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jueves, 18 de diciembre de 2025

"Aquel jardín", de José Luis Martínez Valero. Uno de los mejores libros de poemas de esta tercera década del siglo XXI. Comentario de Fulgencio Martínez. Revista Ágora. Papeles de Arte Gramático. N. 36. Nueva Col. Parte 2 de Número doble de Invierno 2025 / Bibliotheca Grammatica / Poesía

  


 

AQUEL JARDÍN

 

Aquel jardín,  de José Luis Martínez Valero es uno de los mejores libros de poemas de esta tercera década del siglo XXI.

 

 

Tengo en mi mente el nuevo libro de poemas de José Luis Martínez Valero para una mañana especial. Como los niños chicos, en la escuela, que saben que su madre le ha preparado ese día (de su cumple -por ejemplo-) un bocadillo especial  -de mejillones en escabeche, mi favorito- para el recreo, se relamen ya desde las primeras horas, en clase de Mates y en la de Lengua, y no piensan nada más que en el gozo y en el bollo; así me ocurre con Aquel jardín, que quiero volver a leerlo despacio, con auténtico lujo de atención; como merece. Y tal vez compartirlo con unos pocos, que no hay que pasarse de generoso.

José Luis Martínez Valero había publicado cuatro libros de diversos géneros literarios en los últimos años y en la editorial La fea burguesía, la misma casa editorial en que aparece ahora, a finales de diciembre de 2025, Aquel jardín. Recordemos: Puerto de sombra (poesía, 2017), Sintaxis (ensayo, diario, poesía, impresiones, diálogos y narraciones o memorias: libro híbrido, 2019), Otoño en Babel (narrativa, ¿de autoficción?, memorias noveladas, 2022), Antología del 27 en Murcia (ensayo, historia literaria, 2024).

Con esa simple relación podemos hacernos una idea de la polivalencia de este poeta y escritor. No he mencionado otras obras que son, para mi gusto, de la mejor confección, del taller de José Luis Martínez Valero: Poesía (1982), La puerta falsa (2002), La espalda del fotógrafo (2003), Plaza de Belluga (2009), El escritor y su paisaje (2009), Libro abierto (2010), Merced 22 (2013), y un libro dedicado a sus nietos y que tiene un especial encanto: Daniel en Auderghem (2015).

José Luis Martínez Valero es también pintor, dibujante, aguafuertista, grabador, y de vez en cuando se recuerda que es Catedrático de Lengua y Literatura española (emérito, en la actualidad) y escribe unos artículos de comentarios literarios que te enseñan más que siete sabios de Academia. (No me refiero a la de Alfonso X el Sabio, en Murcia; no vayan ustedes a pensar mal. Academia viene de Platón).

Como murciano (en la distancia, aunque pocas veces en la nostalgia) me pregunto si "aquel jardín" del libro es el de Floridablanca, el del Malecón, el de la Seda, el de las Palmeras; o el autor, que se radicó en Murcia capital desde sus años jóvenes universitarios, se refiere al edén de su infancia -en Águilas, pueblo marinero de la costa levantina. O a cualquier otro significado asociado en la poesía del autor a un paraíso; en un sentido quizá también no físico, no material; tal vez sea la literatura, la lectura de la poesía, el lenguaje como casa del ser, que dijo Martin Heidegger, o algo no humano, la tarde, como en este poema:

 

    TARDE

 

Cuando llega el fin de la tarde

y el ocaso enciende su vela,

en los montes del fondo se recogen las sombras.

 

Los árboles, las flores y las nubes,

apagada la luz, se tienden

sobre sí mismos y descansan.

 

No tienen pesadillas,

sueñan con los ojos abiertos.

 

           (Aquel jardín, p. 70) 

 

Un libro no es solo un compañero, quien nos ayuda a soñar con los ojos abiertos, es también, como diría Borges, un Aleph, es decir, una reunión o colección de todo, incluido el mismo libro: en un libro hay, pues, un universo, un tiempo, un espacio, árboles, personas, árboles, las partes del día, las horas canónicas, y las horas que no pasan; las completas de la noche, en fin, todo un muestrario que incluye a un hombre al fondo escribiendo poemas o cuentos. He sospechado siempre que el Aleph que buscaba Borges en los dieciocho relatos de su libro se encontraba en un piso de la Avenida del Río, en Murcia, en el domicilio de un poeta destinado a escribir con el tiempo este libro que me dispongo a releer, Aquel jardín.

La impresión que en el lector dejan los poemas es de algún modo su sentido, aunque siempre hay otras múltiples facetas que el autor, en este caso José Luis Martínez Valero, ha puesto en ellos. Los poemas en este libro son personajes por sí mismos, intuimos que tienen entidad más allá de la impresión que nos producen. Pero no sólo los poemas, también cada verso, cada nervio, cada hoja, cada frase, tienen entidad propia. Las páginas también son personajes o entes en la poética de José Luis. (Ya vimos que algo abstracto, no humano, como la tarde, se volvía desde su poema un ser semejante, un prójimo; como el árbol, tampoco humano, aunque ser viviente). Desde el poema, el lenguaje, desde las páginas del libro todo se convierte en mundo humano, y en un mundo humano, habría que decir, verdadero, es decir, despojado de ruido y ansia de destrucción; un mundo limpio y reposado en sí mismo. Mundo humano, en fin, que se revela como ser. Que tiene lugar, su lugar, en el ser de todo.

