UNAMUNO Y MACHADO, LA SUPERACIÓN DE LAS DOS
ESPAÑAS
artículo publicado en el periódico La Opinión de Murcia, 12-10-2019
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/10/12/superacion-espanas/1059369.html
https://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2019/10/12/superacion-espanas/1059369.html
Me confieso lector de Miguel de Unamuno y de Antonio Machado. Sobre este último no se ha hecho una película como la de Amenábar. Ambos fueron, y siguen siendo, víctimas de la propaganda de tirios y troyanos, por lo que es siempre necesario volver a ellos para entenderlos desde su complejidad intelectual, literaria, humana. Me temo que no medimos por el mismo criterio al que dijo “Si mi pluma valiera tu pistola/ contento moriría” y al que se enfrentó al grito de “Muera la inteligencia”. Burda es la pretensión de manipular e instrumentalizar a un poeta al servicio de una trinchera, enfrentándolo a otros, incluso retrospectivamente: señalando a los lectores de uno frente a los de otro.
Al inicio de la guerra civil, que prolongó uno de los peores
golpes contra la legalidad democrática (ya se habían dado otros,
“revolucionarios”, “anarquistas”, separatistas o profascistas que
convulsionaron el país), el ruso Ilya Ehremburg tachó a don Miguel de
ser partidario de los verdugos, oponiéndolo a Machado, amigo de los comunistas
y del pueblo. El precipitado juicio del escritor soviético no comprendió el
carácter unamunesco, indoblegable y contradictorio. Su “Carta a Unamuno” se
publicó primero en Moscú y luego en España, a finales de agosto del 36 (el 30
de Agosto de ese año la difunde “Nuestra lucha”, un diario procomunista editado
en Murcia). Poco tiempo después, Unamuno se enfrentó a los generales rebeldes
en el famoso acto de apertura de curso de la Universidad de Salamanca (octubre
de 1936), donde tuvieron ocasión los hechos dramáticos que ha vuelto a poner de
actualidad la película de Alejandro Amenábar
“Mientras dure la guerra”.
Unamuno sorprendió con un giro de guion a los mentores de la guerra
de propaganda de ambos bandos. El ruso tuvo que rectificar y con él la prensa
republicana, incluido “Nuestra lucha”, periódico que incluso se había
anticipado a las consignas soviéticas denominando a Unamuno “traidor”, en un
artículo sin firma del 21 de agosto del 36, a poco de iniciarse la guerra
y cuando no estaban aún los ánimos para afinar en los adjetivos y a duras penas
tampoco en los sustantivos. Impagable el libro de María Concepción Ruiz
Abellán Cultura y ocio en una ciudad de retaguardia durante la guerra
civil (Murcia 1936-1939), al que mi artículo debe esta y otras
informaciones basadas en un espléndido trabajo de documentación hemerográfica
realizado por la autora.
Machado en su escrito al hispanista ruso Vigodsky (“Carta a
David Vigodsky”), reproducido por “Nuestra lucha” en abril del 37, dijo
que pueblo, tal como él lo entendía y como lo usaba también García Lorca,
no era exactamente lo mismo que pueblo en su sentido marxista. La cultura del
pueblo, por ejemplo, no era, para él, la cultura popular enfrentada a la
burguesa, sino la verdadera cultura aristocrática. El pueblo era lo más
aristocrático, la verdadera aristocracia, la del espíritu. Finezas del pensador
Machado, esprit de finesse, que diría Pascal, y que evidentemente no son más que "florituras",
y un galimatías, para una mente burdamente ideologizada. Es verdad que Machado,
desde una posición personal, se entregó a la causa de la república, y que el
partido comunista le acogió, y protegió (hasta un punto, pues los líderes del
partido no escaparon a pie hacia Francia, sino en avión a Moscú). Es verdad que
el partido comunista de entonces era un partido, al menos el partido comunista
español, con todos sus defectos, influido por valores como la libertad, la
tolerancia; cosa que también tuvo el comunismo de nuestra transición.
