ÁGORA. ULTIMOS NUMEROS DISPONIBLES EN DIGITAL

miércoles, 6 de marzo de 2019

Recuerdo de Eleanor Roosevelt. Una mujer redactora de la Declaración Universal de Derechos del Hombre Diario político y literario de FM... T2019/4


 RECUERDO DE ELEANOR ROOSEVELT: UNA MUJER REDACTORA DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS DEL HOMBRE

                                                                      
La dignidad de la persona es el pilar de la Declaración Universal de Derechos del Hombre. Esta frase, así, requiere un largo comento. No parece obvio, al día de hoy, el sentido absolutamente fundacional de los derechos humanos que se otorga a la dignidad de la persona. ¿Qué  es eso de "dignidad"? ¿Es un título, una posesión o propiedad de un ente o ser físico, físico-espiritual, de un individuo o de una serie de individuos, de un colectivo por ejemplo, de una etnia o cultura, o clase? No, en primer y fundamental rango, la dignidad es un reconocimiento y es individual. Es decir, es un reconocimiento por parte de otro ser racional (dotado de autonomía, que diría Kant, o sea, de capacidad -al menos teóricamente- de guiarse por su propia razón y no depender de otro). Vemos ya el doble rizo de la cuestión. Tengo dignidad propia porque otro me la reconoce, y me reconoce como ser humano y digno porque soy capaz, al menos teóricamente, de guiarme por mí mismo sin necesidad de tutores ni de otro que haga lo que yo puedo y debo hacer. Solo hay algo en que sí necesito del otro, al menos teóricamente, y es precisamente en aquello en que baso mi dignidad: en el reconocimiento de mi esencia de persona. A partir de ahí, de esa mínima y básica dependencia del otro (Machado diría: esencial heterogeneidad del ser), soy (al menos en teoría) autónomo, éticamente libre (también en teoría) y por tanto responsable, de mí, y obligado a reconocer también al otro que me reconoce y en el que me reconozco. La persona es individual, como la dignidad; si hablamos en términos esenciales. 

Hoy en que, en las sociedades multiculturales, surgen a menudo conflictos entre rasgos de una cultura determinada y los derechos humanos, hay que recordar siempre que, por encima de la cultura, etnia, religión, creencia, etc, a que se pertenezca, se es persona y tenemos el derecho prevalente a que se reconozca nuestra dignidad como personas individuales. Más allá de las identidades y roles procedentes de una cultura específica, de una religión, de una clase social, o de un "género", o sea, de un sexo -dicho en español-, somos personas. No creo sino muy secundariamente en los derechos de los grupos y de las identidades específicas cuando estas se enfrentan a la visión individual de la persona. Cuando, por el contrario, la crítica a los prejuicios sobre una cultura, sobre un sexo o sobre una clase social nos ayudan a ir descubriendo y llegando más hondo a la esencia de la persona y su dignidad, entonces sí creo que valgan las consideraciones sobre las identidades concretas. 

Eleanor Roosevelt, abogada y política estadounidense, fue quien más contribuyó a elaborar la Declaración Universal de los Derechos... Humanos, diríamos hoy en lenguaje pseudoinclusivo. Cuando se la fotografió con la primera edición en castellano de la Carta Magna en sus manos, se podía leer todavía en el encabezamiento: Declaración Universal de Derechos del Hombre.

Todavía vivía Kant. No hace mucho: en 1948. Hombre no era un concepto machista, ni de una parte de la humanidad; sino que abarcaba como conjunto lógico a toda persona; como escritor no significaba escritor de un sexo u otro, sino escritor. Y Pardo Bazán, entre los escritores, era la gran novelista del siglo XIX en español: es decir, al lado de Pérez Galdós, el gran novelista; y la frase no quería decir que doña Emilia fuera una mujer más que escribía.

Solamente cuando la ideología, desde el ámbito de la crítica literaria, intervino para imponer sobre el valor del arte o la literatura (o la ciencia) el valor del sexo (femenino, en ese caso) se tuvo que aclarar que Emilia Pardo Bazán no era solo novelista destacada en el ámbito de las letras femeninas, sino uno de los mejores escritores de su tiempo. También, solo cuando se extendió la etiqueta "derechos de la mujer" (como si hubiera derechos de la niña independientemente de los del niño), entonces hubo que aclarar que "Derechos del Hombre" no significa sino Derechos del ser humano, de la persona, independientemente de su identidad concreta y de su género o clase.

  FULGENCIO MARTÍNEZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario