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miércoles, 27 de septiembre de 2023

Azorín y Lope de Vega: Leyendo a los poetas. Por Francisco Javier Díez de Revenga (Universidad de Murcia). En el 150 Aniversario de Azorín / 2. Avance de Ágora-Papeles de Arte Gramático n. 21

                                                                  José Martínez Ruiz, Azorín, pintado por Zuloaga

 

 

En el 150 Aniversario de Azorín

 

AZORÍN Y LOPE DE VEGA: LEYENDO A LOS POETAS

 

por Francisco Javier Díez de Revenga

Universidad de Murcia

 


Hay un libro de Azorín que no deja de sorprender al lector: se titula Leyendo a los poetas, que se imprime con copyright de Azorín, 1929, pero en realidad se publicó en 1945, y la selección de artículos recogidos en él no la hizo el propio Azorín, sino el periodista aragonés José García Mercadal. En realidad, el libro se publica en Zaragoza en 1945 en Colección Variorum de la Librería General de Zaragoza. El libro no se ha reeditado nunca. Y en él Azorín muestra cómo lee a los poetas: cuando se aproxima a un poeta quiere sentir enseguida la vibración lírica que le conmueve e intentar sin demora explicarla concentrándola en una impresión, en una reflexión sobre tal o cual poeta, en una lectura de este o aquel poema, siempre sin orden ni concierto, deteniéndose aquí y allá, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, siempre abierto a recibir una impresión para contarla al lector de sus artículos en el periódico.  Y tal es lo que ocurre en este libro con sus lecturas del poeta Lope de Vega.


                                                                         Lope de Vega, por Eugenio Cajés. Museo Lázaro Galdiano

 

En su primera evocación de Lope en Leyendo a los poetas (“Lope de Vega”), Azorín evoca al joven atolondrado de diecisiete años y reconstruye sus conflictos y sus amores con una lectura detenida de varios pasajes de La Dorotea que considera autobiográficos. Y de La Dorotea extrae el pasaje en el que Lope censura directamente al escritor que no reflexiona ni medita, lo que se contradice con la imagen del propio Fénix que transmite el maestro: “¿Cómo escribe Lope? Escribe rápido, veloz, vertiginosamente. Una comedia la hace en un abrir y cerrar de ojos” (1945: 37). Y se pregunta aún más: “¿Borra mucho Lope cuando escribe? ¿Reflexiona, medita, repiensa un momento lo que escribe y echa un tachón sobre lo que ha escrito, para escribir a seguido otro vocablo más exacto, otra frase más feliz?” (1945: 38). Se refiere Azorín leyendo La Dorotea, y averiguando allí los detalles autobiográficos del joven Lope, a la enfermedad que padece: neurastenia; “es mozo, tiene sangre y fósforo: enfermedad melancólica por amorosa inclinación o pérdida del bien que se gozaba y que los médicos llaman erotes” (1945: 39). Pero todo cambiará con la madurez y el gozo de la popularidad y la admiración de sus seguidores, aunque siempre corrigiendo y tachando; quien no piensa no borra, se dice en La Dorotea. Para concluir el maestro Azorín esta avocación con una pregunta enigmática, tras los elogios a su fecundidad e ingenio y después de llamarlo poeta fecundísimo, de un ingenio fértil en extremo. “Pero ¿y la emoción, lo sutil, lo delicado, lo etéreo, lo inefable, la divina emoción? (1945: 40). Era el 24 de febrero de 1914. 


                                               
                                                                               Alberto Lista, pintado por el murciano Domingo Valdivieso. Ateneo de Madrid
 

        En el segundo artículo, “El barroquismo de Lope”, asegura Azorín que Lope no era un poeta barroco ni su poesía se distinguió por los artificios porque era un poeta espontáneo. Lo más interesante de este capítulo es que Azorín para demostrarlo se apoya en Alberto Lista y en sus estudios como ensayista. Lista es otra de las reivindicaciones de personajes olvidados de las que hay muchas en Leyendo a los poetas. Y, en efecto, lo que afirma Lista es que Lope es el poeta más fácil y fluido de todos los poetas españoles: lenguaje puro, pensamientos siempre ingeniosos y con la gracia cómica que complace sin ofender: describe las bellezas sencillas, las escenas hermosas de la naturaleza, los placeres de la vida del campo y la sencillez de las costumbres. Sencillez y verdad, añade Azorín: naturaleza, pueblo, mujeres, estos son los temas fundamentales y los tres grandes amores. Y siguiendo a Lista destaca y afirma que nadie ha escrito con más verdad el alma, la constancia y la ternura de la mujer, su valor en las situaciones más difíciles de la vida y la disposición a sacrificarse por el objeto que ama. La estética de Lope no es arte sino instinto: “Diríase un impulso de la vida pura y espontánea. El poeta cambia rápidamente, impulsado por su amor instintivo, irreprimible de las cosas y de los seres” (1945: 45). Y lejos queda, en efecto, el barroquismo, el saber culto y extraño y la pedantería a que se refiere Lista cuando el poeta se enreda en cuestiones escolásticas. El grande, tembloroso y magnífico poeta que era Lope estás lejos, muy lejos del barroquismo. Y queda también para la posteridad el encomio de Lista, de quien nadie se acuerda: “no se le cita jamás; nunca se le recuerda. En los manuales de literatura nunca se alega su autoridad” (1945: 43). Pero sus estudios literarios, que Azorín detalla y enumera en este artículo, siguen siendo imprescindibles porque era un fino, delicado y sagaz crítico: “Lista es un ensayista. Acaso el primero de los ensayistas españoles” (1945: 43).     

