ÁGORA. ULTIMOS NUMEROS DISPONIBLES EN DIGITAL

viernes, 18 de octubre de 2024

Breviario III. Por José María Piñeiro. Ágora-Papeles de Arte Gramático N. 29. Nueva Col. Otoño 2024 / Ensayo

 


BREVIARIO III

 

 

Por José María Piñeiro

 

 

La autenticidad de la ficción, o, mejor dicho, su capacidad para crear realidades propias. Veo la película Elvira Madigan, un film sueco de 1967 sobre la dramática y verídica historia de dos amantes - una artista de circo y un militar- a fines del XIX. La película es exquisita, con una ambientación tan redonda que uno, al ver la película, gusta de entregarse a la morosidad de las escenas, al placer de degustar el paso del tiempo. Este último detalle es el que más me enganchó, en principio, del film, el componente temporal. Hacía pensar en Bergman o en Tarkovsky. Lo que más me alucinó de la película es que las numerosas escenas filmadas en ámbitos naturales, parques, campos, bosques, representaban la naturaleza lírica del XIX, esa naturaleza atravesada de ramalazos simbolistas y románticos. Se podría objetar que la naturaleza es siempre la misma, independientemente del tiempo humano o el período histórico. Pero una cosa es la naturaleza y otra la naturaleza representada: en este film en cuestión, es distinta a otra más salvaje o rala, indistinta o excesiva. La naturaleza que arropa el drama de Elvira Madigan es voluptuosa y acariciante como lo es el idilio de los dos amantes. Una hermenéutica de la obra artística justificaría y explicaría estos aspectos. En la obra artística y más si se trata de una película, todos los elementos que intervienen en la narración de una historia convergen en un mismo destino significativo: el de ilustrar y articular tal historia.

 

                                  **

 


 

Leo versos del poeta beat Ferlinguethi, y después hago lo mismo con poemas de Alfonsina Storni. Imposible leerlos de igual modo. Los poemas de Ferlinguethi están impregnados de historicidad, vinculados a un movimiento social y estético muy concreto. Son poemas con mensaje y próximos a convertirse en canción. La circunstancia sobre la que surfean estos versos es crucial para perfilar la dimensionalidad de lo que se dice. Con los poemas de Storni no hay problema interpretativo alguno. Son más formales, más fácilmente inteligibles, más literariamente reconocibles y disfrutados. Por lo tanto, aunque las obras literarias pertenezcan a un lenguaje deliberadamente único, -el literario- , el orden de lo metafórico, el grado de alusión a la realidad puede ser sustancial a la hora de definir a un autor o autora. Y eso que tanto Ferlinguethi como la propia Storni fueron personas comprometidas vitalmente con su entorno. 

 

                                    **

 


 

Cómo lamento que Diario de un pintor de Ramón Gaya sea un texto tan breve. Por fin lo he leído y no tiene desperdicio. Más allá de las observaciones típicas que un crítico de arte inteligente haría, sus notas son instintivas, de una precisión sorpresiva, más atentas al impacto originario que las obras de arte producen que a consignaciones estilísticas o históricas. La obra de arte, sea un cuadro, una escultura, un conjunto arquitectónico, es una pulsión arcana, un ente de belleza. A las singularidades de tal presencia se refiere Gaya. Su criterio parte de la sensibilidad, de la reacción visceral e íntima ante cualquier producto estético. Cómo interpreta Ramón Gaya la obra de arte me hace recordar las nuevas teorías semióticas de un Manuel González de Ávila: lejos de las espesuras informativas de la tradición, desde su actualidad significante. A Gaya no se le escapa nada en su diario. Anota, incluso, ese peculiar arrobo al escuchar chocar lentamente las olas contra las escaleras de mármol en Venecia. 

 

 

                                    **

 

Baudelaire confiesa en una carta dirigida a su madre que lo que más le fastidia dentro de su trabajo literario es el hacer versos. Curiosamente, Lord Byron, también a través de una carta, le dice a un amigo que detesta hacer o leer versos. Vaya, qué desazón ante la obligación de formalizar la belleza. Escribir versos obedece a una voluntad superior del artificio. Pero es que no hay nada más natural en el hombre, según el propio Baudelaire, que todo lo artificial que nos ha dado un hogar y modos de subsistir a la cruel e indiferente naturaleza.

