Benedetta Porcaroli
La serie "El gatopardo" y la película "Los domingos": Dos buenas citas con el cine en noviembre
Este fin de semana, he disfrutado con dos películas muy diferentes cada una de ellas, pero de excelente calidad ambas, en mi opinión. En este cuaderno de un espectador de cine, que abro y comparto con usted, me felicito por la tarde de sábado otoñal en que disfruté en casa viendo, por Netflix, la serie televisiva sicialiana Il gattopardo (El gatopardo), una estupenda traslación de la novela de Lampedusa (que, para quien no haya leído ese clásico de la literatura italiana del XIX, le hará comprender que la película, extraordinaria por otra parte, de Luchino Visconti recrea solo una parte de la historia, acentuando la mano del genio cinematográfico italiano la decadencia y la estetización de la muerte de una clase social, la aristocracia, como en un canto de cisne final y bellísimo). Sin embargo, la versión que nos transmite la versión televisiva de 2025 de la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa es diferente, más amplia y complementaria a la película de Visconti, de 1963. En esta hay sobreentendidos, lapsus (como uno muy importante, la explicación del nexo emocional entre el tío y el sobrino) que en la versión de la serie dirigida, entre otros, por Tom Sankland, se explican con dos pinceladas. Recomiendo la serie que tiene, además de un bellísima fotografía y una música en general muy apropiada, interpretraciones magistrales en sus principales papeles: como el de Concetta (interpretada por Benedetta Porcaroli), la hija mayor del Príncipe de Salina ("El gatopardo"), que transmite con verdad artística emoción y matices psicológicos inestables; o también la del propio actor (Kim Rossi Stuart) que encarna a ese personaje, como Príncipe y como padre, absolutamente creíble, capaz de transmitir dominio y ternura paterna (aunque hoy sea casi un insulto hablar de sentimientos paternos, en un mundo que se ha vuelto gili) con su sobrino huérfano, pero también con sus hijos, sobre todo con su hija mayor, Concetta, sobre la cual gira en realidad la obra y la continuidad de la casa. A diferencia del regusto por el ocaso de una estirpe, de una familia, la novela y la película de televisión inciden al final en su continuidad. Hay que destacar que el cine, en este caso, la serie de televisión nos vuelve a la novela de Lampedusa, y nos hace ver la calidad de una obra de arte verbal, de una narrativa sobresaliente realizada con voluntad de obra de arte que perdura para los lectores y espectadores a lo largo del tiempo. Podía el bueno de Lampedusa haber escrito una crónica, o unas memorias (y sin duda hubiera sido un excelente libro), pero se propuso mucho más: poner en negro sobre blanco las vidas de unos hombres y mujeres cada uno de ellos con independencia de y a la vez concretados en su marco histórico y social. Quiso hacer de la novela un arte. Como también lo hicieron otros grandes escritores del gran siglo de la novela, el XIX: Galdós, Clarín, Stendhal, Flaubert, Manzoni, Tolstói, Dostoievsky, Dickens, Jane Austen y...la lista sería larga.

Castello de Donnafugata, residencia veraniega de la familia del Príncipe de Salina
No quisiera agotar el tema, sobre el que pienso volver. He dejado algunas notas -sobre la familia, las relaciones familiares- que luego recogeré con alusiones. Me centraré en mi comentario actual en otra película, la primera por orden de visionado, de la que he disfrutado mucho este fin de semana. Me refiero a "Los domingos", película española, estrenada últimamente y dirigida por Alauda Ruiz de Azúa.
Patricia López Arnaiz
La recepción de esta película ha suscitado comentarios favorables respecto a su valentía al proponer el tema de lo religioso -de la vocación y la fe- en un mundo laico. Hoy mismo leo en el Suplemento XL Semanal (domingo 23 de noviembre de 2025), el estupendo artículo de Carmen Posadas (articulista a la que suelo seguir y leo con mucho agrado). "Coinciden en el tiempo -escribe Posadas- el lanzamiento de Lux (...) de Rosalía (se refiere a la cantante actual, no a la gran escritora y poeta gallega y universal Rosalía de Castro, más conocida que esa otra por mi generación) y la película Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa, sobre una chica que quiere tomar los hábitos." Carmen Posadas se refiere en plan positivo, o, para ser más exactos, sin la tópica prepotencia del acomplejado crítico pseudoprogre, a una cierta "tendencia" indicativa del retorno, hoy en día, de una necesidad de espiritualidad; un hambre espiritual que ya ha agotado los complejos que la derivaban a otras culturas distintas a la cristiana. No creo yo, sin embargo, que estemos realmente ante una tendencia cultural, sino solo ante una moda o simple coincidencia de "productos": películas, series, canciones y videojuegos -no he reproducido toda la retahíla que cita la buena de Carmen Posadas.
