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domingo, 29 de marzo de 2015

"Soledad peregrina o Muisca enamorada", poema e introducción de Francisco Domene. Textos magistrales/Revista Ágora





    SOLEDAD PEREGRINA o Muisca enamorada es la respuesta a la invitación que el maestro Antonio Carvajal hizo a finales del pasado año. Se trataba de componer una casi silva al modo de las soledades de Góngora, pero vista desde el ojo de Lorca.

     Está dedicada a mi esposa Ingrid Chimbí y a su hija María Alejandra Pinilla.

     Lleva por cita los versos Palabras de cristal y brisa oscura / redondas, sí, los peces mudos hablan, préstamo tomado de la Soledad insegura de F.G.L.

     Al juego planteado por el maestro propongo incorporar el Nuevo Mundo a la tradición mediterranísima de las Soledades, haciendo que el peregrino sea encarnado por una viajera hispanoamericana quien, renunciando a la indemnidad de lo próximo, se pone en camino con el anhelo de ganar una vida —o su mitad— a este lado de la mar oceana.

    Como los de acá no estamos habituados a las referencias precolombinas tanto como los de allá, me atrevo incorporar unas glosas con referencia a términos que puedan ayudar a su mejor comprensión.






SOLEDAD PEREGRINA1 o Muisca2 enamorada
                                              (Soledad germinal I y creciendo…)

                                                                                                                                                                                     Para Ingrid. Para María Alejandra


Palabras de cristal y brisa oscura
redondas, sí, los peces mudos hablan.
Soledad insegura.
F.G.L.


Atalanta3 innegable, fruta fértil,
por el tirano herida alado y ciego
pandémico diosillo malcrïado4,
ron comestible, jugo vivo, néctar
complaciente, canela que camina,
lucidora y luciente y lucidísima,
cuya dermis tersara Tenequene5,
palpitante ambrosía ultramarina,
una Afrodita6 muisca peregrina
el sol miró naciente y dijo: ¡sea!

Desde el alto Manjui7 a la Nevada
Sierra, desde las protectoras rocas
de manteca del Tunjo8 y de cacao
por la mano de cíclopes alzadas,
trájose la mitad de la mitad
de la alegría, un credo, la esperanza,
una encrespada y pávida
Perséfone9, Selene10 adolescente
de sonrisa distante inconmovible,
y el exiguo botín de una maleta.

Por puro amor, por sola idolatría,
junto a la cuchillada
que el pecho añil de Océano11 mordió,
dejó durantas, gramas, viboreras,
helechos, zarzamoras y encenillos,
el oro refulgente, el cielo incólume
y la indomada sangre12,
y un hijo atrás que es fe, el hijo todo,
mitad en que se cumple la mitad,
ternura intacta, y honda, carne de alma,
de lumbre eterna el ascua luminosa,
el Chimi13 germinal pulpa del mundo,
de su vientre desgarro adormilado,
novísimo Endimión14,
certeza que la luna diamantea.

Pegaso15 extraordinario, monstruo inmenso
el trepidante ingenio, propio acaso
del forjador Hefesto16 laborioso,
vasto carro de Elías17 formidable,
y ya perfecta al fin y consumada
del benigno Bochica18 la celeste
moción, así por entre el no frangible
celaje emborrascado sobre la haz
gemidora de la asfaltada tierra
el altísimo abismo descendió.

Bajó del cielo luz,
como si caracolas
de espuma en andas vivas la portasen,
viva luz maternal —culebra en ambos
pechos el mismo miedo oscuro late—
a la conmovida hija aurora asida
que, pájaro sin alas, tiembla y ríe
recuerdos, soledad y algunas penas.
Ni sueño fue ni música la vida,
pentagrama lamoso e indescifrado.
Y para sosegarla y sosegarse
palabras de cristal y brisa oscura
con un eco de olvido y de palomas
le habla dulcemente mentirosa.

Las dos van custodiadas por un ñoño
de Iberia que danzasen bermellonas
y descalzas, ¡ay!, séquito de sílfides19
sobre por una plancha de metal
caliente, tan caliente, tan caliente.
Besos mendiga Venus20 ilegibles.
(Si lo pasado es todo,
una zarza que arde21 es lo que fue.)
Pero Fortuna22 ordena y a su paso
ya perentorio arroja
nada que de la nada nada hiciera—
el vano y tornadizo dado Láquesis23.
Por su rostro dos perlas infinitas
de leche atardecida y de ámbar manan.
En derredor más náufragos que islas,
el mundo inexplorado y, más allá,
septiembre deslumbrante.




Francisco Domene




1 Recuerdo del verso gongorino Pasos de peregrino son.

  2 Los muiscas eran un pueblo indígena que habitó el altiplano cundiboyacense y el sur del departamento de Santander, en Colombia, desde el siglo VI a. C. Sus descendientes viven actualmente en localidades del distrito de Bogotá.

  3 Atalanta es una heroína vinculada al ciclo arcaico de la mitología griega. Representa audacia, fortaleza y valentía. Fue la única mujer que Apolodoro incluyó entre los Argonautas, el grupo de héroes que partió en un difícil viaje en busca del vellocino de oro. Su única derrota resultó ser una derrota dulce pues la sufrió por amor al joven Hipómenes.

  4 Apelativos de Eros, hijo de Afrodita, dios niño que provocaba la pasión con sus flechas.

  5 Tenequene es uno de los nombres que recibe en Facatativá, Colombia, el Río Los Andes o Río Botello.

En la mitología griega era la diosa de la lujuria, la belleza, la sexualidad y la reproducción. Surgida de la espuma del mar, a menudo se alude a ella en la cultura moderna como «la diosa del amor». 
 
7 El Cerro de Manjui con 2.900 metros se encuentra próximo a Facatativá (Colombia). 
 
8 Piedras del Tunjo o Cercado de los Zipas es un conjunto de riscas colosales con pictogramas cuyo origen exacto se desconoce, pero podrían datar de unos 12 000 años. Está ubicado en el municipio de Facatativá, en el departamento de Cundinamarca, Colombia.

9 En la mitología griega Perséfone es hija de Zeus y de Deméter (ἡ Μητὴρ hê Mêtềr: ‘la madre’). La joven, llamada hasta entonces Kore (Κόρη: ‘hija’), es raptada por Hades y se convierte en la reina del Inframundo, por lo que ha de abandonar el mundo que conoce y pasar la mitad del año en los infiernos.

  10 Era una antigua diosa lunar hija de los titanes Hiperión y Tea. Su equivalente en la mitología romana era la diosa Luna.

11 Oceano era un Titán, hijo de Urano y Gea. Representaba las aguas más desconocidas y extrañas del Atlántico y de cualquier mar que hubiese habido más allá, como el Pacífico.

12 Amarillo, azul y ojo: los colores de la bandera colombiana.

13 En la mitología muisca, que formaba parte de la cultura precolombina chibcha, el Principio del Mundo ocurre cuando surge Chimi, la Pulpa, la primera cosa del mundo. Cuando se une a Mnya (el color dorado refulgente, la energía) se transformó en Chímini, la primera fuerza creadora, el poder de la creación. Y así fue el comienzo del mundo.

  14 Endimión era un hermoso pastor de Asia Menor. Era tan hermoso que Selene, la diosa de la luna, pidió a Zeus (o a Hipnos) que le concediese vida eterna para que nunca la dejase. Alternativamente, Selene confió y amó tanto a Endimión que él tomó la decisión de vivir para siempre durmiendo. De cualquier manera, Zeus lo bendijo otorgándole un sueño eterno.

  15Pegaso fue el primer caballo que llegó a estar entre los dioses. Era el caballo de Zeus. Nació del chorro de sangre que brotó cuando Perseo cortó la cabeza a Medusa.

16 Era el dios herrero, un manitas en toda la expresión de la palabra, feo, contrahecho e hijo de Zeus. Lo mismo hacía una silla que construía un artilugio volador.

  17 Elías fue un profeta hebreo que subió al cielo en un carro de fuego tirado por caballos de fuego, produciendo un gran torbellino.