 

                                    **

 


Hojeo con cierta melancolía los ocurrentes textos de que se compone Segundo diario mínimo de Umberto Eco. Esta brillantez literaria, este humor intelectual ¿quién lo practica hoy con semejante entusiasmo y maestría? El mundo del pastiche culto, de las paradojas filosóficas, de los universos borgianos, de la semiótica delirante convertida en expresión directa de la patafísica, fueron territorios que Eco experimentó ilustradamente. Esta producción del italiano alcanzó su expresión más destacada en los noventa. Entonces, por televisión, disfrutábamos como cosa ordinaria de los programas de Sánchez Dragó y de otros que actualmente son un lujo en Youtube y dejan pasmado al público joven.

¿Qué ha cambiado de aquellos años, en cierto sentido, pletóricos, con figuras intelectuales de primera, vivos y en activo, con respecto a los actuales? Hoy disponemos de internet, una herramienta extraordinaria, la extensión infinita y audiovisual de la Enciclopedia, el mayor fenómeno de la comunicación. La existencia de internet puede producir supertécnicos en aplicaciones pero no obligatoriamente filósofos o narradores importantes. El propio Umberto Eco se quejaba de que la operación más notoria de internet había sido la de “dar voz a una legión de imbéciles”. Actualmente no existe la discusión netamente intelectual, sólo hay un debate: el político, junto a las majaderías de las redes. No se ven filósofos en acción, no se percibe protagonismo mínimo de un intelectual que pueda convertirse en referente. Cuando yo iba al instituto las Humanidades se priorizaban ante las Ciencias. Ahora no es sólo al contrario sino que las Humanidades casi se han diluido en un triste charco. Cuando yo estaba en el instituto tenía como figuras de relieve en mi cabeza a un Neruda, a un Octavio Paz, a un Lorca. Hoy los poetas se deslizan en la penumbra, entre bastidores, en un tenso silencio, esperando, quizá, la ocasión extraordinaria para decir y cantar su verdad. ¿Se producirá tal ocasión? Los propios poetas deberán dar signos de ello, eludiendo las producciones kitsch de las que se queja una Chantal Maillard.

 

                    **

 

Hago una compra de libros a través de internet. Resulta fascinante comprobar en la extensión infinita del espacio virtual internético qué cantidad de antigüedades, cachivaches, libros y cosas pueden hallarse y comprarse. Es como el depósito de los objetos perdidos por antonomasia. En mi búsqueda adquiero piezas como las siguientes: Cuestiones fronterizas de Ortiz-Ostés; Diario incompleto de Rafael Azúar; La experiencia poética de Ibáñez Langlois; Diario de un viaje de María Luisa Bouvard; Vista desde un punto de Uslar Pietri; Diario de un extranjero en París de Curzio Malaparte; Diario de Cefalonia de Lord Byron. Es decir, obras y autores, que salvo, quizás, Malaparte y Byron, no creo se encuentren en la lista de los más vendidos. Todas estas publicaciones son, salvo alguna, de mediados de los sesenta y principios de los setenta. Cuando la compra me llega a casa y empiezo a internarme en el contenido de los libros, compruebo lo siguiente: todo libro, por muy viejo, anónimo, desconocido u olvidado que esté, en cuanto es acariciado por la lectura actualiza su mensaje, recobra relevancia y reverdece la significación de su texto a través de la atención de quien se haya acercado a él. En cuanto mente y texto se encuentran, se produce la cuasi alquímica operación de desciframiento que hace resucitar el contenido del libro en cuestión, aunque este haya estado enterrado u oculto durante décadas, siglos o milenios. Tal cosa permite una interpretación más extensible de implicaciones importantes: cualquier existencia humana que se encuentre en las circunstancias más desafortunadas posibles, es susceptible de recobrar su dignidad, recuperar su papel en el mundo y vencer al olvido. El origen común de todos nosotros se revela en estas tesituras, facilitando la redención de toda persona o reivindicación. La naturaleza del pensamiento y el alcance de nuestro lenguaje posibilitan la victoriosa conciencia de toda expresión perdida en el laberinto del mundo.  