 

PÁGINA

 

La luz desnuda,

sobre las copas de los árboles,

muestra entera su espléndida belleza.

 

A veces

entre las blancas páginas

se siente el aliento de la palabra.

 

Por un momento, cesa la lectura

y el libro queda abierto,

mientras agita sus hojas el aire.

 

El lector, distraído, contempla

el sol sobre el cristal de la ventana.

 

En un instante, el perro, que dormía,

abre sus ojos y, lento, los cierra de nuevo.

 

        (op. cit. p. 54)

 

José Luis Martínez Valero procede en su poesía a dibujarnos una especie de espejo donde veamos el mundo tal como es. A prima facie, su poesía transmite el aura de la serenidad, como en la poesía japonesa, vive en la poesía de este poeta levantino un sentimiento de la naturaleza que capta lo fugitivo y lo eterniza, "lo salva" a la vez que invita al lector a contemplar esa plenitud y a ser en ella. Aunque sea un momento, y sin exigirnos tampoco dejar de ser conscientes de su fragilidad...

 

TIEMPO

 

Y si el tiempo no existiese, tal como

lo hemos concebido: minutos,

horas y segundos marcados

por la prisa y sus consecuencias.

 

Si acaso existiese siendo un reclamo,

para ser perseguido como liebre

por elásticos galgos,

que sólo corren en nuestra cabeza.

 

Si fuese el aire fresco entre los pinos, 

la quieta superficie d la balsa,

esa gota de lluvia que resbala

sobre el cristal del balcón de mi infancia.

 

No obstante, el tiempo sigue ahí,

como un juguete roto que recuerda

otros pasos, otra luz y su sombra.

 

    (op. cit. 41) 

 

No es necesario ceñirse a escribir en haikús (o haikai), o en tankas, para hacer presente el sentimiento de algo que no resulta fácil expresar de otro modo sino con la poesía. La entrega a la belleza, la senda que la palabra recorre, en camino de ida y de vuelta, hacia las cosas bellas, naturales. Difícil es el arte, o las cosas del arte, dijo aquel Platón de la Academia.

 

Aquel jardín nos muestra a un poeta de la serenidad lograda a través del ejercicio cotidiano de la mirada amorosa a cuanto le rodea. 

Junto a los poemas que he repasado, hay en este libro otros de alta lírica, como "Astillero", donde la presencia del mar y las gentes del pueblo de Águilas, foco de la infancia del poeta, o de Cabo de Palos y La Manga, en Murcia, devienen una verdad intemporal. 

 

Como si hubiesen mondado los huesos

de una gigantesca ballena, 

como si royesen un esqueleto 

sujeto por la quilla, 

los carpinteros de ribera, 

con golpes secos fijarán las tablas. 

 

Los calafates, que huelen a brea,

introducen la estopa blanca,

entre las ranuras del barco

que tendrá matrícula y nombre:

Rosa, José, Dolores, Magdalena

personas que acompañaron mi infancia.

 

Todas las naves son huecas, 

éste es su secreto. 

 

Vaciad lo que hemos sido 

para que naveguemos de continuo. 

 

        (op. cit. p. 18) 

 

Se diría una cierta sapiencia oriental, presente en la poesía japonesa, transformada en José Luis Martínez Valero en aclaración de la nostalgia, en serenidad, o, aun a riesgo de oxímoron, en una nostalgia sin dolor, aceptación y amistad de lo vivido y convivido.

También podría ser la mirada de un viejo marino, o de un joven marino revivido en el espejo del poema, del libro. El barco y el libro son otros nombres del Aleph para José Luis Martínez Valero.

Este poeta me recuerda al mejor Machado, de Soledades. Pero a otros le traerá recuerdo del mejor Jorge Guillén -todo Cántico-, o del mejor Juan Ramón Jiménez y del mejor Gabriel Miró. Pero en el fondo solo está el poeta cuando escribe, solo con su recuerdo y el mar (ese otro jardín). 

 

AÑOS DE LUZ

 

Vuelvo a aquellos años de luz

donde todo era abstracto,

como un bosque visto desde la altura.

El tiempo transcurría lento y eterno.

 

        fragmento. (op cit. p. 55)

  

SOLOS

 

Hoy estamos más solos,

como antes de las primeras palabras,

cuando todo era silencio en aquel

oscuro mar

en el que fuimos peces sin memoria.

 

            (op. cit. p. 57) 

 

La obsesión en la pintura de Martínez Valero por los peces tiene aquí correspondencia, en este verso. ("peces sin memoria").