  18 Bochica es un organizador social, ayudador y bienhechor que aparece en la mitología muisca, un civilizador de enorme influencia cultural cuyo mito está relacionado con los de Quetzalcóatl en México, Viracocha en el Perú y Pay Zumé en el Brasil y Paraguay.

19 Las sílfides son espíritus femeninos del aire, espíritus menores, elementales o hadas del aire y, figuradamente, se refiere a las mujeres delgadas y graciosas.

20Venus era una importante diosa romana relacionada con el amor, la belleza y la fertilidad, al igual que la Afrodita griega.

21 Hace referencia a la zarza que el dios del antiguo testamento hebreo usa como disfraz para hablar con Moisés en el monte Sinaí. 
 
22Fortuna era, en la mitología romana, la diosa de la suerte, buena o mala, aunque siempre se tendió a asociarla con lo bueno.

23 Láquesis es la segunda de las tres moiras. Determina el futuro de las personas, pues es ella quien decide la duración de la vida correspondiente a cada persona. 


REVISTA ÁGORA DIGITAL MARZO 2015 

viernes, 27 de marzo de 2015

LA LIBERTAD INTERIOR EN "CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIAS". Estudios de poesía española/ Miguel Hernández. Por Fulgencio Martínez


 



                            ÍNDICE
I.Propósito del estudio, referencias bibliográficas                                          
II.El sentimiento de la libertad interior, clave de una lectura de Cancionero y romancero de ausencias                                    
III. La paradoja libertad/cárcel. (Eje apertura/cerrazón). Recurrencias de “cárcel” y de otros términos en oposición                                     
IV. Intentando dilucidar la paradoja de la libertad en cárcel  
 V. Aclaración sobre el término “apertura”. (Excursus sobre el “biografismo”)                                                 
VI. Los términos poéticos en oposiciones.
Tensión entre vuelo y libertad interior
Dos nuevos ejes de oposición: detenido/dinámico; activo/pasivo.
 Resumen de nuestro estudio sobre la libertad interior en vista de las cuatro oposiciones 
CONCLUSIONES
1.  La libertad y la forma de lo oral (la elección de la expresión  literaria que recuerda a la canción oral tradicional)        
2. La voz propia
 3. Temas aún abiertos                                     
 BIBLIOGRAFÍA  
                                                                                                              
                                                Estudio de Fulgencio Martínez 
          (dedicado al profesor Vicente Granados Palomares)



I. Nuestro propósito en este trabajo es el acercarnos a entender el verso “No, no hay cárcel para el hombre”, del poema “Antes del odio”,  de Miguel Hernández. Esta intención nos llevará a analizar en la obra en la que se incluye, Cancionero y Romancero de Ausencias, el sentimiento de la libertad interior que el yo poético expresa, especialmente en dicho libro, pero también en otros momentos de la poesía hernandiana. 

Tomamos como fuente bibliográfica principal la edición de 2010 en Cátedra (col. Letras Hispánicas)[1] de los libros de Miguel Hernández El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias, al cuidado de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. Esta edición incorpora, respecto a la de 1978, la novedad de nueve canciones extraídas de los manuscritos hernandianos y que se incorporan al Cancionero y romancero de ausencias, que con esa adición pasa a estar constituido de 119 poemas.
Hemos utilizado, además, otras obras de estudio, que mencionaremos en la bibliografía. 


II. Cualquier lector de la obra Cancionero y romancero de ausencias, que conozca las circunstancias en que fue escrita, puede sorprenderse con estos versos:
                                No, no hay cárcel para el hombre.
                               No, podrán atarme, no.
                               Este mundo de cadenas
                               me es pequeño y exterior.[2]
O con estos otros, de una estrofa anterior del mismo poema, “Antes del odio”:
                              alto, alegre, libre soy. (..)   
tras  de haber expresado el yo poético el “sabor a carcelero /constante y a paredón, / y a precipicio en acecho”, del “eslabón” en que vive.
Sin embargo, en el mismo poema, casi llegamos a captar el significado de la libertad y a asentir con él, cuando, de nuevo, el yo poético expresa esa idea, ahora en forma de apóstrofe o ruego, y como conclusión.
                               Libre soy. Siénteme libre.                  
En el apóstrofe dirigido a un “tú”, el de la amada ausente, nos sentimos interpelados como lectores. Y es de ahí de donde arranca nuestro ensayo de entender la libertad interior como clave de una lectura del Cancionero y romancero…. 

En la introducción que precede a la edición a la que nos hemos referido, los editores reparan en que “Como quiera que sea, Miguel se sentía espiritualmente libre en medio de las compulsiones y del encarcelamiento”.[3] “El tema (…) requeriría un estudio más detenido y más profundo” advierten, antes de sacar dicha conclusión. La libertad espiritual no les acaba de convencer como una potencia positiva liberadora. Incluso aunque podamos encajarla con la ideología de Miguel Hernández tras su acercamiento al materialismo histórico, y ver en ella un poso de su formación cristiana en Oleza, o de un sentimiento visceral, elemental e idiosincrático del hombre natural que fue Miguel Hernández: en cualquier caso, choca, por una parte, la expresión tan firme de un sentimiento de libertad en medio de las circunstancias más opresoras (en el poema citado, se mencionan “la triste/ guirnalda del eslabón”, las cadenas del preso y también del odio y la injusticia; el “sabor a carcelero constante” “y a paredón, y a precipicio en acecho”, el peso de una vigilancia que anula la libertad externa y que trata de invadir con el terror la interna, la de la conciencia, que además está amedrentada por la muerte que puede ejecutarse en cualquier momento).

Por otra parte, nos produce un doble shock la expresión porque no acertamos del todo a definir como espiritual esa libertad; nos resulta, en este caso, demasiado vago el adjetivo “espiritual”. Aun hemos de ver mucho más en la poesía de Miguel Hernández para poder atisbar alguna analogía con la mística. Y si al término “espiritual” le damos un sentido lato, no místico, se hace innecesario; valdría solo con nombrar el sustantivo libertad. Esta es, ciertamente, un valor humano, moral, espiritual, si hablamos en términos usuales. Ocurre, sin embargo, que, a partir sobre todo de ciertas concepciones materialistas la libertad ha de enfocarse en sus condiciones objetivas, concretas, históricas; no puede reducirse a un valor espiritual. Sentirse libre en medio de la opresión y la alienación puede ser un acto de sumisión o ceguera alienada. La conciencia del esclavo, de serlo y de sentirse oprimido injustamente, es lo que mueve a su rebeldía, y a la lucha por su libertad. 

Es obvio que en Miguel Hernández, en sus poemas de Cancionero y romancero…, no hay olvido de estas verdades materiales, su poesía es todo lo contrario de una poesía evasiva. Su actitud humana ilustra más bien la conciencia de la opresión y la falta de libertad del ser humano sometido a injusticias históricas. “Ayudadme a ser hombre”, dice en uno de los poemas de El hombre acecha[4], en nombre del pueblo trabajador, hambriento de algo más que de pan: de cultura, de humanidad.

Y, sin embargo, no se puede negar que, en el poema “Antes del odio” y en otros textos, Miguel Hernández manifiesta un sincero y hondo sentimiento de libertad esencial, entrañado en su misma sangre y en su condición de ser humano; libertad que no depende de ninguna situación o que transciende cualquiera situación, aun las más opresivas. Más aún (como entre líneas se deja ver ya en aquel texto de El hombre acecha, donde, después de la petición de solidaridad con el hombre rebajado a la condición animal por el hambre, expresa: “Yo, animal familiar, con esta sangre obrera / os doy la humanidad que mi canción presiente”), esa arraigada libertad es un vínculo tendido generosamente hacia el opresor, un lazo que libera también al verdugo deshumanizado igual que a su víctima. Hemos de profundizar y encontrar más adelante en la poesía de Miguel Hernández la raíz de tal convencimiento, y su compleja idea de libertad, que sostiene el aliento de una gran zona de su poesía, desde ya antes del Cancionero y Romancero, y en este mismo ciclo último. A la luz de la ideología poética de la libertad-solidaridad se integrarán, creemos, las dos visiones dispares de la libertad, la “espiritual”, que nosotros preferimos llamarla “interior”, y la materialista-histórica.
  