 

                                **

 

No deja de ser un misterio lo que ocasiona los grandes movimientos y cambios en la sociedad y en los universos estéticos. ¿Qué se incuba en las sociedades de un continente para que tras un período de relativa calma y linealidad estética surja la hipersensibilidad romántica y sus convulsiones proféticas? ¿Qué gérmenes dispersos en la imaginación acaban por estallar sucesivamente a través de los grandes movimientos de vanguardia en Europa: impresionismo, expresionismo, dadaísmo, futurismo, surrealismo…? ¿Qué pasa en España para que emerja una inteligencia común a través de los miembros de la Generación del 98 o del 27, y tras una renovación de perspectivas sobre el destino nacional, redescubran la geografía hispánica, sus pueblos y tradiciones gracias a la inquietud excursionista y viajera? ¿Todas las revoluciones artísticas del siglo XX fueron el final de un proceso o supusieron el inicio de algo que todavía se encuentra en marcha? ¿Cuánto dura una idea? A día de hoy sabemos que un Picasso o un Joan Miró son irrepetibles. La estela repleta de genios que el siglo XX desplegó en casi todos los ámbitos nos deja algo huérfanos. La aventura humana y espiritual que tales autores protagonizaron casi nos convierte en los nuevos analfabetos enganchados a la bulliciosa colchoneta de internet. Rastreemos, pues, todo signo, todo lo que podamos conceptuar como signo de un cambio o de conformaciones en devenir sobre el horizonte de la creatividad humana. El universo es arcano y antiquísimo, pero el mundo que nos compete se echa a andar cada día.       

 

 

José María Piñeiro (Orihuela, Alicante, 1963). Ensayista, crítico literario y poeta. Ha publicado en 2023 Suma de auras (Frutos del tiempo, Elche). En 1985 fue uno de los fundadores de la prestigiosa revista Empireuma, junto con Ada Soriano y José Luis Zerón Huguet. Ha publicado un anterior libro de aforismos y fragmentos de reflexiones estéticas: Ars fragminis (2015, Ed. Celesta). En poesía, ha publicado, entre otros poemarios, Las raíces del velo (2019, Ed. Celesta), Profano demiurgo (2013) y Margen harmónico (2010). Fue Premio Andrés Salom de Ensayo breve en 2011

 

 

Para leer Breviarios II (27-12-2023):

 https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2023/12/breviarios-ii-por-jose-maria-pineiro.html

 

Para leer Breviarios I   (8-7-2023):

https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2023/07/breviario-jose-maria-pineiro-publicado.html

jueves, 17 de octubre de 2024

LAS ESTACIONES DEL HORROR. Artículo de Anna Rossell sobre la obra del historiador Saul Friedländer "El Tercer Reich y los judíos" (2 vols. Los años de persecución / Los años de exterminio). La crítica de Anna Rossell / Bibliotheca Gramática. Ágora n. 29. Nueva Col. Otoño 2024

 


 

LAS ESTACIONES DEL HORROR

 

 

 

Saul Friedländer

El Tercer Reich y los judíos. Los años de persecución (1933-1939)

Traducción de Ana Herrera,

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona, 2009, 609 págs.

 

Saul Friedländer

El Tercer Reich y los judíos. Los años de exterminio (1939-1945)

Traducción de Ana Herrera,

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona, 2009, 1136 págs.

 

 


 

Saul Friedländer ha merecido diversos galardones por su trabajo como historiador, entre los cuales destacan el Israel Prize, otorgado en 1983, el Yad Vashem Jacob Buchmann Award y el National Jewish Book Award, ambos en 1997, el Hermanos Scholl (1998) o el Premio de la Feria del Libro de Leipzig (2007). 

En ese mismo año, fue distinguido con el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, precisamente por su trabajo de investigación sobre la persecución y el exterminio de los judíos bajo el nazismo. 

La obra de Friedländer se ha caracterizado por su precisión documental, por el detalle con que describe la concepción, preparación y consumación del Holocausto, su estilo cuidado y sus rigurosos análisis de los autores, las víctimas y la sociedad circundante. 

En 1997 aparecía Los años de la persecución (1933-1939), el primer volumen de su monumental El Tercer Reich y los judíos, considerada por muchos como la obra definitiva sobre la Shoah. Una década después publicaba el volumen segundo: Los años del exterminio (1939-1945), que en 2008 fue distinguido con el Premio Pulitzer (Información extraída de la editorial Galaxia Gutenberg).

   Agradecemos a nuestra excepcional colaboradora Anna Rossell este texto que presentamos, Las estaciones del horror, recordando la inmensa labor historiográfica de Saul Friedländer, traducida en España y publicada por Galaxia Gutenberg. De la misma filóloga y poeta catalana hemos publicado o publicaremos en Ágora otros textos que nos remozan la memoria del siglo XX, en sus luces y sombras, con ánimo siempre de comprender y superar, en lo posible, los viejos atavismos de la Historia.

