CELEBRACIÓN DE ANTONIO MACHADO, MÁS ALLÁ DEL FRENTISMO
El 22 de febrero
de 1939 moría en Collioure, Francia, el poeta y filósofo español Antonio Machado. Se han cumplido, pues,
ochenta años desde el día en que Machado subió a la nave ("ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar") que nunca ha de tornar. El arte del poeta, la
voz del pensador tratan de nuestro destino como seres mortales. Adquieren algo
de consistencia y peso cuando logran expresar el sentimiento más profundo de lo
humano. Lo demás se lo lleva el viento. Hoy
en que, de nuevo, leemos con avidez a los filósofos estoicos, y buscamos en su
enseñanza “recetas” contra el dolor y la insignificancia de las "posturas
que adoptamos" ante el destino (al final, solo queda una simple, pura y
mantenida mirada ante él), Machado está de moda. Pero no necesita nunca un
poeta estar de moda, porque tiene, si lo es (y más aún si es tan grande como
Machado) incontables senderos, radiaciones, pálpitos, vuelos y cadencias para
que todo ser humano se reconozca espiritualmente en él. Al margen de cualquier
ideología simplificadora y falta de amor al otro.
Vivimos tiempos de resentimiento, mezquidad y bajeza moral donde no se reconoce nada que no sea de la propia cuerda ideológica, al extremo nada que no coincida con la consigna del partido (la consigna de hoy mismo, claro; mañana puede que el lorito tenga que decir otra cosa). Pero más burda es la pretensión de manipular, cosificar, clasificar e instrumentalizar a un poeta (o cualquier creador de una obra de espíritu) al servicio de una trinchera, enfrentándolo a otros, incluso retrospectivamente: señalando a unos lectores como falsos por suceder en una supuesta genealogía maldita a los que fueron los supuestos verdugos del autor.
Vivimos tiempos de resentimiento, mezquidad y bajeza moral donde no se reconoce nada que no sea de la propia cuerda ideológica, al extremo nada que no coincida con la consigna del partido (la consigna de hoy mismo, claro; mañana puede que el lorito tenga que decir otra cosa). Pero más burda es la pretensión de manipular, cosificar, clasificar e instrumentalizar a un poeta (o cualquier creador de una obra de espíritu) al servicio de una trinchera, enfrentándolo a otros, incluso retrospectivamente: señalando a unos lectores como falsos por suceder en una supuesta genealogía maldita a los que fueron los supuestos verdugos del autor.
Esta mezcolanza de
crítica e infamia se hace cómplice con el ruso Ilya Ehremburg, quien tachó a Unamuno
de ser partidario de los verdugos, oponiéndolo a Machado, amigo de los
comunistas y del pueblo. El precipitado juicio del escritor soviético no
comprendió el carácter unamunesco, indoblegable y contradictorio. Su “Carta a
Unamuno” se publicó primero en Moscú y luego en España, a finales de agosto del
36 (el 30 de Agosto de ese año la difunde “Nuestra lucha”, un diario comunista
editado en Murcia). Pocos días después, Unamuno se enfrentó a los generales rebeldes
en el famoso acto de apertura de curso de la Universidad de Salamanca (octubre
de 1936) y el ruso tuvo que rectificar y con él la prensa republicana, incluido
“Nuestra lucha”, periódico que incluso se había anticipado a las consignas denominando
a Unamuno “traidor”, en un artículo sin
firma del 21 de agosto del 36, a poco de iniciarse la guerra y cuando no
estaban aún los ánimos para afinar en los adjetivos y a duras penas tampoco en
los sustantivos. (Impagable el libro de María
Concepción Ruiz Abellán Cultura y ocio
en una ciudad de retaguardia durante la guerra civil (Murcia 1936-1939), al
que mi artículo debe esta y otras informaciones basadas en un espléndido
trabajo de documentación hemerográfica realizado por la autora). (1)
Machado en su escrito
al hispanista ruso Vigodsky (“Carta a
David Vigodsky”), reproducido por “Nuestra lucha” en abril del 37, dijo
que pueblo, tal como él lo entendía y como lo usaba también García Lorca, no era exactamente lo
mismo que pueblo en su sentido marxista. La cultura del pueblo, por ejemplo, no
era, para él, la cultura popular enfrentada a la burguesa, sino la verdadera
cultura aristocrática. El pueblo era lo más aristocrático, la verdadera
aristocracia, la del espíritu. Finezas del pensador Machado, esprit de finesse, que diría Pascal, y
que evidentemente no son más que "florituras", y un galimatías, para
una mente burdamente ideologizada. Pero si solo fuera eso: una falta de entendimiento.
No. El delito es más grande porque, luego, esos que no hacen el esfuerzo por
entender se erigen en carceleros de poetas y pensadores, en etiquetadores ultraortodoxos, que encierran en una casilla a
un autor para siempre, y hasta sentencian que ese autor (por más grande que sea)
no puede ser reivindicado o leído más que por aquellos que serían sus legítimos
herederos ideológicos, es decir, por otro público ultraortodoxo igualmente encarcelado
en unas etiquetas simplistas y maniqueas.
