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viernes, 13 de junio de 2025

El muerto viviente. Diario político y literario de FM. Por Fulgencio Martínez

 

               Pedro Sánchez en su comparencia la tarde el 12 de junio 2025 en la sede del PSOE. Fuente: EL PAÍS.COM/EXPRES. Foto, Fuente Europapress

 

 EL MUERTO VIVIENTE

 

 

La gramática española, tan sabrosa, ofrece el oxímoron, entre sus muchas figuras de elocuencia. Un ejemplo referencial de esa figura de contradicción sería "muerto viviente". El cine de terror nos ha familiarizado hasta la náusea con los muertos vivientes (observe que en inglés las expresiones más usadas, undead -no muerto- o walking dead -muerto que camina- no tienen la misma fuerza expresiva que la española muerto viviente, lo que sería living dead en inglés, aunque esta forma es poco usada en la lengua anglosajona).

Ayer tarde, 12 de junio, pasará a la historia de la tele porque, por primera vez, se confirmó la existencia de los muertos vivientes. El Secretario del PSOE, al parecer por dos votos que faltaba meter en la urna cuando fue elegido ya no sé si en la primera, segunda o tercera vez (o en todas ellas), apareció maquillado y compuesto pero con evidentes signos de putrefacción, manifiestos, sobre todo, en el rostro y el gesto, la voz humillada hasta la sentina, los ojos caídos o por momentos divagando en una región donde habitan las Sombras. 

    Los dos pómulos sesgados con sendos tajos rojos que simulaban cicatrices heredadas de otra vida, una vida que quizá nunca tampoco fue sino la de un muerto viviente. Porque hay dos cualidades que son propias, según leyenda, de los muertos vivientes, y que podrían ser aplicadas a Pedro Sánchez: una, que son estos muertos viajeros de muchas vidas, como los que han cometido crímenes horrendos, que han de pagar a lo largo de una serie de reencarnaciones, incluyendo reencarnaciones en animales y aun en cosas viles -de ello habla el poema "Purificaciones", Katharmoi, del filósofo presocrático Empédocles; y dos, que esos muertos vivientes, a poca distancia de los vampiros también frecuentados por el cine y la novela moderna, tienen el poder de convertir a otros a su condición; así que posiblemente, en este país y aun fuera de nuestras fronteras, haya campando entre las gentes corrientes un millón o más de muertos vivientes hijos de Pedro Sánchez(1), y sea por sugestión, magia negra o convicción ideológica, ese millón está dispuesto a seguirle, al caporal Sánchez, y a perpetuarle.

No sé cómo se pararía a esa legión. Quizá usted sea uno de esos muertos vivientes a lo Sánchez, y no lo sepa, o cuando lo sepa, ya sea demasiado tarde porque (recuerde la primera condición del "bicho") el gen del muerto viviente se puede volver a reproducir - en el mismo cuerpo o, lo que es aún más terrible, puede dar un salto a otro. En cualquier caso estamos ante un peligro de virus endémico. 

Los estragos que causan estos delincuentes morales, que pasan de un ciclo a otro de existencia sin terminar de pagar el castigo a sus delitos, no se limitan a sembrar el caos, la confusión y la división en una comunidad o pólis. Ésos saben muy bien que a río revuelto ganancia de unos pocos como ellos, y, como los pícaros de nuestra literatura, les conviene sentar la máxima general de que todo el mundo roba para justificarse con lo que todo el mundo hace (en el poder o en la oposición, en la vida cotidiana o en la política).  Y cuando se les pilla llevandóselo crudo se ponen de perfil, inmóviles como si se metamorfosearan de pronto en estatuas, o sea que se hacen un don Tancredo, para parecer como accidentes inocentes, piedras o ríos a los que nadie culparía de su acción no humana cuando alguien tropieza en ellas, o ellos lo arrastran. 

 

              Santos Cerdán, obligado por Pedro Sánchez a "dimitir" exprés hasta de su escaño en el Parlamento español. Foto Fuente: Agencia Efe.
 

