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jueves, 16 de febrero de 2023

Nueva literatura rumana: "Interior zero" de Lavinia Braniște. Por Encarnación García de León. Avance de Ágora n. 17 (Nueva Col). Febrero 2023

 



NUEVA LITERATURA RUMANA: INTERIOR ZERO DE LAVINIA BRANIȘTE

 

por Encarnación García de León

 

Lavinia Braniște

Interior Zero

Automática Editorial, 2022

Trad. Borja Mozo Martín

 

 

Interior Zero es la primera novela (Poliroom 2016, 2018) de Lavinia Braniște. Recién publicada, fue galardonada con el premio Thoreau’s Nephew, al mejor libro en prosa de 2016. Traducida al alemán y al polaco y adaptada a guion teatral en Rumanía y en Alemania. Al lector español llega, traducida por Borja Mozo Martín y publicada (marzo 2022) por Automática Editorial. La escritora la presentó en Madrid (13 de mayo de 2022), en la Librería Sin Tarima, acompañada por el traductor, el editor Darío Ochoa y Pablo Mazo de la Escuela de Escritores.

 

                                                                                                                    Lavinia Braniște
 

Lavinia Braniște (Brăila,1983) es una de las escritoras actuales representativas de la nueva literatura rumana. Comienza con la publicación de un libro de poemas (2006), dos libros de relatos, literatura infantil y tres novelas, la primera de las cuales, Interior Zero es también la primera traducida al español.

Después de una etapa de transición, de la mentalidad comunista a la mentalidad capitalista, en la que se superponen ambas que coexisten porque la modernidad capitalista aún no está asimilada por la sociedad rumana, surgen los jóvenes escritores que empiezan a publicar novelas en la década del año 2000, a los que la crítica literaria les ha aplicado la etiqueta de “Generación del 2000”. Sus novelas reúnen características que ya apuntaban en la etapa anterior: la polifonía o distintas voces narrativas, multitud de personajes, presencia de los medios de comunicación e influencia mediática de la televisión, retrato de un fresco social de la sociedad actual, libertad ortográfica que caracteriza a ciertos personajes, desarticulación del tiempo y del espacio, mezclan discursos, etc., rasgos estilísticos que vamos a encontrar en las producciones de esta nueva generación.

No hay una ruptura total entre una generación y la siguiente, pero hemos de marcar que estos jóvenes no han vivido la etapa anterior, solo la conocen por lo que han leído o les han contado, de lo que en ocasiones hacen alguna mención, por eso varían notablemente los argumentos de sus novelas que sufren una “occidentalización” con temas universales como la desigualdad social, la precariedad laboral, la soledad, las relaciones humanas, la migración, etc. La nueva literatura rumana presta atención a nuevos temas y a una renovada forma narrativa.

En Interior Zero, la voz narrativa es la de Cristina, treinta años, secretaria de una constructora de Bucarest (una empresa de ingeniería civil), su realidad profesional roza la precariedad y sufre el autoritarismo de su jefa, “orgullosísima de ser mujer en un mundo de hombres” (p. 15), que tiene a sus condescendientes trabajadores acobardados. Su vida afectiva deja mucho que desear, la soledad la acompaña: un “novio a distancia”, una imprecisa relación sentimental esporádica y una madre ausente que trabaja en España. Las visitas de la madre son el pretexto para definir un personaje socio-urbano, Rumanía, que constituye el marco inmediato en el que está atrapada una generación, aplastada por la deshumanización y con escasas expectativas de futuro. Curiosamente, la narración ha traspasado límites geográficos porque muestra una problemática más amplia, la de una generación de jóvenes europeos defraudados, existencialmente decepcionados.

El personaje femenino relata, a modo de diario, un fragmento temporal de su cotidiana existencia.Me sirvió a la hora de escribir el libro el haber llevado un diario durante más de una década, ahí aprendí a escribir y probablemente ese sea el motivo por el que mis obras tienen ese tono confesional” -declara la escritora en una de sus entrevistas[1]. La narración se desarrolla linealmente en veinticinco secuencias, a modo de capítulos, que estructuran la información sin ningún progreso argumentativo.

Los personajes de la joven narrativa rumana, frecuentemente son individuos urbanos que viven su cotidianeidad y, con frecuencia se impone la primera persona que relata sus vivencias, adoptando la forma de memoria, diario, autobiografías e incluso novela desde una perspectiva subjetiva, como es el caso de Interior Zero. El yo narrativo se convierte en personaje ficticio que va integrando episodios de su monótona vivencia en la oficina y su trabajo alienante, de la desesperación para encontrar un piso cuyo alquiler sea accesible, de las compras, de la inevitable consulta médica, funcionamiento del hospital, de las veladas en lugares de ocio y festivales, de las costumbres y gastronomía de las que el traductor aporta necesarias notas a pie de página, de las penosas jubilaciones en Rumanía, del “despropósito de trenes que tenemos por aquí”, de la inauguración del centro comercial que están construyendo en su empresa etc. Resulta además muy familiar al lector europeo cuando se citan establecimientos tan conocidos como McDonald o Ikea, o redes sociales como Facebook.

La libertad de estilo es el marco de este punto de vista narrativo, la elección de la primera persona narrativa, que implica la escasez de descripciones de los personajes. No hay una descripción directa de los rasgos físicos de la protagonista, aunque conocemos algunos citados por ella, “como soy miope, no me alcanza la vista hasta el fondo” (p. 21). Y tampoco de su personalidad que se deduce indudablemente de su comportamiento y de sus propios comentarios que va desgranando a lo largo de su novela: “me siento cada vez más tonta como si las neuronas se me fueran desconchando igual que la pintura de un madero antiguo” (p. 91). Graduada por la Facultad de Lenguas Extranjeras, Cristina intencionadamente oculta en su currículo un segundo máster, un abandonado proyecto de tesis doctoral y una segunda carrera sin concluir. Es una obvia muestra de su insatisfacción en un presente que ya atisba una perspectiva de futuro decepcionante.

Pequeñas confesiones retratan sus aficiones, deseos y fracasos. Colecciona la revista National Geographic en diferentes lenguas, colabora y ayuda económicamente en lo que puede a Wikipedia, por todo lo que aprende allí en los ratos muertos en la oficina “todo por ese culto mío a la educación” (p.172), lee libros de autoayuda e indaga en Internet sobre los “secretos de la mente humana” (p. 282). Valora su trabajo precario y nada satisfactorio, porque a pesar de su preparación universitaria “aquí estoy ahora en una empresa cualquiera llamada AGS, pendiente del teléfono y de la puerta” y se conforma con recibir a cambio más de lo que podría ganar en el sector cultural” (p. 68). Sin embargo, como todos sus compañeros, también insatisfechos, está siempre expectante del ingreso de su necesario sueldo a fin de mes. En la relación con ellos, es consciente de la facilidad que tiene para asumir cualquier culpa solo con tal de evitar que los demás se pongan a discutir o se vuelvan en mi contra (p. 139). Durante toda la narración, mantiene un comportamiento apático e incluso inexpresivo, “me esfuerzo por no dar ninguna opinión más de la cuenta” (p. 29), “soy como un saco en el que mis compañeros van vertiendo su descontento y sus cotilleos” (p. 39) y es casi al final, cuando define la razón que le mueve a esta pasividad: Soy la típica persona que tarda en estallar. Antes siento vergüenza, culpa y resignación. En ese orden. Eso sí, cuando asoma la ira, lo hace como un volcán de fango. En lugar de escupir lava ardiendo, burbujea en su propio lodo frío” (p. 273).

