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sábado, 18 de enero de 2020

La libertad interior en "Cancionero y romancero de ausencias" de Miguel Hernández. Segunda Parte. Por Fulgencio Martínez. Revista Ágora digital. enero 2020


En esta segunda parte, proseguimos nuestro acercamiento al sentido del verso “No, no hay cárcel para el hombre”, del poema “Antes del odio”,  de Miguel Hernández. Ahora, nos dirigiremos a un análisis textual de la obra Cancionero y Romancero de Ausencias, para poner en referencia el sentimiento de la libertad interior que el yo poético expresa.

La conclusión de esta segunda parte, y del presente trabajo sobre la libertad en Miguel Hernández, pretende iluminar aspectos sorprendentes de la relación de la poesía con el texto escrito.

                 dedicado a mi profesor Vicente Granados Palomares

 

LA LIBERTAD INTERIOR EN "Cancionero y romancero de ausencias" de Miguel Hernández. SEGUNDA PARTE






III. Nos vamos a ceñir a una pesquisa textual. Hemos constatado las recurrencias del término “cárcel” en el Cancionero y Romancero…  Aparece en pocas ocasiones: cuatro.   Aparte del poema 60, el referido "Antes del odio", donde sobresale el llamativo verso "No, no hay cárcel para el hombre", se registra en el poema 66 ("Después del amor"): "Y el corazón permanece / fresco en su cárcel de agosto", donde "cárcel" es un concepto superado en este caso por el sentimiento del amor, como en el otro por el sentido profundo de humanidad que tiene el poeta. Otra tercera vez, en plural, en el poema 69: "Entre nuestras dos sangres / hay cárceles con manos", donde el sentido de cárceles, en principio negador, en línea con lo que aleja, está matizado con el sintagma "con manos", imagen de una celda donde aún las manos se abren entre las rejas y llaman con gesto desesperado. Y una cuarta vez, en las "Nanas de la cebolla", en el conocido pasaje "Tu risa me hace libre/ me pone alas. / Soledades me quita, / cárcel me arranca”.

Se puede indicar que una palabra tan negativa solo aparece en su significado nítido en esta última cita. De forma alusiva a la piel, o a algo que se lleva tan dentro y por fuera, como si la risa del niño le arrancara la vida (en el orden paradigmático resuena la asociación vida-cárcel) o como si le liberara de la muerte, el término “cárcel” aparece aquí de forma nada velada, con una gran fuerza poética.
Es usual el eufemismo para referirse a realidades negativas en la que uno vive a diario. La mención directa, sin edulcorar, a la realidad está suavizada en el poema –y de nuevo, la paradoja- por la cercanía versal del término “libre”.  Libre….. cárcel…. Pero, ahora la paradoja encuentra un punto de explicación discursiva y racional: la risa del niño, el nuevo hijo nacido de la pareja, que en sus visitas a Miguel le dejaría un recuerdo de alegría y libertad. Sabemos, sin embargo, por los biógrafos del poeta[1], que referencian la correspondencia entre este y su esposa, Josefina Manresa, el motivo del poema (madre e hijo pasan tal hambre que solo pueden alimentarse de “pan y cebolla”) y la circunstancia de que el poeta se encuentra en una cárcel de Madrid, lejos de su familia. Lo discursivo y racional se nos cae de nuevo.

La risa del niño como índice de solución de la paradoja, se vuelve otro símbolo problemático. ¿Es la risa posible en la tragedia de la cárcel? Aunque esa risa sea un recuerdo o la anticipación de un recuerdo que el yo poético imagina, tampoco se sostendría esta interpretación, si reparamos en la fuerza de aserción y constatación testimonial que tiene el verso “Tu risa me hace libre”, así los otros de este poema. Por debajo de la lectura emotiva del poema, suenan verdades, golpes de sentencias; como en un debate en la poesía medieval, se dictan razones, frente al contrario. “Conceptos del corazón”, si queremos …seguir en paradoja.
Por otra parte, solo apuntar algo más en este sentido: al menos en el pasaje donde se menciona una “cárcel de agosto”, y en otras alusiones, aparece el motivo de la “cárcel de amor”.




IV. Para intentar abrir nuestra comprensión a esta poesía que se nos ha vuelto espesamente paradójica, tendríamos que estudiar la concurrencia de “cárcel” (ausencia) con “libertad”, “amor”, y otros términos centrales en el libro.  Nos limitaremos a señalar nuestra opinión de que en el poema "Ascensión de la escoba" es donde de forma más clarividente expresa Miguel Hernández aquel sentimiento interior de libertad tan arraigado en él, que se puede confrontar con las circunstancias más adversas pero, además, dignificar cuanto toca, incluso la humilde materia, la escoba. 

