CÓMO LEER UN LIBRO DE POESÍA
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Cuando abro un libro de creación literaria espero disfrutar y aprender algo nuevo. La poesía requiere, además, un estado de ánimo receptivo, especial. Incluso los lectores que tenemos aún el gusto o hábito de leer libros de poesía, hemos de dedicarles varias lecturas o catas, pues no siempre en una sola lectura somos capaces de llegar al libro o, si hemos llegado a él, mantener el hilo afectivo con él hasta el final. La lectura de poesía es circular, a diferencia, por ejemplo, de una novela, y en esto es más parecida al cuento.
Como lector, por tanto, he de estar atento a ese doble movimiento de ida y vuelta. Ya en el de ida uno va escogiendo poemas, modos de decir, tonos, temas que prefiere en un libro, de modo que la vuelta a él, en la segunda lectura, está ya preformada por nuestra experiencia. Es nuestro libro, ya no el del autor, el que leemos, somos coautores. Leemos confirmando lo que hemos visto o, en algún caso, incluso, buscando otras cosas en que no hemos reparado.
En un libro todo es importante, desde la dedicatoria. La impresa en el libro y la personal, manuscrita por el autor o autora para el lector en el ejemplar concreto donde tendrá lugar el rito de la lectura. Siempre pongo como ejemplo esta anécdota: Paco Carreño me envió desde Madrid su libro Todos los días, con esta dedicatoria: "Espero que encuentres en estos poemas algo de lo que yo he creído encontrar".
Comprenderás que después de esa dedicatoria tan inteligente uno arda en deseos de leer el libro. Lo que el poeta y autor ha creído encontrar anuncia algo, cuya posesión sabemos del poeta, por la confesión o confidencia que nos hace, y anuncia algo más, que se deja entrever en el “he creído” que antepone a "encontrar", una fe o convicción. Pero, además, un tercer elemento: esa posesión, y a lo mejor esa convicción, puede ser también hallada en, encontrada con, compartida por los lectores.
Si se tratase de un tesoro, el creer haber encontrado del autor nos confirma indirectamente en su existencia y nos invita a encontrarlo nosotros, y, otro matiz, quizá nos necesita como testigos, peristas o cómplices del encuentro.
Hábilmente el poeta implica al lector, lo lleva y le previene, le da una activa participación en el poemario, hábilmente también, desde el espero que encuentres del inicio de la frase le pone en alerta y le llama a usar sus capacidades. No ha de flotar su lectura como sobre una cáscara vacía.
Encontrar, fe en lo encontrado y deseo de comunicarlo: Todo libro de poemas, escrito en la soledad, se esparce en esas tres estaciones, hasta llegar a "someterse" a una cuarta, que es tu criterio de lector-crítico. Sin ese invierno reposado del libro, que es tu lectura crítica, el libro se queda en un documento familiar.
Si tras gestarse lo escrito en soledad, para uno, son necesarias esas tres estaciones en las cuales se hace autor el escritor -pues no es lo mismo escribir que ser autor, tener autoridad y responsabilidad sobre lo escrito-, no es menos cierto que sin el lector empático el libro es un bloque de hielo, un objeto mudo. El lector empático no significa entregado sino solo interesado en ver qué cuenta de sí o del mundo el poeta. "Mi aburrido dolor le interesaba", se asombraba, en un soneto conocido, Luis Alberto de Cuenca. Ese lector de pronto es como un amigo que le ha salido al libro en un parque. O en una biblioteca, si quieres.
2
Es un buen método para aprovechar la lectura atenta proponerse escribir, de inmediato, o pasado cierto tiempo, nuestras impresiones personales del libro.
Cuando voy a escribir de un libro de poemas que he leído por primera vez, me enfrento, primero, a la decisión de exponer mi propio proceso de lectura y experiencia de la lectura (tratando de que esta pudiera ser, no tanto ejemplar o paradigmática, como modelo a seguir, sino un término de comparación para que el lector construya la suya).... O también podría elegir los poemas que más me gusten y profundizar en ellos por medio del análisis. Ambos métodos me parecen buenos, uno más genético y comprehensivo y el otro más análitico y concentrado. Podría incluso intentar una mezcla de ambos. En cualquier caso, se trata de encontrar el que lea y el crítico algo en común, que permita discrepar o incluso coincidir.
¿Me permites un excursus?: cuando digo "el crítico" no me refiero a un profesional de la crítica; todo lector de algún modo debería ser crítico, analizar lo que ha leído para que la lectura le sirva, además de para proporcionarle placer -que es el asunto básico y sine qua non, es decir, lo que da sentido básicamente al acto de leer poesía-, además, digo, para afinar el gusto, para poner a prueba y ampliar su sentido estético ante las palabras y la construcción de ideas que estas le proponen en el poema.
