“La cuchillada lúcida en el
espejo”. Invitación a la antología de Miguel Sánchez-Ortiz “Geografía de la
ventura” (Bartleby, edición y prólogo de Alfredo Rodríguez, 2024)
Hemos de agradecer a Bartleby
y a Alfredo Rodríguez (quien ha cuidado la edición y ha escrito un
lúcido prólogo crítico) esta antología poética de Miguel Sánchez-Ostiz,
el poeta y novelista navarro. Geografía de la ventura se llama esta antología que ha aparecido en septiembre de 2024. El título es
siempre más que una simple etiqueta, en un libro de poesía encierra una
perspectiva esencial al contenido de la obra. No es casual -creo- que “Geografía
de la ventura” haya sido antes el título de uno de los mejores poemas de este
libro de Miguel Sánchez-Ostiz, y que se encuentre el poema que introduce el
título en Aquí se detienen, poemario de 1999, “uno de sus mejores
libros -leemos en el prólogo de Rodríguez, p. 16, op. cit-, con
que el autor “cerraba el corpus que supuso La marca del cuadrante, un
libro descomunal que contenía toda su poesía (diez libros) hasta la fecha (…)”.
De algún modo rotular con ese título la antología de 2024 representa una llamada
de atención a los lectores para que nos fijemos en el nexo con la primera etapa de la
voz del autor, y en la continuidad y variación de la evolución poética de este.
Después de La marca del cuadrante. Poesía 1979-1999,
aparecido en 2000, Sánchez-Ostiz ha publicado tres nuevas entregas de su poesía: Fingimientos
y desarraigos (2017), El piano de Hölderlin (2019) y Espuelas
para qué os quiero (2022). (Todos esos libros publicados en la
editorial Pamiela, de Pamplona. Significativo que Aquí se detienen fuese reeditado, esta vez en Ars Poetica, Oviedo, en 2018).
Así pues, el inteligente
y necesario prólogo de Alfredo Rodríguez y el mismo título de la antología están
llenos de intención (y también, creo, de riesgo asumido). El propio prologuista,
en su estudio crítico, señala algún rasgo que define la diferencia entre la voz
de los tres últimos libros publicados por Sánchez-Ostiz y su obra recogida en La
marca del cuadrante. Es inevitable que el lector, siempre que tiene delante
una antología, donde se muestra una evolución (no en el sentido cualitativo necesariamente,
sino solo cronológico), compare, establezca preferencias, detecte modelos y
desarrollos repetidos. Incluso los más grandes poetas han sufrido el desdén o
incluso menoscabo de alguna parte de su obra tardía, como es el caso de Antonio
Machado (Nuevas canciones, fue un libro no bien valorado por el maestro
y gran poeta, de un gran libro, Dámaso Alonso, autor de Hijos de
la ira; incluso el anterior libro del poeta sevillano, Campos de
Castilla, sufrió cierto desdén, por su temática y forma, proveniente de
la Generación del 27, en los años 20, antes de orientarse algunos de esos
exquisitos poetas hacia la “rehumanización” de la poesía).
Viniendo al caso de la
poesía de este libro, Geografía de la ventura, es un gran mérito del
volumen editado por Bartleby la apuesta clara por la “evolución” de los libros
de Sánchez-Ostiz. La antología es honesta y clara y permite al lector seguir la
secuencia cronológica de los libros y poemas correspondientes (a diferencia de
otras “confusas” antologías donde el lector tiene que recurrir a la biblioteca
o a su memoria). Honesta, clara, es decir, bella, y también poéticamente
acertada en cuanto sugiere una voz continua, un poeta-río, como es Miguel Sánchez-Ostiz,
desde su primer libro hasta el último por ahora publicado.
Pero, como dijimos unas líneas
arriba, hay el riesgo de que el lector compare, apruebe o rechace, tenga más en
valor lo nuevo o lo de atrás, aquello que estimaba la cumbre de la poesía de
Sánchez-Ostiz, en cuanto a tono, intención, emoción, personalidad y acierto artístico,
o, por el contrario, aquello que ahora aquí le ha sorprendido, conociéndolo por
primera vez o, incluso, en segunda o tercera lectura. Porque también el lector,
como el autor, crea y sanciona, según su estado de ánimo.
He de decir varias cosas sobre
este libro (ya saben que lo mío sólo es un comentario personal, valga la
redundancia; un comentario de un lector):
Me han parecido excelentes
muchos de los poemas de Sánchez-Ostiz, pero si tuviera que hacer mi propia
selección, me quedaría con unos veinte o veinticinco, que son, en mi opinión,
de lo mejor de la poesía escrita en los últimos cuarenta años. Sin duda, este
poeta representa una de las voces imprescindibles de esa generación perdida que
yo llamo la “generación de la democracia”, que surgió a finales de los 70 y
principios de los 80, y que tiene un estudio pendiente, incluso su desencanto
político, su rebeldía moral, no tiene parangón con el desencanto de algunos
malditos de los “novísimos”, y tampoco se ha estudiado su recorrido, los variados
registros de la voz de cada uno de estos poetas casi silenciados en la España cultural
oficial. Algunos de ellos y ellas (pienso en Dionisia García, que empezó
también a publicar en los 70), siguieron escribiendo, al margen de los olvidos
interesados.