Es verdad que
Machado, desde una posición personal, se entregó a la causa de la república, y
que el partido comunista le acogió, y protegió (hasta un punto, pues los
líderes del partido no escaparon a pie hacia Francia, sino en avión a Moscú).
Es verdad que el partido comunista de entonces era un partido, al menos el
partido comunista español, con todos sus defectos, influido por valores como la
libertad, la tolerancia; cosa que también tuvo el comunismo de nuestra transición. Así,
el mismo partido toleró el pensamiento heterodoxo de Machado, quien en un texto
leído ante las Juventudes dijo que él no
era marxista ni podía tener la visión del mundo materialista de los jóvenes
comunistas, a los que admiraba por su valentía moral por cierto.
Si “Machado” solo
perteneciera a ese momento perdería el Machado del “Retrato”. Aquel que dijo:
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Los hombres al uso
que saben su doctrina son estos de las consignas: los carceleros de poetas o de
escritores a los que barren para su aprisco solo. Son estos que solo tienen un
punto de vista y con él quieren medir a los demás. Estos que, si pudiera ser, encerrarían
en su vaso el mar. Y si pudieran, también, encerrarían a Dante en la ideología güelfa, a Shakespeare en la isabelina, a Miguel
Hernández en la estalinista (Miguel que volvió de su viaje a la URSS con
una crítica sobre el estalinismo que allí le hubiera costado conocer el gulag),
o, por referirme a dos autores santo y seña de dos ciudades como son Murcia y
Cartagena: al pintor Ramón Gaya, y a
Antonio Oliver Belmás (marido de Carmen Conde) en la ideología comunista
o del Frente Popular porque ambos escribieron en "Nuestra lucha", el
periódico del Partido. Ellos, igual que Antonio Machado, estaban comprometidos
en esa coyuntura histórica con unas ideas pero su obra, su legado artístico y
espiritual nos pertenece a todos los que amamos el arte, la literatura, el
hacer camino al andar del espíritu humano. Más allá de lo que digan los
carceleros ideológicos, seas tú de las ideas que te pete y tengas la condición
que tengas, incluso aunque seas un miserable y no te reconozcan de la suprema
clase, lee y ama a Machado, a Gaya, a Carmen Conde y a Antonio Oliver: al
hacerlo ya muestras más afinidad con ellos y más derecho a llamarlos tuyos que
quien se los apropia ilegítimamente, con violencia, simpleza, y casi siempre
ruina y mezquidad.
Hace unos meses
pasé a Soria a visitar el instituto y el aula donde dio clase Antonio Machado.
Impresiona leer en
uno de los documentos expuestos en el aula la petición hecha por el director
del centro, y apoyada por los profesores, para que se llamara el centro con el
nombre de Antonio Machado. Lo curioso es que tal petición dirigida al Gobierno fue
hecha en pleno régimen franquista, a mitad de los años 60 del siglo pasado (antes
se había acordado ya la creación de una cátedra Antonio Machado) y que el
régimen del dictador aprobó que el instituto de Soria se denominara con el
nombre de un republicano, y no de un republicano cualquiera, sino de uno de los
intelectuales indiscutibles de la república y que había alentado con sus
artículos la moral del frente y de la retaguardia republicanas; pero lo más
curioso, y que expresa lo surreal de este país, es que el instituto de Soria
tuviera el nombre de un profesor que ya ni siquiera lo era para el régimen franquista,
y por no ser, ya ni era bachiller ni tenía título alguno reconocido por el
régimen de Burgos. Curioso. Quien no se toma la molestia de ver más, suele ver
corto y deformado, pero aun suele deformar y empequeñecer a otros. No podemos
ponernos a un nivel más bajo aun que el de aquellos que son nuestros
adversarios, so pena de que estos nos ganen por mano de mayor espíritu.
“El Claustro de profesores del Instituto General y
Técnico de Soria en sesión ordinaria del
7 de febrero de 1958, presidido por su Director, el Imo. Sr. Navarro, se ven en
la obligación de honrar la memoria del gran poeta D. Antonio Machado Ruiz a
cuyo fin proponen:
1º Dar el nombre del poeta a una de las aulas. 2º Colocar una vitrina en la misma con documentos
originales o copias e iconografías. 3º
Creación de una cátedra de A. Machado a cuya inauguración será invitado el gran
poeta, Profesor que fue de este Instituto D. Gerardo Diego.”(2)
Así reza uno de los documentos expuestos en el aula Antonio
Machado. En otro se da fe de que, en 1967, el instituto al fin fue denominado
con el nombre del poeta, por orden del Boletín Oficial del Estado; y en otro, que a
principios de los ochenta, ya con la Democracia, el ministro Federico Mayor
Zaragoza rehabilitó al poeta en su condición de catedrático…¡cuando de facto
hacía más de veinte años que Soria lo reconocía como su catedrático de honor y más
de tres lustros que el centro llevaba oficialmente, en tiempos de silencio, el
nombre del poeta! ¡Valerosos numantinos!
1. Ruiz Abellán, María Concepción: Cultura y ocio en una ciudad de retaguardia durante la guerra civil
(Murcia, 1936-1939). 1993, Murcia, edición
de la academia Alfonso X.
Fulgencio Martínez, profesor de Filosofía
Muy interesante y atinado tu artículo, Fulgencio. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Aurora, poeta.
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