APUNTE PARA CELEBRAR EL CENTENARIO DE LA PUBLICACIÓN DE NUEVAS
CANCIONES (1924), DE ANTONIO MACHADO
Por
Fulgencio Martínez
dedicado a mi profesor de Literatura, Venancio Iglesias Martín
Se
han cumplido en este 2024 cien años de la primera edición de Nuevas
canciones. El acontecimiento casi ha pasado desapercibido.
La
ocasión nos animó a volver a leer el texto de Antonio Machado, con ojos y
orejas prestos, como el que escucha una melodía por primera vez.
El
libro fue ampliado en el número de sus poemas en la edición de las Poesías
completas de 1930, y es a ese conjunto al que nos referiremos. Su nexo con
otros textos machadianos, como los Cancioneros apócrifos de Abel Martín y de
Juan de Mairena, se encuentra marcado en las sucesivas ediciones de las “Poesías
Completas” del poeta sevillano (tal como las hemos leído anteriormente en distintos
momentos). También, con textos de Los complementarios, el libro
íntimo, no publicado en vida del autor, donde fue anotando Machado reflexiones,
ideas y esbozos de poemas. Seguimos en estos apuntes la edición de Manuel Alvar
y Pilar Celma, Poesías completas, Antonio Machado (Espasa-Calpe, 2006;
primera edición de 1975).
Lo
primero que nos llama la atención en la obra es la obsesión por la serie.
Prácticamente todas las entradas poemáticas consisten en una agrupación seriada
de poemas. Ya sean canciones neopopulares, proverbios o sonetos, descubriremos
ese rasgo serial. No debe ser, por consiguiente, una característica anecdótica
tal afán de ordenación. Sería interesante (y daremos, luego, algunas pinceladas
sobre el tema) analizar en qué medida la seriación corresponde a la esencia o
la forma de los poemas presentados en Nuevas canciones. Nos
aventuraremos a decir en qué aspecto, creemos nosotros, ese rasgo serial
perfecciona o, por el contrario, detrae efectividad poética a los textos
encerrados y agrupados en dicho marco. Pero, quizá, lo más interesante es,
previo al análisis, entender el por qué elige el poeta esa presentación.
Cualquier intento de comentario ha de ceñirse siempre, creemos, a la coherencia
del texto pensado por el autor.
Dicho
ensayo de entendimiento quizá nos llevaría a más complejas cuestiones sobre el
poeta Machado en el tiempo concreto en que reunió los poemas que conforman el
ciclo de Nuevas canciones. Se ha dicho (así lo reproduce Enrique
Baltanás, en su libro Antonio Machado, poeta de todas las Españas), que
Machado no escribía libros, sino poemas. Sus libros publicados -y Nueva Canciones
es en realidad el tercero, o el cuarto, si tenemos en cuenta la segunda
publicación de Soledades (Soledades. Galerías y otros poemas)- reúnen,
más bien, ciclos de su escritura poemática, ciclos diferenciables, aunque no
estancos, muy ligados, a su vez, a la biografía del poeta, tanto la externa
como la espiritual e intelectual. (Nuevas canciones es, por cierto, el
último también de sus libros publicados en edición independiente -luego
recogido y ampliado, como dijimos, en sus sucesivas Poesías completas).
Ciclos de Soledades, de Campos de Castilla, de Nuevas
Canciones, de los cancioneros apócrifos, de los poemas a Guiomar y de los
poemas de la guerra.
Visto el libro Nuevas Canciones
desde esta perspectiva secuencial, reparamos también en que no nos encontramos con
una obra cenital, y que, a pesar de que el poeta compaginaba desde 1917 la
poesía con la prosa, su dedicación al verso fue constante hasta casi sus últimos
días. En prosa habría de darnos -aparte de otros textos, artículos y sus reflexiones
en Los complementarios- un gran libro, quizá el mayor de la prosa
filosófica del siglo XX en español: Juan de Mairena, cuya primera parte
apareció en agosto de 1936.
Quiere esto significar que no estamos,
con el poemario Nuevas canciones, ante un autor en fase terminal o falto
de inspiración, como en alguna medida se ha dado a entender. Es cierto, en nuestra
insegura opinión, que la sombra de Soledades, su primer libro, planea
sobre todo lo escrito con posterioridad por Machado. Es imposible no comparar
con su primera y genial obra poética lo que éste escribió después. Incluso,
después de Nuevas canciones, vienen textos tan increíbles como De un
cancionero de Abel Martín, o los sonetos del ciclo de Guiomar, que se mezclan
con el ciclo de la guerra, como, precisamente, el que se inicia con el verso: “De
mar a mar entre los dos la guerra” (Incluso, el soneto dedicado a Líster
es una pieza literaria inmensa, que demuestra que el compromiso político ni
quita ni pone rey en cuanto a la belleza y la verdad de un poema).
Sin embargo, es presumible que, en
torno al año de publicación de Nuevas canciones, Machado pasara por una
de sus crisis. La necesidad de publicar los poemas encerrados en el marco de la
serie denota cierta inseguridad, parece ser; aunque también, de esa inseguridad
el poeta acertara a hacer virtud.
Unas palabras de María Pilar Celma
nos ponen en la pista: “El tiempo parece hacer efectiva la amenaza que ha
gravitado sobre toda la obra de Machado. En Soledades el poeta había sugerido
que lo que realmente le asustaba del paso del tiempo y de la muerte era la
pérdida de la memoria”. (Poesías competas, Austral. Espasa-Calpe, op.
cit. p. 513).