 

 

                                        por Anna Rossell

 

Lejos de proponerse lo imposible: encontrar explicación racional a la fobia obsesiva de los nazis hacia los judíos, que condujo a su progresivo acorralamiento hasta la asfixia y culminó en los campos de exterminio, Saul Friedländer (Praga, 1932) plantea su estudio con la intención lúcida y realista de acercarse a la mecánica de su funcionamiento y a las razones –ahora sí- que determinaron las decisiones políticas en cada momento. El reconocido historiador y ensayista de ascendencia judía, especialista en la historia del nacionalsocialismo y del holocausto, aborda en estos dos volúmenes la que es probablemente su obra magna y, a pesar de su extensión, el compendio de su legado: una visión panorámica de los acontecimientos de 1933 a 1945. Con exhaustiva prolijidad de notas –las del primer volumen abarcan de la página 453 a la 609; las del segundo, de la 861 a la 1136-, que sin embargo no entorpecen la lectura y remiten a la ingente documentación y bibliografía manejadas, Friedländer desgrana en el primer volumen, Los años de persecución (1933-1939), las etapas del acoso a los judíos desde los inicios de su gestación como eje primordial del ideario nacionalsocialista, mucho antes de la ascensión de los nazis al poder. Atento a la objetividad que exige la buena investigación histórica y con la intención de subrayar la materia humana de que está hecha, el autor combina la descripción general y distante de los hechos con la más concreta y cercana de episodios biográficos individuales, que sirven de ilustración a sus conclusiones, con nombres y apellidos. En su recorrido Friedländer coloca el énfasis en las relaciones entre nazis y conservadores, en la toma de decisiones de Hitler, la política de emigración forzosa, las expropiaciones, las leyes de Núremberg de 1935, la oleada de agresiones de la Noche de los cristales rotos, la eutanasia por ley de los enfermos con malformaciones o impedimentos hereditarios, el comportamiento del pueblo alemán ante la violencia ejercida, la participación de los intelectuales y el papel de las Iglesias católica y evangélica. 

         El historiador ilumina especialmente los momentos en que, por razones de estrategia política interior o exterior y para evitar represalias económicas, Hitler dosificaba escrupulosamente las medidas contra los judíos. Este rasgo sumado al planteamiento de su paranoia como cruzada contra la amenaza universal judeo-bolchevique, su implicación directa en las decisiones -cuyo peso el autor considera mayor del que en ocasiones se le ha otorgado-, el cariz pseudoreligioso que adoptó su fobia a los judíos -cuya necesaria desaparición planteó como una alternativa radical de supervivencia para la nación germana y la raza aria, que califica de “antisemitismo redentor”, así como su muy temprana alusión a la utilización de términos como “eliminación” o “exterminio”-, dibujan un personaje que combinaba su obcecado odio con la lucidez del cálculo estrictamente planificado. El autor hace especial hincapié en la responsabilidad de las Iglesias cristianas, de las Universidades y del pueblo llano. Después de recorrer casos aislados de valentía, Friedländer se detiene en la resistencia ofrecida por la Liga de Emergencia de Pastores que derivó en la Iglesia de la Confesión, subrayando sin embargo la ambivalencia de su posición, que hacía hincapié en la defensa exclusiva de los judíos conversos, posición que adoptó también la Iglesia católica, fiel a su antijudaísmo tradicional. Insiste Friedländer en distinguir entre las salvajes agresiones de las SS y el comportamiento de la gente común, de quien afirma que, aunque pasiva en su mayoría, no manifestaba especial rechazo hacia los judíos, aportando numerosos ejemplos de quejas de amplios grupos de comerciantes contra la prohibición de negociar con ellos. Peor paradas salen las Universidades, que sorprendentemente cerraron filas casi sin fisuras para secundar la política nacionalsocialista hasta con iniciativas propias.