Pero, los más cínicos, no solo emplean ese tipo de camuflaje, que es más propio de un muerto viviente de segunda categoría. Los verdaderos muertos vivientes, como mostró la televisión española en la ocasión antes citada, se disfrazan, actúan siguiendo un rollo o guion, que en alguna vida pasada les sirviera, y tratan de dar la cara como si fueran los héroes que han vencido al caos. 

Denuncian ese caos, incluso aunque hasta hace unas horas, esa misma mañana anterior a la tarde de marras, estuviera junto a ellos. Los zombis de mayor altura, o megazombis, no tienen empacho en arrojar a las tinieblas a los suyos, a sus propios muertos servidores y esclavos útiles hasta ese momento. 

Que aprendan en la cabeza de Santos Cerdán los semivivos contra los que irá pronto el principal actor y verdadero protagonista de la peli de Terror político. Lo peor de los oxímoron es que no tienen plural, es una palabra invariable. Así Pedro Sánchez está dispuesto a seguir hasta el 27 y después, hasta la eternidad, si pudiera, y sin cambiar un ápice en su sediciente "proyecto".

 


Fulgencio Martínez

Huesca, 13 de junio 2025 

 

______

Nota:

 (1) Cita degradada a la novela de Juan Rulfo, en contexto de alusión irónica.


sábado, 31 de mayo de 2025

Lecciones de una mujer. (En el centenario del nacimiento de Rosario Castellanos). Por Gastón Segura. Ágora n. 33. Nueva Col. Verano 2025 / Artículos

 

                                                                                              Rosario Castellanos

 

 

Lecciones de una mujer

 

Por Gastón Segura

 

 

 

El pasado domingo, 25 de mayo, se cumplió el centenario de una mujer excepcional. Era mejicana y aun siendo una precursora —si no es la gran precursora— del feminismo en su país, aquí, en España, y a pesar de cuanto se escribe sobre el asunto, apenas escucho su nombre: Rosario Castellanos. Básteme contarles que se licenció en Filosofía con la tesis Sobre cultura femenina, leída el 25 de junio de 1950; es decir, al año siguiente de la publicación del crucial ensayo sobre la materia, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir; título que Castellanos no conocerá hasta un sexenio después, cuando se edite su traducción allá, en México. Y aunque a bote pronto entre ambas escritoras asoman notables semejanzas —por ejemplo; el empeño común por la creación literaria sobre la exposición reflexiva—, en la comiteca observo peculiaridades que me la convierten en mucho más sugerente; sin ir más lejos, la ironía exhibida durante toda su docencia universitaria y hasta en algunos de sus poemas y en casi todos sus ensayos, por no mencionar su indiferencia, si no era ya un rehuir la etiqueta de feminista; quizá, por considerarla solo eso, un manoseable calificativo, cuando para ella, saberse y vivir como mujer, desde su niñez en Chiapas, constituyó una circunstancia trágica en el más original sentido helénico.

          No había cumplido los ocho años cuando falleció su único hermano, y sobre el inmediato espanto y el dolor posterior, pesó durante el resto de su infancia el tácito reproche de sus padres por no haber sido ella, la hembrita, la elegida por la guadaña. Absurdo y doliente remordimiento acrecentado por la costumbre estanciera de confiarla a una tata tzeltal y acompañada de una «cargadora» —una niña, también maya, de su misma edad como divertimento y juguete—. Tal despego familiar, la imbuyó, sin apenas apercibirse, de su condición desmerecida de mujer cuanto de la ínfima de las indias. Y fue esa gelidez doméstica, donde solo la ausencia de su hermano pequeño palpitaba entre los salones, el acicate para que, con apenas quince años, alumbrase sus primeros poemas en el periódico chiapaneco El Estudiante; oficio —como ella lo consideraba— de poeta que ejerció hasta un bienio antes de su muerte, cuando publicará el poemario En la tierra de en medio, incluido en la primera y última compilación de toda su lírica: Poesía no eres tú (1972).