El uso de la serialidad en la
presentación textual de las composiciones responde (así lo creemos) a esa
inquietud profunda del Machado que siente lejos sus vivencias (de Soria, de su
infancia y juventud, de su esposa muerta, Leonor) y trata de retenerlas a
través de una especie de monumento objetivo. Las composiciones se agrupan en un
marco consistente en una cifra, un número (tanto las de corte neopopular -aquí,
las canciones, y los mismos proverbios, que se vinculan con la tradición paremiológica
popular-, como los sonetos, donde recrea -con menos originalidad- una tradición
poética culta. (Por cierto, que la obsesión por la cifra está también presente
en la numeración romana de los poemas en sus Poesías completas).
En Campos de Castilla el poeta
había introducido ya los cauces de comunicación poemáticos que tienden a la
objetivación: formas del reportaje donde el yo, no se anula, sino que se
quita del foco: como la panorámica, la mirada desde la altura, en “A
orillas del Duero” y otros poemas “geográficos”; el documento folklórico (romance -“La tierra de Alvargonzález”- o recreación de la canción lírica popular,
incluso de un proverbio o sentencia: recordemos que ya en este libro -sección
de “Proverbios y cantares”- se encuentra una sentencia tan machadiana, y tan esencial
a la filosofía del poeta: “Todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar,
/ pasar haciendo caminos, / caminos sobre la mar." O:
“Bueno es saber que los vasos / nos sirven para beber; / lo malo es que no
sabemos / para qué sirve la sed.”).
Y
antes, incluso, en Soledades, en la serie titulada “Consejos”, nos entrega uno
de los proverbios que pueden definir la filosofía del poeta posterior, del ciclo
los apócrifos y del mismo libro Juan de Mairena:
Moneda que está en
la mano
quizá se deba
guardar:
la monedita del
alma
se pierde si no se
da.
Se
podría decir que el uso de la serie y la numeración de los fragmentos de una
composición atraviesa toda la obra de Machado (como se podría decir también que
Machado es, de raíz, un poeta filósofo inspirado en un fondo de sapiencia
popular en todos sus libros).
Volviendo
a la objetivación en Campos de Castilla, incluso el ciclo breve de poemas a Leonor
post mortem, donde hay una vena de intimismo lírico y de emoción apenas
contenida, son, en cierto modo, reportajes o retratos íntimos que intentan
captar y retener lo fugaz en la memoria.
Pero es, sin duda, en Nuevas
canciones, donde la necesidad de objetivación (que no excluye, como
creemos haber explicado, el tratamiento del yo poético, sino que hace adoptar
hacia éste una perspectiva de “observador”; aunque no nos guste esa palabra, y
preferiríamos encontrar otra: quizá, “paciente”, o “existente”) se alía con la serie
y la numeración en un grado casi de frente imbatible contra el olvido.
Creemos que la seriación, desde el
punto de vista formal y del efecto poético, hace perfeccionar los grupos de
poemas de las canciones, casi en todas las composiciones. Destacamos, por su
extraordinaria belleza, estos ejemplos:
De “Canciones del alto Duero”:
(presenta 6 fragmentos)
IV
En
las tierras de Soria,
azul y nieve,
leñador es mi amante
de pinos verdes.
¡Quién fuera el águila
para ver a mi dueño
cortando ramas!
V
Hortelano es mi
amante,
tiene su huerto,
en la tierra de
Soria
cerca del Duero.
¡Linda hortelana!
Llevaré saya
verde,
monjil de grana.
El
contraste, la repetición y variación de palabras en la estructura de los
fragmentos intensifica el placer fónico e ideal; la imaginación lectora
recupera sones e imágenes de un mundo casi mítico, unido a la belleza y
dignidad del trabajo humilde.
En
los sonetos, en cambio, es más dudoso que se aprecie ese efecto intensificador.
Sin embargo, sí en los “Proverbios y cantares”. Pensamos que, aparte de la
delicia de fragmentos cancioneriles como este otro, que no nos resistimos a
citar:
II
Ya había un albor
de luna
en el cielo azul.
¡La luna en los
espartales,
cerca de Alicún!
(Viejas canciones)
o
este “haikú” adaptado a la copla andaluza, ¡hermosísimo!:
II
Junto al agua negra.
Olor de mar y
jazmines.
Noche malagueña.
(Canciones)
fragmentos,
que valen por sí mismos y que pueden leerse al margen de la seriación y de su
marco; los “Proverbios” son las piezas mayores del libro Nuevas canciones,
y están en la cima de la poesía machadiana (lo que es decir, de la poesía
universal de todas las épocas y lenguas).
Hoy
es siempre todavía.
El ojo que ves no
es
ojo porque tú lo
veas;
es ojo porque te
ve.
Nunca traces tu
frontera,
ni cuides de tu
perfil;
todo eso es cosa
de fuera.
Busca a tu
complementario,
que marcha siempre
contigo,
y suele ser tu
contrario.
Son
algunos ejemplos…. (Respectivamente, los seriados como VIII, I, XIV y XV). Si se
leen consecutivamente, según el orden de la serie, creemos que surten efectos
sorprendentes, pero también si cambiamos el orden (el lector puede elegir el
suyo) o si los leemos independientes. Máxima genialidad en la composición; y en
la belleza y en el contenido que repercute en la conciencia lectora.
Café Alt Berlin, Huesca, 18-12-2024
Fulgencio Martínez edita la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático. Ha publicado en diciembre de 2024 Carta partida. Exposición temporal 2 (Ars poetica, Oviedo). Es autor de varios trabajos sobre la filosofía de Antonio Machado.