Volviendo hacia el núcleo de aquellos versos de “Antes del odio” que suscitaron admiración, recordamos que el poeta expresa una constatación de su sentimiento profundo de libertad, no se trata de un verso de evocación ni de una imagen alucinatoria, no es una oda a la libertad en abstracto, ni un panegírico. El poema testimonia de una verdad. Una verdad que, a primera vista, parece una paradoja, si no queremos llamarle, con más radicalidad, un oxímoron. Libertad en prisión. Libertad del preso. Mientras tengamos delante esta paradoja como un oxímoron no podremos avanzar en el tema que tratamos.

Hemos de acudir de nuevo a los versos que hemos citado al principio, y oírlos mejor, haciendo un esfuerzo de no cerrarnos en la representación visual, que fácilmente nos presenta antítesis insalvables: un espacio cerrado (cárcel), un muro (paredón, precipicio, muerte, cese de todo) y por otro lado, un sentimiento de apertura, de libertad y vida. (La antítesis hemos de tenerla en cuenta, para ir o rebotar sobre ella). 

El poema nos habla desde un sentido más básico: el gusto. Un sentido muy terrestre, que se relaciona con las funciones elementales de la vida: con el alimento y el acto de comer por el que desaparecen las distancias entre el yo y las cosas, y por el que el yo regresa a su animalidad tanto como a la posibilidad cero de volver a ser hombre, tras ingerir esa energía.

El “sabor a carcelero /constante y a paredón/ y a precipicio en acecho” no solo describe el medio (cárcel) en que se encuentra el yo poético. Habla también del alimento que le mantiene vivo y encarcelado, que nutre su sangre y sus palabras: su poesía. A través de la metáfora del “sabor” y el alimento, se incorpora e interioriza lo terrible de la situación de una falta absoluta de libertad: ausencia de libertad física pero también de libertad existencial como proyecto y resolución ante la muerte. No obstante, también ya se asoma la posibilidad de transformar ese alimento con una actitud de resiliencia. 

 

Como indican en su introducción los editores de El hombre acecha y Cancionero y romancero…, en el poema “Las cárceles”, del primero de estos libros de Miguel Hernández, nos encontramos con la misma convicción en la libertad al margen de la peor de las situaciones. En un tono que parece aun desafiante.
         “Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
         Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
         Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:
         no le atarás el alma.”[5] 

En el Cancionero y Romancero de ausencias, la paradoja se intensifica al interiorizarse aun más. Crece su contraste, aumenta la violencia poética de la reunión de sus términos dispares (libertad y cárcel, cerrazón y apertura), y cala porque en este libro hay un tono distinto al combativo del poema “Las cárceles”. La paradoja se eleva entonces sobre un decir dolorido, elegíaco, que, pese a todo, defiende la esperanza y, lo que es más importante, mueve hacia ella, sin demorarse en la nostalgia por la ausencia.  También porque esa paradoja se expresa, aquí, en un lenguaje casi corporal, que no apela a la representación de lo visible y escénico, teatral, como en “Las cárceles” (donde vemos una escena como en La vida es sueño, como espectadores).

Aquí, en el Cancionero y Romancero…, la acción no está presente sino solo el golpe de la emoción –expresada, a menudo, por frases nominales, discurso paratáctico, como en las canciones, en el cual late una constelación emocional breve, que da coherencia al discurso roto; un lenguaje que nos habla en presente, de la ausencia: “ropas con su olor, /paños con su aroma”, desde los sentidos más envolventes y primarios: el olfato o el gusto. 

La experiencia visual fija el objeto y lo sitúa allá, en una exterioridad, por lo que, como dice el filósofo Günther Anders, “Lo visto se encuentra allá; el que ve, aquí”.[6] En cambio, “el olor nunca está allá, hay olor allí donde lo huelo. La  distancia no se realiza”. Es por lo que la experiencia olfativa “deviene impersonal”, una polarización donde sujeto y objeto se neutralizan (“esto huele a…”)”. Sin embargo, sobre las palabras del filósofo, y desde esa no distancia con el objeto e impersonalización de la experiencia olfativa, hay que añadir que el ser humano y el poeta metaforizan; el hombre convierte el “esto” en un signo distintivo de otro ser (este es el olor de alguien concreto, de Juan o de Pedro; nadie se huele a sí mismo) y el poeta, en particular, lo remite a símbolo, a significación humana más honda del otro. La ausencia de ese otro se vuelve presente a través de la metáfora-símbolo del olor. De modo que el ser-uno, yo, sale del límite de su mismidad, de su cárcel. También el gusto –tanto en su aspecto general de sabor, como en su vocación hacia el alimento-  nos transmite la experiencia de la apertura al otro. La necesidad de comida es, como dijo Aristóteles, la señal inequívoca de nuestra no autosuficiencia ontológica; lo biológico incide en lo ontológico. Y, de nuevo, la ausencia juega en el alimento un papel importante: necesitamos hacer ausente algo, devorarlo, para tenerlo presente y convertirlo en materia vital de nuestra sangre. Es la sangre aquí el nudo que recoge todas las ausencias presentes, y también, por debajo de unos olores distintos que remiten a cada cosa en particular y  significan esa cosa en su ausencia, es la sangre la que convoca a todo y establece secretas afinidades y determinaciones.

En el Cancionero y romancero…, en los dos versos iniciales de la primera canción, se satura de significado la ausencia por el término “olor” (y “aroma”). Un mundo queda detenido en su caída a la ruina gracias a la experiencia olfativa; la vista nada dice, aleja incluso lo presente: las ropas, los paños del hijo fallecido, igual que el lecho sin calor, la sábana de sombra; hace más remoto lo ausente: el cuerpo del niño; y aún convierte en invisible su figura viva. Pero el olor vuelve la presencia de este. El precio, sin embargo, de esa victoria es la fijación, la inmovilidad. La apertura de la ausencia se cobra a costa de la detención en un plano sentimental, por lo que aún no se puede decir que consista en una apertura del límite plenamente. Imágenes como el cementerio, de otro poema (el poema 6, “El cementerio está cerca / de donde tú y yo vivimos. (…) Límpido, azul y dorado, / se hace allí remoto el hijo”) intentan presentar la misma noción de apertura por detención del proceso de ausencia, pero caen, lo detenido y fijo grava demasiado sobre ellas: en el poema, hay nada más que la visión (y adjetivos visuales: “limpio, azul, dorado”), lo más vívido son los gritos de miedo de los niños cuando creen ver fantasmas “si un muerto nubla el camino”.  Se ha atenuado lo vívido que en el primer poema se presentaba con el “olor”. 

Por su parte, el mundo del sentido del gusto, aliado a veces con el tacto (“abrazo”) alimenta de presencias el catálogo de ausencias que es el libro Cancionero y Romancero… Términos como “bocas”, “besos”, “labios” se proyectan en los poemas como embajadores de vida.

Habría que analizar bastantes ejemplos en los que el yo poético trata de abrir la ausencia (hiperónimo poético de cárcel y de otros muchos vocablos de límite y negación) y fracasa o solo consigue una ambigua victoria. Pero, para esa tarea, que supera la intención de este trabajo, habría, previamente, que dilucidar las dos triadas de términos clave del libro: ausencia, cárcel, libertad, en correlación con vida, muerte y amor. El último término en cada serie trasciende la tensión de la primera pareja. (La tríada se transforma, en uno de los poemas últimos de Miguel Hernández -“Hijo de la luz y la sombra”- en símbolos alegóricos integradores de las dos posiciones opuestas que ocupaban los primeros términos en cada serie. Ahora, Sombra (Esposa, Mujer, Noche, Materia, Vientre fecundo, Alba, Nido), Luz (Esposo, Hombre, Día, Pájaro-Sol que encontró su nido, su “telos”, fin y término de su apertura) e Hijo (Sol renacido, continuación de la vida, la muerte fecundada, Amor como acontecimiento cósmico de conjunción de dos aperturas: la femenina -de la mujer, pero también del alma terrestre del hombre, de su libertad genesíaca- más prefijada por la naturaleza: la apertura “horizontal” y engendradora; y la masculina -del hombre, pero también del alma de la libertad moral-, más lábil, “vertical” e indeterminada, que precisa encontrar un fin y una dirección para realizarse. Ese encuentro cósmico anuncia una libertad titánica: la inmortalidad de la especie de Prometeo, que es la familia humana en su dimensión universal, genérica, histórica).