Un lugar destacado ocupa la política de emigración forzosa, su negociación con las potencias occidentales, así como la conformidad de los sionistas y ortodoxos judíos con la política de pureza racial, que ellos mismos defendían para sí. Muy acertado y esclarecedor resulta el extenso capítulo que el autor dedica a estudiar la situación de los judíos y el antijudaísmo en la misma época en los países europeos vecinos de gobiernos democráticos, así como en los años de la República de Weimar en la propia Alemania, lo cual pone de manifiesto el caldo de cultivo común más allá de las fronteras alemanas. Esta tesis de un antisemitismo cultural arraigado en Europa mucho antes del nacionalsocialismo va tomando cuerpo frente a la de la razón económica, que Friedländer apenas considera, y se confirma en el segundo volumen, Los años de exterminio (1939-1945), en el que el autor estudia, país por país, la fácil implantación de las políticas nazis en los territorios ocupados gracias al colaboracionismo local, a veces más obcecadamente antijudío aun. 

Subrayando los momentos de inflexión del holocausto el libro se divide en tres partes: desde principios de la guerra en otoño de 1939 hasta el ataque a la Unión Soviética en verano de 1941, los asesinatos sistemáticos masivos a partir del verano de 1941, sobre todo en los países del este, y la shoah a partir del verano de 1942 hasta la primavera de 1945. Sin olvidar los casos individuales o de grupos minoritarios de oposición a las medidas nazis contra los judíos, Friedländer muestra la diversidad de fuerzas que acabaron haciendo posible el horror como una obra coral que, si bien dirigida por los nazis alemanes, no se explica por su única actuación. Como hiciera ya en el primer volumen, también en el segundo el autor hace hincapié en la culpable actitud de los mandatarios de las Iglesias cristianas como líderes de la actuación de sus fieles, incluido Pío XII. Fiel en todo momento a la objetividad, Friedländer no excluye de su estudio la reacción de los propios judíos, que, sobre todo en Francia reivindicaron sus derechos como autóctonos ante los recién llegados, el papel en ocasiones ambiguo de los consejos judíos y el desarrollo de una economía y de relaciones cómplices en los guetos. No queda exenta de culpa la gente común, que según muestra el autor sabía de los hechos más de lo que a menudo se ha pretendido.

Friedländer sitúa la toma de decisión de la Solución Final en el último trimestre de 1941 coincidiendo con la marcha negativa de la guerra y la entrada de los EEUU en ella, momento en que los judíos habrían perdido la función de rehenes para evitar la intervención norteamericana. A partir de aquí dos acontecimientos pudieron haber contribuido a acelerarla: el atentado contra la exposición antisoviética el 18 de mayo de 1942 por parte del grupo procomunista “Herbert Baum” –en el imaginario de Hitler la eliminación de los judíos aseguraría que no se repitiesen las actividades revolucionarias de 1917-1918- y el atentado contra Heydrich con resultado de muerte por parte de comandos checos, que derivó en la destrucción de la población de Lidice junto a Praga al sospechar que ocultaba a sus autores.

        También aquí Friedländer conjuga la abstracción de los fríos datos históricos con el acercamiento a las vivencias personales de individuos concretos otorgando así el lugar de preferencia a los verdaderos protagonistas. A través de las citas que adecuadamente va intercalando de diarios y cartas de una amplia gama de víctimas de diferente edad y condición, el autor consigue una obra que, siendo altamente especializada, mantiene constantemente viva la conciencia del verdadero horror.

Del mismo autor se han publicado en España: ¿Por qué el Holocausto? Historia de una psicosis colectiva, Barcelona, Gedisa, 2004 y Pío XII y el Tercer Reich, Barcelona, Península, 2007.

 

 


 

 

 

 

 

 

 

                                                                                          

   Anna Rossell  

 

 

Anna Rossell es poeta, filóloga, profesora, escritora, traductora y crítica literaria.

Ha publicado recientemente Poesia per al nostre temps (2024, InVerso edicions de poesia). 

Doctorada en Filología Alemana. Profesora de literatura alemana en el Departamento de Filología Inglesa y Germanística de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha desarrollado una amplia labor de crítica literaria y desarrollado a la par una obra creativa en casi todos los géneros, en especial la poesía. Entre sus últimas obras, en poesía: Auschwitz-Birkenau. La prada dels bedolls / La pradera de los abedules (2015, e-book, Amazon); en narrativa: Aquells anys grisos (Espanya, 1950-1975) (2014, e-book, Amazon). En 2017, con (Falsa) paradoja fue premio Amnistía internacional de microrrelatos. Colabora en la revista Quimera, dirige la sección de crítica literaria de Las nueve Musas. Web de la autora:

 http://www.annarossell.com/