"Solos, / como antes de las primeras palabras". El poeta habla aquí el lenguaje anterior al lenguaje, en un recuerdo literalmente "in-fantil". Como en la poesía de Soledades, del sevillano, el recuerdo se vuelve nostalgia viva pero también la expresión lograda, o mejor dicho, la ocasión, la palanca para que surja la más honda y sencilla belleza de la palabra poética.

Dejo en el tintero comentar muchos otros poemas del libro, "Geometría interior" ("Puede que no salgamos nunca / de la primera casa / unida a nuestra infancia. // Me cuesta poner mi cuerpo en / otro lugar desconocido" (!!!!)

José Luis Martínez Valero tiene el don de la sencillez lograda sin casi aparente esfuerzo, mientras nos dice, como Berceo, cosas profundas. 

El jardín es el mejor libro de poemas de un autor español de esta tercera década del siglo XXI, al menos en nuestra apartada opinión. 

 

Fulgencio Martínez

Huesca, jueves 18 de diciembre de 2025 

CUATRO POEMAS DE JESÚS CÁNOVAS MARTÍNEZ (Incluye el inédito "Cuando el viaje termina"). Co-lección Ágora poesía / Ágora n. 36. Número doble, 35-36, de Invierno 2025-2026

 

 


 

CUATRO POEMAS DE JESÚS CÁNOVAS MARTÍNEZ

  

Narrador, poeta, filósofo, Jesús Cánovas Martínez ha colaborado en Ágora desde sus inicios, con poemas, artículos y relatos. Él ha publicado recientemente una nueva novela (Panocho's metal).  Para este número le hemos pedido una selección de poemas de uno de sus últimos  poemarios, Convocada soledad (Ediciones Tres Fronteras, Murcia, 2018), y un inédito.

 

 

 

SOBRE LA TIERRA ROJA

 

 

 

Sobre la tierra roja

de finales de estío

se despuebla el silencio.

 

Se adormece la inercia

con un ritmo de pasos

y palabras perdidas.

 

Suspendidas miradas

y campos desolados

bajo el aire se extienden.

 

Una fuga de nubes.

Apenas el otoño.

 

Entre el humo lejano

azules montes flotan.

 

 

 

          (De Convocada soledad)

 

  

 

LOS PUENTES

 

 

 

Los puentes has dejado

dormidos en la orilla;

los puentes de la tarde

por donde el agua pasa.

 

De vano gris y sepia

el estío confunde

tus sendas y tus labios,

tu risa solitaria.

 

Como los hondos vinos,

tu risa de domingo.

 

Los puentes has dejado

dormidos en la tarde,

abiertas las ventanas.

 

                              (De Convocada soledad)

 


 

AVES HACIA EL SUR

 

 

 

Por la floresta de noviembre,

pidiendo van sus gritos

que el día no termine,

leves, como naufragios,

las aves hacia el sur.

 

Abdica de la tarde

el sol, hacia el olvido,

y el esmalte del cielo

apenas se desase

sobre el pincel del día.

 

Silencios sume el campo,

cantan remotos niños.

 

Ocre es la tierra y surge

una pálida estrella

de soledad ensimismada.

 

Ya avanza por el este

el frío de la noche.

 

De todo lo que fui,

me despueblan los años.

 

                              (De Convocada soledad)

 

 

 

CUANDO EL VIAJE TERMINA

 

Cuando el viaje termina,

es plácido tenderse

sobre el mullido humus.

 

Donde cualquier espera

posa su adiós y aroma

sin posible retorno.

 

Lento, entre los cipreses

y columnas, camina

hacia el ocaso el día.

 

Tranquila placidez

de un último horizonte

bajo la leve tierra.

 

  

                              (Inédito)

 

 

 

 

 Para conocer más sobre el libro Convocada soledad, de Jesús Cánovas Martínez:

 https://elarcodeltriunfocanovas.blogspot.com/2018/12/convocada-soledad-una-celebracion-de-la.html

 

 


 

 

 

Jesús Cánovas Martínez, filósofo, poeta y narrador. Ha publicado en diciembre de 2025 la novela Panocho's metal (Murcia, AESC Editores). De 2020 es su libro Soy de tierra, también de cielo, y canto (Elemental tratado poético de oración), ed. Diego Marín, Murcia.

En poesía ha publicado, entre otros libros, Convocada soledad (Tres Fronteras, Murcia, 2018), Otra vez la luz, palomas (2015), A la desnuda vida creciente de la nada (1989);  y en narrativa, la novela El baboso (2022), y los libros de relatos Aires del sur (tres tandas en tres volúmenes, 2017, 2017, 2018), y Toda mi vida matando tontos y ahora voy y me convierto en un conspiranoico y otros relatos del encierro (en editorial Círculo Rojo). 

Nacido en Hellín (Albacete), en 1956, residió en Madrid y en Águilas y desde hace años vive en Murcia. Ha ganado el II Premio Nacional de Cuento Ciudad de Hellín (1981), el XIX Premio Nacional de Poesía "Aurelio Guirao" de Cieza (2015) y I Premio Nacional de Poesía "José María Cano" de Murcia (2021).