III. Nos vamos a ceñir a una pesquisa textual. Hemos constatado las recurrencias del término “cárcel” en el Cancionero y Romancero…  Aparece en pocas ocasiones: cuatro.   Aparte del poema 60, el referido "Antes del odio", donde sobresale el llamativo verso "No, no hay cárcel para el hombre", se registra en el poema 66 ("Después del amor"): "Y el corazón permanece / fresco en su cárcel de agosto", donde "cárcel" es un concepto superado en este caso por el sentimiento del amor, como en el otro por el sentido profundo de humanidad que tiene el poeta. Otra tercera vez, en plural, en el poema 69: "Entre nuestras dos sangres / hay cárceles con manos", donde el sentido de cárceles, en principio negador, en línea con lo que aleja, está matizado con el sintagma "con manos", imagen de una celda donde aún las manos se abren entre las rejas y llaman con gesto desesperado. Y una cuarta vez, en las "Nanas de la cebolla", en el conocido pasaje "Tu risa me hace libre/ me pone alas. / Soledades me quita, / cárcel me arranca”.   

Se puede indicar que una palabra tan negativa solo aparece en su significado nítido en esta última cita. De forma alusiva a la piel, o a algo que se lleva tan dentro y por fuera, como si la risa del niño le arrancara la vida (en el orden paradigmático resuena la asociación vida-cárcel) o como si le liberara de la muerte, el término “cárcel” aparece aquí de forma nada velada, con una gran fuerza poética.
Es usual el eufemismo para referirse a realidades negativas en la que uno vive a diario. La mención directa, sin edulcorar, a la realidad está suavizada en el poema –y de nuevo, la paradoja- por la cercanía versal del término “libre”.  Libre….. cárcel…. Pero, ahora la paradoja encuentra un punto de explicación discursiva y racional: la risa del niño, el nuevo hijo nacido de la pareja, que en sus visitas a Miguel le dejaría un recuerdo de alegría y libertad. Sabemos, sin embargo, por los biógrafos del poeta[7], que referencian la correspondencia entre este y su esposa, Josefa Manresa, el motivo del poema (madre e hijo pasan tal hambre que solo pueden alimentarse de “pan y cebolla”) y la circunstancia de que el poeta se encuentra en una cárcel de Madrid, lejos de su familia. Lo discursivo y racional se nos cae de nuevo. 

La risa del niño como índice de solución de la paradoja, se vuelve otro símbolo problemático. ¿Es la risa posible en la tragedia de la cárcel? Aunque esa risa sea un recuerdo o la anticipación de un recuerdo que el yo poético imagina, tampoco se sostendría esta interpretación, si reparamos en la fuerza de aserción y constatación testimonial que tiene el verso “Tu risa me hace libre”, así los otros de este poema. Por debajo de la lectura emotiva del poema, suenan verdades, golpes de sentencias; como en un debate en la poesía medieval, se dictan razones, frente al contrario. “Conceptos del corazón”, si queremos …seguir en paradoja.

Por otra parte, solo apuntar algo más en este sentido: al menos en el pasaje donde se menciona una “cárcel de agosto”, y en otras alusiones, aparece el motivo de la “cárcel de amor”.

IV. Para intentar abrir nuestra comprensión a esta poesía que se nos ha vuelto espesamente paradójica, tendríamos que estudiar la concurrencia de “cárcel” (ausencia) con “libertad”, “amor”, y otros términos centrales en el libro.  Nos limitaremos a señalar nuestra opinión de que en el poema "Ascensión de la escoba" es donde de forma más clarividente expresa Miguel Hernández aquel sentimiento interior de libertad tan arraigado en él, que se puede confrontar con las circunstancias más adversas pero, además, dignificar cuanto toca, incluso la humilde materia, la escoba.
También se conocen el motivo y las circunstancias punitivas, humillantes, que dieron origen a este soneto alejandrino escrito en la cárcel, y que el poeta transcribió en un cuaderno junto a otras composiciones que seleccionó en primer lugar para el libro Cancionero y Romancero de ausencias. 

A pesar de su contexto, en este poema se supera la tensión de la paradoja en la que parecía cobrar fuerza el sentimiento de libertad interior, hasta el punto de hacernos hasta ahora pensar que ese sentimiento tenía su esencia en la misma paradoja. En “Ascensión de la escoba” la apertura se muestra con vuelo ágil y leve, desde la materia más baja y desde el instrumento menos valorado (la escoba, que en cierto modo viene a cumplir la aspiración de “las manos” -de El hombre acecha-: su impulso a humanizarse, a elevarse, es metonimia del sujeto humano que - como dice Miguel Hernández, en uno de sus textos en prosa- es instrumentalista, y no instrumento, mano de obra asimilable a la máquina desde el punto de vista del trabajo deshumanizado y explotador. Ahora la escoba viene “Para librar del polvo sin vuelo cada cosa”, todo lo alienado y rebajado en el hombre y en el mundo. 

Miguel Hernández denuncia la injusticia y la explotación capitalista sobre el pueblo trabajador, pero alerta contra la deshumanización que suponía el maquinismo y el colectivismo (según testimonios, entre otros de María Zambrano, Miguel Hernández volvió cambiado y taciturno tras su estancia en Ucrania, en la Unión Soviética, a comienzo del otoño de 1937, cuando había ya publicado Viento del pueblo en el verano de ese año, y posiblemente comenzara a escribir los poemas de El hombre acecha, en otro tono más pesimista y preocupado por los temas del hombre, por la amenaza a la libertad y a su esencia humana en el siglo XX, la época  que en los años 30 estrenaba un nuevo rostro, el de la figura del “trabajador” (como dijo el escritor-filósofo E. Jünger).  

La poesía de Miguel Hernández advierte contra la manipulación y cosificación de este nuevo sujeto dentro del engranaje productivo-económico, y su utilización por cualquier forma de totalitarismo. Versos como “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo” (del poema “El herido”, II) son expresión de un ansia de realización humana que no puede cosificarse en el hombre-instrumento, de su época, como hoy tampoco en el hombre-consumidor, de la nuestra. Miguel Hernández es fiel a un marxismo humanista (como el que desde hace décadas se ha descrito en el “joven Marx”, de los Manuscritos económico-filosóficos), pero no se puede descartar en “Ascensión de la escoba” la huella de su formación en los escritores místicos y ascéticos y  la alusión metaliteraria a un símbolo cristiano de salvación.[8] 

Por tanto, en “Ascensión de la escoba” hay un máximo de apertura, que fluye, y que incluso alienta a ascender: se solidariza con toda materia caída en la sombra, en la muerte. El polvo va hacia la aurora, gracias a la escoba, que es el trabajo creativo del hombre; la juventud del mundo rompe el límite de lo siempre idéntico y conocido, el círculo de la repetición, y el ardor humano imita a la palmera que se dirige al cielo.

En Romancero y cancionero de ausencias el término viento siempre tiene una connotación negativa, turbia y separadora, a la vez que fija la soledad. Ya no es el “viento del pueblo” que hacía avanzar la libertad. Pero, ahora, la función positiva de ese símbolo la cumplen otros, como la escoba, en este poema que comentamos. (Por razones de coherencia métrica y estilística, los editores suelen publicar fuera del Cancionero y Romancero de ausencias, en su apéndice, el poema “Ascensión de la escoba”, que Miguel Hernández copió en el primer cuaderno de este libro, entre otras canciones y romances, a pesar de ser este un soneto alejandrino. Queremos solo indicar la coherencia temática que aconsejaría incluirlo de pleno en ese libro). 

