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viernes, 21 de agosto de 2020

Visión providencialista en los "Comentarios reales" del Inca Garcilaso de la Vega, con una apostilla donde se trata de la estéril polémica sobre el Imperio. Escritos filosóficos y literarios/ Fulgencio Martínez. Revista Ágora digital/agosto 2020/ cuaderno de vacaciones 2020

Comentarios reales I | Inca Garcilaso de la Vega | Linkgua ediciones 





























VISIÓN PROVIDENCIALISTA EN LOS COMENTARIOS REALES DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA, CON UNA APOSTILLA DONDE SE TRATA DE LA ESTÉRIL POLÉMICA SOBRE EL IMPERIO


El poder de la dinastía real de los Incas fue Roma en América, un imperio, igual de perfecto, en cuanto “civitas”, autoridad justa y paterna, y cuyos orígenes y contacto mantenido con la “Naturaleza” purificaron sus costumbres. (Una Naturaleza cuasi paradisíaca)…


El “providencialismo”, interpretado bajo el criterio renacentista de armonía y equilibrio, complica algo más la visión del Inca Garcilaso: la enriquece (y de paso, nos despierta, a sus lectores de hoy, el deseo de una inteligencia más sutil que se acerque un tantico a la sombra del clásico español).  Los Incas fueron perfectos en el orden natural, como la Cristiandad Ecuménica, en cuyo ideal se refugia el Inca Garcilaso, lo es en el plano sobrenatural.

Confieso que hay, en la visión providencialista del Inca Garcilaso, mucha sutileza y cuestiones a las que no llego...


En un mundo como el actual, donde ha vuelto a ser polémica la huella hispana en América, es curioso comprobar el mismo origen de las dos posiciones, la anti y la pro, las cuales se remontan a teorizaciones y términos semejantes (naturaleza, humanidad, paraíso, gracia, caída, restauración de un orden de justicia) y que implican, a su vez, posiciones anti o pro cristianismo ecuménico (romano), Imperio y civilización.


A más de ser esa polémica consecuencia de una protesta contra lo español o hispano, es una enmienda a la historia sucedida y a su interpretación también histórica efectiva. La posición antiespañola o proespañola implica una posición anti o pro católica, pro o anti Imperio y, en suma, pro o anti civilización.




1.Comentarios reales se publicó como primera parte en 1609. Su autor, el Inca Garcilaso de la Vega continuó la obra, que se publicaría como Historia general del Perú, en un segundo volumen póstumo (1617). Para analizar la “visión providencialista” hemos de tener en cuenta las dos partes de la obra, que integran la preocupación y la intención de su autor, la continuidad de su “relación" histórica y etnográfica, y el sentido que el escritor otorga a los hechos relatados, de acuerdo con una gran conceptualización de la historia del Nuevo Mundo como parte de la Historia Universal interpretada bajo la óptica providencialista agustiniana.
            Al tratar el tema del “providencialismo” nos movemos, por tanto, en un plano de filosofía de la Historia: un nivel complejo, abarcador, que se sobrepone a los hechos menudos; incluso, a los grandes temas que trata la obra del Inca. (Brevemente: en su primera parte, la descripción de la civilización inca, sus costumbres, dioses, etc. La segunda, la Conquista del Perú, las guerras civiles entre los españoles).
            Pero, los grandes conceptos o interpretaciones históricas que guían al Inca Garcilaso se manifiestan también en el plano de la organización textual de su obra y en los detalles.
            Aunque voy a referirme, de forma algo abstracta, al plan más general e ideológico, intentaré, finalmente, recalar en el plano del texto literario.

2. Por un lado, la cultura humanista que asumió el Inca Garcilaso le hace concebir la Historia bajo categorías de universalidad y “humanitas” (humanidad, civilización). La Historia ya no se concibe, al modo del Medioevo, como crónica local, ni siquiera nacional.  Se empieza a entender ya como desarrollo de la “naturaleza humana” (“desarrollo” que aquí solo significa despliegue, no evolución o progreso al estilo de la filosofía ilustrada del s. XVIII).
            Otro componente, en la formación del Inca Garcilaso, el componente cristiano, patrístico, y en concreto, la filosofía de la Historia, providencialista, de S. Agustín, aporta al autor de Comentarios reales una interpretación teleológica, sobrenatural, y en suma “en progreso” (hacia un fin predeterminado por la Providencia divina), de que carece la cultura naturalista del Humanismo renacentista.
            Una “visión triangular de la Historia”: se ha llamado así a la periodización, o marco providencialista en progreso, que tiene el autor de los Comentarios
                Barbarie   /   Civilización pagana   /Civilización cristiana
                                    (En su expresión
                                    máxima: Imperio)