La apatía en su puesto de trabajo, reproduce el conformismo social de una juventud sometida a precarias condiciones laborales, situación propia de esa difícil transición de la dictadura a la democracia de la sociedad rumana. Su entorno es deprimente, las ruedas de su silla están rotas, la impresora a color imprime borroso y se queda bloqueada después de cada página, el material de oficina es escaso… pero ella se conforma, “es un buen trabajo -me repito- tienes un sueldo decente y te da de comer” (p. 193)

Sus relaciones afectivas tampoco resultan satisfactorias: una amiga con la que de vez en cuando sale, un novio a distancia, “me gustaría que tuviera más sangre en las venas y más ganas de que estemos juntos” (p. 35) y una relación esporádica en la que al final se siente engañada y expresa su deseo de que “ese hombre, cual río de toxinas que corre por mis adentros, terminará por sucumbir a las armas de mi química, disolverse y ser eliminado por la orina” (p. 157)

La narración en primera persona se anima con la inclusión de ágiles diálogos, conversaciones superficiales que retratan sus intrascendentes relaciones y en las que menudean los coloquialismos, abreviaciones, frases hechas (“corre que se las pela”, p.14, “más agarrado que los pelos del culo”, p. 236), oraciones incompletas, textos de email con sus reglas propias, etc. A través de esta oralidad, que aporta verosimilitud a la caracterización de personajes, los vamos conociendo, incluso aunque carezcan de descripciones detalladas individuales. Sus perfiles forman parte de los grupos sociales que hay en su reducido entorno, sometidos a las órdenes de una jefa que, a juicio de la voz narrativa, es muy dispersa y trabaja de forma caótica” (p.163). “Mi jefa odia a los españoles. Y a los judíos, a los húngaros, a los homosexuales, a todas las secretarias, a todos los funcionarios, a todos esos obreros gitanos…” (p. 24)

Este frecuente uso de lengua coloquial no impide que la narración utilice originales metáforas y otros recursos literarios de gran intensidad, como vemos en varios ejemplos a lo largo de esta reseña, que ponen de relieve la sensibilidad literaria de la escritora.

El personaje mejor definido es el de su madre. En la entrevista[2] citada, Lavinia Braniște reconoce que hay en su novela rasgos autobiográficos que le ayudan a perfilar al personaje de una mujer, madre soltera, que luchó en los duros años 90, en plena transición del comunismo al capitalismo, para que su hija pudiera estudiar en la universidad. Emigró a España en 2003, donde se instaló, pero la escritora nunca decidió seguirla, aunque los jóvenes de su generación se fueron marchando de Rumanía. “Bucarest me despierta sentimientos contradictorios, pero me resulta imposible imaginarme en qué otro lugar podría estar” (p. 49). Cristina discute con su madre cuando le sugiere que salga de Rumanía y se vaya con ella a España y en su fuero interno le hace reproches: “Llevo años esperando que me enseñe algo de la vida. Esperando que abra la boca y me diga algo sólido, inamovible. Que tal cosa es así y no asá. O al menos que me confirme que todo lo que me anunció durante mi infancia qué pasaría “cuando seas mayor” no había por dónde cogerlo” (p. 41)

La inmigración y la relación de la protagonista con su madre fue el argumento principal en la adaptación de la novela a texto teatral en Rumanía. “Observo el tiempo pasar por ella como si viera acumularse los anillos en el tronco de un árbol” (p. 37). Las visitas periódicas de la madre a Rumanía, época en que está todo embarrado y la gente lleva capas teñidas en color gris, hace pensar a su hija “no me extraña que piense que esto es un páramo” (p. 31). En estas visitas Cristina muestra a la madre un barrio nuevo de la periferia, donde podría comprar una vivienda con su ayuda económica. La descripción del mismo es deprimente: no hay asfalto en todas las calles cuyo trazado además es laberíntico, no hay alcantarillado, ni aceras, ni zonas verdes, ni supermercados… Esta información se completa con la opinión de foros de Internet: el hormigón es malo, las tuberías estrechas, deficiente aislamiento. La visita de la madre es el pretexto para describir Bucarest con una perspectiva desesperanzada (p.175)

Además de la presencia de la madre, hay otros referentes autobiográficos. La propia escritora explica que su novela es un fragmento de su vida, una difícil etapa en la que su trabajo, después de otros trabajos precarios, era semejante al que tiene el personaje de Cristina en su novela. Y de esa etapa tomó asimismo personajes que representaban esa sociedad y era importante inmortalizarlos como personajes novelescos. “Cuando conozco a determinada gente o veo ciertas formas de ser pienso que es un desperdicio no escribir sobre ellas. Es el reflejo del escritor”-declara la escritora en una de sus entrevistas.

