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viernes, 3 de diciembre de 2021

MARÍA ZAMBRANO Y ANTONIO MACHADO: LA REFLEXIÓN SOBRE LA METAFÍSICA DE POETA (II. VUELTA AL LUGAR DONDE SE INICIARON LAS PREGUNTAS). por Fulgencio Martínez. REVISTA ÁGORA DIGITAL/ DESDE QUE SOMOS UNA CONVERSACIÓN. DICIEMBRE 2021

 


MARÍA ZAMBRANO Y ANTONIO MACHADO: LA REFLEXIÓN SOBRE LA METAFÍSICA DE POETA  (II. VUELTA AL LUGAR DONDE SE INICIARON LAS PREGUNTAS)

 

 

                 María Zambrano cuya obra se orienta en la “razón poética”, estudiada por Manuel Suances en el cap. 10.6.2. de su Historia de la filosofía española contemporánea, desarrolla una reflexión próxima y complementaria a Antonio Machado. Sería María uno de los más lúcidos complementarios del poeta. Suances presenta a la filósofa malagueña en su búsqueda de lo sagrado como eje de una apertura de la razón a los ámbitos metafísicos a los que no llega la filosofía conceptual. Porque para Zambrano, como quería Machado, la razón humana se extiende a una amplitud de saberes y experiencias, místicas, poéticas, religiosas, científicas; no se estrecha en el racionalismo enfrentado a la vida.

            Una de las manifestaciones con las que se ha de enfocar lo sagrado es la nada. La quinta manifestación: la nada. “La nada es la última revelación de lo sagrado que, esta vez, se muestra en su negatividad”. (Suances, op. cit).

            Nosotros hemos estudiado con atención, para este trabajo, la obra de María Zambrano: Filosofía y poesía. En él María Zambrano desarrolla las dos vías de acceso a lo real, la del poeta y la del filósofo, y recomienda el diálogo y la colaboración entre el pensar sintiente del poeta y el pensar metódico de la filosofía. Porque ambos tienen una raíz común, el asombro ante el ser, asombro que el poeta nunca olvida.

            “Asombrado y disperso es el corazón del poeta; mi corazón latía / atónito y disperso”, nos recuerda María Zambrano estos versos de Machado, recordando la infancia de su alma.

            “No cabe duda, continúa María Zambrano, que este primer momento de asombro se prolonga mucho en el poeta”, asombro del que sale el poeta por medio de la poesía, de la palabra, pero al que continuamente retorna, porque el poeta no anhela, como el filósofo, la posesión de los conceptos, y la unidad que consigue el logos poético se deshace continuamente descendiendo a diaro a  la vida, y vuelve a rehacerse y a ser devorado por ella.

            El poeta canta esa dispersión, esa fugacidad y se duele o se queja de esa fugacidad misma sin renunciar a estar en ella, sufriente y gozoso. El poeta no cree en la verdad, que supone que hay cosas que son y cosas que no son, y que hay verdad y engaño.

 

            Tampoco para Machado hay una verdad excluyente, ni tiene sentido el escepticismo sino como duda irónica, duda de la propia duda; y tampoco, para Machado, el corazón hace distingos entre apariencia del amado y realidad objetiva de éste. Las cosas existen porque se aman, porque se está tendiendo hacia ellas. Esa es la creencia que supera cualquier solipsismo de la razón.

           

            Para el poeta, dice Machado, “cuanto es aparece; cuanto aparece, es. No hay, pues, problema del ser, de lo que aparece. Sólo que no es, lo que no aparece.. puede constituir problema”. Machado explica así el soneto de Abel Martín “Al gran cero”, que hemos reproducido anteriormente. Y nos da, ahora, un nuevo giro al problema de la nada, al decir que en el poema se atiende a la “palabra divina que al poeta asombra y cuya significación debe explicar el filósofo”.

            El filósofo, parece entender Machado, vive más en el tiempo del análisis, del intentar entender; el poeta, en el momento del asombro....¡ante una Nada que es creada por la palabra divina!

            Parece que estamos en el poema de Parménides. En el asombro del poeta se aceptan las apariencias como tal (vía de la Opinión, doxa); en la explicación racional del filósofo, se duda de lo que es: en el poema parmenídeo para llegar al Ser único.

            Machado,en cambio, parece decirnos que en el asombro tratamos con el ser; mientras que en la reflexión nihilizamos ese ser buscando su unidad y permanencia. No estaría esta inversión lejana al pensamiento de Nietzsche: la apariencia es el verdadero de las cosas; todo “ser” pretendidamente “verdadero” es la nada (cf. Crepúsculo de los ídolos).

            Estaríamos acercando a esa inversión paradójica que hemos detectado al final del apartado anterior, en el sentido profundo del pensamiento de Machado.

            “La realidad es... fugaz, funambolesca/ el cigarrón voltaico, el pez que nadie pesca”. Más aún, todo pretendido “concepto” del ser es representación del no ser, al matar el fluir de lo real.

            Hasta aquí no hay problema si nos mantenemos en el plano del conocimiento, no hay problema en defender un antirracionalismo y en disolver la distinción apariencia/realidad. Pero, entonces, ¿cómo puede haber metafísica?; rearguye Machado. Si hay problema (aun afirmada esa desproblematización del ser, que no establece distinción entre lo real y lo aparente) porque queda pendiente el problema del no ser (dice Machado), de la nada (dirá Heidegger: “·¿por qué el ser y no mas bien la nada”), y la orientación en este problema, para Machado, es el comienzo de “toda futura metafísica”.

            El ser, para ser, ha de aparecer, dibujarse sobre la pizarra negra de la nada: en el asombro ante ese aparecer está inserto el asombro y el temor ante la nada, ante la aniquilación de lo que aparece. En definitiva, en palabras de Antonio Sánchez Barbudo, “es la pura nada quien causa el asombro del poeta, y de ese asombro nace la poesía”.

            El dolorido sentir (Garcilaso) es otro medio diferente, otro camino, más rápido, para llegar a la heterogenidad trǵica, sin objeto, de nuestro ser. Otro camino lo recorre el amor de ausencia, un camino de vuelta tras el fracaso del amor. Y otra vía, finalmente, es el pensar metafísico del filósofo.

            Pero, en el fondo, son todas las vías una misma experiencia metafísica. “Todo poeta (y podríamos añadir nosotros: todo amante) supone una metafísica, dice Machado... el poeta tiene el deber de exponerla”.

            En un artículo de Machado de 1937, que dedica a exponer el libro Ser y Tiempo, de Heidegger, nos dice que el análisis existencial que realiza Heidegger proporciona “una nota profundamente lírica, que llevará a los poetas a la filosofía de Heidegger, como las mariposas a la luz”.

 

FULGENCIO MARTÍNEZ

2011

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