Recomendamos la reciente publicación en España (por la editorial Xorqui) de Chuleandra: la Danza del amor y la muerte, de Liviu Rebreanu, en traducción del rumano al español a cargo de Joaquín Garrigós. El relato de este libro nos acerca a uno de los mitos solares más antiguos del subconsciente europeo, que ha supervivido a través de la leyenda, el arte y la literatura rumanas.
Ofrecemos, por gentileza de su autor, Ion Bratu, un artículo publicado sobre el mito de la Chuleandra, que nos introduce en las alusiones y el trasfondo épico-mítico de la novela de Rebreanu (próximamente, daremos una reseña de esta obra literaria sorprendente en la narrativa europea).
Junto a la reproducción del artículo de Ion Bratu, pintor a la par que escritor y estudioso, se presentan varias ilustraciones que reproducen cuadros de Bratu, sobre la Chuleandra ritual y floral, respectivamente. Todo nuestro agradecimiento al pintor y articulista rumano, así como al traductor, Joaquín Garrigós.
La ciuleandra, antepasado lejano de la drăgaica[1]
Ion Bratu*
La ciuleandra es, naturalmente, un reto
para todos los que, desde diferentes posiciones teóricas, tratan de desentrañar
el significado de ese mito. En pro de la hipótesis de que la ciuleandra es un antepasado lejano de la
drăgaica, invocamos los siguientes
argumentos:
Desde el
punto de vista antropológico, el rumano es un producto de las generaciones
precedentes y futuras en las cuales el tipo humano central es el indoeuropeo.
En nuestra opinión, la expresión más convincente de ello es la estatuilla del
Pensador de Hamangia, quien, junto a su consorte, contempla con serenidad y
confianza el futuro. El tipo indoeuropeo goza de múltiples habilidades para la
caza y la pesca, así como para la agricultura, la artesanía y el comercio.
En el plano
espiritual, a semejanza de otras comunidades, desarrolló un sistema de
supersticiones, creencias, usanzas y tradiciones relacionadas con el culto al
sol. A tenor de este corpus consuetudinario, se desarrolla una mitología solar
cada vez más compleja. En lo que atañe al culto al sol, Romulus Vulcănescu afirma:
Por los relatos de los escritores
antiguos, griegos y latinos, sobre los dacios y daco-romanos, así como por los
descubrimientos arqueológicos rumanos, resulta que dicho culto al sol tuvo su
origen en el territorio de la Dacia prehistórica antes de la etnogénesis dacia
y, una vez producida esta, se desarrolló entre los dacios, luego entre los
daco-romanos y se conservó con los protorrumanos. Por influencia de las
migraciones indoeuropeas, el culto al sol se enriqueció y matizó gracias a las
distintas espiritualidades de prerrumanos, protorrumanos y rumanos. El pueblo
rumano atribuye al sol significaciones cósmicas, terrestres y mundanas.
Uno de los ritos más complejos y significativos del culto solar es la horă[2]. G. D. Teodorescu decía que para nosotros la horă representa el factor permanente de la cultura rumana en el proceso imparable de la evolución, desde la prehistoria hasta hoy. Nicolae Iorga sitúa el origen de la horă en la danza llamada por los griegos kolabrismos. Esta danza está extendida por todo el espacio del Este y Sur de Europa: el koro búlgaro, la kolesca serbia, el morovod ruso, la colomeica polaca, la choreia griega, la horă rumana y la valla albanesa. El kolabrismos era un rito complejo con un fuerte contenido lúdico, musical y mágico que formaba parte del culto al sol entre los tracios. Era la forma en que la comunidad tracia adoraba al sol en los solsticios y equinoccios.
Uno de los ritos más complejos y significativos del culto solar es la horă[2]. G. D. Teodorescu decía que para nosotros la horă representa el factor permanente de la cultura rumana en el proceso imparable de la evolución, desde la prehistoria hasta hoy. Nicolae Iorga sitúa el origen de la horă en la danza llamada por los griegos kolabrismos. Esta danza está extendida por todo el espacio del Este y Sur de Europa: el koro búlgaro, la kolesca serbia, el morovod ruso, la colomeica polaca, la choreia griega, la horă rumana y la valla albanesa. El kolabrismos era un rito complejo con un fuerte contenido lúdico, musical y mágico que formaba parte del culto al sol entre los tracios. Era la forma en que la comunidad tracia adoraba al sol en los solsticios y equinoccios.