Así, el mismo partido toleró el pensamiento heterodoxo de Machado, quien en un
texto leído ante las Juventudes dijo que él no era marxista ni podía tener
la visión del mundo materialista de los jóvenes comunistas, a los que admiraba
por su valentía moral por cierto.
Si “Machado” solo perteneciera a ese momento perdería el Machado
del “Retrato”. Aquel que dijo: y, más que un hombre al uso que
sabe su doctrina,/soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Los
hombres y las mujeres al uso que saben su doctrina son estos de las consignas:
los carceleros de poetas o de escritores a los que barren para su aprisco solo.
Son estos que solo tienen un punto de vista y con él quieren medir a los demás.
Estos que, si pudiera ser, encerrarían en su vaso el mar. Y si pudieran,
también, encerrarían a Dante en la ideología güelfa, a Shakespeare
en la isabelina, a Miguel Hernández en la estalinista (Miguel que volvió
de su viaje a la URSS con una crítica sobre el estalinismo que allí le hubiera
costado conocer el Gulag), o, por referirme a dos autores santo y seña de dos
ciudades como son Murcia y Cartagena: al pintor Ramón Gaya, y a Antonio Oliver
Belmás (marido de Carmen Conde) en la ideología comunista o del
Frente Popular porque ambos escribieron en "Nuestra lucha", el
periódico del Partido. Ellos, igual que Antonio Machado, estaban comprometidos
en esa coyuntura histórica con unas ideas pero su obra, su legado artístico y
espiritual nos pertenece a todos los que amamos el arte, la literatura, el
hacer camino al andar del espíritu humano. Más allá de lo que digan los
carceleros ideológicos, seas tú de las ideas que te pete y tengas la condición
que tengas, incluso aunque seas un miserable y no te reconozcan de la suprema
clase, lee y ama a Machado, a Gaya, a Carmen Conde y a Antonio Oliver: al
hacerlo ya muestras más afinidad con ellos y más derecho a llamarlos tuyos que
quien se los apropia ilegítimamente, con violencia, simpleza, y casi siempre
ruina y mezquindad.
Hace unos meses pasé a Soria a visitar el instituto y el aula
donde dio clase Antonio Machado. Impresiona leer en uno de los documentos
expuestos en el aula la petición hecha por el director del centro, y apoyada
por los profesores, para que se llamara el centro con el nombre de Antonio
Machado. Lo curioso es que tal petición dirigida al Gobierno fue hecha en pleno
régimen franquista, a mitad de los años 60 del siglo pasado (antes se había
acordado ya la creación de una cátedra Antonio Machado) y que el régimen del
dictador aprobó que el instituto de Soria se denominara con el nombre de un
republicano, y no de un republicano cualquiera, sino de uno de los
intelectuales indiscutibles de la república y que había alentado con sus
artículos la moral del frente y de la retaguardia republicanas; pero lo más
curioso, y que expresa lo surreal de este país, es que el instituto de Soria
tuviera el nombre de un profesor que ya ni siquiera lo era para el régimen
franquista, y por no ser, ya ni era bachiller ni tenía título alguno reconocido
por el régimen de Burgos. Curioso. Quien no se toma la molestia de ver más,
suele ver corto y deformado, pero aun suele deformar y empequeñecer a otros. No
podemos ponernos a un nivel más bajo aun que el de aquellos que son nuestros
adversarios, so pena de que estos nos ganen por mano de mayor espíritu.