V. Ya hemos caracterizado la libertad interior como impulso de apertura. Conviene aclarar esta misma palabra: apertura. Recogiendo un cierto tópico, el libro Romancero y cancionero de ausencias se entiende como diario íntimo, poesía autobiográfica (sin duda, está hecho de esos ingredientes personales y biográficos). Y en relación a esta interpretación, se entiende que es un libro intimista, donde no se da la apertura al otro, a lo exterior, a lo social, etc, como en Viento del pueblo. (Esta interpretación se encuentra reflejada en la introducción a la edición que nos sirve de referencia, y es asumida por sus editores).

Precisamente, ocurre que el tema fuerza del libro es la apertura (la trascendencia de la cárcel, de las prisiones de lo biográfico y de cualquier otra cosificación que limite el impulso de libertad. Si no entendemos eso así, no llegamos a apreciar el máximo de apertura y trascendencia que alcanza el poema antes comentado, y tampoco los otros poemas en los que se juega un grado de apertura, y donde el poeta expresa su convicción en la libertad y de haber conseguido, aun en la paradoja, abrir la condición limitadora). 

Podríamos decir que, ante la cerrazón de lo externo, el poeta no intenta nada, renuncia, y solo pretende ensayar una apertura hacia sí, hacia su yo biográfico e íntimo. Pero esta visión tampoco sería verdad, ni coherente con una lectura no tópica del libro. Esa lectura personal resuelve fácilmente su punto débil con el expediente de que, cuanto más ahonda en sí mismo el poeta (o la poesía), alcanza más trascendencia humana. El libro, como universo poético, no es una traducción, ni tiene valor por traducción; sino que es ya en sí, desde su ideología poética, un mensaje simbólico, una escritura en la que todos estamos convocados porque nos hace presentes en él. Miguel Hernández, como poeta, consigue, en efecto, abrir la presencia de cualquier ser humano en su libro; no hay que traducirlo desde lo biográfico íntimo a lo más general poético.  (De forma algo provocativa, habíamos pensado un título para este trabajo: Miguel Hernández, el libre de sí mismo. Recordando una expresión del joven poeta, en carta a Juan Ramón Jiménez, donde se autodefine: “pobre de mí mismo”; y dando a sugerir, con la ambigua preposición “de”, el sentimiento innato de la libertad de Miguel y, por otro lado, el resultado final de su creatividad; libre por nacimiento, por ser hombre; y libre de su yo. Nos pareció que era un expediente poco fácil de defender para solventar la paradoja).

VI. Nos proponemos, a continuación, señalar en el texto de Cancionero y Romancero de ausencias, algunos términos que juegan en el lugar de la oposición libertad interior/cárcel cuando esta oposición se ve sobre el doble eje de sentimiento de apertura y futuro / sentimiento de cerrazón, muerte, vacío, soledad. Hay que observar que un mismo término como "vientre" o "casa", “agua”, “distancia”, “mar”, puede, en según qué poema,[9] situarse en un lado y otro de dicho eje, y por tanto significar libertad o el negativo, cárcel.  En cambio, otros términos son en principio negativos: soledad, hoyo, cementerio, viento; arma, cuchillo. 

Los términos que indican unívocamente la noción de apertura son “vuelo”, “alas”, ”pájaro”, “sol”, “niño”, “risa”.  (“Vuela niño en la doble / luna del pecho. (…) En las seguidillas del poema 74 (“Nanas de la cebolla”) todos los términos están conjuntados por la posibilidad que abre la acción de volar; incluso otros no citados, como “espada”, “dientes” -que pertenecen a un subtema que luego aclararemos- cobran por proximidad una carga de apertura y positividad.  De la serie, la noción de “vuelo”, común denominador de los términos, se afianza hasta tal punto que metaforiza la libertad interior en oposición a cárcel en un plano semántico general dentro del lenguaje poético propio del libro Cancionero y romancero… Vuelo (libertad interior)/cárcel.  Sin embargo, hay una latente tensión entre la noción de vuelo y la libertad interior. Solo pensando en términos místicos (no necesariamente cristianos, neoplatónicos, a la manera de Plotino, que en las Enneadas describe un viaje interior por la que el alma profundizándose en sí misma llega al cielo de las Ideas), se podría superar la brecha que impide la perfecta metáfora de sustitución entre los dos términos. Volar, en unos de los “Poemas últimos”, de Miguel Hernández, se convertirá en un imposible, o sea, se hará patente su no identidad total con la libertad. Y volverá, pues, al eje de la apertura dentro de la oposición con cerrado; por tanto, a ser término positivo pero dentro del ámbito de tensión de la paradoja. Una libertad trascendente o natural como la del pájaro solo es un símbolo del deseo.

En el poema “Vuelo” Miguel Hernández reflexiona sobre una de las temáticas principales de Cancionero y romancero de ausencias. “Solo quien ama vuela… Pero quien ama tanto / que sea como el pájaro más leve y fugitivo. / Hundiendo va este odio reinante todo cuanto /quisiera remontarse directamente vivo. / (…)  Amar… Pero ¿quién ama? Volar… pero ¿quién vuela?/ Conquistaré el azul ávido de plumaje / pero el amor, abajo siempre, se desconsuela /de no encontrar las alas que da cierto coraje.” 

Aquí, nos encontramos con la presentación nítida del eje apertura/cerrazón, que a través de la noción de vuelo pretende interpretarse como oposición arriba/ abajo, y entender esa apertura hacia arriba (que supera y trasciende el bajo mundo) en identidad con la libertad. Pero, precisamente, el poema desmiente esa operación.

Aparece aquí un término como amor ligado a apertura. Hemos dejado al margen un subconjunto de términos en el Cancionero y romancero… que hacen especial mención al mundo humano, son términos psíquicos de una categoría especial: agentes que movilizan o detienen los planos. Básicamente: la oposición amor /odio. 

Amor y odio son los verdaderos protagonistas de una lucha humana, y hasta cierto punto, cósmica. Falla la libertad, la apertura, en vuelo hacia arriba, que olvida el amor o entrega a este como rehén (el amor siempre está abajo, en la tierra, en el cuidado del otro y con el otro humano).

Este poema, que es una reflexión a posteriori sobre el Cancionero y romancero… termina con cierta melancolía y tristeza. Constata la derrota, casi describe un paisaje de posguerra (“Cada ciudad, dormida, despierta, exhala/ un silencio de cárcel (….). El hombre yace.”). Es la derrota de una humanidad libre y solidaria, un paisaje tras un apocalipsis que cierra el sueño de humanidad de la Historia: la libertad. 

Pero, abstrayéndonos de esa reflexión tan terrible, que, por cierto no es la última palabra del poeta (esta vendría en el final de su poema “Eterna sombra”: “Pero hay un rayo de sol en la lucha /que deja siempre la sombra vencida”);  el poema señala a la comprensión de la libertad en unión al amor; la libertad-solidaridad que veremos en otro poema, “Las cárceles, II”, donde Miguel reflexiona sobre su idea de libertad.

Antes, para concluir el dibujo de las oposiciones semánticas que nos parecen relevantes en el Cancionero y romancero…, y que son la base, en sus poemas, de todo tipo de paralelismos, correlaciones, metáforas (y en el plano semántico, de contrastes y analogías, asimilaciones, tensiones y repulsiones), conviene señalar otros dos ejes de oposición: detenido/ dinámico;  y pasivo/activo. Esta doble polaridad está a la raíz de aquella otra más evidente, que ya hemos señalado: libertad / cárcel; apertura/cerrazón. 

Descender a ver ese eje permite estudiar términos como los que hemos dejado al margen: el subconjunto de los términos psíquicos y sus productos (amor, odio, historia, guerra, lucha, sed, sangre, esperanza, etc), pero también incorporar ahora, de pleno, otros dos subconjuntos léxicos que no podíamos encajar: el subconjunto de los términos de la naturaleza (tan presentes en el libro) y el de conceptos metafísicos abstractos (muerte, vida, mundo, y los que metaforizan el tiempo, especialmente, el futuro: “mañana”).