También se conocen el motivo y las circunstancias punitivas, humillantes, que dieron origen a este soneto alejandrino escrito en la cárcel, y que el poeta transcribió en un cuaderno junto a otras composiciones que seleccionó en primer lugar para el libro Cancionero y Romancero de ausencias.
A pesar de su contexto, en este poema se supera la tensión de la paradoja en la que parecía cobrar fuerza el sentimiento de libertad interior, hasta el punto de hacernos hasta ahora pensar que ese sentimiento tenía su esencia en la misma paradoja. En “Ascensión de la escoba” la apertura se muestra con vuelo ágil y leve, desde la materia más baja y desde el instrumento menos valorado (la escoba, que en cierto modo viene a cumplir la aspiración de “las manos” -de El hombre acecha-: su impulso a humanizarse, a elevarse, es metonimia del sujeto humano que - como dice Miguel Hernández, en uno de sus textos en prosa- es instrumentalista, y no instrumento, mano de obra asimilable a la máquina desde el punto de vista del trabajo deshumanizado y explotador. Ahora la escoba viene “Para librar del polvo sin vuelo cada cosa”, todo lo alienado y rebajado en el hombre y en el mundo.

Miguel Hernández denuncia la injusticia y la explotación capitalista sobre el pueblo trabajador, pero alerta contra la deshumanización que suponía el maquinismo y el colectivismo (según testimonios, entre otros de María Zambrano, Miguel Hernández volvió cambiado y taciturno tras su estancia en Ucrania, en la Unión Soviética, a comienzo del otoño de 1937, cuando había ya publicado Viento del pueblo en el verano de ese año, y posiblemente comenzara a escribir los poemas de El hombre acecha, en otro tono más pesimista y preocupado por los temas del hombre, por la amenaza a la libertad y a su esencia humana en el siglo XX, la época  que en los años 30 estrenaba un nuevo rostro, el de la figura del “trabajador” (como dijo el escritor-filósofo E. Jünger).  

La poesía de Miguel Hernández advierte contra la manipulación y cosificación de este nuevo sujeto dentro del engranaje productivo-económico, y su utilización por cualquier forma de totalitarismo. Versos como “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo” (del poema “El herido”, II) son expresión de un ansia de realización humana que no puede cosificarse en el hombre-instrumento, de su época, como hoy tampoco en el hombre-consumidor, de la nuestra. Miguel Hernández es fiel a un marxismo humanista (como el que desde hace décadas se ha descrito en el “joven Marx”, de los Manuscritos económico-filosóficos), pero no se puede descartar en “Ascensión de la escoba” la huella de su formación en los escritores místicos y ascéticos y  la alusión metaliteraria a un símbolo cristiano de salvación.[2] 

Por tanto, en “Ascensión de la escoba” hay un máximo de apertura, que fluye, y que incluso alienta a ascender: se solidariza con toda materia caída en la sombra, en la muerte. El polvo va hacia la aurora, gracias a la escoba, que es el trabajo creativo del hombre; la juventud del mundo rompe el límite de lo siempre idéntico y conocido, el círculo de la repetición, y el ardor humano imita a la palmera que se dirige al cielo.

En Romancero y cancionero de ausencias el término viento siempre tiene una connotación negativa, turbia y separadora, a la vez que fija la soledad. Ya no es el “viento del pueblo” que hacía avanzar la libertad. Pero, ahora, la función positiva de ese símbolo la cumplen otros, como la escoba, en este poema que comentamos. (Por razones de coherencia métrica y estilística, los editores suelen publicar fuera del Cancionero y Romancero de ausencias, en su apéndice, el poema “La ascensión de la escoba”, que Miguel Hernández copió en el primer cuaderno de este libro, entre otras canciones y romances, a pesar de ser este un soneto alejandrino. Queremos solo indicar la coherencia temática que aconsejaría incluirlo de pleno en ese libro). 


V. Ya hemos caracterizado la libertad interior como impulso de apertura. Conviene aclarar esta misma palabra: apertura. Recogiendo un cierto tópico, el libro Romancero y cancionero de ausencias se entiende como diario íntimo, poesía autobiográfica (sin duda, está hecho de esos ingredientes personales y biográficos). Y en relación a esta interpretación, se entiende que es un libro intimista, donde no se da la apertura al otro, a lo exterior, a lo social, etc, como en Viento del pueblo. (Esta interpretación se encuentra reflejada en la introducción a la edición que nos sirve de referencia, y es asumida por sus editores). 

Precisamente, ocurre que el tema fuerza del libro es la apertura (la trascendencia de la cárcel, de las prisiones de lo biográfico y de cualquier otra cosificación que limite el impulso de libertad. Si no entendemos eso así, no llegamos a apreciar el máximo de apertura y trascendencia que alcanza el poema antes comentado, y tampoco los otros poemas en los que se juega un grado de apertura, y donde el poeta expresa su convicción en la libertad y de haber conseguido, aun en la paradoja, abrir la condición limitadora).

Podríamos decir que, ante la cerrazón de lo externo, el poeta no intenta nada, renuncia, y solo pretende ensayar una apertura hacia sí, hacia su yo biográfico e íntimo. Pero esta visión tampoco sería verdad, ni coherente con una lectura no tópica del libro. Esa lectura personal resuelve fácilmente su punto débil con el expediente de que, cuanto más ahonda en sí mismo el poeta (o la poesía), alcanza más trascendencia humana. El libro, como universo poético, no es una traducción, ni tiene valor por traducción; sino que es ya en sí, desde su ideología poética, un mensaje simbólico, una escritura en la que todos estamos convocados porque nos hace presentes en él. Miguel Hernández, como poeta, consigue, en efecto, abrir la presencia de cualquier ser humano en su libro; no hay que traducirlo desde lo biográfico íntimo a lo más general poético.  (De forma algo provocativa, habíamos pensado un título para este trabajo: Miguel Hernández, el libre de sí mismo. Recordando una expresión del joven poeta, en carta a Juan Ramón Jiménez, donde se autodefine: “pobre de mí mismo”; y dando a sugerir, con la ambigua preposición “de”, el sentimiento innato de la libertad de Miguel y, por otro lado, el resultado final de su creatividad; libre por nacimiento, por ser hombre; y libre de su yo. Nos pareció que era un expediente poco fácil de defender para solventar la paradoja).