No obstante, quiero centrarme en la película de Alauda Ruiz de Azúa. Su tema conductor es, sí, pero en parte, la vocación, la fe religiosa (católica, además) que nace con pureza en una adolescente de diecisiete años, Ainara, cuando tiene toda la vida por delante y se halla en medio de solicitudes de todo tipo (emocionales, sexuales, intelectuales, formativas para su futuro profesional, etc). La película Los domingos es también, y principalmente, una radiografía de un cierto tipo de familia (bilbaína, vasca, por extensión española) que se ha mantenido en unos ciertos valores religioso-éticos y en la cual aflora una crisis (simbolizada por la muerte de la abuela y la disputa de sus dos hijos por la casa, el padre de la adolescente Ainara, y la tía de esta, Maite). La interpretación de Patricia López Arnaiz como Maite es, sencillamente, espectacular (destaca aún más porque todos los actores y actrices que la acompañan actúan y están dirigidos con maestría, naturales y creíbles, interpretados con verdad artística: Miguel Garcés, el padre, Blanca Soroa, como Ainara, Nagore Aramburu, como la madre superiora del convento, y Juan Minujín, extraordinario en su papel, como pareja de Maite, la primera vez que siento a un argentino no haciendo antes de argentino que de ser humano, en el cine español al menos, donde el argentino es un clisé, como antes lo fuera el gallego o el paleto murciano o aragonés).

La película Los domingos de Alauda Ruiz de Azúa me ha transportado al mejor cine francés de interiores (o al cine del mejor Woody Allen). Analiza un drama familiar (provocado por la irrupción de una vocación religiosa en un miembro joven del grupo, ya con grietas e inestabilidad, falta la madre de los tres hijos del padre, el papel de Miguel Garcés; y este papel ha de desempeñarlo la tía, la hermana). En la película y serie televisiva siciliana que comentamos antes, era el hermano y padre de familia quien recogía el papel de la hermana fallecida y se vinculaba a su sobrino, hijo de esta, como a un hijo, o más. (¿como su heredero elegido?). También Maite, en Los domingos, llega a vincularse emocionalmente con su sobrina. (Ella tiene un hijo pequeño, pero está en crisis personal y de pareja y el conflicto de su sobrina adolescente le implica más, en su propio ser personal). Sentimos, como espectadores, que durante la mitad de la película el personaje de Maite, de la tía, resulta apabullante por su carácter y acusamos su intromisión en la decisión de la adolescente.
A partir de cierto momento -tras las visitas al tétrico convento, y para este que os comenta, a partir de la conversación entre las dos novicias muy jóvenes, contentas de ser llamadas por Él (¿el Dueño de un harén celeste?)- empezamos a empatizar con Maite. La actriz que la interpreta muestra con verdad esos giros. (Propongo que Patricia López Arnaiz reciba un Óscar, sí, un Óscar, prestigiaría de nuevo estos premios de la Academia; un Goya, es poco para esta interpretación de la actriz. A la que recordamos también de su espléndida interpretación como hija de Unamuno en la peli Mientras dure la guerra, de Amenábar).
Quiero decir que la película nos ha planteado, por un lado, un tema -la vocación religiosa y el surgir de la fuente pura de la fe-, aconteceres que podemos contemplar sin asentir, ni mucho menos despreciar; por otro lado, el film también nos muestra la miseria de las condiciones de la vida religiosa; no es lo mismo tener fe, querer vivir lo religioso y sufrir de ese modo en el siglo XXI: una ascesis infame a estas alturas sin duda, que hace que la fe no sea sana ni en definitiva tengamos que verla como una espiritualidad aconsejable a la juventud. No. No estamos locos.
Insisto en que el tema de fondo de la película es la crisis de la familia española (ya no diré tradicional, para que no pensemos que la película plantea una típica familia bien y siguiendo el modelo conservador y católico). La película desvela, a su final, que la historia que subyace es un drama familiar que quizá no se pueda dar en otro tipo de familia, por ejemplo en una donde todos los miembros son ateos, agnósticos o simplemente pasan de la religión y "los curas" (aunque, a su tiempo, pongan en casa un árbol de Navidad); tampoco en una familia católica paradigmática, donde todos son creyentes de misa y comunión diarias; sino en una familia mezclada, la familia existente hoy en España, donde unos son católicos practicantes, otros, no, unos llevan a sus hijos a colegios de curas o monjas, aunque ellos no crean y donde al menos un miembro (como en la película, Maite) manifiesta una conciencia moral despierta, viva. Por cierto, también en cualquier familia actual real puede surgir una fe religiosa en una criatura adolescente en busca de amor y cariño paterno y materno; como en la película.
Fulgencio Martínez
Huesca, 23 de noviembre 2025