Lo detenido se opone a lo dinámico, a la corriente de la vida. Pero dado que no hay una correspondencia fiel entre detenido-dinámico con la oposición apertura-cerrazón. Es decir, cada oposición en su dominio mantiene una especial dialéctica en sus términos, de modo que no hay una columna positiva y otra negativa, por así decir, donde podamos automáticamente incluir los miembros de la antítesis. Se trata de un mundo poético emocional fluido, donde las categorías lógicas se muestran porosas y un término, dentro una oposición, puede actuar, atraer o repeler a otro, incluso de su propia “valencia” a priori. Así, por ejemplo (lo hemos sugerido ya) los términos que en principio puede sugerir apertura de la ausencia, puede perder su “valencia” positiva al ser representación de lo detenido. Esta influencia negativa del mundo detenido afecta al agua, por ejemplo. “Agua removida” que se vuelve “turbia”. El agente último de esa influencia es el odio; como de lo dinámico es el amor. La misma agua removida por el amor es transparencia de fondo: señala presencia viva. En el extraordinario poema 5, vemos ese juego de transferencias, que dota de distinta semántica connotativa a una misma expresión: en la primera parte, la del amor, el agua es positiva apertura:

 En el fondo del hombre  
agua removida.  

 En el agua más clara
quiero ver la vida.
 
En la segunda parte, el odio paraliza y enturbia, y de algún modo también presenta una verdad: el otro lado oscuro del hombre. 

“En el fondo del hombre
agua removida.

En el agua más clara   
sombra sin salida.” 

En la primera parte el verbo “quiero” expresa un anhelo, una esperanza, tono desiderativo, proactivo; la segunda parte muestra la realidad oscura: tono trágico, quizá de desengaño crítico. Pero el poema no resuelve, sino deja constancia de estas dos miradas opuestas. Termina repitiendo el estribillo. Casi, ahora, en tono de sentencia. De mero constatación casi deística. Pero también de apelación, de apóstrofe. (La supresión de nexos, índices, propia de la síntesis de la canción favorece toda esa riqueza semántica y pragmática del poema).

En el fondo del hombre  
 agua removida.”

Tenemos que referirnos, por último, al plexo de oposiciones más de base. La oposición entre activo/pasivo; o sea, entre acción y pasividad, entendiendo que esta última no equivale a inactividad, pues la resistencia pasiva entra en su categoría. La Historia humana de la libertad sería el ejemplo paradigmático de la categoría de activo. La resistencia pasiva, la propia escritura de Miguel en sus años de cárcel, se encuadran dentro de la categoría de pasivo. Este eje –acción que transforma el mundo/ resistencia pasiva, separa dos tiempos de Miguel Hernández, y distingue a un libro como Viento del pueblo, y aun algunos poemas de El hombre acecha, del ciclo de resistencia pasiva de otros poemas de ese libro y todos los de Cancionero y romancero de ausencias. (La temática de fondo y la ideología poética son las mismas en todos esos libros; pero hay un cambio de tono que se explica si atendemos a la influencia de una u otra de esas dos categorías).

Resumiendo nuestra opinión sobre el tema de la libertad en el Cancionero y romancero de ausencias, teniendo en cuenta el modelo de las cuatro oposiciones que hemos destacado: la libertad que surge como libertad interior (frente a cárcel o su hiperónimo: ausencia) pasa al eje de apertura/cerrazón, trascendiéndose en lo que tiene de interioridad clausurada, e intentando identificarse con el movimiento de apertura en lo real, hasta tal punto que se sublima a veces en un movimiento simbólico, como el pájaro. La libertad salva el escollo de lo detenido, en el siguiente eje (recordemos que hay otros términos que se vuelve ambiguos en su significación de lo abierto al quedar fijados). La libertad, impulsada en esa zona por el amor al mundo de lo dinámico, se enfrenta, por último, a la oposición acción/pasividad. No supera esa prueba y ha de contentarse con ser testimonio de una resistencia pasiva, o seguir luchando en otros términos,  como ocurre ya en los “Poemas últimos”, especialmente en el tríptico “Hijo de la luz y la sombra” (que Miguel Hernández posiblemente pensaba incluir en el Cancionero y romancero de ausencias…. y que copió en versiones no definitivas en un cuaderno que llevaba el título de ese libro; como recuerdan los editores de la edición que seguimos.[10]). La alianza con las potencias de la noche, con lo femenino y el fruto de la fecundidad, el hijo, trasciende el esfuerzo del amor. La libertad activa, creadora y transformadora del mundo se continúa en una mañana de sangres supervivientes, ecos de toda la cadena de los muertos, donde sigue la esperanza, la lucha por la definitiva apertura y salida…

A esta luz, en el Cancionero y Romancero… la pareja humana, los seres humanos adquieren la condición alegórica de los encadenados en el mito de la caverna platónico. La apertura del amor, la aventura trágica de la libertad-solidaridad recorre una “escarpada subida”; ha de liberarse de la paradoja de la libertad interior que, en sí, lleva el sello de la cárcel (de la prisión, con la que Platón compara también la caverna; “vivienda-prisión”). La libertad en el libro de Miguel Hernández nos habla, pues, del destino humano, como en ese mito de la “República”: desde un profundo sentido de la condición trágica del hombre (“encadenado”, o como dice Miguel Hernández en aquel poema 60, “Antes del odio”: “dentro de la triste /guirnalda del eslabón”), pero, también (pues toda caverna tiene salida al sol, y el mito como el libro de Miguel Hernández no tendría sentido sin un mensaje final de superación y esperanza) de un hombre cuya naturaleza no está fijada, sino que es abierta y dinámica; por tanto, de una historia de realización que, aunque pueda en determinados tiempos replegarse en la resistencia, mantiene encendido el faro de la libertad-solidaridad (la “filía” platónica que lleva al liberado de la caverna a descender para rescatar de allí a otros, dado que lo que se juega es el destino del hombre en su totalidad). 

No podía Miguel Hernández, en el Cancionero y romancero…, ser más coherente con su obra anterior, perseguir la misma temática de la libertad, en otro tono, teniendo en cuenta la circunstancia personal e histórica. Si volvemos al poema “Las cárceles (II)”, [11] del libro El hombre acecha:
La libertad se pudre desplumada en la lengua 
 de quienes son sus siervos más que sus poseedores.  
Romped esas cadenas, y las otras que escucho  
detrás de esos esclavos. 

Ésos que sólo buscan abandonar su cárcel, 
 su rincón, su cadena, no la de los demás.
Y en cuanto lo consiguen, descienden pluma a pluma, 
 enmohecen, se arrastran.

Son los encadenados por siempre, desde siempre. 
 Ser libre es una cosa que solo un hombre sabe: 
Sólo el hombre que advierto dentro de esa mazmorra
como si yo estuviera.” 

Esta misma libertad como cuidado (Sorge[12], cuidado existencial) del otro, con el otro (Mit-sorge), en un solidaria lucha por la liberación humana se puede entender desde cualquier ideología, cristiana, marxista, espiritual o materialista, como amor a uno mismo y al prójimo; en suma, es la libertad en sentido humanístico y solidario , el tema central de Cancionero y romancero… Hemos indicado dos textos de Miguel Hernández, uno anterior y otro posterior al tiempo de las canciones de ausencia; este, “Las cárceles”,  y “Vuelo”, de los “Poemas últimos”. Son textos donde se halla la reflexión poética de Miguel Hernández sobre el tema que lleva en el Cancionero y romancero de ausencias. Este libro se nos representa, así, como un episodio entre estos dos momentos, que enuncian una reflexión sobre la libertad, el primero en tono más combativo, el segundo poema en una entonación pesimista. El Cancionero vacila entre la firmeza exultante y la amargura. Recordemos que, en el poema “Las cárceles”, tras dejar claro el significado de la libertad, el poema continúa en un tono desafiante, escénico, casi panfletario:
Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero.
Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma.
Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:  
 no le atarás el alma."

Y termina el poema con esta exclamación jubilosa: “Porque un pueblo ha gritado ¡libertad!, vuela el cielo. / Y las cárceles vuelan”.  Exclamación victoriosa de la paradoja e inocente en su olvido de la dificultad de la “escarpada salida”, y de que la historia de la esclavitud y la libertad siempre está recomenzando…. Sin embargo, no yerra la fusión vuelo y cárcel, apertura y cárcel, en un sintagma paradójico “las cárceles vuelan” (en paralelo con “vuela el cielo”). Nos indica que nos es posible la libertad del cielo sin abrir la cárcel terrestre. Advierte, pues, contra cualquier interpretación espiritual, que quiere salvar media libertad y pierde el todo de la libertad.
                                   