VI. Nos proponemos, a continuación, señalar en el texto de Cancionero y Romancero de ausencias, algunos términos que juegan en el lugar de la oposición libertad interior/cárcel cuando esta oposición se ve sobre el doble eje de sentimiento de apertura y futuro / sentimiento de cerrazón, muerte, vacío, soledad. Hay que observar que un mismo término como "vientre" o "casa", “agua”, “distancia”, “mar”, puede, en según qué poema,[3] situarse en un lado y otro de dicho eje, y por tanto significar libertad o el negativo, cárcel.  En cambio, otros términos son en principio negativos: soledad, hoyo, cementerio, viento; arma, cuchillo. 

Los términos que indican unívocamente la noción de apertura son “vuelo”, “alas”, ”pájaro”, “sol”, “niño”, “risa”.  (“Vuela niño en la doble / luna del pecho. (…) En las seguidillas del poema 74 (“Nanas de la cebolla”) todos los términos están conjuntados por la posibilidad que abre la acción de volar; incluso otros no citados, como “espada”, “dientes” -que pertenecen a un subtema que luego aclararemos- cobran por proximidad una carga de apertura y positividad.  De la serie, la noción de “vuelo”, común denominador de los términos, se afianza hasta tal punto que metaforiza la libertad interior en oposición a cárcel en un plano semántico general dentro del lenguaje poético propio del libro Cancionero y romancero… Vuelo (libertad interior)/cárcel.  Sin embargo, hay una latente tensión entre la noción de vuelo y la libertad interior. Solo pensando en términos místicos (no necesariamente cristianos, neoplatónicos, a la manera de Plotino, que en las Enneadas describe un viaje interior por la que el alma profundizándose en sí misma llega al cielo de las Ideas), se podría superar la brecha que impide la perfecta metáfora de sustitución entre los dos términos. Volar, en unos de los “Poemas últimos”, de Miguel Hernández, se convertirá en un imposible, o sea, se hará patente su no identidad total con la libertad. Y volverá, pues, al eje de la apertura dentro de la oposición con cerrado; por tanto, a ser término positivo pero dentro del ámbito de tensión de la paradoja. Una libertad trascendente o natural como la del pájaro solo es un símbolo del deseo.

En el poema “Vuelo” Miguel Hernández reflexiona sobre una de las temáticas principales de Cancionero y romancero de ausencias. “Solo quien ama vuela… Pero quien ama tanto / que sea como el pájaro más leve y fugitivo. / Hundiendo va este odio reinante todo cuanto /quisiera remontarse directamente vivo. / (…)  Amar… Pero ¿quién ama? Volar… pero ¿quién vuela?/ Conquistaré el azul ávido de plumaje / pero el amor, abajo siempre, se desconsuela /de no encontrar las alas que da cierto coraje.”

Aquí, nos encontramos con la presentación nítida del eje apertura/cerrazón, que a través de la noción de vuelo pretende interpretarse como oposición arriba/ abajo, y entender esa apertura hacia arriba (que supera y trasciende el bajo mundo) en identidad con la libertad. Pero, precisamente, el poema desmiente esa operación.

Aparece aquí un término como amor ligado a apertura. Hemos dejado al margen un subconjunto de términos en el Cancionero y romancero… que hacen especial mención al mundo humano, son términos psíquicos de una categoría especial: agentes que movilizan o detienen los planos. Básicamente: la oposición amor /odio. 

Amor y odio son los verdaderos protagonistas de una lucha humana, y hasta cierto punto, cósmica. Falla la libertad, la apertura, en vuelo hacia arriba, que olvida el amor o entrega a este como rehén (el amor siempre está abajo, en la tierra, en el cuidado del otro y con el otro humano). 

Este poema, que es una reflexión a posteriori sobre el Cancionero y romancero… termina con cierta melancolía y tristeza. Constata la derrota, casi describe un paisaje de posguerra (“Cada ciudad, dormida, despierta, exhala/ un silencio de cárcel (….). El hombre yace.”). Es la derrota de una humanidad libre y solidaria, un paisaje tras un apocalipsis que cierra el sueño de humanidad de la Historia: la libertad.

Pero, abstrayéndonos de esa reflexión tan terrible, que, por cierto no es la última palabra del poeta (esta vendría en el final de su poema “Eterna sombra”: “Pero hay un rayo de sol en la lucha /que deja siempre la sombra vencida”);  el poema señala a la comprensión de la libertad en unión al amor; la libertad-solidaridad que veremos en otro poema, “Las cárceles, II”, donde Miguel reflexiona sobre su idea de libertad.