Bien, este esquema se corresponde con la secuenciación trina de la Historia en la obra Civitas Dei, de San Agustín. Roma representó para el Mundo Antiguo el nivel necesario para la venida de Cristo y de la civilización cristiana, que comportará en un tiempo-eje progresivo el triunfo de la Nueva Jerusalem, la “Ciudad de Dios”, el afincamiento, al final de la Historia, del arquetipo del Reino de Dios o Jerusalem Celestial.
Toda la Historia humana está dirigida -en un plano sobrenatural- por la esperanza nueva en que se cumpla esa meta: escatología, providencia y esperanza son conceptos solidarios dentro de la “teología” agustiniana: su “teología” o saber de los planes internos que prepara Dios para la Historia y para el Hombre, le llevó a San Agustín a interpretar la experiencia empírica de la sucesión de imperios, guerras, instituciones, dolor e injusticias en la Historia, con la luz que “justifica” todo: la Providencia, y teleología divina que la sigue (teleología: explicación por causas finales, muchas veces remotas y ocultas respecto a los hechos empíricos). Queda, pues, abierta la posibilidad de justificación de la Conquista.
            Para el Inca Garcilaso, un paralelismo se da entre el Viejo y el Nuevo Mundo. América, y, en concreto, el Incario (cuya perfección idealizada describe en la Primera Parte de los Comentarios reales), o sea, el poder de la dinastía real de los Incas, fue Roma en América, un imperio, igual de perfecto, en cuanto “civitas”, autoridad justa y paterna, y cuyos orígenes y contacto mantenido con la “Naturaleza” purificaron sus costumbres. (Una Naturaleza cuasi paradisíaca).
            En América, preparó, pues, la llegada de la Civilización Ecuménica cristiana, ideal católico-imperial que Garcilaso recoge, con cierta retrospectiva nostálgica, de Carlos V.

            El “providencialismo”, interpretado bajo el criterio renacentista de armonía y equilibrio, complica algo más la visión del Inca Garcilaso: la enriquece (y de paso, nos despierta, a sus lectores de hoy, el deseo de una inteligencia más sutil que se acerque un tantico a la sombra del clásico español).  Los Incas fueron perfectos en el orden natural, como la Cristiandad Ecuménica, en cuyo ideal se refugia el Inca Garcilaso, lo es en el plano sobrenatural. 
Confieso que hay, en la visión providencialista del Inca Garcilaso, mucha sutileza y cuestiones a las que no llego.

            La traición de Atahualpa sembró la discordia, la culpa que precedió al final de la civilización inca, y, por tanto, justifica la colonización.
            La Iglesia, el Imperio español llevan a América un nuevo orden basado en la ley sobrenatural, en la Gracia y en las Escrituras.
            En fin, el Inca, bajo su óptica providencialista, inserta la historia de América en la Historia Universal, leída con la nostalgia (de la que hace gala en la Primera Parte de su obra) por la desaparición de su cultura materna, inca; pero una nostalgia vuelta, ahora, hacia adelante, convertida en “esperanza”: la única forma de enfrentarse a la historia en bruto, horrorosa y hermosa, real, de guerra sin piedad, que es su relato de la Historia general del Perú, o sea, la metáfora de la historia humana auténtica.
Vemos, por fin, por qué el autor necesitó, en el fondo, su “providencialismo”, a medida que completaba las dos caras de su nostalgia: la del mundo perdido, y la de la esperanza de un nuevo renacer al final de la tragedia: esperanza milenarista de sesgo igual a cualquier “fábula historial” (sea mito indígena o cristiano); y también, al tiempo, las dos partes -textuales- de su obra magna.
           
APOSTILLA


En un mundo como el actual, donde ha vuelto a ser polémica la huella hispana en América, es curioso comprobar el mismo origen de las dos posiciones, la anti y la pro, las cuales se remontan a teorizaciones y términos semejantes (naturaleza, humanidad, paraíso, gracia, caída, restauración de un orden de justicia) y que implican, a su vez, posiciones anti o pro cristianismo ecuménico (romano), Imperio y civilización.
     A más de ser esa polémica consecuencia de una protesta contra lo español o hispano, es una enmienda a la historia sucedida y a su interpretación también histórica efectiva. La posición antiespañola o proespañola implica una posición anti o pro católica, pro o anti Imperio y, en suma, pro o anti civilización.