CONCLUSIONES
1. Si  hay un poeta cuya lectura de sus versos no acaba en el texto escrito es Miguel Hernández.  Como ocurre en toda verdadera poesía, la palabra del poeta resuena como un eco en la conciencia, se hace “dictum”, lectura interior, con nuestra voz, y viene a habitarnos en esas ocasiones  en que estamos urgidos por la vida. “Será la garra suave (…) Dejadme la esperanza”, “Menos tu vientre / todo es oscuro”,  “En la cuna del hambre (…)”, “No, no hay cárcel para el hombre” (por citar solo algunos  versos del último tiempo de la poesía de Miguel Hernández,  el de Cancionero y romancero de ausencias), son palabras que siguen interpelando el fondo de cualquier experiencia humana, más allá de su belleza poética. Cobran, pues, un sentido humano, universal y concreto, y en cierto modo, independiente de la voz que las creó (su autor) y (lo que queremos resaltar) en cierto modo, libre del texto aunque se haga posible a través de él. 

Esta cualidad de la verdad poética - de trascender finalmente a su autor, al propio mundo (biográfico, ideológico) del poeta tanto como a su receptor o destinario inmediato  y al texto- a pesar de ser algo que se da por sentado, hemos procurado tenerla presente en nuestra aproximación a Miguel Hernández, y reconocerla como guía en nuestro ensayo de lectura.  Estamos siempre, en otras palabras, con la libertad, el tema que tratamos. Esa libertad de la palabra poética toca en el nudo de la libertad interior. La conciencia de esa condición libre de la palabra en poesía no solo es un resultado, una decantación a través de la comunicación en el lector, sino que incide en la propia escritura en el autor. (Como cerrándose el círculo, de nuevo ata la palabra a la voz que la pronuncia desde la conciencia de la libertad: en el Cancionero y Romancero de ausencias, Miguel Hernández se siente libre y escribe siendo consciente del valor de su palabra (para su hijo, su mujer y para la humanidad futura) en situación de cárcel. Vimos ahí una paradoja tensa. Pero  lo que no  hay ahí es ningún mesianismo ni megalomanía; es la conciencia humilde del poeta de que, a su través, escribe la libertad palabras que merecen ser recordadas en la conciencia humana de cualquier tiempo.

También la condición humilde, sabedora del límite, de toda libertad viene significada  por la ligazón de la poesía (la palabra viva de la libertad) a la escritura:  a unos  unos textos que precisan unos signos físicos, incluso el soporte del papel,  aunque este sea un trozo de papel higiénico, como el que empleaba el poeta para poder escribir en la cárcel algunas de sus canciones. La escritura, otra forma de cárcel; las condiciones materiales de transmisión son otros tantos eslabones, pero gracias a ellos se transfiere el pulso oral y vivo de la poesía. Miguel acierta también en elegir para su libro de ausencias una expresión literaria que recuerda el género de las canciones orales tradicionales. 

2. En un trabajo como este se suelen exponer los resultados de la aproximación filológica, junto con la metodología que se ha usado para estudiar un asunto sobre el que se debe dar una luz más o menos novedosa. No podemos, no obstante, obviar el aprendizaje interno, aunque solo sea porque con alguna muestra de este podemos mejor compartir, con quien siga nuestra exposición, el horizonte de la lectura abierta sobre el asunto estudiado. Un ejemplo, en nuestro caso: a través de algunos trabajos recientes (como los de Juan Carlos Rovira) sobre la “prehistoria” autorial de Miguel Hernández, sus primeros poemas inspirados en los poetas regionalistas y en las coplas flamencas, podemos entender mejor poemas ya maduros de Miguel como “El niño yuntero”, del libro Viento del pueblo, y las canciones que recuerdan la copla tradicional del Cancionero y romancero… Todo lo que cae en un poeta genial germina, no podemos despreciar esa prehistoria como mimética y simple aprendizaje de una voz. La crítica, sí, la filología, no puede hacer eso. Por prejuicio crítico o estético no habíamos reparado en esos poemas primeros: alguno de ellos son el germen de poemas posteriores tan populares como el poema a “las abarcas desiertas”, que compuso durante la guerra civil, poema de celebración del día de Reyes, publicado en enero del 37 en “Ayuda”, periódico de las milicias proletarias, y que  tiene todo el sello hernandiano. La denuncia de la injusticia, el tema del hombre niño, del débil y desamparado al que se le priva de la realización como hombre, está en ese poema de forma reivindicativa, y en otros poemas primeros, como “En cuclillas ordeño” está el mismo universo de la naturaleza, el niño, el proletario, aunque aun no asome la conciencia crítica.

Esto nos lleva a preguntar qué es la voz propia, del poeta: se encuentra ya en el mundo que elige poetizar, nada se pierde en el dominio del genio, todo se asimila y se reconduce a un mundo propio y, finalmente, la voz que predomina, conseguida ya, repercute en las lecturas de la totalidad de sus textos.

3.  El asunto que elegimos para trabajar, la libertad interior,  nos ha llevado a centrarnos en un libro como Cancionero y romancero de ausencias… donde se reconoce el formato de una voz propia plena y depurada. Sobre ese libro los estudiosos aún están tratando algunos problemas textuales; sabemos ya mucho respecto a la situación (biográfica, histórica) en que fueron escritos sus poemas, pero quedan otros muchos asuntos pendientes. Uno de ellos, por relación con lo anterior, es la opinión generalizada (como Víctor García de la Concha) de que en ese poemario se encuentra la voz más depurada y propia de Miguel Hernández (para nosotros, sigue abierto el problema de la voz propia); otro: su convergencia o analogía con la canción tradicional, oral; otro sobre el interiorismo biográfico, o rehumanización de la poesía (especie de diario íntimo, en opinión de Carlos Bousoño); el tema de la interioridad y la apertura, que afecta al núcleo temático; la relación con el ciclo de Viento del pueblo, y El hombre acecha. 

De algún modo, al elegir estudiar un tema como la libertad interior hemos tocado todos esos frentes. Y otros incluso que algún estudio, como el Antonio Gracia, que citamos en la bibliografía, ha señalado y empezado a estudiar con alguna mejor perspectiva: el tema de la mística y del sentimiento de lo trascendente.



BIBLIOGRAFÍA
Básica:

- Hernández, M. El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias. Edición de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. Madrid, 2010, Cátedra. Ed. Letras Hispánicas. (Segunda edición, recoge 9 canciones en Cancionero…, que se unen a las 110 de la primera edición de 1984 de este trabajo de los editores. La introducción es un trabajo muy valioso, que abre puntos calientes en el estudio de Miguel Hernández).

Otras ediciones de Miguel Hernández:

-  “, M. Obra poética completa. Introducción y notas de Leopoldo de Luis. Bilbao, 1975, ed. Zero. Col. Guernica. (Recoge los Poemas últimos, un apéndice de “Primeros poemas”, junto con los libros publicados del poeta. Contiene una “Aproximación a la figura de Miguel Hernández” y notas, firmadas por Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia).

. “, M. Obras completas, Vol. 1. (Poesía) Vol. 3. Barcelona, 2006. RBA-Instituto Cervantes. Introducción y notas de Agustín, Sánchez Vidal, José Carlos Rovira y Carmen Alemany. (El volumen 1 está dedicado a la poesía. Una muy valiosa introducción de A. Sánchez Vidal. El volumen 3, que contiene prosa, cuentos, artículos del poeta en la guerra, y sobre todo, la correspondencia. Interesante seguir las cartas de Miguel Hernández en los años de composición de Cancionero y romancero de ausencias).

. “, M. El hombre y su poesía. Ed. Introducción y selección de poemas a cargo de Juan Cano Ballesta. Madrid, 1977, Cátedra. (Es una antología. Tiene, en su introducción, un valioso análisis de Cancionero y romancero de ausencias…, como poesía de meditación; relaciona con los Poemas últimos.)