          Pero, sobre la evolución de sus versos desde un primer intimismo hasta lo comunitario de los últimos, quería hablarles de su narrativa que tanto me fascina; en concreto, de su segunda novela, Oficio de tinieblas (1962). Y no es que Castellanos se prodigase, como en el periodismo o en la poesía, en el relatar; solo contamos con dos títulos grandes Balún Canán (1957) —editado en España por Cátedra con un magnífico prólogo de mi querida Dora Sales— y Oficio de tinieblas —póstumamente, debo sumarles Rito de iniciación (1997), escrito en 1964 pero desechado como fallido por ella misma—, más sus tres colecciones de cuentos: Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971). En cuanto a su primera novela, Balún Canán, trata del tanteante descubrir de una niña, estremecida por la muerte de su hermanito, del conflicto entre los criollos y los tzeltales, agudizado por la reforma agraria del presidente Cárdenas; una situación vivida por la escritora y similar, si reparamos en el desamparo afectivo de los protagonistas, a Los ríos profundos (1958), de José María Arguedas; aunque el relatar poético de la comiteca nos la diferencia sobradamente de esta última gran novela peruana. Oficio de tinieblas es costal aparte; inspirado en la rebelión chamula de 1867, pero solo inspirado porque Rosario Castellanos amoldó aquellos hechos a la misma época de Balún Canán, para servirse de su bien conocida pujanza del enfrentamiento entre grandes finqueros y desposeídos indios como la aparente trama de la narración, cuando es solo el cúmulo de acciones en cuyo envés transcurre la verdadera y sinuosa urdimbre de esta novela: la cadena de cerriles envidias entre sus mujeres; sean causadas por la amarga esterilidad o sean por la posesión del macho. Al punto que ese discurrir, disimulado hasta la mendacidad, de rencores y míseras ambiciones se torna, inopinadamente, en el detonante de la sangrienta sublevación indígena, tras un sacrificio iniciático y envalentonador —tomado de aquella antigua insurrección en la meseta chiapaneca— que todavía me asalta, de cuando en cuando, con toda su espantosa crueldad.

          En suma; un constatar cómo la mujer mejicana se veía condenada a conjurar mucilaginosamente y en lo más oscuro para obtener sus aspiraciones, y tanto daba que fuera una india como Catalina Díaz Puiljá, la proclamada sacerdotisa por sus desvaríos furiosos, o unas blancas como la adúltera jaquetona Julia Acevedo o la alcahueta con pretensiones señoritiles Mercedes Solorzano; todas, duchas en lo torcido, porque no se les permitía mejor proceder. Así, con Oficio de tinieblas, Rosario Castellanos emerge como una soberbia maestra, pues su disección de estas almas extraviadas en mezquindades ofrece, ante todo, una lección para novelistas sobre cómo desde la minucia ocasional, entrevista apenas bajo la altisonante y varonil pugna por la tierra, traba un relato conmocionador. Un relato, por demás, desbordador de cualquier epíteto, como pudieran ser los de indigenista o feminista, por su radical e inclemente muestra de la desdicha humana. Eso sí; tan a la chita callando, que no consigue sino paralizarnos de estupor y que no admite otro adjetivo que admirable.


 

Lecciones de una mujer fue publicado originalmente en El imparcial el domingo 25 de mayo 2025. Agradecemos al autor su gentileza para permitir reproducirlo en Ágora.


 
 
 

Gastón Segura Valero es escritor y articulista en varios medios. Ha publicado recientemente una exitosa novela, Saga nostra, editada por Drácena.  

Nació en Villena (Alicante), en 1961. Se licenció en Filosofía por la Universidad de Valencia. En febrero de 1990 se instaló en Madrid con el propósito de ser escritor. También ha publicado, entre otros libros, el ensayo Gaudí o el clamor de la piedra, 2011; y las novelas Stopper, 2008; Las cuentas pendientes, 2015; Un crimen de Estado, 2017; Las calicatas por la Santa Librada, 2018; Los invertebrados, 2021; además de la compilación del blog Los cuadernos de un amante ocioso, 2013.