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martes, 8 de octubre de 2013

ORDENO Y MANDO: FIAT AEROPORTUM

DIARIO POLITICO Y LITERARIO DE F. M...   
T/2/9




ORDENO Y MANDO: FIAT AEROPORTUM







Hay ya una segunda edición del aeropuerto fantasmagórico de Fabra en Castellón. Se trata del aeropuerto de Corvera, en Murcia. Otro proyecto varado, y malicioso de origen, que va a costar cientos de millones de euros a los contribuyentes.   Hemos oído al presidente de Murcia Ramón Luis Valcárcel afirmar en tono categórico: “El aeropuerto se va a hacer”. Aristóteles, en su Lógica, distinguió tres tipos de juicios:categóricos,problemáticos y sofísticos. Los primeros son aquellos en que las premisas y la conclusión derivada de las mismas se ponen como verdaderas y donde se parte de un cierto acuerdo sobre la realidad efectiva de lo afirmado; los juicios problemáticos extraen conclusiones de premisas a la que afecta la modalidad hipotética, esto es, a los que debe anteponerse un quizá o un a lo mejor, por lo que lo que se concluye en ellos se parece al cuento de la lechera; y luego están los juicios sofísticos, mucho más interesantes, porque en estos hay una trampa o engaño que supone un reto  a la inteligencia común; pues no parten los juicios sofísticos de premisas verdaderas ni problemáticas, y ni siquiera su error está en usar premisas falsas para llegar a una conclusión verdadera, sino en que la argumentación que usan no es lógica, sino que se basa en la persuasión y la retórica, en otros términos más actuales: en la propaganda, en el efecto de la repetición, acompañada de un martilleo continuo y de una velada insinuación al temor o al deseo. Esto es: juegan con las expectativas de aquellos que quieren convencer, manipulan nuestro deseo o nuestro temor a que ocurra o no ocurra el suceso que se trata de demostrar.


Así que, en puro análisis lógico, lo tiene usted difícil a la hora de saber a qué clase de argumentos pertenece el juicio que ha afirmado tan rotundamente nuestro presidente. Me temo que participa su argumentación de los tres tipos de juicios estudiados por el “maestro de los que saben”, Aristóteles.



Si Valcárcel fuera Benito Mussolini, eso sería un indicio de peso para decantarnos por adscribir su afirmación sobre el aeropuerto corverino a la clase categórica. Juega a favor de esta hipótesis la voz sonora y rotunda en ambos, su desprecio igual a cualquier asomo de duda crítica tanto de propios como de extraños, y en fin, ese deseo final de justificarse por las obras públicas realizadas que tienen todos los grandes estadistas. Mussolini puso en pie las comunicaciones por vía férrea en Italia, hizo la gran la estación de Milán y logró que los trenes llegaran puntuales. Valcárcel si no puede traer el Ave, quiere al menos dejar el aeropuerto para memoria suya.


Ambos, Mussolini y Valcárcel, pueden afirmar categóricamente que se va a hacer un proyecto público porque no escatiman medios económicos;  no lo pagan de su dinero, ahí está el quid; por tanto, no tienen que solventar hipótesis o problemas que afectan al vulgo: yo, por ejemplo, si digo: “mañana me compro una casa”, he de suponer “si me toca la lotería”, para que quizá pueda comprármela, porque he de contar con que “pago io” con mi pecunio, no paga Luis de Vargas ni Pencho de la Arboleja.  Pero, en el caso de ellos, no. Por tanto, su predicción no es problemática en este punto, y puede realizarse categórica.

La diferencia es que el dictador italiano tenía todo el presupuesto de Italia bajo sus botas, a sus órdenes, para disponer de él y abonar sus proyectos de obras públicas. ¿Y Valcárcel?  Bueno, estirando mucho, solo dispone Ramón Luis del presupuesto de una pequeña comunidad del estado español, una comunidad llamada Murcia. No de las cuentas del reino. ¿Le será suficiente con ese fondo del presupuesto para poder sostener su argumentación en un plano categórico? Incluso faltarían más de 200 millones de euros en el bote autonómico para poder hacerla efectiva, de modo que, aun reuniendo una aportación suplementaria recaudada de loterías o bingos semanales en fiestas de amigos, casinos, etc, Valcárcel no está a la altura de Mussolini, y Aristóteles no se traga eso. De modo que solo quedaría poner la afirmación valcarcil en el ámbito de los juicios problemáticos o sofísticos.




        FULGENCIO MARTÍNEZ

                                    Profesor de Filosofía y escritor

 

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