“El Claustro de profesores del
Instituto General y Técnico de Soria en sesión ordinaria
del 7 de febrero de 1958, presidido por su Director, el
Imo. Sr. Navarro, se ven en la obligación de honrar la memoria del gran poeta
D. Antonio Machado Ruiz a cuyo fin proponen:
1º Dar el nombre del poeta a una de las aulas. 2º Colocar una vitrina en la misma con documentos
originales o copias e iconografías. 3º
Creación de una cátedra de A. Machado a cuya inauguración será invitado el gran
poeta, Profesor que fue de este Instituto D. Gerardo Diego.”(2)
Así reza uno de los documentos expuestos en el aula Antonio
Machado. En otro se da fe de que, en 1967, el instituto al fin fue denominado
con el nombre del poeta, por orden del Boletín Oficial del Estado; y en otro,
que a principios de los ochenta, ya con la Democracia, el ministro Federico
Mayor Zaragoza rehabilitó al poeta en su condición de catedrático…¡cuando de
facto hacía más de veinte años que Soria lo reconocía como su catedrático de
honor y más de tres lustros que el centro llevaba oficialmente, en tiempos de
silencio, el nombre del poeta! ¡Valerosos numantinos!
El reconocimiento que la democracia hizo a Machado debería
extenderse también a Unamuno, a quien el propio Machado consideraba su maestro.
Volviendo al acto de la Universidad de Salamanca, el día “de la raza” de
octubre del 36, donde el anciano Unamuno pronunció aquel desafío ante los
violentos: “Vencer no es convencer”, o “Venceréis pero no convenceréis”: para
situar su valor histórico hemos de imaginar a un poeta como Machado ante Stalin, o a un poeta como Neruda o Blas de Otero ante Fidel
Castro o Hitler.
Unamuno, no hay que olvidarlo, fue el primero y que sepamos
nosotros el único español que se enfrentó él solo, él solo, a los generales
rebeldes. Grande y solitario su ejemplo
En ese contexto universitario en el que paradógicamente primaban
las armas, la vida del disidente Unamuno
valdría tan poco, solo un par de municiones que no hubiera mermado en apenas
nada el potencial bélico de Franco. Las cosas hubieran cambiado mucho, sin
embargo, si Carmen Polo de Franco no se hubiese interpuesto, tomando al
Individuo del brazo y dando por concluido el acto solemne de apertura del curso
nada más y nada menos que de la Universidad española más conocida
universalmente, templo de la ciencia, la cultura y la paz.
Eso fue en octubre del 36. Comenzada apenas unos meses la guerra.
Estaban los ánimos calientes, ganosos de matar poetas, pronto había caído García
Lorca, un precedente a evitar para la propaganda franquista, un argumento
propagandístico para los otros, los “fieles” a la república.
Imagínaos si Carmen Polo no hubiera estado lista. Unamuno, nuevo Sócrates,
ya viejo también, se habría sacrificado. España hubiera recibido todo el apoyo
internacional. Los rebeldes no se hubieran inventado otra España que sustituyó
a aquella. Hubiéramos llegado al siglo XXI siendo una democracia quizá con
menos problemas que la que surgió de la Constitución de 1978. Pero no cuento
con otra variable. El Partido Comunista soviético, después de meter su caballo
de Troya en el PSOE, mover la ficha de las Juventudes socialistas, avivar a Largo
Caballero, aniquilar al PSOE y a otros partidos de izquierda y dominar los
ministerios de Propaganda y de Guerra (todo ello sin que pareciera evidente)
habría suplantado el Estado y cambiado el rumbo de la guerra con el balón de
oxígeno del caso Unamuno que despertara la conciencia y la ayuda internacional
de las democracias, revocando el veto y, por fin, el comunismo habría derrotado
al ejército rebelde e implantado la dictadura del proletariado. Que nadie
quería dictadura, pues toma. Habríamos llegado quizá a la España democrática
después de caer el muro de Berlín, y aún, con un poco de suerte, según algunos
románticos, ni eso debía ocurrir. Mira Cuba, allí no hay democracia y qué bien
les va. O quizá, tras la caída del muro y el telón de acero, España se
hubiera desangrado en guerras “autonómicas” identitarias disgregadoras, como
Yugoslavia. Cuando miramos el mundo con ojos que intentan superar las dos
Españas, nos vemos casi “huérfanos” de verdad, y con la necesidad urgente de
seguir mirando nuestra Historia y leyendo a nuestros poetas y escritores para
no caer en una pesadilla imaginativa, tan horrible como la misma realidad
histórica.
Fulgencio
Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
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