Antes, para concluir el dibujo de las oposiciones semánticas que nos parecen relevantes en el Cancionero y romancero…, y que son la base, en sus poemas, de todo tipo de paralelismos, correlaciones, metáforas (y en el plano semántico, de contrastes y analogías, asimilaciones, tensiones y repulsiones), conviene señalar otros dos ejes de oposición: detenido/ dinámico;  y pasivo/activo. Esta doble polaridad está a la raíz de aquella otra más evidente, que ya hemos señalado: libertad / cárcel; apertura/cerrazón.

Descender a ver ese eje permite estudiar términos como los que hemos dejado al margen: el subconjunto de los términos psíquicos y sus productos (amor, odio, historia, guerra, lucha, sed, sangre, esperanza, etc), pero también incorporar ahora, de pleno, otros dos subconjuntos léxicos que no podíamos encajar: el subconjunto de los términos de la naturaleza (tan presentes en el libro) y el de conceptos metafísicos abstractos (muerte, vida, mundo, y los que metaforizan el tiempo, especialmente, el futuro: “mañana”).

Lo detenido se opone a lo dinámico, a la corriente de la vida. Pero dado que no hay una correspondencia fiel entre detenido-dinámico con la oposición apertura-cerrazón. Es decir, cada oposición en su dominio mantiene una especial dialéctica en sus términos, de modo que no hay una columna positiva y otra negativa, por así decir, donde podamos automáticamente incluir los miembros de la antítesis. Se trata de un mundo poético emocional fluido, donde las categorías lógicas se muestran porosas y un término, dentro una oposición, puede actuar, atraer o repeler a otro, incluso de su propia “valencia” a priori. Así, por ejemplo (lo hemos sugerido ya) los términos que en principio puede sugerir apertura de la ausencia, puede perder su “valencia” positiva al ser representación de lo detenido. Esta influencia negativa del mundo detenido afecta al agua, por ejemplo. “Agua removida” que se vuelve “turbia”. El agente último de esa influencia es el odio; como de lo dinámico es el amor. La misma agua removida por el amor es transparencia de fondo: señala presencia viva. En el extraordinario poema 5, vemos ese juego de transferencias, que dota de distinta semántica connotativa a una misma expresión: en la primera parte, la del amor, el agua es positiva apertura: 

 “En el fondo del hombre 
 agua removida. 
 En el agua más clara  
quiero ver la vida.

En la segunda parte, el odio paraliza y enturbia, y de algún modo también presenta una verdad: el otro lado oscuro del hombre  

“En el fondo del hombre  
agua removida.
En el agua más clara  
sombra sin salida.

En la primera parte el verbo “quiero” expresa un anhelo, una esperanza, tono desiderativo, proactivo; la segunda parte muestra la realidad oscura: tono trágico, quizá de desengaño crítico. Pero el poema no resuelve, sino deja constancia de estas dos miradas opuestas. Termina repitiendo el estribillo. Casi, ahora, en tono de sentencia. De mero constatación casi deística. Pero también de apelación, de apóstrofe. (La supresión de nexos, índices, propia de la síntesis de la canción favorece toda esa riqueza semántica y pragmática del poema).
              En el fondo del hombre 
                   agua removida.” 

Tenemos que referirnos, por último, al plexo de oposiciones más de base. La oposición entre activo/pasivo; o sea, entre acción y pasividad, entendiendo que esta última no equivale a inactividad, pues la resistencia pasiva entra en su categoría. La Historia humana de la libertad sería el ejemplo paradigmático de la categoría de activo. La resistencia pasiva, la propia escritura de Miguel en sus años de cárcel, se encuadran dentro de la categoría de pasivo. Este eje –acción que transforma el mundo/ resistencia pasiva, separa dos tiempos de Miguel Hernández, y distingue a un libro como Viento del pueblo, y aun algunos poemas de El hombre acecha, del ciclo de resistencia pasiva de otros poemas de ese libro y todos los de Cancionero y romancero de ausencias. (La temática de fondo y la ideología poética son las mismas en todos esos libros; pero hay un cambio de tono que se explica si atendemos a la influencia de una u otra de esas dos categorías).

            Resumiendo nuestra opinión sobre el tema de la libertad en el Cancionero y romancero de ausencias, teniendo en cuenta el modelo de las cuatro oposiciones que hemos destacado: la libertad que surge como libertad interior (frente a cárcel o su hiperónimo: ausencia) pasa al eje de apertura/cerrazón, trascendiéndose en lo que tiene de interioridad clausurada, e intentando identificarse con el movimiento de apertura en lo real, hasta tal punto que se sublima a veces en un movimiento simbólico, como el pájaro. La libertad salva el escollo de lo detenido, en el siguiente eje (recordemos que hay otros términos que se vuelve ambiguos en su significación de lo abierto al quedar fijados). La libertad, impulsada en esa zona por el amor al mundo de lo dinámico, se enfrenta, por último, a la oposición acción/pasividad. No supera esa prueba y ha de contentarse con ser testimonio de una resistencia pasiva, o seguir luchando en otros términos,  como ocurre ya en los “Poemas últimos”, especialmente en el tríptico “Hijo de la luz y la sombra” (que Miguel Hernández posiblemente pensaba incluir en el Cancionero y romancero de ausencias…. y que copió en versiones no definitivas en un cuaderno que llevaba el título de ese libro; como recuerdan los editores de la edición que seguimos.[4]). La alianza con las potencias de la noche, con lo femenino y el fruto de la fecundidad, el hijo, trasciende el esfuerzo del amor. La libertad activa, creadora y transformadora del mundo se continúa en una mañana de sangres supervivientes, ecos de toda la cadena de los muertos, donde sigue la esperanza, la lucha por la definitiva apertura y salida...

