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domingo, 8 de septiembre de 2013

Primera clase. Diario político y literario de F. M. T2/3


                                                      PRIMER DÍA DE CLASE





Se abre el DIARIO DE OBSESIONES DE UN PROFESOR CANSADO...



ALUMNOS DE VALENTÍA



Ya sabéis que yo os enseño Filosofía, pero quiero sobre todo que seáis alumnos de valentía. Platón ponía esta virtud antes que la Sofía o sabiduría. Así que no os consideréis nunca demasiado viejos ni demasiado jóvenes para ser valientes, y, antes que otra cosa, valientes ante el tribunal de vosotros mismos.

Sabéis también la lección de Sócrates, en sus últimos días. Aceptó la condena a muerte. Aún hay disputas sobre por qué: si era resignación, o una broma que se gastaba a sí mismo el anciano ironista… Bien. Comprended, si alguna vez os dicen que se puede llegar a ser filósofo en un curso de quince lecciones, la dura y continuada prueba en la materia de valentía, que hay que se cursar antes de ser filósofo.

Y aun el mayor sabio de los hombres tuvo que afrontar una última y decisiva asignatura pendiente; la que nos espera a todos… lo más tarde posible pido, para vosotros y para mí, que aún somos bisoños alumnos.



UN RUIDO QUE  ANDA POR AHÍ


Este verano me he dedicado a estudiar el tema del solipsismo en Antonio Machado para despejarme un poco. Para desalojar mi cabeza de todo ese ruido de corrupción y palinodias judiciales que ha sido el runrún del curso anterior. Escucho ahora decir a Mariano Rajoy que Mariano Bárcenas, perdón, Luis Barcenas es solo un ruido que no puede distraerle en sus altas tareas políticas. Le ha pedido a su Partido, que, como Ulises ante el malicioso canto de las sirenas, se tapen los oídos para no oír el ruido de Bárcenas. A Odiseo-Ulises le fue bien en ese episodio de las sirenas con semejante estratagema; aunque embarrancó unas páginas después, en otra aventura y acabó, como náufrago, solo, sin compañeros, en la isla de Nausicaä. Los dioses parece que, provisionalmente, le salvaron a cambio de que perecieran todos sus amigos. Pero siempre hay que mirar hacia adelante, y no atender tampoco al ruido de los cadáveres que quedan por el camino. Esto se llama pragmatismo, craso, como cinismo es alegar el protocolo de destrucción de datos informáticos para excusar formalmente la desaparición de los discos duros de los ordenadores que usó su anterior hombre de confianza en las cuentas del Partido, lo siento, lo diré bajo y sin mucho ruido: ese hombre era Luis Bárcenas, Mariano. No quiero distraer al Presidente, mientras lleva el timón en asuntos de más alto calado, pero ni siquiera en una organización deportiva o de aficionados al pádel, y mucho menos en cualquier institución o partido político, se destruyen los discos duros de los ordenadores que ha usado un cargo (como tal pasajero), cuando entra uno nuevo. Es tanto como destruir la memoria, la historia de esa institución o club de pádel. No me creo que hayan sido destruidos, me creo que han desaparecido, ¿los han buscado bien? ¿No tendrá alguien que pasó por ahí una copia de seguridad? El caso es que el mismo abogado del señor –todavía- Bárcenas no se ha planteado una denuncia por la destrucción-desaparición de los datos que pedía el juez Rus para la causa que instruye.  ¿Será que el abogado de Bárcenas piensa que tampoco a su cliente le interesa ese ruido, que sería aportar más pruebas inculpatorias de su defendido y a costa de hundir al capitán del barco, hundir al barco también? Que Bárcenas era vehículo y una nave estupenda cuando había bonanza y los dioses no estaban enfadados, y que todo eso que ahora es un ruido molesto sonaba bien, a contante y sonante, como los viejas monedas de oro, las de antes, incluso las de no hace mucho tiempo, cuando éramos muy críos y nos contaban nuestros abuelos lo bien que sonaban los reales y los duros.

FULGENCIO MARTÍNEZ
Profesor de Filosofía y escritor


                                                       REVISTA ÁGORA SEPTIEMBRE 2012

4 comentarios:

  1. Querido Fulgencio:
    Dos asuntos bien tratas. Uno, interior y de sentirse sólo –y valiente- ante el espejo de uno mismo.
    El otro, externo, -pero influyente total en cada una de las vidas particulares-, la maldición de la bien urdida mentira que se lleva el dinero, que tergiversa y malogra el sistema democrático, que al incrédulo llama “engañado y tonto”.
    Ambos lados de este tejado de la intemperie están cogidos por el canto de las sirenas. En el peor de los casos.
    Ser valiente está castigado: ese canto a la valentía, a muchos, a los que se rebelan contra el hecho de más horas y menos sueldo, y que sólo pueden cotizar –empresarios mandan- la cuarta parte de lo que trabajas y, si no,… hay muchos más esperando quizá por menos aún.
    Ser valiente en el pensar y no poder o temer actuar conduce a la locura, a no saber, a desconfiar,…
    Y negar es la verdad oficial, en las alturas empapeladas de billetes y de poder, que llega al suelo donde atónitos y desafinados estamos la gran mayoría.

    Se ha llegado a vivir n la falacia: ¿para qué saber? ¡Para qué ser alumno en valentía y en sabiduría?
    ¿dónde está el camino itinerante de la esperanza?
    Pero, aún así, queremos oír el canto de las sirenas y no regresar a Ítaca.

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    1. Gracias, maestro, por tu comentario. Hay gente despierta por aquí, por lo que se ve...

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  2. Amigo Fulgencio: el culebrón Bárcenas resulta ya tan cansino e inverosímil que uno, vencido por el sinsentido y la desvergüenza, lo deja fluir como un ruido mediático sin fin, o que lo tendrá si el, según unos, pacato juez Ruz, lo determina.
    Saludos.

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    1. Querido poeta José María Piñeiro: muchas gracias por tu comentario. Yo aún tengo fe en que el culebrón Bárcenas se acabe y entren todos en las aulas de la cárcel. Junto a algún otro Eres tú, eres tú, de Mocedades. Les pondría a unos ese disco horrible sin parar, como castigo; y a otros, a oír El gato al agua hasta que escampe, también sin descanso.

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