De la mano de su amiga Otilia, disfrutan en sus ratos de ocio de un local de copas y música, “Control”, que retrata con un par de metafóricas pinceladas dramáticas. El local es “el océano de la desesperanza donde se baña nuestra juventud” y la gente que allí acude, “la fauna habitual”, se reúne “en corrillos de gente con ropa reluciente y el alma podrida” (p. 54). Sus amigos no viven mejor que ella, son universitarios pero sus trabajos son de reponedor de supermercados, servicios de limpieza nocturna en naves industriales, etc. Todos habían pasado por la universidad que se consideraba el camino hacia un brillante porvenir, pero se esfumó sin que las expectativas de esta generación llegaran a buen término.

Cristina viaja a veces a Bră​ila, su ciudad natal y sus recuerdos de infancia se ahogan en la realidad actual. Ahora parece “un mar de escupitajos, colillas, perros callejeros, solares y cerramientos de aluminio” (p. 67), edificios públicos con boquetes, con maderos a la vista que atraviesan las paredes, con alambres colgando. No solo describe el lugar sino también aporta puntualizaciones críticas de la ineficacia de su funcionamiento; se sorprende de que los funcionarios de Hacienda, por ejemplo, “teclean solo con el dedo índice” (p. 67)

De manera indirecta hay alusiones a la política. A través de la vida cotidiana de los personajes deja traslucir lo político. Cuando Cristina está buscando piso, escucha que “los mejores son los de cuando Ceauşescu” (p. 254). Sorprende ese comentario entre los jóvenes que no vivieron esa etapa de represión de Ceauşescu, pero tienen añoranza de la estabilidad de ese periodo, del que han oído hablar e inevitablemente lo idealizan. Saben que en el 89 el Estado construía viviendas de fácil acceso para los jóvenes y, sin embargo, en la actualidad no existe una ley que regule los alquileres por lo que la opción más segura es comprar e hipotecarse.

La nostalgia del pasado es un núcleo argumental sorprendente, frecuente en la narrativa rumana. Después de la caída del comunismo (1989), la precariedad ahogó el estado económico y cultural de la sociedad rumana. El desarrollo del capitalismo impulsó el consumo y la liberalización del mercado, pero originó una enorme distancia social entre ricos y pobres, en consecuencia, se expande la pobreza y crece la corrupción. Las clases desfavorecidas sufren una gran confusión en esta transición del comunismo al capitalismo y se quejan y lamentan con añoranza la pérdida del orden del régimen anterior, que se refleja en la literatura de este periodo. En Un santo en el ascensor, Petru Cimpoeșu construye una parábola en un bloque de apartamentos destartalados, cuyos vecinos esperaban un milagro para vivir mejor porque pensaban que sin el comunismo no podrían mejorar. En La cruzada de los niños de Florina Illis, una de las profesoras que acompañan a los niños que se han rebelado se queja: “Mucho mejor en tiempo de Ceauşescu, cuando no podían hacer lo primero que se les pasara por la cabeza”. Dan Lungu retrata la vida social de sus personajes atrapados en la transición y rodeados de miseria en ¡Soy un vejestorio comunista! El personaje de la anciana Mica considera la Dictadura como “los años más felices” de su vida: “Si en la actualidad lo pasara la mitad de bien que durante el comunismo, sería feliz. ¡Qué la mitad! Con un cuarto ya me daría con un canto en los dientes” Algún mecanismo sicológico ha bloqueado los aspectos negativos de un régimen totalitario, en sus recuerdos, y ha dado paso a la nostalgia, a la añoranza del pasado.

