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jueves, 28 de marzo de 2019

El sol, la rosa y el cantor. Cancionero y romancero de ausencias. Recordando a Miguel Hernández. Artículo de Fulgencio Martínez publicado en revista Ágora y reproducido después en Crítica, enero de 2008



El sol, la rosa y el cantor. Cancionero y romancero de ausencias.

                                                                      por Fulgencio Martínez López
Artículo publicado el 10/01/2008

En 2010 se cumple el centenario del nacimiento del poeta español Miguel Hernández. Recogemos este artículo publicado el número 13 de la revista Ágora (Enero 2008), que dedica un dossier homenaje al poeta oriolano. Su autor es profesor de Filosofía, poeta y director de la citada revista.

                               A la memoria de todos los que fueron Miguel Hernández
Tristes guerras
si no es amor la empresa…
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores. (…)

Cuando en un país hubo un golpe de Estado militar, una guerra civil con casi medio millón de muertos y después, una dictadura que silenció la memoria de muchos, no sólo la memoria de los muertos, que ya no podrán evidentemente tenerla, sino también la de los vivos; recordar hoy a un poeta que fue testigo de aquellos hechos, recordar a Miguel Hernández es recordar a todos los que fueron Miguel Hernández.


El 28 de Marzo de 1942 moría en una cárcel de Alicante: había dejado escritos estos versos, que formarían parte de su último libro, Cancionero y romancero de ausencias:

Mañana no seré yo:
otro será el verdadero.
Y no seré más allá
de quien quiera su recuerdo. (…)

Es en ese libro (una de las cimas de la poesía de todos los tiempos) donde Miguel se acerca más a las formas populares de la lírica española: el romance, la canción popular, el villancico:  estrofas de rima asonantada y versos de arte menor, que eran las preferidas por el pueblo para expresar su pena o su dicha.
Toda la sensibilidad del poeta oriolano, su entero mundo interior se vuelca en esas formas populares. El poeta les devuelve el espíritu que tuvieron en la lírica anónima: la expresión de un sentimiento vivo, tratado por la mano de un arte que sabiamente se esconde.


Miguel, tan dotado para la poesía, por instinto, gusto y cultura (no se olvide que leyó y asimiló mucho más de lo que dicen los que no le leen y aun le llaman “el poeta analfabeto”); capaz (como evidenció en Perito en Lunas o en El rayo que no cesa) de poner en valor y de imprimir voz propia a las formas poéticas más “cultas” (como el soneto, la octava, o la terza rima: el terceto encadenado, de la que se valió para su “Elegía a Ramón Sijé”), revivifica en Cancionero…. toda la lírica tradicional .


Opino, con Dámaso Alonso, que los romances y canciones anónimos de esta lírica breve, intensa, son el tesoro más grande de toda la poesía española. Los poetas cultos del Barroco (en especial Góngora y Lope), los mejores poetas románticos y modernos (Bécquer, Machado, Juan Ramón Jiménez), y en la Generación del 27- más cercana a Miguel – Alberti y García Lorca, habían valorado y renovado esa tradición lírica popular desde una perspectiva de recreación estética: los frutos maravillosos de dicha labor recreativa no fueron, sin embargo, un mero juego: tratando la lírica popular encontraron una depuración del lenguaje poético, supieron llevar a otras partes de su obra la esencia de la emoción poética contenida en esas mandorlas que son los poemas líricos anónimos. Pero hay entre ellos y el espíritu de estas cancioncillas una distancia, por donde se cuela un aire de artificio, una llamada que hace reparar en la maestría imitadora: en fin, una pequeña, y no pequeña, imperfección tratándose, como es el caso, de un arte que dio obras tan perfectas (tales como las jarchas o las canciones líricas anónimas, a las que nos venimos refiriendo); el original, que imitaron, era un arte de la sencillez y la espontaneidad, de la expresión intensa y breve, esencialmente lírica, “expresión de un sentimiento vivo”, recogido del pueblo, y modelado (claro es) por artistas singulares, maestros, la mayoría, anónimos, impecablemente “desaparecidos”.
Mientras que los grandes poetas que recrearon la lírica popular, cristalizada en las cantigas anónimas- insuperadas, como dije, en su arte – hicieron “literatura” sobre éstas, Miguel se adentró en su espíritu. Adoptó la forma popular para encontrar y encontrarse en un mundo propio.


Miguel, quien por naturaleza y vocación se supo siempre pueblo, logró conCancionero… zafarse de códigos culturales, sociales, estéticos, para expresar en poesía su dolor más íntimo, personal, de pérdida (del hijo querido, de la libertad, y de futuro), también para dejar testimonio de la rebeldía insobornable de un corazón enamorado (” Menos tu vientre / todo es oscuro..”) ante el destino más amenazante. Cuando la emoción puramente personal cobra un valor ético, con el que cualquier persona puede identificarse, sin duda estamos hablando seriamente de poesía.
Ya que no pudo suprimir su nombre de sus canciones y romances de ausencia, Miguel nos da, a cambio, una nueva perfección sobre la lírica tradicional anónima: la nueva cualidad de devolverla al pueblo. Esto es, de dotarla de poder simbolizante (poder de todo arte vivo), capacidad de simbolizar la voz “muda” del común.
Nos da, en fin, la palabra el poeta al cantar su dolor, al presentarnos sus “ausencias”: al decir su sentimiento de pérdida y abrazo de todo, incluido su yo biográfico (“mañana no seré yo, / otro será el verdadero. /Y no seré más allá/ de quien quiera su recuerdo.”).
Ese quien no es ya la Musa, ni el erudito, ni Dios, ni la Cultura . Es cualquiera. Es pueblo: Agamenón o su porquero. La niña que amores ha, (cómo dormirá) o la Princesa que muere de amores.
Un lenguaje de amor universal: Miguel, en este poema, dedicado al hijo muerto:
Ropas con su olor,
paños con su aroma.
Se alejó en su cuerpo,
me dejó en sus ropas. (…)  MH

Garid vos, ay yermaniellas,
com´ contener a mieu mali!
sin el habib non vivréio
advolarei demandari.

(Jarcha transcrita por Yehuda Ha-Levi)

Decid vosotras, ¡ay, hermanillas!,
¡cómo resistir a mi pena!
Sin el amado no podré vivir:
volaré en su busca.)

LLegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
 
Con tres heridas viene (…)  MH

Del rosal vengo, mi madre,
vengo del rosale.
(Villancico)

El sol, la rosa y el niño
flores de un día nacieron.
Los de cada día son
soles, flores, niños nuevos
(…)  MH

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