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miércoles, 7 de mayo de 2014

IRONÍA Y TERNURA EN LA POESÍA DE ÁNGEL GONZÁLEZ. Por Fulgencio Martínez/Artículos literarios/ Estudios de poesía española

                                                                                                    

                                Estudios de poesía española

IRONÍA Y TERNURA EN LA POESÍA DE ÁNGEL GONZÁLEZ
(Lejos y cerca: dos perspectivas del discurso poético) 

 








La ironía es un componente esencial de la poesía crítica de Ángel González. Nos interesa destacar, al lado de otros aspectos que han sido estudiados, la función de la ironía para comunicar y conseguir la complicidad con el lector; y con un lector posible. La ironía implica de por sí distanciamiento respecto a la materia en la que versa (además de ser un recurso de elipsis, o a modo de paralipse o de alusión velada, que puede salvar la prohibición o censura a la mención crítica directa, pero también plantear problemas de traducción en la lectura y, por tanto, oscurecer el mensaje). Es de destacar que la ironía usada por Ángel González va unida casi siempre a la piedad, de modo que el posible efecto negativo del distanciamiento irónico es compensado por esa piedad profunda que destila la poesía del asturiano. Vamos a resaltar sobre todo, en los ejemplos, algunas funciones de la ironía relacionadas con el sentimiento. En los poemas (de Grado elemental) “Nada es lo mismo” y “Penúltima nostalgia”, la ironía apela a superar el sentimentalismo, y su tentación al llanto (en el primer poema), a la nostalgia (en el segundo). “La lágrima fue dicha”, “No es bueno repetir lo que está dicho”. Aparte de la ironía en el juego de palabras, hay un cansancio incluso de volver a repetir la queja. Igual ocurre con la nostalgia. “También estoy nostálgico de días”. La ironía en estos dos poemas está en el tono general del poema y en lo que transmite, que es lo contrario al sentido explícito. Con más evidencia en el segundo poema se percibe ese desmentido de la nostalgia que va implícito en el discurso, a pesar de que el texto parece un poema de tema nostálgico; de manera más sutil en el primer poema, que explícitamente dice no al llanto, el discurso implícitamente transmite un tono quejumbroso, que no se supera ni siquiera por la mínima esperanza que intenta dar la última estrofa.

Ese contraste entre el contenido, casi más emocional que verbal, que transmiten estos poemas, y su asunto y argumento externo es un sutil juego irónico. Por un lado, cumple el requisito de poner distancia, por otro lado acerca a la empatía con el lector. Evidentemente, hay un cansancio y un sentimiento de vacío existencial, con lectura también histórica, que no se transmite directamente, sino por este medio irónico con más capacidad de sugerir al lector. Es semejante a una especie de paralipse, es decir, al procedimiento de sugerir unas ideas diciendo que no se va a hablar de ellas. La ironía tiene siempre una doble lectura, hable de lo que hable explícitamente, también sugiere aquello que no trata. Así, en el primer poema estudiado, al unirse la ironía con la paralipse se produce un efecto enriquecedor del poema. La ironía se apoya en figuras retóricas de supresión, que a veces se intercambian en el mismo texto; otras veces se mantiene la unión de la ironía del texto con una sola figura de supresión. En todos aquellos poemas en que Ángel González usa el recurso de presentar el poema con un tono objetivo, de discurso pedagógico o bien de acta o crónica, vemos la ironía del texto en unión con la percusio. Por ejemplo, en “Nota necrológica” o en “Lecciones de buen amor”. Otras veces, como en “Introducción a las fábulas para animales”, el poeta usa la ironía con clara intención paródica, invirtiendo la fórmula de la fábula, para aleccionar, no a los hombres, sino a los animales. La ironía es, obviamente, que no se tiene noticia aún de que los irracionales lean un poema de Ángel González. Otro poema como “Discurso a los jóvenes” representa la parodia de un tono didáctico y de un discurso de aleccionamiento que podría ser cualquier pieza de la retórica grandilocuente y vacía que solía usarse por los portavoces del régimen. La distancia irónica, objetiva, no deja entrar a la valoración subjetiva del yo poético, pero está sugiriendo una valoración subjetiva por parte del receptor del poema. Máximo objetivismo en el poema, que pide, sin embargo, valoración subjetiva. (De ningún modo, esta poesía es objetivista, en realidad, ni se espera que el lector no reaccione emotivamente y con juicio subjetivo respecto a la lectura del poema; tampoco que haga solo una lectura estética o formal. Se espera que reaccione lúcidamente, comprendiendo los mecanismos de la impostura y el enmascaramiento de la realidad que critica el poema, supuestamente objetivo, pero no neutro. Esta ironía no se dirige a cambiar directamente el mundo ni a adoctrinar al lector, sino a interesarle en la verdad: tiene un fondo de conocimiento y de ética). 

El afecto amoroso en el libro Palabra sobre palabra.

"Palabra sobre palabra (1965) es una colección de poemas con tema exclusivamente amoroso”, así define al libro su autor. Quizá, el poema más representativo sea “Me basta así”. Son poemas donde no hay una idealización de la amada, ni una búsqueda metafísica en el amor, sino que expresan la realidad sencilla de una compañía cotidiana, con la que compartir el sentimiento de ternura y de maravilla por la luz de cada día. No deja, sin embargo, de plantear el poema el tema del conocimiento amoroso, la coincidencia mágica de que “uno y uno sean dos”, un poco a la manera de Pedro Salinas; el poema repara en lo extraño de un ser igual, pide la permanencia de ese ser igual. La identidad renovada, igual y compartida, es motivo de una alegría serena. Incluso de esperanza, como en otro poema: “En ti me quedo”. Hay, no obstante, siempre y al acecho del amor, “un mundo inquietante /que se extiende –imposible- detrás de tu sonrisa”. Por ser el amor solo una pequeña ventana abierta en la desesperanza, y frágil, provoca un sentimiento de ternura que en el poema anteriormente citado se metaforiza por medio de un demorado viaje por distancias enormes, por miles de detalles del cuerpo amado. El símbolo del amor en Áspero mundo (primer libro de Ángel Gonzalez) eran las gaviotas, aquí en este es el cuerpo de la mujer. El motivo del amor es celebrado en tono menor, realista, e intimista, que anticipa la “poesía de la experiencia” por algunos tonos y el uso de léxico moderno (“aviones de propulsión a chorro”, mención de kilómetros y medidas de distancia, etc,), conectado con novedad al tratamiento del tema del amor. Aunque su molde se encuentra, creemos, en Pedro Salinas, sin la pulsión romántica de un libro como La voz a ti debida

Ironía y afectividad tierna, amorosa, son, por tanto, las dos facetas complementarias de la poesía crítica de Ángel González (una de las referencias hoy para la poética cívica). Ambas modulan la voz poética de un hombre desencantado y, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Cada una aporta un efecto de lectura contrario; la ironía distancia, el afecto amoroso, acerca; el primero se contrarresta por el segundo, y por esta alquimia de perspectivas –cerca y lejos, graduándose e interpolándose- se consigue sugerir la lectura subjetiva que ha de hacerse el lector: un máximo de acercamiento a su inteligencia emocional que, en definitiva, es la que ha de continuar el poema y leer en él un sentido.


Fulgencio Martínez


Revista Ágora digital Mayo 2014

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