 

                           Anna de Noailles, poeta y musa en París, de origen rumano. Pintada por Ignacio Zuloaga, 1913
 

          Azorín está en San Sebastián y escribe un 11 de julio, de 1918, sobre un poeta moderno que le ha sorprendido en una edición recientemente publicada y trascribe unos versos en los que se transparenta la naturaleza y la tierra y que a alguien le parecerían relacionables con Francis Jammes o la Condesa de Noailles. El motivo es el campo y San Isidoro labrador. Pronto revela Azorín que el poeta trascrito no es otro que Lope de Vega. El artículo se titula “La tierra española”. Surgen enseguida inteligentes comentarios sobre los textos trascritos y más aún, una comparación de la poesía de Cervantes con la de Lope. A Azorín en aquel julio de 1918 todo le parece espléndido y descubre al Lope más amado, al Lope multiforme y variado: “Desde la tragedia honda, conmovedora, hasta el poeta satírico, humorístico” (1945: 52). Los elogios y la admiración se suceden sin respiro: “Lope lo ha recogido todo. Facilidad y elegancia: estas son, a mi entender, sus dos cualidades esenciales” (1945: 50). Y enumera sus variadas creaciones y los diversos géneros cultivados para concluir que, en esa heterogénea producción, brilla el poeta por su fuerza y por su intensidad.  Y sobre todo lo que sobresale en Lope son sus creaciones aparentemente fáciles que, sin embrago, encierran una lección profunda de vida. Unos versos del Isidro le sirven a Azorín para evocar al Lope de Vega preferido y predilecto:


…Que en la senda del vivir

no ir adelante, es ir

atrás; y el que a arar empieza,

no ha de volver la cabeza,

sino arar y proseguir.


          En estos cinco versos, asegura Azorín, está todo Lope de Vega: “elegante, rápido, fácil, enérgico […] pasa la vida con una desenvoltura, con un brío, con un despejo que asombran y subyugan” (1945: 49). Azorín, lector asiduo de Lope, revela en estas tres estampas perfiles muy ignotos y poco conocidos de nuestro Fénix de los Ingenios, el gran Lope de Vega, merecedor de estos y de otros muchos elogios, muchas veces como gran comediógrafo, pero siempre como excelso y original poeta.

                          

         

Francisco Javier Díez de Revenga es catedrático emérito de Literatura Española en la Universidad de Murcia. Ha publicado (entre otros libros de investigación literaria) Azorín, entre los clásicos y con los modernos, Estudios sobre Miguel Hernández, y el volumen Miguel Hernández: En las lunas del perito. Ha realizado ediciones de autores clásicos. De entre su producción cabe destacar también Los poetas del 27. Tradiciones y vanguardias. Es Académico de Número de la Real Academia Alfonso X el Sabio y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

 

 

 

 NOTA DEL EDITOR

 Azorín nació el 8 de junio de 1873. Hubiera cumplido ciento cincuenta años en el presente. Sus obras literarias, especialmente sus ensayos o "lecturas", sobre literatura española, los pueblos, paisajes y figuras de España están vivos y esperando el goce de una conversación cálida y amorosa con los lectores. El tono del escritor, cercano y ameno, nunca pintado de erudito, su voz escéptica y mansa, aunque, por momentos, indignada bajo los modos suaves, es un testigo antropológico y estético de la intrahistoria y la desaparición de nuestros pueblos. Hemos publicado ya un artículo del poeta José Luis Martínez Valero, para este "centenario y medio" de Azorín. Ahora presentamos otro texto, nuevo, del académico murciano Francisco Javier Díez de Revenga, autor de Azorín, entre los clásicos y con los modernos (ed. Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 2021): un libro en el que Díez de Revenga reivindica a Azorín como renovador de la novela española del siglo XX, junto con Pío Baroja; obra cuya lectura recomendamos, sobre todo a los que gustéis de la formación en el análisis literario y en la práctica de la escritura artística en prosa, y que asegura el disfrute de muchas de sus páginas: desde el análisis del adjetivo en la narración azoriniana, el "tempo"  y el color de una presentación de un conjunto urbano-humano (como la Yecla de La voluntad), la función de una descripción, el rasgo impresionista y simbolista, hasta la voz narrativa que apenas subraya pero insinúa otra dimensión....

Para conocer más sobre la biografía de Azorín, recomendamos la página siguiente, el artículo firmado por Francisco José Morales Yago.

 https://storymaps.arcgis.com/stories/8c23f7be387c46de88d663c103e8086a

 

 REVISTA ÁGORA DIGITAL / 150 ANIVERSARIO DE AZORÍN / Septiembre 2023

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