En esta
amplia perspectiva espacio-temporal, situamos nosotros el mito de la ciuleandra. He elevado la ciuleandra al rango de mito, porque su dimensión
y significación reverberan en todos los planos y direcciones de la cultura,
desde los ritos mágico-mitológicos hasta la filosofía popular. Al igual que la horă, la ciuleandra se inscribe en la serie de ritos dedicados al sol, en su
fase del solsticio, fenómeno cósmico que da lugar al ritual de las danzas călusari y sânziene (Drăgaica),
rituales que no por casualidad coinciden en el santoral ortodoxo con
festividades importantes: Pentecostés y el nacimiento de San Juan Bautista,
respectivamente. Se sabe que el solsticio de verano (21-22 de junio) marca un
periodo de apogeo, en todos sus aspectos, de la naturaleza, inclusive de la
humana. En el marco de esta vigorización natural destaca el espectáculo de la eclosión
floral de los cardos, como homenaje diríase que al astro del día, que armoniza
con la vitalidad de la mujer, personificada en la aparición hierática de la ciuleandra extasiada ante los misterios
de la naturaleza y de las primeras sacudidas del amor, lo que se concreta en el
ritual y danza iniciática de un ritmo progresivamente acelerado, único en su
género y propio del sur de nuestro país, en especial de la región de Muntenia,
donde Liviu Rebreanu la situó en su novela Ciuleandra.
Conviene recordar que, además de Rebreanu, otros artistas de categoría se
inspiraron en este mito, como la cantante folclórica Maria Tănase o, ya más
próximos a nuestros días, algunos directores de cine que llevaron a la pantalla
la novela de Rebreanu. Reconozco que el mito de la ciuleandra me apasionó y me absorbió hasta el punto de consagrarle
tres ciclos temáticos de pintura: la ciuleandra
floral, la ciuleandra ritual y la ciuleandra simbólica, al igual que un
ciclo de poemas.
Decíamos al
principio que el mito de la ciuleandra
representa un reto y eso se refiere incluso a su propio nombre. En nuestra
opinión, ciuleandra es una palabra
compuesta de ciun (proveniente de ciulin, «cardo») y leandră (de landră) que
en el habla popular alude a un movimiento desordenado, al buen tuntún y sin
ningún sentido. La semejanza entre movimiento desordenado, a la buena de Dios, «según
sopla el viento», de los cardos y el de las chicas que experimentan los
escalofríos del primer amor en su comunicación con la naturaleza en su fase de
máxima eclosión, durante el solsticio de verano, no es forzada porque rituales
semejantes encontramos en el caso de sânziene
(drăgaica). Creemos que estas
últimas representan formas tardías del mito de ciuleandra, pues el nombre de sânziene
es de origen tracio-romano y la drăgaica
se superpuso a aquel en un periodo más tardío, el de la influencia eslava en el
léxico rumano.
En
conclusión, el mito de la ciuleandra es
uno de los más antiguos dedicados al culto solar y cuya área de expansión
corresponde al este y sureste de Europa. La ciuleandra
reproduce, de forma explícita, un estado cognitivo y motivacional afectivo
específico de las mozas vírgenes, en edad núbil, y tiene desde este punto de
vista una fuerte significación iniciática que se manifiesta en forma de rito,
de danza y de horă en un ambiente
campesino con motivo de la eclosión de la vegetación, en la que destaca la
vitalidad desbordante de los cardos, durante el solsticio de verano. Desde el
punto de vista etimológico, ciuleandra
es una palabra compuesta y compleja a la vez cuya raíz es ciulin. El mito evolucionó con la antropogénesis y el devenir
socio-histórico del pueblo rumano. Mediante un fenómeno sucesivo de
aculturación sufrió cambios de orden axiológico, semántico y de denominación.
Las variantes más conocidas que han llegado hasta nosotros son las de sânziene y drăgaica. En nuestro país, la ciuleandra
se conoce principalmente como baile y melodía de un ritmo que se acelera de
forma progresiva y que son propios de Muntenia, lo cual no es fruto de la
casualidad ya que Muntenia es una región soleada lo que posibilita que se haya
podido desarrollar un importante culto al sol y donde la vegetación, dominada
por la vitalidad desbordante de los cardos, se amalgama felizmente con la
vitalidad y amor a la vida y a la naturaleza de sus gentes.
Si las
premisas de que nos hemos valido en este estudio resultan ser correctas,
también lo serán entonces las conclusiones a las que hemos llegado, lo cual
justifica no solo el esfuerzo, sino también el riesgo asumido.
(Traducción de Joaquín Garrigós)
*Ion Bratu (Piteşti, Rumania,
1948) es etnógrafo, pintor, ensayista y poeta.
NOTAS
[1] Fiesta popular rumana que tiene lugar el día
de San Juan con ocasión de la maduración de la mies. También se conoce como
Sânziene en algunas regiones rumanas. Este nombre deriva del latín Sanctae Dianae, cruzado con dies sanctus Iohannis (Alejandro Cioranescu,
Diccionario etimológico rumano, La Laguna, 1966) . N. del T.
[2] Danza popular rumana que se ejecuta con
los danzantes cogidos de la mano formando un círculo cerrado. (N. del T).
Revista Ágora Digital agosto 2015/Literatura rumana
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