VISIÓN PROVIDENCIALISTA EN LOS COMENTARIOS
REALES DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA, CON UNA APOSTILLA DONDE SE TRATA DE
LA ESTÉRIL POLÉMICA SOBRE EL IMPERIO
El poder de la dinastía real de los Incas fue Roma en América,
un imperio, igual de perfecto, en cuanto “civitas”, autoridad justa y paterna, y
cuyos orígenes y contacto mantenido con la “Naturaleza” purificaron sus costumbres.
(Una Naturaleza cuasi paradisíaca)…
El “providencialismo”, interpretado bajo el criterio
renacentista de armonía y equilibrio, complica algo más la visión del Inca
Garcilaso: la enriquece (y de paso, nos despierta, a sus lectores de hoy, el
deseo de una inteligencia más sutil que se acerque un tantico a la sombra del
clásico español). Los Incas fueron
perfectos en el orden natural, como la Cristiandad Ecuménica, en cuyo ideal se
refugia el Inca Garcilaso, lo es en el plano sobrenatural.
Confieso que hay, en la visión providencialista del Inca Garcilaso, mucha sutileza y cuestiones a las que no llego...
En un mundo como el actual, donde ha vuelto a ser polémica la
huella hispana en América, es curioso comprobar el mismo origen de las dos
posiciones, la anti y la pro, las cuales se remontan a teorizaciones y términos
semejantes (naturaleza, humanidad, paraíso, gracia, caída, restauración de un
orden de justicia) y que implican, a su vez, posiciones anti o pro cristianismo
ecuménico (romano), Imperio y civilización.
A más de ser esa polémica consecuencia de una protesta contra lo
español o hispano, es una enmienda a la historia sucedida y a su interpretación
también histórica efectiva. La posición antiespañola o proespañola implica una
posición anti o pro católica, pro o anti Imperio y, en suma, pro o anti
civilización.
1.Comentarios reales se publicó como primera parte en
1609. Su autor, el Inca Garcilaso de la Vega continuó la obra, que se
publicaría como Historia general del Perú, en un segundo volumen póstumo
(1617). Para analizar la “visión providencialista” hemos de tener en cuenta las
dos partes de la obra, que integran la preocupación y la intención de su autor,
la continuidad de su “relación" histórica y etnográfica, y el sentido que el
escritor otorga a los hechos relatados, de acuerdo con una gran conceptualización
de la historia del Nuevo Mundo como parte de la Historia Universal interpretada
bajo la óptica providencialista agustiniana.
Al tratar el
tema del “providencialismo” nos movemos, por tanto, en un plano de filosofía de
la Historia: un nivel complejo, abarcador, que se sobrepone a los hechos
menudos; incluso, a los grandes temas que trata la obra del Inca. (Brevemente:
en su primera parte, la descripción de la civilización inca, sus costumbres,
dioses, etc. La segunda, la Conquista del Perú, las guerras civiles entre los
españoles).
Pero, los
grandes conceptos o interpretaciones históricas que guían al Inca Garcilaso se
manifiestan también en el plano de la organización textual de su obra y en los
detalles.
Aunque voy a
referirme, de forma algo abstracta, al plan más general e ideológico,
intentaré, finalmente, recalar en el plano del texto literario.
2. Por un lado, la cultura humanista que asumió el Inca
Garcilaso le hace concebir la Historia bajo categorías de universalidad y “humanitas”
(humanidad, civilización). La Historia ya no se concibe, al modo del Medioevo,
como crónica local, ni siquiera nacional. Se empieza a entender ya como desarrollo de la
“naturaleza humana” (“desarrollo” que aquí solo significa despliegue, no evolución
o progreso al estilo de la filosofía ilustrada del s. XVIII).
Otro
componente, en la formación del Inca Garcilaso, el componente cristiano,
patrístico, y en concreto, la filosofía de la Historia, providencialista, de S.
Agustín, aporta al autor de Comentarios reales una interpretación
teleológica, sobrenatural, y en suma “en progreso” (hacia un fin predeterminado
por la Providencia divina), de que carece la cultura naturalista del Humanismo
renacentista.
Una “visión
triangular de la Historia”: se ha llamado así a la periodización, o marco
providencialista en progreso, que tiene el autor de los Comentarios…
Barbarie / Civilización pagana /Civilización cristiana
(En su expresión
máxima:
Imperio)
Bien, este esquema se corresponde con la secuenciación
trina de la Historia en la obra Civitas Dei, de San Agustín. Roma representó
para el Mundo Antiguo el nivel necesario para la venida de Cristo y de la civilización
cristiana, que comportará en un tiempo-eje progresivo el triunfo de la Nueva
Jerusalem, la “Ciudad de Dios”, el afincamiento, al final de la Historia, del
arquetipo del Reino de Dios o Jerusalem Celestial.