A esta luz, en el Cancionero y Romancero… la pareja humana, los seres humanos adquieren la condición alegórica de los encadenados en el mito de la caverna platónico. La apertura del amor, la aventura trágica de la libertad-solidaridad recorre una “escarpada subida”; ha de liberarse de la paradoja de la libertad interior que, en sí, lleva el sello de la cárcel (de la prisión, con la que Platón compara también la caverna; “vivienda-prisión”). La libertad en el libro de Miguel Hernández nos habla, pues, del destino humano, como en ese mito de la “República”: desde un profundo sentido de la condición trágica del hombre (“encadenado”, o como dice Miguel Hernández en aquel poema 60, “Antes del odio”: “dentro de la triste /guirnalda del eslabón”), pero, también (pues toda caverna tiene salida al sol, y el mito como el libro de Miguel Hernández no tendría sentido sin un mensaje final de superación y esperanza) de un hombre cuya naturaleza no está fijada, sino que es abierta y dinámica; por tanto, de una historia de realización que, aunque pueda en determinados tiempos replegarse en la resistencia, mantiene encendido el faro de la libertad-solidaridad (la “filía” platónica que lleva al liberado de la caverna a descender para rescatar de allí a otros, dado que lo que se juega es el destino del hombre en su totalidad).

No podía Miguel Hernández, en el Cancionero y romancero…, ser más coherente con su obra anterior, perseguir la misma temática de la libertad, en otro tono, teniendo en cuenta la circunstancia personal e histórica. Si volvemos al poema “Las cárceles (II)”, [5] del libro El hombre acecha:
           La libertad se pudre desplumada en la lengua 
                  de quienes son sus siervos más que sus poseedores. 
                  Romped esas cadenas, y las otras que escucho 
                      detrás de esos esclavos. 

                 Ésos que sólo buscan abandonar su cárcel, 
                 su rincón, su cadena, no la de los demás.
              Y en cuanto lo consiguen, descienden pluma a pluma,
              enmohecen, se arrastran. 

                 Son los encadenados por siempre, desde siempre.     
                 Ser libre es una cosa que solo un hombre sabe:  
                 Sólo el hombre que advierto dentro de esa mazmorra   
                 como si yo estuviera.


Esta misma libertad como cuidado (Sorge[6], cuidado existencial) del otro, con el otro (Mit-sorge), en un solidaria lucha por la liberación humana se puede entender desde cualquier ideología, cristiana, marxista, espiritual o materialista, como amor a uno mismo y al prójimo; en suma, es la libertad en sentido humanístico y solidario , el tema central de Cancionero y romancero… Hemos indicado dos textos de Miguel Hernández, uno anterior y otro posterior al tiempo de las canciones de ausencia; este, “Las cárceles”,  y “Vuelo”, de los “Poemas últimos”. Son textos donde se halla la reflexión poética de Miguel Hernández sobre el tema que lleva en el Cancionero y romancero de ausencias. Este libro se nos representa, así, como un episodio entre estos dos momentos, que enuncian una reflexión sobre la libertad, el primero en tono más combativo, el segundo poema en una entonación pesimista. El Cancionero vacila entre la firmeza exultante y la amargura. Recordemos que, en el poema “Las cárceles”, tras dejar claro el significado de la libertad, el poema continúa en un tono desafiante, escénico, casi panfletario:
                       
 "Cierra las puertas, echa la aldaba, carcelero. 
 Ata duro a ese hombre: no le atarás el alma. 
 Son muchas llaves, muchos cerrojos, injusticias:                                                                
no le atarás el alma."

Y termina el poema con esta exclamación jubilosa: “Porque un pueblo ha gritado ¡libertad!, vuela el cielo. / Y las cárceles vuelan”.  Exclamación victoriosa de la paradoja e inocente en su olvido de la dificultad de la “escarpada salida”, y de que la historia de la esclavitud y la libertad siempre está recomenzando…. Sin embargo, no yerra la fusión vuelo y cárcel, apertura y cárcel, en un sintagma paradójico “las cárceles vuelan” (en paralelo con “vuela el cielo”). Nos indica que nos es posible la libertad del cielo sin abrir la cárcel terrestre. Advierte, pues, contra cualquier interpretación espiritual, que quiere salvar media libertad y pierde el todo de la libertad.
                                   
CONCLUSIONES
1. Si  hay un poeta cuya lectura de sus versos no acaba en el texto escrito es Miguel Hernández.  Como ocurre en toda verdadera poesía, la palabra del poeta resuena como un eco en la conciencia, se hace “dictum”, lectura interior, con nuestra voz, y viene a habitarnos en esas ocasiones  en que estamos urgidos por la vida. “Será la garra suave (…) Dejadme la esperanza”, “Menos tu vientre / todo es oscuro”,  “En la cuna del hambre (…)”, “No, no hay cárcel para el hombre” (por citar solo algunos  versos del último tiempo de la poesía de Miguel Hernández,  el de Cancionero y romancero de ausencias), son palabras que siguen interpelando el fondo de cualquier experiencia humana, más allá de su belleza poética. Cobran, pues, un sentido humano, universal y concreto, y en cierto modo, independiente de la voz que las creó (su autor) y (lo que queremos resaltar) en cierto modo, libre del texto aunque se haga posible a través de él.

