literatura Universal. Bibliotheca Grammatica/ Septiembre 2022

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