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martes, 26 de febrero de 2013

NOVELAS EJEMPLARES: 400 AÑOS. Por Francisco Javier Díez de Revenga / COLECCIÓN. Antología /artículos literarios/1

                                     

NOVELAS EJEMPLARES: 400 AÑOS


Por Francisco Javier Díez de Revenga



En 1613, ahora hace ahora cuatrocientos años, Miguel de Cervantes prepara su edición de las Novelas ejemplares, que salen de la imprenta a finales del verano. Ahora hace cuatrocientos años que Cervantes escribía estas inolvidables palabras en el prólogo de la edición de las doce novelitas: «Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro […], algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso y otras obras que andan por ahí descarriadas y quizá sin el nombre de su dueño, llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo; herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros… »

Entre esas doce obras maestras, que siguen asombrando a críticos y lectores, figura La Gitanilla, la única novela de Cervantes que tiene al reino de Murcia como uno de sus escenarios. En el Quijote nos hallamos unos mercaderes toledanos que se dirigen a Murcia a comprar seda, pero no pasa de ahí la referencia a la ciudad. Sin embargo, aunque en una medida muy relativa, La Gitanilla se relaciona con nuestra Región por producirse el desenlace de la novela en la casa del Corregidor de Murcia, Don Fernando de Acevedo, caballero del hábito de Calatrava, que residía en la ciudad el año de 1610, momento exacto en que la novela y su desenlace, tienen lugar. Pero no se dice que la gitanilla, Preciosa, es decir Constanza de Acevedo y Meneses, la hija del corregidor, fuese murciana. Sabemos que la niña fue secuestrada en Madrid, con muy pocas semanas de su edad, en el año de 1595. Quizá sus padres estaban en la Corte de paso y habían traído consigo a la niña, nacida algunas semanas antes en Murcia, o posiblemente Preciosa había nacido en Madrid. Da lo mismo.

Lo importante es que Cervantes creó, con la historia de la hermosa gitanilla Preciosa, una de las más bellas novelas de toda la literatura española, utilizando el término novela como se empleaba en tiempos de Cervantes, lo que hoy denominaríamos “novela corta” o “cuento largo”. Y es que, en ese mismo prólogo, añadirá orgulloso: «yo soy el primero que he novelado en lengua castellana; que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas: mi ingenio las engendró y las parió mi pluma…»

Así, desde el punto de vista de los géneros literarios, La Gitanilla es una especie narrativa muy interesante, ya que, en el marco conjunto de las Novelas ejemplares es, como el resto, una novela corta, en realidad una “novella” en el sentido italiano del término, que Cervantes importó de la literatura italiana como él mismo se enorgulleció de manifestar con toda razón en el citado prólogo. En realidad estamos antes una de esas criaturas novelescas que se enriquecen por la presencia de elementos de diferentes especies narrativas. Así, en La Gitanilla podemos hallar elementos de la novela de aventuras o bizantina (sobre todo por el descubrimiento final de la auténtica identidad de los personajes y el encuentro y reconocimiento entre ellos o anagnórisis), sentimental (por el desarrollo del amor, y las vicisitudes e impedimentos que surgen para su buen fin), picaresca (al reflejarnos la parte más delictiva de los gitanos) y novela de viaje o de caminos (ya que son diferentes los escenarios en que se desarrolla la trama).

Y, desde luego, la novela estrena también componentes muy innovadores que la enlazan y relacionan con el más puro arte barroco, revelado en los disfraces y engaños que surgen por todas partes, y que muy bien estudió Mariano Baquero Goyanes: “Un mundo novelesco en que son moneda de uso diario los cambios onomásticos, los trueques de personalidad, los disfraces, etc. Se diría que la esencia de lo novelesco reside en poco menos que ese incesante trajín por virtud del cual se cambia de nombre, de personalidad, de —aparentemente— sexo, oficio, clase social, condición. Un mundo de enmascaramientos, de suplantaciones, de desdoblamientos: un mundo novelesco


* Artículo publicado en La Opinión de Murcia. Viernes, 22 de febrero 2013.



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