Esta cualidad de la verdad poética - de trascender finalmente a su autor, al propio mundo (biográfico, ideológico) del poeta tanto como a su receptor o destinario inmediato  y al texto- a pesar de ser algo que se da por sentado, hemos procurado tenerla presente en nuestra aproximación a Miguel Hernández, y reconocerla como guía en nuestro ensayo de lectura.  Estamos siempre, en otras palabras, con la libertad, el tema que tratamos. Esa libertad de la palabra poética toca en el nudo de la libertad interior. La conciencia de esa condición libre de la palabra en poesía no solo es un resultado, una decantación a través de la comunicación en el lector, sino que incide en la propia escritura en el autor. Como cerrándose el círculo, de nuevo ata la palabra a la voz que la pronuncia desde la conciencia de la libertad: en el Cancionero y Romancero de ausencias, Miguel Hernández se siente libre y escribe siendo consciente del valor de su palabra (para su hijo, su mujer y para la humanidad futura) en situación de cárcel. Vimos ahí una paradoja tensa. Pero  lo que no  hay ahí es ningún mesianismo ni megalomanía; es la conciencia humilde del poeta de que, a su través, escribe la libertad palabras que merecen ser recordadas en la conciencia humana de cualquier tiempo.

También la condición humilde, sabedora del límite, de toda libertad viene significada  por la ligazón de la poesía (la palabra viva de la libertad) a la escritura:  a unos  unos textos que precisan unos signos físicos, incluso el soporte del papel,  aunque este sea un trozo de papel higiénico, como el que empleaba el poeta para poder escribir en la cárcel algunas de sus canciones. La escritura, otra forma de cárcel; las condiciones de materiales de transmisión son otros tantos eslabones, pero gracias a ellos se transfiere el pulso oral y vivo de la poesía. Miguel acierta también en elegir para su libro de ausencias una expresión literaria que recuerda el género de las canciones orales tradicionales.


2. En un trabajo como este se suelen exponer los resultados de la aproximación filológica, junto con la metodología que se ha usado para estudiar un asunto sobre el que se debe dar una luz más o menos novedosa. No podemos, no obstante, obviar el aprendizaje interno, aunque solo sea porque con alguna muestra de este podemos mejor compartir, con quien siga nuestra exposición, el horizonte de la lectura abierta sobre el asunto estudiado. Un ejemplo, en nuestro caso: a través de algunos trabajos recientes (como los de Juan Carlos Rovira) sobre la “prehistoria” autorial de Miguel Hernández, sus primeros poemas inspirados en los poetas regionalistas y en las coplas flamencas, podemos entender mejor poemas ya maduros de Miguel como “El niño yuntero”, del libro Viento del pueblo, y las canciones que recuerdan la copla tradicional del Cancionero y romancero… Todo lo que cae en un poeta genial germina, no podemos despreciar esa prehistoria como mimética y simple aprendizaje de una voz. La crítica, si, la filología, no puede hacer eso. Por prejuicio crítico o estético no habíamos reparado en esos poemas primeros: alguno de ellos son el germen de poemas posteriores tan populares como el poema a “las albarcas desiertas”, que compuso durante la guerra civil, poema de celebración del día de Reyes, publicado en enero del 37 en “Ayuda”, periódico de las milicias proletarias, y que  tiene todo el sello hernandiano. La denuncia de la injusticia, el tema del hombre niño, del débil y desamparado al que se le priva de la realización como hombre, está en ese poema de forma reivindicativa, y en otros poemas primeros, como “En cuclillas ordeño” está el mismo universo de la naturaleza, el niño, el proletario, aunque aun no asome la conciencia crítica.
Esto nos lleva a preguntar qué es la voz propia, del poeta: se encuentra ya en el mundo que elige poetizar, nada se pierde en el dominio del genio, todo se asimila y se reconduce a un mundo propio y, finalmente, la voz que predomina, conseguida ya, repercute en las lecturas de la totalidad de sus textos.

3.  El asunto que elegimos para trabajar, la libertad interior,  nos ha llevado a centrarnos en un libro como Cancionero y romancero de ausencias… donde se reconoce el formato de una voz propia plena y depurada. Sobre ese libro los estudiosos aún están tratando algunos problemas textuales; sabemos ya mucho respecto a la situación (biográfica, histórica) en que fueron escritos sus poemas, pero quedan otros muchos asuntos pendientes. Uno de ellos, por relación con lo anterior, es la opinión generalizada (como Víctor García de la Concha) de que en ese poemario se encuentra la voz más depurada y propia de Miguel Hernández (para nosotros, sigue abierto el problema de la voz propia); otro: su convergencia o analogía con la canción tradicional, oral; otro sobre el interiorismo biográfico, o rehumanización de la poesía (especie de diario íntimo, en opinión de Carlos Bousoño); el tema de la interioridad y la apertura, que afecta al núcleo temático; la relación con el ciclo de Viento del pueblo, y El hombre acecha.
De algún modo, al elegir estudiar un tema como la libertad interior hemos tocado todos esos frentes. Y otros incluso que algún estudio, como el Antonio Gracia, que citamos en la bibliografía, ha señalado y empezado a estudiar con alguna mejor perspectiva: el tema de la mística y del sentimiento de lo trascendente.