En la novela de Lavinia Braniște hay también una referencia a las cárceles comunistas, sin entrar en testimoniar el pasado comunista. Las metáforas que intentaban eludir la censura, se dejan de lado y se aborda directamente un modo de utilizar un lenguaje directo. Se nombra un personaje, “el Coronel”, alcaide de una prisión en tiempos de Ceauşescu, y con este motivo se remonta a esa etapa de represión policial, con una puntualización que abre un campo de sugerencias y recuerdos, “De la secreta, ya te puedes imaginar” (p. 124).  Anecdóticamente, se describe una inesperada visita a una antigua prisión comunista, a la que acceden sin móvil para evitar fotografías, cuyo emplazamiento ha cambiado mucho, según reconoce una antigua presa que pasó allí unos meses, a principios de los 60. El formulario de inscripción para visitarla, exige que se responda con sinceridad a la pregunta: “Qué es lo que ha suscitado su interés por la represión en particular?”. La narradora, que no puede comprender cómo una persona puede hacer daño a otra, contesta: “Quiero verlo con mis propios ojos, que se me ponga la piel de gallina” (p. 217). Y se pregunta cuál habría sido su reacción, si habría denunciado a alguien o si habría escapado cruzando el Danubio a nado.

Excepto estas escasas referencias políticas, aunque el entorno sea Bucarest, como podría haber sido cualquier otra ciudad, en esta novela se percibe un retrato de una generación, la denominada “millenials”, una generación existencialmente decepcionada porque ninguna de sus expectativas, van a llegar al punto previsto. Crecen en un entorno hostil, desolado, que apenas valora su preparación y además no tienen respuesta a sus necesidades afectivas.  Es justamente la falta de perspectivas de futuro en esta generación, que ha crecido en cualquier ciudad europea, el argumento clave en Alemania al convertirla en obra de teatro, frente al mismo hecho en Rumanía, cuya clave fue la emigración. La encomiable labor del traductor, sitúa la acción en Rumanía, aclarando en sucesivas notas a pie de página, detalles de la cultura, gastronomía y sociedad rumana.

En suma, Interior Zero en “una novela sin concesiones, fresca, directa y escandalosamente contemporánea” (automaticaeditorial.com), aunque la ausente progresión de la historia, supone un obstáculo para que el lector pueda recordar una trama central inexistente, porque hay varios focos narrativos como corresponde al desarrollo de un diario.

El título hacer referencia directa a la extensión telefónica de una de las líneas internas de la empresa en la que trabaja (p. 123), precisamente la que Cristina atiende. Metafóricamente es la falta de identidad de los individuos que allí trabajan, que reproduce una sociedad deshumanizada que anula al individuo: “cero”.

Me ha sorprendido que muchas personas se identifiquen con el personaje, pero entiendo que aborda problemas actuales de este mundo globalizado a los que nos enfrentamos, como la precariedad y la inestabilidad de las relaciones entre las personas”, declara la escritora ante la aceptación de la novela.



[1] Sisí Sánchez, Alberto. Entrevista. 12 de mayo de 2022.

https://www.vogue.es/living/articulos/lavinia-braniste-novela-interior-cero-entrevista

[2] Sisí Sánchez, Alberto. Entrevista. Op.Cit.

 

 

 

ENCARNACIÓN GARCÍA DE LEÓN es doctora en Literatura Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Desarrolló su labor docente como Catedrática de Lengua Castellana y Literatura en la ciudad de Albacete. Fue cofundadora de la revista “Barcarola. Revista de creación literaria” Junio 1979. Tiene publicados varios libros de ensayos. Ha colaborado en obras monográficas colectivas sobre escritores españoles. Pertenece a la AIH (Asociación Internacional de Hispanistas) con numerosos trabajos recogidos en las Actas de sus Congresos. Participa con artículos literarios en diversas revistas como Barcarola, Textos de Didáctica de la Lengua y la Literatura y en Revista de Letras, publicación digital. Su último proyecto gira en torno a la prosa literaria rumana.

 

 REVISTA ÁGORA DIGITAL/ LITERATURA RUMANA/ OTRAS LITERATURAS/ ÁGORA 17/ FEBRERO 2023

 

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