Toda la Historia humana está dirigida -en un plano
sobrenatural- por la esperanza nueva en que se cumpla esa meta: escatología,
providencia y esperanza son conceptos solidarios dentro de la “teología” agustiniana:
su “teología” o saber de los planes internos que prepara Dios para la Historia
y para el Hombre, le llevó a San Agustín a interpretar la experiencia empírica
de la sucesión de imperios, guerras, instituciones, dolor e injusticias en la
Historia, con la luz que “justifica” todo: la Providencia, y teleología divina
que la sigue (teleología: explicación por causas finales, muchas veces
remotas y ocultas respecto a los hechos empíricos). Queda, pues, abierta la
posibilidad de justificación de la Conquista.
Para
el Inca Garcilaso, un paralelismo se da entre el Viejo y el Nuevo Mundo.
América, y, en concreto, el Incario (cuya perfección idealizada describe en la
Primera Parte de los Comentarios reales), o sea, el poder de la dinastía
real de los Incas, fue Roma en América, un imperio, igual de perfecto, en cuanto
“civitas”, autoridad justa y paterna, y cuyos orígenes y contacto mantenido con
la “Naturaleza” purificaron sus costumbres. (Una Naturaleza cuasi paradisíaca).
En
América, preparó, pues, la llegada de la Civilización Ecuménica cristiana,
ideal católico-imperial que Garcilaso recoge, con cierta retrospectiva nostálgica,
de Carlos V.
El “providencialismo”,
interpretado bajo el criterio renacentista de armonía y equilibrio, complica
algo más la visión del Inca Garcilaso: la enriquece (y de paso, nos despierta, a
sus lectores de hoy, el deseo de una inteligencia más sutil que se acerque un
tantico a la sombra del clásico español). Los Incas fueron perfectos en el orden
natural, como la Cristiandad Ecuménica, en cuyo ideal se refugia el Inca Garcilaso,
lo es en el plano sobrenatural.
Confieso que hay, en la visión providencialista del Inca
Garcilaso, mucha sutileza y cuestiones a las que no llego.
La
traición de Atahualpa sembró la discordia, la culpa que precedió al final de la
civilización inca, y, por tanto, justifica la colonización.
La
Iglesia, el Imperio español llevan a América un nuevo orden basado en la ley
sobrenatural, en la Gracia y en las Escrituras.
En
fin, el Inca, bajo su óptica providencialista, inserta la historia de América
en la Historia Universal, leída con la nostalgia (de la que hace gala en la
Primera Parte de su obra) por la desaparición de su cultura materna, inca; pero
una nostalgia vuelta, ahora, hacia adelante, convertida en “esperanza”: la
única forma de enfrentarse a la historia en bruto, horrorosa y hermosa, real,
de guerra sin piedad, que es su relato de la Historia general del Perú,
o sea, la metáfora de la historia humana auténtica.
Vemos, por fin, por qué el autor necesitó,
en el fondo, su “providencialismo”, a medida que completaba las dos caras de su
nostalgia: la del mundo perdido, y la de la esperanza de un nuevo renacer al
final de la tragedia: esperanza milenarista de sesgo igual a cualquier “fábula historial”
(sea mito indígena o cristiano); y también, al tiempo, las dos partes
-textuales- de su obra magna.
APOSTILLA
En un mundo como el actual, donde ha vuelto a
ser polémica la huella hispana en América, es curioso comprobar el mismo origen
de las dos posiciones, la anti y la pro, las cuales se remontan a teorizaciones
y términos semejantes (naturaleza, humanidad, paraíso, gracia, caída,
restauración de un orden de justicia) y que implican, a su vez, posiciones anti
o pro cristianismo ecuménico (romano), Imperio y civilización.
A más de ser esa polémica consecuencia de una
protesta contra lo español o hispano, es una enmienda a la historia sucedida y
a su interpretación también histórica efectiva. La posición antiespañola o proespañola
implica una posición anti o pro católica, pro o anti Imperio y, en suma, pro o
anti civilización.
El Inca Garcilaso recoge un momento único de
esa fuente primordial de teorización sobre la historia y la realidad americana.