FULGENCIO MARTÍNEZ
MÁSTER EN FORMACIÓN E INVESTIGACIÓN LITERARIA Y TEATRAL (UNED, MADRID).
Autor de la antología "La escritura plural. 33 poetas entre la dispersión y la continuidad de una cultura". (Ars poetica, Oviedo, 2019). Y de los libros de poesía "León busca gacela", "El cuerpo del día", "Prueba de sabor" y "Cancionero y rimas burlescas" -los cuatro publicados por Ed Renacimiento, Sevilla-, entre otros libros.






                                                              BIBLIOGRAFÍA
Básica:
- Hernández, M. El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias. Edición de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. Madrid, 2010, Cátedra. Ed. Letras Hispánicas. (Segunda edición, recoge 9 canciones en Cancionero…, que se unen a las 110 de la primera edición de 1984 de este trabajo de los editores. La introducción es un trabajo muy valioso, que abre puntos calientes en el estudio de Miguel Hernández).
Otras ediciones de Miguel Hernández:
-  “, M. Obra poética completa. Introducción y notas de Leopoldo de Luis. Bilbao, 1975, ed. Zero. Col. Guernica. (Recoge los Poemas últimos, un apéndice de “Primeros poemas”, junto con los libros publicados del poeta. Contiene una “Aproximación a la figura de Miguel Hernández” y notas, firmadas por Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia).
. “, M. Obras completas, Vol. 1. (Poesía) Vol. 3. Barcelona, 2006. RBA-Instituto Cervantes. Introducción y notas de Agustín, Sánchez Vidal, José Carlos Rovira y Carmen Alemany. (El volumen 1 está dedicado a la poesía. Una muy valiosa introducción de A. Sánchez Vidal. El volumen 3, que contiene prosa, cuentos, artículos del poeta en la guerra, y sobre todo, la correspondencia. Interesante seguir las cartas de Miguel Hernández en los años de composición de Cancionero y romancero de ausencias).
. “, M. El hombre y su poesía. Ed. Introducción y selección de poemas a cargo de Juan Cano Ballesta. Madrid, 1977, Cátedra. (Es una antología. Tiene, en su introducción, un valioso análisis de Cancionero y romancero de ausencias…, como poesía de meditación; relaciona con los Poemas últimos.)

Estudios
- García de la Concha, Víctor. La poesía española de 1935 a 1975. Vol. I. De la posguerra a los años oscuros. 1935-1944. 1992, Madrid, Cátedra. (Cap. “Poesía encarcelada. Miguel Hernández: Cancionero y romancero de ausencias”. pp. 311-318. Interesante estudio sobre aspectos compositivos del libro. Entre estos procedimientos se destaca “el dramatismo en las dualidades”, por ejemplo, muerte/vida, remoto/próximo, y la última oposición “hoyo-bóveda”. Con estas oposiciones se construyen “constelaciones alegóricas de gran riqueza”, en correlación de las series, por ejemplo, en la correlación entre las series “hoyo-bóveda” (hoyo es expresión popular para cementerio, aclaramos nosotros), “cielo- tierra”, “vuelo-caída”, a las que se añaden concéntricamente otras, como “claridad-oscuridad”, “libertad-cárcel”, etc. El autor presenta sin ordenar respecto a su preeminencia semántica y formante en el sentido del libro un conjunto de oposiciones; se ilustra, pues, una rica imaginación poética, pero nada más. El trabajo tiene el mérito de destacar uno de los procedimientos de la poesía hernandiana).
- “, V. “Época contemporánea: 1914-1939”, en Historia y crítica de la literatura española, de Francisco Rico. Vol. 7. (p.693-712. Se recogen en estas páginas textos de crítica sobre la poesía de Miguel Hernández; de Darío Puccini, Agustín Sánchez Vidal, Marie Chevalier, entre otros. El más interesante para el tema lo firman Leopoldo de Luis, Jorge Urrutia y Luis Felipe Vivanco: “La poesía de guerra y las Nanas de la cebolla”. “La superposición de tecnicismo barroco y desnudez última expresiva” confiere la vibración y la calidad a este poema, más allá de lo sentimental). “El poema, desesperado y pesimista, es también un gran canto de alegría, no esperanza”. “La verdad del hijo como “carne aleteante” es un pobre verdad indefensa que se derrumbará el día de mañana, en cuanto empiece a saber lo que pasa y lo que ocurre”).
-  Mainer, José-Carlos. Historia de la literatura española. Vol. 6 “ Modernidad y nacionalismo. 1900-1939). 2010, Madrid, Ed. Crítica. (Cap. “Miguel Hernández”. pp. 528-533.Da una lectura rápida y tópica del Cancionero… “Quizá desde Lope de Vega ningún otro poeta español había sabido dar tanta autenticidad lírica a lo cotidiano” (referido poema “Ascensión de la escoba”); exalta “el humilde alimento”, “se apela a la vida que el niño…ha de afirmar, mediante su risa” (referido a “Nanas de la cebolla”).
- VV. AA. Miguel Hernández, cien años. Número monográfico de la revista Canelobre. Num 156. Invierno 2009-2010. Coordinación A. Luis Prieto de Paula y Rosa María Monzo. Instituto Juan Gil Albert y Diputación de Alicante, Alicante, 2010. (Especialmente interesantes para el tema trabajado dos artículos: “Intimidad social e intimidad sentimental en las canciones de El hombre acecha”, de Laura Scarano; y “Miguel Hernández: el nombre del amor”, de Antonio Gracia).
Biografías
. Ferris, José Luis. Miguel Hernández (Pasiones, cárcel y muerte de un poeta). 2010, Madrid, Planeta, col. Biografías y Memorias. (Un estudio riguroso y muy bien narrado de la vida del poeta. Muy interesantes los capítulos que contextualizan el tiempo de la escritura de los libros que hemos trabajado).