Encontrar, otra palabra a tener en cuenta. Ha surgido en el párrafo anterior al excursus. Poeta es que el encuentra, no el que inventa ni siquiera el que busca; poeta es el que encuentra, pero ya veremos qué quiere decir esto, fuera de los tópicos. Conviene tener, como lector, esa escala: el poeta encuentra. Bueno, no siempre en un libro notarás grandes sorpresas, o no te hallarás con las palabras más bellas y hondas. O no todas lo serán. Es bueno que establezcas categorías, si dices que un libro es genial, suponemos que estás midiéndolo con Antonio Machado, Vallejo, Neruda, Quevedo (por citar a clásicos en nuestra lengua). Si no, ¿por qué su valor no es el de uno de Vallejo o de Salinas? No se trata de que hagas crítica profesional, pero sí de que te pongas tu canon, siempre a revisar. Cada valor, cada hallazgo es más lucido si lo sabes apreciar y esto supone, claro es, ponerlo en escala.
Si el tiempo de que dispongo, el libro o autor me lo sugieren así (sobre todo, si conozco la obra o parte de la obra previa del poeta), suelo optar por seguir el procedimiento genético, y voy al comentario del todo del libro -frente a un análisis de partes, más en detalle y denso, exclusivamente de los poemas seleccionados por mi criterio. Aunque, a menudo, no renuncio a cierta mezcla y buceo en el entendimiento de un punto concreto, de un poema o grupo de poemas concreto (siempre que lo requiera el fin del encontrar, dilucidar algo y poner en común el libro). Se trata de forjarte tu lectura propia.
3
Un libro de poemas suele ser una colección, mejor diré (en términos de música) una suite de poemas. Pero, una colección, no es nada peyorativo; un tapiz está formado por muchos hilos, y es una colección, incluso un cúmulo de figuras. En mi primera lectura reconocí ya tres capas o hilos, pero no vi el dibujo ni siquiera (si se tratara de un puzzle) una esquina, y a veces tanto importante es lo excéntrico como el foco. En aquel otro libro tuve enseguida la visión de fondo, central, lo que el poeta subraya pero no vi los matices o las esquinas, lo que calla, o desenfoca.
Ya que casi siempre los poemarios no son muy extensos, su relativa brevedad nos permite hacer de ellos varias lecturas casi consecutivas.
Porque, las otras, alejadas en el tiempo, son más interesantes; sobre todo si las ponemos en conexión entre ellas y nos autoanalizamos mediante ellas a través de los diversos, y a veces antagónicos, "lectores" que hemos sido. (Casi, al final, comprobaríamos que no somos tan distintos en los gustos el que somos y el que fuimos, y puede ser cierto esto más, paradójicamente, si ha pasado mucho tiempo entre ellos). Pero no nos desviemos, aunque todo extravío es también una vía, creo que dijo Ernst Jünger.
Volviendo a las lecturas presentes: En una primera lectura fijarse en esto o aquello: en las dos o tres figuras o grupos de figuras, y en varios hilos que, personalmente, te parezcan más importantes. O más afines a tu sentido o criterio.
Pero no renuncies, nunca, a captar el sentido, la intención de la obra, de la construcción, eso es lo que te encarezco y brevemente quiero exponer ahora. Para ello empieza sentando hipótesis y revisando el libro da capo y hasta el rabo o final.
Al libro hay que preguntarle. Encontrar es lo que queremos, ¿pero, qué?, lo que el poeta ha encontrado es lo que más interesa, es nuestro norte hermenéutico, no dar una lectura inventada y ajena al autor.
En ese esfuerzo de objetividad, que puede ser en cierto modo quimérico, hay un amor al texto, a la verdad del texto, sin la cual todo lo que imagines de espaldas a él no vale nada, y aun, egoístamente, hedonistamente y gnoseológicamente y etcéteramente, todo aquello de lo que te pueda servir la lectura se desvanece.
No sé por qué, tratándose de un libro de poesía, renunciamos a avizorar la sustancia, el algo que el poeta necesita comunicar. No son creencias ni píldoras de ideología preestablecidas. Menos has de pensar en valores (que supuestamente defiende o ataca). ¡Dichosa palabra "Valores" que hoy amenaza con invisibilizar todo el arte, en nombre de lo que el arte ha de servir, no para el gozador e intérprete, sino al servicio de la propaganda de algo supuestamente superior y bueno! Se trata de ver la zona de inquietud básica, donde casi siempre se tiende una invitación a un diálogo, libre y sencillo, de un tú con un otro.
Fulgencio Martínez
Revista ÁGORA DIGITAL N. 12/ EL MONO GRAMATICO/ NOVIEMBRE 2022
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