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viernes, 21 de julio de 2023

"Cúmulos de plutonio", de Felipe Sérvulo. Por Fulgencio Martínez. Avance de Ágora n. 21. Bibliotheca Grammatica / Poesía

  


 

CÚMULOS DE PLUTONIO, DE FELIPE SÉRVULO


Felipe Sérvulo ha publicado en la primavera de 2023 Cúmulos de plutonio (Barcelona, ed. in-VERSO). El poeta de Castelldefels lo conocimos a finales del siglo pasado, gracias a la revista poética que dirigía: El laberinto de Ariadna. (Para conocer esta publicación en español y catalán, muy leída y considerada fuera y dentro de Cataluña, puede consultar el libro El laberinto de Ariadna. 10 años de poesía-10 anys de poesia - Emboscalls editor, 2008).

 


 

    Encontramos en la obra de Felipe Sérvulo publicada con anterioridad a Cúmulos de plutonio una especie de prueba de vida constantemente alzada a lo largo del tiempo y de más de diez libros. Desde el temprano poemario de 1995, Hasta el límite de las violetas. Destacan en esa trayectoria libros como Cartografía de la materia (editado por Diputación provincial de Jaen, 2005), La niña de la colina (In-verso, 2013), Sibi terra levis (El Bardo, 2017), Pronto el viento de bolina o crónica de un amor a destiempo, e Inventario de poesía (estos dos últimos publicados en 2019). En la poesía de Sérvulo el verso es un amigo que te cuenta una historia personal y te invita a compartir momentos de emoción pura y de reflexión cordial, si se puede decir así uno de los rasgos propios de la poética de Felipe Sérvulo. Con un decir sencillo y profundo, casi siempre a media voz, con metro corto y frases entrecortadas, donde apunta de pronto un nombre, un adjetivo que cala en el pecho del lector. Es también una poesía de honda nostalgia; por la tierra andaluza, de la que procede el poeta; por las raíces familiares, la infancia. Una poesía hecha a golpes de sentir, donde los recuerdos fluyen con natural fuerza, a veces con desasosiego, otras con una serena lámina indeleble. Poesía, en fin, donde cada palabra es sustantiva, y cada verso remite a una cosmovisión interna al autor de Sibi terra levis.

    Cúmulos de plutonio sorprende en cierta manera a los lectores de Sérvulo. Es un libro diferente a los anteriores, y creemos que un paso más allá en la trayectoria de este gran poeta. Un libro que viene también a confirmar lo mejor de su obra anterior: la tendencia a la elegía, a la narratividad, a la dicción poética sencilla, sustantiva, casi hasta el hacer que nos parezca familiar y nuestra su conversación interior, su constante ahondar en las vivencias del propio poeta, analizadas como ante un espejo nítido: el poema.

     El libro es testimonio de un infinito amor y de una no menos absoluta deuda del poeta con la experiencia humana de dos viajes a Hiroshima tras la huella de una niña, Sadako Sasaki, víctima del bombardeo atómico sobre esa ciudad japonesa. "El 6 de agosto de 1945, a las 8:15, Sadako Sasaki (...) dejó de ser un bebé (...) tenía entonces dos años (...) para convertirse en hibakusha". (persona contaminada).

    El libro es también, en sus tres grandes movimientos o partes, una reflexión sobre la condición de moderno apestado de la belleza, simbolizada en una niña que moriría en su primera adolescencia, a consecuencia de las secuelas de la bomba atómica; pero, además de eso, la poesía en gracia de este libro nos hace reflexionar a los lectores sobre el ser humano habitado por la desgracia, la muerte, y necesitado de esa humilde esperanza que le arrima a diario el vuelo de la vida. Acaso también de un par de alas, como aquellas a las que se refiere Blas de Otero en su poema "A punto de caer".

Esas alas, mientras vivió la niña Sadako, eran grullas de origami. LLegar a componer mil de ellas haría posible que se cumpliera el deseo de salud y felicidad de cualquier persona; según reza una tradición popular de Japón.

Cada uno de los tres movimientos de Cúmulos de plutonio se abre con una composición tradicional japonesa: un haikú.

    Estás tan lejos

    y pareces tan cerca.

    Abro los ojos.

 

 El libro es un homenaje profundamente humano a la cultura oriental, al sentimiento de la poesía de las cosas, inherente a la visión del mundo que nos transmite Basho.

Especialmente, destacaría los poemas de la tercera parte y última. En ellos, la distancia, el sentimiento y la reflexión tras el regreso al hogar mediterráneo del poeta, le inspiran a este poemas tan excelentes como los dos que citamos en sus respectivos primeros versos:


Al volver, pensé, en tantos hombres

que, como yo, vagan cual almas en pena.

...


Pronto el invierno

será un arrabal triste de Barcelona.

Y en algún lugar de Hiroshima

habrá otra niña buena

que se sorprenda con los primeros fríos.

 

Esta imagen mezcla de desolación y de purificación interior, y también de esperanza, estaba ya anticipada en otro poema extraordinario, de la segunda parte, escrito aún en Oriente:

 

Pronto tendré que irme. (...)


Pero este lugar vendrá como el aire

que entra en mi ser sin pedir permiso

o como el polen,

que va flotando como si nada,

pero fecunda.


El poeta transforma por medio del recuerdo purificador y vivificador la tristeza en alegría espiritual, el dolor en motivo y canto de vida y esperanza:


Mi pequeño sakura 

es ver florecer los cerezos

de Sant Climent.

(...)

Ese día será hermoso

solo por caminar entre surcos

de una primavera amiga

 

    

      Por encima de la tristeza, del dolor y la rabia ante el mal propiciado por los propios humanos y acaecido sobre ellos, y muchas veces más duramente sobre los más inocentes, la palabra del poeta es un bálsamo; momentáneo, sí: no elimina la tristeza ni el dolor, como no se lava un rostro con un beso, pero se acaricia, y eso es, sin duda, importante.

EPÍLOGO

     Tu libro, querido poeta, Felipe Sérvulo, nuevo y viejo Rubén Darío, es otra sakura, otra floración de cerezos en primavera, para los que lo hemos leído con admiración y disfrute.

    Gracias por tu libro, Felipe. Es un homenaje que tributas a la vida, a un niña, a cada ser humano que vence el dolor o que es vencido. Nos haces desear ser de nuevo un niño que canta en ese coro que describes en un poema de la segunda parte del libro, donde encuentro (perdona la deformación del crítico) otro inspirado ejemplo de tu poética reflexiva y cordial.

 

 Vienen cincuenta niños a cantarte

y finjo que no los oigo,

pero a la segunda estrofa me emocionan

y ya cantamos cincuenta y uno.

(...)


Y entender que la edad

es un déspota que nos maltrata,

pero besamos su mano si nos indulta.


Morimos solos y al morir

nos llevamos todos los sueños,

sepa dios dónde.


 Fulgencio Martínez

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