Con sutileza y equilibro renacentistas, a lo cordobés, diríamos, con la finísima
inteligencia de un Góngora, compone en un nudo dos aspectos que separados
originarían -como hoy en día- interminables, inútiles y hasta crueles polémicas.
La fuerza bruta, la barbarie, la guerra y la
conquista han sido constantes en la historia (no son ajenas a ella). La
barbarie es una primera parte de la historia, que lo es hasta que una parte
vencedora, bárbara, se somete al Imperio de la Ley (y somete a todos sus
vencidos también). El Imperio (como lo fue el Inca o lo fue Roma) es el paso a
la tercera fase del despliegue (que no implica evolución dialéctica ni
progreso) de la Historia: la ley espiritual, la Cristiandad.
Quedan cuestiones pendientes en este esquema: ¿por
qué no todos los Imperios fueron merecedores de ese tránsito a la ley
cristiana? Hoy aun comprobamos que en el mundo no existe la real Ecumene
cristiana. ¿Será porque al Inca Garcilaso solo le incumbe justificar el poder
cristiano del Viejo Mundo y del Nuevo Mundo (América)? El primero, por la
venida de Cristo y el testimonio de los apóstoles; el segundo, por la gracia
paradisíaca de la naturaleza de América (tanto la naturaleza física como la humana),
o al menos de las tierras sometidas al Imperio del Inca quien habría sabido
guardar esa reserva espiritual, prístina, primitiva y, por tanto, ser merecedor
de la venida de la ley cristiana.
América, por extensión, gracias al Imperio
inca, tuvo el honor (y tiene, frente a interpretaciones hoy torcidas y poco
inteligentes) de ser conquistada por la ley de Cristo.
Otra cuestión es, mirando al mundo actual, ¿qué
justificaría los actuales Imperios, cuál sería su teleología? Puesto que el cristianismo ya llegó a la
historia y “eligió” a sus imperios para extender en todo el desarrollo de la
historia humana su red ecuménica en despliegue milenario.
No son, parece, imperios de ley: quiere decir,
según interpretación teleológica, no son esos imperios poscristianos imperios
de ley espiritual. Nada, en principio, los justifica (ni el americano, ni el
chino, ni el nazi, ni el soviético en su día, ni el ruso hoy, ninguno).
Pero se comete un error cuando se juzga y se
mete, en el mismo saco, retrospectivamente al imperio español de los Reyes Católicos,
y sobre todo, de Carlos V y Felipe II. Ese imperio español, con sus
intelectuales, formó una ideología del Imperio que justifica al imperio español
como paso o pilar necesario del trasvase de la Ley a la Ley espiritual, de la
primera que solamente pone orden a la barbarie y que no deja sin embargo de
estar contaminada por ese origen, a la Ley que devuelve la Gracia del espíritu
a la Naturaleza humana (en una perspectiva de esperanza, abierta, claro, a la
consumación de los siglos).
Comprendemos, mejor, finalmente, el porqué de
la insistencia del Inca Garcilaso en lo paradisiaco, lo próximo a la gracia anterior
a la naturaleza caída, tanto de los incas como de la naturaleza americana; todo
ello favoreció la labor ecumenizadora del Imperio español en América y, a la
vez (aspecto también relacionado con la nostalgia inca materna del autor) dice
bien del Imperio “elegido” del Inca que no sofocó ese vínculo de gracia en sus
sometidos.
Como conclusión, no es evitable (dado que no
hay una teorización de la historia más potente, o las que se le aproximan, como
es la marxista, usan parecidos o iguales tópicos: América primitiva, naturaleza
de gracia, sin pecado, anterior a la llegada de los europeos, salvación final
por una retórica de justicia humanista reivindicadora de derechos espirituales alienados
por la civilización) que las polémicas sobre el Imperio se repitan cada cierto
tiempo, y con más ignorancia en un mundo hoy ya emergente que empieza a dar
síntomas de una cada vez más extendida barbarie que se arroga un poder aún marginal
frente a los imperios sin dicha actuales (no elegidos de la Gracia). Solo el
freno de la ideología democrática universal, la democratización o socialización
del poder tecnológico y la persuasión de la bomba nuclear pueden ponerle límites
a esa nueva barbarie. (Quizá, esa sea un momento necesario del despliegue
ecuménico cristiano. Quizá. El Papa y Roma lo estudian, y miden los poderes).
Fulgencio Martínez
Agosto
2020
revista ágora digital/ cuaderno de vacaciones 2020/ agosto 2020
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