Esos poemas que me gustan
tanto son “Y qué dirás”, “Valor para ese día”, y, sobre todo, “Memoria de
peregrino”, el mejor de esta serie, por su originalidad y su aire “barojiano” (Camino
de perfección, aquí Fernando Ossorio y el alemán suben una montaña, en el
poema, es el peregrino; al final, solo queda el camino). Los tres poemas
pertenecen al primer libro de Miguel Sánchez-Ostiz: Pórtico de la fuga
(1979):
“Así como el obcecado peregrino
llega al término de su viaje
y se muestra inquieto, desconcertado
ante la tumba o la imagen o la reliquia que buscó,
porque ha olvidado su ruego o su conjuro
o el hechizo y los dones que buscaba (…)
Ahora demora el regreso,
pues, ¿qué hará luego?
Así
te hallarás tú,
cuando alcances la desconocida presa
que
tanto codicias”.
No
quiero cansar al lector trayéndole todos los poemas que subrayaría. Le anticipo
que pertenecen a libros de todas las etapas “evolutivas” de la poesía de
Sánchez-Ostiz.
Ya,
tras este magistral texto, de su primer libro, donde está una voz original, el
poeta publica dos libros destacables escritos en los 80: El viaje de los comediantes,
de 1982, y De un paseante solitario, de 1985. (Libros recogidos, como sabemos,
en La marca del cuadrante, de 2000). Si cito el primero de ellos y sobre
todo el poema antologado perteneciente a ese libro, “Llévame al fin del mundo”,
es por mencionar el recurso a las “máscaras” del yo poético que bien destaca
Rodríguez en el prólogo: el aventurero, el marino en especial, el comediante,
etc, y sobre todo, para indicar el contraste entre la temática y el tono de
poemas de ese libro (y de otros) que abrazan optimísticamente la “ventura”
(que no es, sin más, la “aventura”), y otros, como los de un gran libro, De
un paseante solitario, donde la voz se recoge en sí misma. Ambos movimientos
son artísticamente complementarios, pero, creo, que el poeta logra sus mejores
poemas en este otro registro, donde la melancolía, la autoconciencia y la percepción
del paso del tiempo, le conducen a unos poemas de honda palpitación secreta, y
de una redondez, casi estaríamos tentados a decir, clásica. Poemas como “Del
regreso”, “Otoñal”, “Como polvo suspendido en el aire”. Creo que ahí está el
hilo que lleva, más adelante, en los siguientes libros, a anudar las dos caras,
los dos movimientos (expansivo e introspectivo) de esta poesía; cuyo resultado
son extraordinarios poemas de Reinos imaginarios (libro de 1986), todos
los antologados; para muestra destaco “Última partida”, del que reproduzco el
cierre:
Solo
hay un hombre que teme a la muerte
y
a veces también a esa vida
que
afirma amar intensamente
y
entre tanto espera y vela
y
vive como mejor sabe.
La
tendencia casi en casi todos los poemas es a la meditación, al monólogo, a
veces desdoblado en diálogo con un tú profundo; la meditación, cauce principal
de comunicación, se presenta formalmente en una versificación continua,
monoestrófica.
Destacaría
otros poemas, bastantes más, como el citado al principio, “Geografía de la
ventura”:
(…) no tienes otra tierra incógnita
ni otra geografía ni otra patria
que la noche y estas palabras (…)
Pero,
si tuviera que quedarme con un solo poema, y con un único verso, de esta
antología, iría a uno de los poemas finales, de Espuelas para qué os quiero,
de 2022 (último libro de los publicados y recogidos en esta selección).
Se
llama “Muriático de tinta”, y creo que el verso final del poema es insuperable.
Lo reproduzco íntegro (por su brevedad):
Mejor
inventar que hacer recuento
e
inventariar la nada, la poca cosa,
lo
vivido a medias en horas bajas.
Mejor
el narcótico de los castillos en el aire,
el
trago duro de muriático de tinta
que
la torva realidad del poeta herido.
Mejor
que simular heroicidades de matasiete
o
el coraje de vivir a contrapelo,
la
cuchillada lúcida en el espejo.
¡Bueno!
Creo que sobran mis palabras, lector.
Fulgencio
Martínez
Fulgencio Martínez, editor de la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático, digital. Autor de libros de poemas como La segunda persona (Ars poetica, 2021), León busca gacela (Renacimiento, 2009), la antología La escritura plural, 33 poetas entre la dispersión y la continuidad de una cultura (Ars poetica, 2019) y de un ensayo sobre la filosofía y la poesía de Antonio Machado, publicado por la Universidad Católica de Pernambuco (Recife, Brasil).