Estudios

- García de la Concha, Víctor. La poesía española de 1935 a 1975. Vol. I. De la posguerra a los años oscuros. 1935-1944. 1992, Madrid, Cátedra. (Cap. “Poesía encarcelada. Miguel Hernández: Cancionero y romancero de ausencias”. pp. 311-318. Interesante estudio sobre aspectos compositivos del libro. Entre estos procedimientos se destaca “el dramatismo en las dualidades”, por ejemplo, muerte/vida, remoto/próximo, y la última oposición “hoyo-bóveda”. Con estas oposiciones se construyen “constelaciones alegóricas de gran riqueza”, en correlación de las series, por ejemplo, en la correlación entre las series “hoyo-bóveda” (hoyo es expresión popular para cementerio, aclaramos nosotros), “cielo- tierra”, “vuelo-caída”, a las que se añaden concéntricamente otras, como “claridad-oscuridad”, “libertad-cárcel”, etc. El autor presenta sin ordenar respecto a su preeminencia semántica y formante en el sentido del libro un conjunto de oposiciones; se ilustra, pues, una rica imaginación poética, pero nada más. El trabajo tiene el mérito de destacar uno de los procedimientos de la poesía hernandiana).

- “, V. “Época contemporánea: 1914-1939”, en Historia y crítica de la literatura española, de Francisco Rico. Vol. 7. (p.693-712. Se recogen en estas páginas textos de crítica sobre la poesía de Miguel Hernández; de Darío Puccini, Agustín Sánchez Vidal, Marie Chevalier, entre otros. El más interesante para el tema lo firman Leopoldo de Luis, Jorge Urrutia y Luis Felipe Vivanco: “La poesía de guerra y las Nanas de la cebolla”. “La superposición de tecnicismo barroco y desnudez última expresiva” confiere la vibración y la calidad a este poema, más allá de lo sentimental). “El poema, desesperado y pesimista, es también un gran canto de alegría, no esperanza”. “La verdad del hijo como “carne aleteante” es un pobre verdad indefensa que se derrumbará el día de mañana, en cuanto empiece a saber lo que pasa y lo que ocurre”).

-  Mainer, José-Carlos. Historia de la literatura española. Vol. 6 “ Modernidad y nacionalismo. 1900-1939). 2010, Madrid, Ed. Crítica. (Cap. “Miguel Hernández”. pp. 528-533.Da una lectura rápida y tópica del Cancionero… “Quizá desde Lope de Vega ningún otro poeta español había sabido dar tanta autenticidad lírica a lo cotidiano” (referido poema “Ascensión de la escoba”); exalta “el humilde alimento”, “se apela a la vida que el niño…ha de afirmar, mediante su risa” (referido a “Nanas de la cebolla”).

- VV. AA. Miguel Hernández, cien años. Número monográfico de la revista Canelobre. Num 156. Invierno 2009-2010. Coordinación A. Luis Prieto de Paula y Rosa María Monzo. Instituto Juan Gil Albert y Diputación de Alicante, Alicante, 2010. (Especialmente interesantes para el tema trabajado dos artículos: “Intimidad social e intimidad sentimental en las canciones de El hombre acecha”, de Laura Scarano; y “Miguel Hernández: el nombre del amor”, de Antonio Gracia).

Biografías

. Ferris, José Luis. Miguel Hernández (Pasiones, cárcel y muerte de un poeta). 2010, Madrid, Planeta, col. Biografías y Memorias. (Un estudio riguroso y muy bien narrado de la vida del poeta. Muy interesantes los capítulos que contextualizan el tiempo de la escritura de los libros que hemos trabajado).



Otras fuentes

. Anders, Günter. Acerca de la libertad. (Una interpretación del “a posteriori”, seguido de “Patología de la libertad”). Valencia, 2014. Pre-textos. ( Anders, desde la antropología filosófica, aborda la extrañeza y distancia del hombre respecto al mundo; la condición de ser el hombre en cierto modo ajeno a este mundo, a la naturaleza. Su “naturaleza” es la libertad, no tiene a priori otra esencia definida que no sea su a posteriori de la experiencia que la libertad le dispone para adecuarse al mundo, cambiando este. A diferencia del animal, que, parafraseando a Miguel Hernández, es siempre un animal familiar al mundo, el hombre posee una libertad teórica y práctica que le permite abstraer la esencia de la existencia, es decir, pensar no atado a lo que hay, sino negando lo existente puede pensar la idea, la ausencia, y modificar así el medio. Es la dimensión histórico-práctica de la libertad la que supera las patologías de la libertad (nihilistas); la libertad no se pasma ante el yo libre pero que se reconoce contingente (es decir, no puede darse a sí mismo fundamento, no tiene todo el poder). La libertad histórica, de forma más modesta, se reconoce como la libertad de un fragmento de vida que recuerda otros fragmentos y se proyecta, en actos, hacia una realidad de la libertad; aunque sigue pendiente su contingencia, esta deja de ser problema porque esa libertad histórica se fija fines).



Webgrafía

En la web se puede encontrar un artículo interesante de Ismael Gavilán (Universidad Viña del Mar, Chile), publicado en la revista “Espéculo” (de la Univ. Complutense de Madrid), en 2010, y titulado “Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández: redención personal y colectiva a través del amor”.


El artículo coincide con mi trabajo en señalar, al abordar el Cancionero y romancero de ausencias, “el centro significativo del Cancionero de Miguel Hernández está otorgado por el poema (…) conocido generalmente como Antes del odio”.






NOTAS

[1] 12ªedición, Madrid, 2010.
[2]  p. 200. op.cit.

[3] p.63. op. cit.
[4] “El hambre”. II. p. 137 op. cit.
[5] p. 146. op. cit.
[6] Anders, Günther. Acerca de la libertad. Valencia, 2014. Pre-textos. p. 50
[7] Cf. en la bibliografía citada el libro de José Luis Ferris, que seguimos para la información biográfica.
[8] Quien escribe este trabajo tiene una anécdota que confirmaría esta posible lectura: en primero de la carrera de Filosofía, en la Universidad de Murcia, el profesor de Lógica, decano de la Facultad y reconocido miembro del Opus Dei, nos sorprendió a los jóvenes estudiantes recitando de pronto, sobre el estrado, este poema, la “Ascensión de la escoba”. Don Jesús García López continuó, después, con los aburridos silogismos.
[9] Incluso suele ser muy usual dentro de un mismo poema, según su lugar en las estructuras paralelísticas (por contraste). Por ejemplo, en el poema 17, la presentación de forma paratáctica de dos ideas provoca una impresión y su contraria. El mar, en la primera estrofa, trae la desolación: “En este campo/ estuvo el mar”. Para a continuación, el mismo término suscita esperanza: “Alguna vez volverá”. El núcleo del poema está en sus tres primeros versos:

“En este campo
estuvo el mar.

Alguna vez volverá”.

El blanco gráfico ayuda a la transición. El poema es una estructura sintética, como en las canciones líricas populares. La tercera estrofa es una glosa didáctica de los tres primeros versos. Al final el verso tercero regresa solo, como estribillo.

“Si alguna vez una gota
roza este campo, este campo
siente el recuerdo del mar.

Alguna vez volverá.” 

El blanco gráfico reaparece ante del estribillo, indicando temáticamente la ausencia, señalando a un lugar: la esperanza. Esta sigue presente más que en el mirar, en la memoria del cuerpo-“campo”, por el tacto,(“roza”), y el oído expectante.  El espacio en blanco reproduce el silencio en el verbo oral de la poesía.                                                                                                                                           
[10] Cf. p.238. op. cit.
[11] p. 146. op. cit.
[12] Uso términos conocidos de la analítica de ser-ahí o existencia de Heidegger, en Ser y Tiempo. “Cuidado”, Sorge, puede traducirse al español por la pena (término de Miguel Hernández en El rayo que no cesa) o por amor, el cuidado del otro, con el otro. Vivir va siempre unido a la pena, a tomarse la pena y a llevar el cuidado de sí y del otro.

REVISTA ÁGORA-PAPELES DE ARTE GRAMÁTICO
ÁGORA DIGITAL JUNIO 2014