Otras fuentes
. Anders, Günter. Acerca de la libertad. (Una interpretación del “a posteriori”, seguido de “Patología de la libertad”). Valencia, 2014. Pre-textos. ( Anders, desde la antropología filosófica, aborda la extrañeza y distancia del hombre respecto al mundo; la condición de ser el hombre en cierto modo ajeno a este mundo, a la naturaleza. Su “naturaleza” es la libertad, no tiene a priori otra esencia definida que no sea su a posteriori de la experiencia que la libertad le dispone para adecuarse al mundo, cambiando este. A diferencia del animal, que, parafraseando a Miguel Hernández, es siempre un animal familiar al mundo, el hombre posee una libertad teórica y práctica que le permite abstraer la esencia de la existencia, es decir, pensar no atado a lo que hay, sino negando lo existente puede pensar la idea, la ausencia, y modificar así el medio. Es la dimensión histórico-práctica de la libertad la que supera las patologías de la libertad (nihilistas); la libertad no se pasma ante el yo libre pero que se reconoce contingente (es decir, no puede darse a sí mismo fundamento, no tiene todo el poder). La libertad histórica, de forma más modesta, se reconoce como la libertad de un fragmento de vida que recuerda otros fragmentos y se proyecta, en actos, hacia una realidad de la libertad; aunque sigue pendiente su contingencia, esta deja de ser problema porque esa libertad histórica se fija fines).

Webgrafía
En la web se puede encontrar un artículo interesante de Ismael Gavilán (Universidad Viña del Mar, Chile), publicado en la revista “Espéculo” (de la Univ. Complutense de Madrid), en 2010, y titulado “Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández: redención personal y colectiva a través del amor”.
El artículo coincide con mi trabajo en señalar, al abordar el Cancionero y romancero de ausencias, “el centro significativo del Cancionero de Miguel Hernández está otorgado por el poema (…) conocido generalmente como Antes del odio”.




NOTAS

[1] Cf. en la bibliografía citada el libro de José Luis Ferris, que seguimos para la información biográfica.
[2] Quien escribe este trabajo tiene una anécdota que confirmaría esta posible lectura: en primero de la carrera de Filosofía, en la Universidad de Murcia, el profesor de Lógica, decano de la Facultad y reconocido miembro del Opus Dei, nos sorprendió a los jóvenes estudiantes recitando de pronto, sobre el estrado, este poema, la “Ascensión de la escoba”. Don Jesús García López continuó, después, con los aburridos silogismos.
[3] Incluso suele ser muy usual dentro de un mismo poema, según su lugar en las estructuras paralelísticas (por contraste). Por ejemplo, en el poema 17, la presentación de forma paratáctica de dos ideas provoca una impresión y su contraria. El mar, en la primera estrofa, trae la desolación: “En este campo/ estuvo el mar”. Para a continuación, el mismo término suscita esperanza: “Alguna vez volverá”. El núcleo del poema está en sus tres primeros versos:

“En este campo
estuvo el mar.

Alguna vez volverá”.

El blanco gráfico ayuda a la transición. El poema es una estructura sintética, como en las canciones líricas populares. La tercera estrofa es una glosa didáctica de los tres primeros versos. Al final el verso tercero regresa solo, como estribillo.

“Si alguna vez una gota
roza este campo, este campo
siente el recuerdo del mar.

Alguna vez volverá.” 

El blanco gráfico reaparece ante del estribillo, indicando temáticamente la ausencia, señalando a un lugar: la esperanza. Esta sigue presente más que en el mirar, en la memoria del cuerpo-“campo”, por el tacto,(“roza”), y el oído expectante.   
El espacio en blanco reproduce el silencio en el verbo oral de la poesía.                                                                                                                                                                           
[4] Cf. p.238. op. cit.
[5] p. 146. op. cit.
[6] Uso términos conocidos de la analítica de ser-ahí o existencia de Heidegger, en Ser y Tiempo. “Cuidado”, Sorge, puede traducirse al español por la pena (término de Miguel Hernández en El rayo que no cesa) o por amor, el cuidado del otro, con el otro. Vivir va siempre unido a la pena, a tomarse la pena y a llevar el cuidado de sí y del otro.


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