El Inca Garcilaso recoge un momento único de esa fuente primordial de teorización sobre la historia y la realidad americana. Con sutileza y equilibro renacentistas, a lo cordobés, diríamos, con la finísima inteligencia de un Góngora, compone en un nudo dos aspectos que separados originarían -como hoy en día- interminables, inútiles y hasta crueles polémicas.
La fuerza bruta, la barbarie, la guerra y la conquista han sido constantes en la historia (no son ajenas a ella). La barbarie es una primera parte de la historia, que lo es hasta que una parte vencedora, bárbara, se somete al Imperio de la Ley (y somete a todos sus vencidos también). El Imperio (como lo fue el Inca o lo fue Roma) es el paso a la tercera fase del despliegue (que no implica evolución dialéctica ni progreso) de la Historia: la ley espiritual, la Cristiandad.
Quedan cuestiones pendientes en este esquema: ¿por qué no todos los Imperios fueron merecedores de ese tránsito a la ley cristiana? Hoy aun comprobamos que en el mundo no existe la real Ecumene cristiana. ¿Será porque al Inca Garcilaso solo le incumbe justificar el poder cristiano del Viejo Mundo y del Nuevo Mundo (América)? El primero, por la venida de Cristo y el testimonio de los apóstoles; el segundo, por la gracia paradisíaca de la naturaleza de América (tanto la naturaleza física como la humana), o al menos de las tierras sometidas al Imperio del Inca quien habría sabido guardar esa reserva espiritual, prístina, primitiva y, por tanto, ser merecedor de la venida de la ley cristiana.
América, por extensión, gracias al Imperio inca, tuvo el honor (y tiene, frente a interpretaciones hoy torcidas y poco inteligentes) de ser conquistada por la ley de Cristo.
Otra cuestión es, mirando al mundo actual, ¿qué justificaría los actuales Imperios, cuál sería su teleología?  Puesto que el cristianismo ya llegó a la historia y “eligió” a sus imperios para extender en todo el desarrollo de la historia humana su red ecuménica en despliegue milenario.
No son, parece, imperios de ley: quiere decir, según interpretación teleológica, no son esos imperios poscristianos imperios de ley espiritual. Nada, en principio, los justifica (ni el americano, ni el chino, ni el nazi, ni el soviético en su día, ni el ruso hoy, ninguno).
Pero se comete un error cuando se juzga y se mete, en el mismo saco, retrospectivamente al imperio español de los Reyes Católicos, y sobre todo, de Carlos V y Felipe II. Ese imperio español, con sus intelectuales, formó una ideología del Imperio que justifica al imperio español como paso o pilar necesario del trasvase de la Ley a la Ley espiritual, de la primera que solamente pone orden a la barbarie y que no deja sin embargo de estar contaminada por ese origen, a la Ley que devuelve la Gracia del espíritu a la Naturaleza humana (en una perspectiva de esperanza, abierta, claro, a la consumación de los siglos).
 Comprendemos, mejor, finalmente, el porqué de la insistencia del Inca Garcilaso en lo paradisiaco, lo próximo a la gracia anterior a la naturaleza caída, tanto de los incas como de la naturaleza americana; todo ello favoreció la labor ecumenizadora del Imperio español en América y, a la vez (aspecto también relacionado con la nostalgia inca materna del autor) dice bien del Imperio “elegido” del Inca que no sofocó ese vínculo de gracia en sus sometidos.
Como conclusión, no es evitable (dado que no hay una teorización de la historia más potente, o las que se le aproximan, como es la marxista, usan parecidos o iguales tópicos: América primitiva, naturaleza de gracia, sin pecado, anterior a la llegada de los europeos, salvación final por una retórica de justicia humanista reivindicadora de derechos espirituales alienados por la civilización) que las polémicas sobre el Imperio se repitan cada cierto tiempo, y con más ignorancia en un mundo hoy ya emergente que empieza a dar síntomas de una cada vez más extendida barbarie que se arroga un poder aún marginal frente a los imperios sin dicha actuales (no elegidos de la Gracia). Solo el freno de la ideología democrática universal, la democratización o socialización del poder tecnológico y la persuasión de la bomba nuclear pueden ponerle límites a esa nueva barbarie. (Quizá, esa sea un momento necesario del despliegue ecuménico cristiano. Quizá. El Papa y Roma lo estudian, y miden los poderes).

Fulgencio Martínez
  Agosto 2020


  revista ágora digital/ cuaderno de vacaciones 2020/ agosto 2020

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